Juana Rouco Buela está entre las fundadoras del anarquismo femenino en Argentina. Nació en 1889, en Madrid, de ascendencia gallega. Llegó a Buenos Aires cuando todavía era una niña, en 1900. En Argentina aprendió a escribir y entró en contacto con «la idea» anárquica, en parte a través de su hermano mayor.
Una vocación de lucha y reflexión
El 1º de mayo de 1904, estuvo en la manifestación que fue su “bautismo de sangre”, ya que allí le tocó asistir a un obrero que resultó muerto por la represión policial.
En 1905 representa a las trabajadoras de la Refinería Argentina de Rosario (planta elaboradora de azúcar) en el Vº Congreso de la Federación Obrera Regional Argentina (FORA), encuentro en el que tomó fisonomía más definida la central sindical a la que Juana estuvo adherida de allí en adelante.
Aún adolescente, con otras pioneras, funda un Centro Femenino Anarquista. Relata Juana: “En los primeros meses del año 1907, ayudada por la compañera María Collazo, organizamos el primer centro femenino anarquista que existió en la República Argentina. Tomaron parte muchas y activas compañeras: Virginia Bolten, que fue una gran escritora y conferencista, Teresa Caporaletti, Elisa Leotar, María Reyes, Violeta García, María Collazo y Marta Newelstein.”
En 1907 tomó parte en la huelga de inquilinos (“huelga de las escobas”, se la llamó también, por la alta participación de mujeres). Esa actuación le acarrearía una deportación del país, en aplicación de la ley de residencia, con rumbo a España, su país de origen. Se la expulsó en medio de la represión por el atentado fracasado de un anarquista, Francisco Solano Regis, contra el presidente José Figueroa Alcorta.
En distintos momentos pasó por Francia, Italia y Montevideo, siempre involucrada en la militancia libertaria.
En Uruguay se reencuentra con Virgina Bolten y otrxs deportadxs desde Argentina. Trabajadora del vestido por oficio, haría del periodismo una práctica habitual. En Montevideo toma parte principal en el periódico La Nueva Senda, en el que escribe junto a las mencionadas Bolten y Collazo.
Un tiempo después es perseguida en Uruguay, sobre todo por su actuación en las protestas contra el fusilamiento de Francisco Ferrer, el mentor de la “escuela racionalista” en Cataluña. Lo comenta así: “Los anarquistas iniciamos una campaña de conferencias y sacamos un número extraordinario de La Nueva Senda. La actividad en el Centro Internacional era enorme y todo Montevideo se movilizaba en pro del gran maestro, fundador y sostenedor de la ‘Escuela moderna’.”
En la capital uruguaya logrará burlar el acoso policial, disfrazada de hombre.
Volvió a ingresar en Argentina, con apellido distinto para disimular su identidad, ya no fue «Buela», sino «Rouco» el que utilizó.
Indómita, participa en las movilizaciones ácratas contra la celebración del Centenario de la revolución de mayo. Es nuevamente detenida y deportada, esta vez a Montevideo, donde seguía abierta la causa por su participación en la reivindicación de Ferrer. Estuvo varios meses en prisión. Intentó viajar de modo clandestino en un barco con rumbo a Francia. La descubrieron, pero quedó en libertad, desembarcada en Río de Janeiro. Vivirá tres años en Brasil.
Vuelve a Buenos Aires en 1917, ya anulada su deportación. Al tiempo se la verá en las huelgas y movilizaciones que configuraron la llamada “Semana Trágica” de enero de 1919. Asimismo organiza a costureras, sastres y otrxs trabajadores de la industria del vestido en la que se llamó la Federación Obrera de la Aguja.
En 1920 se traslada a Rosario. Tendría continuidad en la militancia de la FORA, y recorrió el país dando conferencias. Parte de su prédica iba dirigida a las mujeres, con la idea de la emancipación femenina de tutelas patriarcales, eclesiásticas y patronales.
En la tribuna femenina
Como parte de esa labor, en 1922, fundó en Necochea Nuestra Tribuna, periódico libertario escrito y dirigido sólo por mujeres.
Anota en su autobiografía: “Allí encontré un plantel de mujeres con conocimientos y capacidad ideológica poco común en otras mujeres y en otras localidades, donde por lo general se encontraba una o dos compañeras pero nada más. Enseguida me puse en íntima comunicación con ellas, y creamos esa afinidad que es tan necesaria para la realización de nuestras cosas.”
Con ese sustento humano y político conformó un Centro de Estudios Sociales Femeninos y lanzó el periódico, que constituía un viejo sueño suyo. Logró sostener la publicación durante tres años, al principio con periodicidad quincenal.
En Necochea se manifiesta en favor de Kurt Wilckens, el anarquista que ejecuta al teniente coronel. Héctor Benigno Varela, el verdugo de los huelguistas de la Patagonia. A lo que seguirá el repudio de su cobarde asesinato, mientras se hallaba encarcelado. Alzar la voz en estas cuestiones le acarreó de nuevo la persecución judicial, que involucra a un hermano de Varela con funciones policiales en la ciudad.
Cuando se aleja de la localidad costera sigue publicando el periódico, primero en Tandil y luego en Buenos Aires, ya sin el valioso grupo de apoyo femenino de la ciudad balnearia. Y finalmente se ve obligada a cerrarlo.
Continúa con el periodismo en variadas publicaciones, y en diciembre de 1928 cubre para el diario El Mundo el III Congreso Internacional Femenino. Juana discrepa con muchas de las que toman parte en esa reunión, lo que no obsta a su interés por las cuestiones discutidas.
En su autobiografía apunta que “…todos estos temas no se discutieron con la profundidad que ellos merecían, porque las propias delegadas que los discutían estaban impregnadas de prejuicios inherentes al sistema social en que vivimos.” La reivindicación que Juana hacía de las mujeres no se reconocía en prédicas feministas de tintes liberales o socialdemócratas. Apuntaba en cambio a un choque frontal contra el sistema social imperante.
El golpe de 1930 dañó al anarquismo con ferocidad inusitada. Sindicatos, periódicos, asociaciones culturales sufrieron clausuras, persecuciones y encarcelamiento de sus militantes, sumada a la expulsión de los que eran extranjerxs. La represión llegó hasta los fusilamientos, clandestinos o públicos, como los de Joaquín Penina, Severino Di Giovanni y Paulino Scarfó.
La ola represiva y la ruptura con su compañero de varios años y padre de sus hijos, por razones tanto sentimentales como políticas (él dejó el ideario libertario y se afilió al radicalismo), mantuvieron a Juana fuera de la actividad por unos años, centrada en poner a flote su vida y la de sus hijos.
La solidaridad antifascista, las bibliotecas
En 1936, luego del golpe militar en España, la solidaridad con el antifascismo español la trajo de nuevo a la militancia. Escribió al respecto: “En el año 1936, la Revolución Española me despertó del letargo en que yo me encontraba sumida.” Ya terminado el conflicto español siguió su actuación en el Patronato Español de Víctimas Antifascistas (PEAVA)
Volcaría asimismo su empeño y sus dotes organizativas en una biblioteca popular del barrio de Versalles, en Buenos Aires, la «Belisario Roldán», que aún existe. Y desde la que impulsó las más diversas actividades. Así comenta el inicio de esa labor: “En Versalles, se acababa de formar una biblioteca por un grupo de jóvenes estudiantes, muy capacitados, que entendían que la cultura era la mejor forma para poder llegar a la libertad.” La libertad y el saber, una asociación perdurable en la mente y la acción de Juana.
Un tiempo después se traslada a La Falda, Córdoba, por razones de salud de su hijo varón. Allí asimismo toma parte de la conducción de una biblioteca, la “Domingo Faustino Sarmiento.”
Aunque la actividad y el pensamiento ácratas habían dejado atrás sus épocas de mayor vigor, Rouco Buela nunca abandonó sus ideales, ni transigió con la actividad política entendida en sentido convencional. Se radica de modo definitivo en Buenos Aires, sigue adelante con sus tareas en el PEAVA. Y continúa su colaboración con centros y bibliotecas anarquistas hasta su muerte en 1969.
La última dictadura cívico militar hizo presa en la familia de Juana. Una de sus nietas, Leticia Akselman, joven de 19 años, militante de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), fue secuestrada y desaparecida el 12 de junio de 1976. Su cuerpo pudo ser recuperado una década más tarde, gracias al trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense.
La memoria, la obra y su rescate
Ya en la década de 1960, unos años antes de morir, publicó el libro autobiográfico titulado Historia de un ideal vivido por una mujer. Es un sintético recorrido por la vida de Juana, escrito con claridad, soltura narrativa y espíritu de reivindicación de la militancia social en contra de los poderosos.
La obra es un punto de partida más que de llegada, ya que aviva el estímulo por conocer más sobre la autora. Y acerca de todo el movimiento de mujeres libertarias que actuó en nuestro país desde fines del siglo XIX. El que dejó una huella que espera una valoración más elevada y consecuente de quienes hoy luchan por transformaciones sociales profundas
El libro de Juana no ha quedado en el olvido. Ha sido objeto de reediciones en papel y existe asimismo edición digital. Se la puede descargar gratis en https://www.relatsargentina.com/…/ML.Rouco.Libro.pdf
Y también en el portal «Solidaridad Obrera».
La última reedición en papel, que sepamos, es de 2021. Cuenta con un prólogo de Dora Barrancos e ilustraciones de Diana Akselman, nieta de Juana. Se reproduce además la portada de la edición original y el prólogo que aquélla llevó, de Diego Abad de Santillán. Es de «Los lápices», una editorial de Haedo, Buenos Aires.
El cine también se ha hecho eco del itinerario de Juana. Dos documentales de los últimos años han procurado retratar la trayectoria y realizaciones de esta militante. Juanas, bravas mujeres, dirigida por Sandra Godoy, de 2019; y Juana, realizada por Daiana Rosenfeld, de 2020. Ambas son aproximaciones válidas a la trayectoria de la militante libertaria. Y se complementan en algunos aspectos.
En Necochea se recuerda el paso de Juana por la ciudad y se invoca de diversos modos su presencia y obra allí. Existe “La Rouco. Colectiva Feminista Necochea”. Esa organización trabajó en un “mapeo colectivo” en 2022, con motivo del centenario de la primera edición de Nuestra Tribuna. Lo hizo bajo el lema “JUSTICIA HISTÓRICA POPULAR”.
Hubo un mes de actividades con encuentros con familiares e historiadores locales. Y se contó con el aporte de la investigadora Laura Fernández Cordero, estudiosa de la actuación femenina en el movimiento anarquista. Estas acciones se enmarcaron en la reflexión sobre el sentido de la actividad de Juana Rouco y las continuidades y rupturas existentes respecto del presente.
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La huella de Juana Rouco Buela permanece en ámbitos inconformistas y cuestionadores de nuestra sociedad. Desafía el paso del tiempo y el predominio de concepciones que predican el individualismo y la despolitización. Junto con otras muchas militantes anarquistas y de izquierda en general, aportan a la consolidación de un feminismo con acepción de clase y vocación anticapitalista.
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