El 19 de setiembre de 1968 moría John William Cooke. El “Bebe” como lo apodaron sus compañeros a causa de su juventud y temprana edad cuando se incorpora a la militancia peronista, fue un dirigente que adhirió al movimiento nacido el 17 de octubre de 1945 desde su inicio, fue abogado, docente, elegido diputado nacional en 1947 con solo 25 años de edad, desde este ámbito impulsó y defendió proyectos que impulsaban más derechos para los trabajadores, se enfrentó a la oligarquía en sus diversos aspectos, promovió la expropiación del diario La Prensa, órgano de ataque de los sectores conservadores antiperonistas, participó activamente en los actos de defensa del gobierno de Perón cuando fue atacado por todos los medios incluso el militar. Derrocado Perón en setiembre de 1955, es encarcelado en Ushuaia de donde escapará hacia Chile, allí es designado por el propio general exiliado en Venezuela delegado personal y heredero político ante cualquier eventualidad. Organiza y coordina las diversas acciones de la resistencia peronista, fue testigo del acuerdo Perón – Frondizi que este incumplió apenas asumido como presidente. Posteriormente se radica en la Cuba revolucionaria junto a su pareja, Alicia Eguren, toman contacto con Ernesto Guevara y Fidel Castro, participó en la defensa de la revolución ante la invasión reaccionaria norteamericana en Playa Girón (Bahía de los Cochinos) y asumió el sentido revolucionario del proceso cubano. De retorno a la Argentina bregó para conformar primero un ala revolucionaria peronista que fuese la cabeza de un movimiento revolucionario con Perón a la cabeza. Se fue distanciando del líder justicialista quien a su vez también lo relegó de sus planes y directrices. Afectado por un cáncer de pulmón murió el mismo día que en Tucumán cayó el intento de asentar un grupo de guerrilla peronista, las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP). Hasta aquí un brevísimo resumen de su trayectoria política.
Se suele decir que Cooke es un personaje olvidado en la historia del peronismo y de la memoria popular, esto es incorrecto. Cooke es un personaje borrado de los sentidos políticos, es un personaje incómodo y casi molesto, tal vez muy molesto sobre todo para el progresismo filoperonista o el peronismo progresista del siglo XXI, obviamente tampoco está en el radar ideológico del pejotismo adaptado y adaptable a todo modelo de derecha a izquierda (esta categoría es una exceso y un desborde semántico) aunque siempre más cómodo (y reditable) en el molde diseñado por los poderosos, las clases dominantes. Efectivamente, su desempeño, su andar militante fue consecuente con la causa popular entendida no como el objeto de beneficios dados magistralmente por el gobierno, sino como acción colectiva y transformadora del sistema para la cual precisaba de un liderazgo que reconocía en la figura de Perón, la masa organizada y una organización política que contenía ese conducción y le daba dirección revolucionaria. Una estrategia que pusiese el acento en un plan integral de lucha contra el régimen reaccionario establecido después del golpe de Estado de 1955 que a su vez llevaba a un replanteo de la línea de conciliación de clases, de acuerdo con la clase dominante que entendía imposible por las condiciones irreductibles y antagónicas de los intereses de las partes.
La “resistencia peronista” fue un periodo de nuevas experiencias de luchas en condiciones adversas pero con un movimiento obrero con más fuerzas, con una base de identidad y conciencia de clase en el marco del peronismo entonces comprendieron los trabajadores que eran la columna de un movimiento que perdió su componente policlasista efectivo. Cooke se embarca en un debate infructuoso con Perón para convencerlo de darle una orientación definitivamente revolucionaria, ve también que ha surgido una corriente interna de personajes interesados en sus propias ambiciones y personeros del sistema que negocian en nombre del movimiento. Fue contra ellos pero sabía que la voz mandante y ordenadora la tenía Perón quien se negaba a dar una dirección unívoca. Cuando define al peronismo como “el hecho maldito del país burgués” describe el quiebre en las relaciones de poder, el ascenso político de la clase obrera que no culminaría con las medidas del gobierno de Perón, tal lo comprobó el mismo presidente en la secuencia de conflictos gremiales de los últimos años previo al golpe. Esa resistencia ante la ofensiva reaccionaria no solo suma experiencia de luchas también un nuevo horizonte político tal como se expresará en la década del setenta. El peronismo es la ruptura del orden burgués conservador y por eso resultó intolerable para las clases altas de Argentina: ascenso social, progreso y bienestar económico y cultural, derechos adquiridos y poder político, sobre todo esto último.
El ejercicio de ese poder estaba también en pugna al interior del propio movimiento que carecía de la esencialidad plebeya hegemónica alrededor de la cual se organizaría la disputa de fondo contra el régimen y el sistema social que sostenía. Le pide, le exige a Perón hacer de ese movimiento “gigante, miope e invertebrado” uno con una mirada de largo alcance y vertebrado con la clase obrera como columna y sistema orgánico central. ¿Acusaba de miope a Perón? Reconoció su liderazgo y su conducción estratégica y sin embargo no dejaba de criticar su ambigüedad y clivajes tácticos que desorientaba a uno y otro sector consecutivamente, inmovilizaba y creaba tanta incertidumbre como agudización de las disputas internas. Cooke con una mirada preclara le advirtió sobre el futuro del movimiento pensando en el momento “post mortem” del general aun exiliado: “cuándo Perón no esté, ¿qué significará ser peronista? Cada uno dará una respuesta propia, y esas respuestas no nos unirán sino que nos separarán”. Este es el Cooke desencantado, el crítico que advierte y acierta en las debilidades, los errores del líder popular. Este es el Cooke desplazado y borrado de la memoria popular, política del peronismo rescatado para gestos de ocasión y amontonado en el museo de próceres peronistas donde ciertamente no debe sentirse muy a gusto. Reivindicarlo es un ejercicio de historia crítica o crítica de la historia (peronista) que supere y profundice el sentido épico de la memoria, esa es la diferencia fundamental entre ambos campos: la memoria construye épica, la historia, crítica. Y John William Cooke hizo práctica de la historia, del proceso que llevó a la conformación de dos campos sociales, dos proyectos antagónicos que inevitablemente colisionarían lo que ocurrió en la década siguiente.
Volvamos a ese momento de ruptura que está ligado a esta última parte; Cooke sabía que esas respuestas propias de cada sector, no serían porque no lo eran en su momento matices. Frente a esos campos antagónicos no habría ya medias tintas ni tercera posición: el desarrollo posterior lo confirmó, el ascenso de las luchas de la clase obrera aun en el gobierno peronista (rodrigazo, Villa Constitución) fueron parteaguas interno del movimiento, la resistencia a la dictadura del Proceso, el reacomodamiento pos dictadura, menemismo, neoliberalismo actual.
Este presente necesita de la revisión y la recuperación de su figura, de su audacia y su rebeldía en tanto el posibilismo y adherencia a un peronismo acrítico, asumido como si fuera un paquete armonioso, intocable e imperecedero garantía de triunfo por su sola mención es la moneda corriente que a base del desgaste por sus múltiples usos dejó de ser un gigante para ser un partido que disputa espacios electorales para aplacar algunos males sin llegar a las causas. Mientras Cooke le discutió a Perón en vida sus decisiones, sentó las bases para una tendencia revolucionaria peronista que creció exponencialmente en los años siguientes, hoy el peronismo, los peronistas lo han sacralizado, congelaron una imagen a la cual se le rinden culto pero no se la analizan ni mucho menos critican y peor conocen; de igual manera que se reivindica un verticalismo al mejor estilo ortodoxo que esgrime definiciones del tipo “no criticar porque se le hace el juego a la derecha”, “no es el momento, ahora hay que bancar”, “no ser funcionales a la derecha”, acatar lo decidido por los nuevos mandos y líderes sin libertas de disentir mientras el país se desgrana por un modelo cada vez más intolerante aun con propuestas apenas reformistas. Así asumen “el peronismo” como si fuera, hubiera sido uno solo y allí meten figuras tan disimiles, opuestas como cuestionables. Cooke pensaba el peronismo y más allá de este, un peronismo plebeyo y un pueblo dirigente que superase las condiciones adversas y plantase banderas de autonomía con o más allá del peronismo en tanto deje de ser expresión de esa liberación nacional y social y funja de simple rueda de auxilio del modelo imperante.
Daniel Escotorin es historiador
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