Los desaparecidos que se buscancon el color de sus nacimientos,el hambre y la abundancia que se juntan,el mal trato con su mal recuerdo.León Gieco El 16 de septiembre de 1976 ha sido secuestrado y desaparecido Juan. Es la misma fecha en que ocurre la «Noche de los Lápices», en la que jóvenes estudiantes secundarios de […]
Los desaparecidos que se buscan
con el color de sus nacimientos,
el hambre y la abundancia que se juntan,
el mal trato con su mal recuerdo.
León Gieco
El 16 de septiembre de 1976 ha sido secuestrado y desaparecido Juan. Es la misma fecha en que ocurre la «Noche de los Lápices», en la que jóvenes estudiantes secundarios de la ciudad de La Plata fueron secuestrados por los grupos de tarea. La historia de Juan es la historia de los 30.000 desaparecidos. La historia de Juan sin embargo alberga sus propios significados. Juan ha sido secuestrado de la propia universidad cuando rendía un examen. Juan era «belicho» pero había hecho de Tucumán mucho más que su lugar de estudios. En Tucumán, Juan militaba, como militaban cientos de estudiantes de su época, militancia de una juventud que se veía contagiada por una agitación juvenil mundial y que en nuestro país había alcanzado dimensiones particulares a partir de los Cordobazos o los Tucumanazos. Pero además, la militancia de la juventud «setentista» en la que estaba involucrado Juan, era una militancia por el compromiso de esa generación por construir un mundo mucho más equitativo.
Juan Francisco Carreras era estudiante de la facultad de Bioquímica, parte del cuerpo de delegados de esta facultad. Casi todo el grupo está desaparecido. Juan militaba en el Frente Antiimperialista por el Socialismo (FAS), un frente organizado por el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y que reunía a distintas expresiones del socialismo. Tenía 26 años el joven catamarqueño, nacido el 26 de julio de 1950 en la ciudad de Belén. Su caso es inédito en Tucumán, ya que se trata de uno de los pocos secuestros que se conocen en la provincia producidos dentro de una sede universitaria. Esto demuestra cómo la dictadura se ensañó, muy particularmente con los jóvenes estudiantes comprometidos, con la generación de los «Tucumanazos».
Juan Carreras debía presentarse a un examen final el 16 de septiembre de 1976. Juan había sido señalado por la dictadura militar y estaba en las listas negras. Cuando el 2 de mayo de ese mismo año un grupo de tareas irrumpió en su pensión, en calle Chacabuco al 400 y no lo encontró, Juan salvó su vida, regresando inmediatamente a Belén, a la casa de sus padres. Sin embargo y contra todas las opiniones que le sugerían a Juan no regresar a Tucumán, él decidió presentarse a rendir el examen final ese 16 de septiembre.
Juan debía encontrarse momentos antes del examen con Enrique Sánchez, un amigo y compañero de carrera. Sánchez fue secuestrado la noche anterior al examen y el encuentro entre los amigos no se produjo. Es así como la desaparición de Juan involucra al propio Enrique. El «grupo de tareas» que secuestró a Juan usó de señuelo a Sánchez, llevándolo en un coche al momento de encontrarse con Juan. Al pasar a la par del coche, Juan saluda a Enrique, quien estaba en el interior, sin que éste le devolviera el saludo. Juan estaba entonces ya «señalado» por su amigo.
Carreras entró a rendir sin saber por qué su amigo no le había saludado. Promediando el examen tres hombres ingresaron en la sala y preguntaron si se encontraba allí Juan Carreras. La Doctora Elsa Brauckman, quien estaba tomando el examen, respondió afirmativamente. De allí en más todo cambió para Juan. Carreras fue el último estudiante en salir de la sala. Desde el mismo momento en que entraron los hombres a buscarle, Juan comenzó a dibujar líneas en el papel del examen. Al salir de la sala, el joven pidió ayuda al profesor titular de la Cátedra, el Dr. Francisco Barbieri, quien se encontraba en el pasillo del edificio universitario. Barbieri no atinó a hacer nada por el estudiante, quien acto seguido fue sacado de la facultad por los hombres que le buscaban. El joven belicho fue visto por última vez en el centro de exterminio Arsenal Miguel de Azcuénaga. El centro universitario de donde fue secuestrado Juan lleva el nombre de Barbieri, quien no hizo nada para evitar su desaparición. Mientras en el patio central de la Facultad de Medicina una placa con une escueto mensaje que tan solo recuerda a «quienes pudieron haber sido sus egresados» sin dar mayores explicaciones. En el listado de nombres se encuentra Juan. Esa es nuestra memoria, aquella que prefiere olvidar que pudieron haber egresado de la carrera si la dictadura no los hubiera secuestrado y hecho desaparecer.
Todo esto me lo contó la hermana de Juan, Felicidad, quien desde el mismo día de la desaparición hasta hoy no cejó ni un instante en la dolorosa tarea de sostener la memoria de su hermano, memoria que Felicidad mantiene encendida como una llamita de esperanza. Felicidad guarda la memoria de Juan que es la memoria de los 30.000 porque ella sabe que Juan es los 30.000 y los 30.000 son Juan. Vale aquí el recuerdo de los otros dos belichos desaparecidos, Yolanda Borda y Oscar Gervan. Por ellos tres se alza un pequeño bosque de la memoria en la plaza principal de Belén. Por ellos tres, Felicidad mantiene la llamita de la memoria encendida. Por Juan. Y por los 30.000.
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