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Kirchner va por un «nuevo» justicialismo

Fuentes: La Arena

  Este mes se cumplen veinte años desde que Antonio Cafiero asumió de manera formal la jefatura del PJ, en lo que fue el pico de la «renovación» peronista. Ese fue el último gran proyecto para modernizar el Justicialismo. En un contexto muy distinto, el ex presidente Néstor Kirchner inicia por estos días una tarea […]

 

Este mes se cumplen veinte años desde que Antonio Cafiero asumió de manera formal la jefatura del PJ, en lo que fue el pico de la «renovación» peronista. Ese fue el último gran proyecto para modernizar el Justicialismo. En un contexto muy distinto, el ex presidente Néstor Kirchner inicia por estos días una tarea de envergadura parecida. Ambos procesos de «renovación» perfilan similitudes y diferencias que vale la pena analizar. Un hecho que salta a la vista es que en ambos casos los «viejos» dirigentes resistieron varios años la posibilidad de reformular las estructuras del PJ. Tras la derrota electoral de 1983, en la conducción partidaria no se registró ni una renuncia: Isabel Perón siguió figurando como presidenta del PJ que en los hechos conducía el líder de la UOM, Lorenzo Miguel. Sindicalistas ortodoxos, Herminio Iglesias y Vicente Saadi trataron de mantenerse en la conducción y desoyeron los reclamos por una modernización.

Cristina vs. Chiche. Cuatro congresos partidarios debió atravesar la «renovación» liderada por Cafiero para desarmar las estructuras montadas por isabelistas y ortodoxos. De aquellas caldeadas reuniones sobresale el congreso del Teatro Odeón, el 15 de diciembre de 1984, en el que las patotas sindicales echaron a Carlos Menem a los empujones. La «renovación», en la que militaban por entonces «jóvenes brillantes» y dirigentes que contaban con altos niveles de consideración pública como José Manuel de la Sota, Carlos Ruckauf, José Luis Manzano, Carlos Grosso, José Octavio Bordón y Menem, recién pudo hacerse del partido luego de que Cafiero accedió a la gobernación bonaerense, en diciembre de 1987. Pasados los años, Kirchner también se las vio feas con la estructura del PJ. En 2004 mandó a su esposa, Cristina Kirchner, a tratar de definir una nueva conducción en un congreso realizado en Parque Norte. Pero todo terminó en escándalo: luego de ser abucheada por sectores del menemismo y del duhaldismo, la entonces primera dama buscó pegar donde duele y criticó con dureza a las dirigentes «portadoras de apellido». Furiosa, Hilda «Chiche» Duhalde tomó el micrófono y lanzó una dura réplica, luego de la cual el kirchnerismo decidió archivar todo intento de pelear por la conducción por dentro de la estructura justicialista.

Hacia la centroizquierda

El kirchnerismo recién logró ubicarse al frente del justicialismo luego de los comicios de 2005 y 2007. El «timing» tuvo que ver con necesidades políticas y posibilidades fácticas: en el clima de fragmentación que vivió el peronismo durante la presidencia de Kirchner, un triunfo en elecciones internas no estaba asegurado. Además, el kirchnerismo consideraba que luego de la crisis de 2001 la estructura del PJ estaba devaluada a los ojos de la opinión pública. Y que un presidente en ejercicio podía sufrir un desgaste si se metía en las pujas internas. Ahora, como ex presidente, quienes frecuentan a Kirchner dicen que lo ven entusiasmado en la tarea de ponerse al frente del PJ y reorganizarlo. Nadie sabe con certeza cómo será la reestructuración, pero el ex jefe de Estado ya dijo que quiere cumplir con algunos de los objetivos que también se había planteado aquella «renovación» de los 80: acercar el partido a la ciudadanía y modernizarlo. Dejó trascender que se entusiasma con estructuras más modernas, como la de partidos europeos -se menciona al PSOE español- en la que predominen los dirigentes sub-40. Y que la modernización del PJ debería ubicarlo como una fuerza de «centroizquierda» en el marco de un sistema de partidos en el que confronte con un polo de «centroderecha».

Atado a Cristina

Las contradicciones que surgirán en el proceso no parecen pocas, sobre todo si se tiene en cuenta que la mayoría de los dirigentes que hoy aparecen como voceros del kirchnerismo son los ex duhaldistas que controlan el estratégico aparato del conurbano provincial. Además, Kirchner deberá lidiar con referentes peronistas como Carlos Menem, Alberto Rodríguez Saá, Roberto Lavagna y sectores del sindicalismo que se resisten a ser relegados a la insignificancia. En los ’80, el sueño de Cafiero de contar con un partido moderno de perfil progresista quedó archivado en la primera y última interna nacional que recuerda la fuerza: la que consagró a Carlos Menem como candidato presidencial con el respaldo de la ortoxdoa. Luego, el PJ se vio desplazado como fuerza orgánica: durante años pesaron más en los hechos los cónclaves en el «quincho» de Olivos, las reuniones de gobernadores y los múltiples contactos entre «operadores» que las estructuras partidarias. En ese contexto sobrevino el enfrentamiento pírrico entre Menem y Eduardo Duhalde y más tarde la crisis de 2001 barrió a los partidos nacionales tal como se los conocía. Al dedicarse a reformular el PJ, Kirchner encara ahora un enorme desafío, que tendrá relación directa con la suerte que corra el gobierno de Cristina Kirchner. (NA).