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Acerca de la prohibición de la ley de aborto

La barbarie argentina

Fuentes: Rebelión

Cada uno ve lo que quiere ver. Cada uno piensa lo que piede pensar. Batir palmas y alegrías frente a la prohibición de la legalización del aborto en Argentina, a nombre de una democracia que se dice, demuestra vitalidad en la capacidad de debatir, argumentar e intercambiar posiciones o es una falacia o un grave […]

Cada uno ve lo que quiere ver. Cada uno piensa lo que piede pensar. Batir palmas y alegrías frente a la prohibición de la legalización del aborto en Argentina, a nombre de una democracia que se dice, demuestra vitalidad en la capacidad de debatir, argumentar e intercambiar posiciones o es una falacia o un grave mal entendido.

La democracia está para solucionar problemas, sociales o individuales. No está en sí por la capacidad histriónica de generar discursos convincentes, seductores o conmovedores. No es un refinamiento de oratoria. No es acto teatral. Es actividad práxica. Por otro lado bastaban un par de minutos para advertir que los legisladores ensayaban monólogos memorables para su gloria personal, sin que ningún otro legislador escuchara nada de lo que decía.

¿Diálogo y debate? Monólogo y solipsismo

La democracia es un dispositivo cuya única legitimidad es, no solo haber recibido el voto de la gente, sino también servir para algo.

El otro día la democracia argentina no sirvió para nada. A no ser para demostrar una serie de hechos que se quieren esconder, disimular o evitar.

Un hecho que se demuestra claramente absurdo es insistir en el número de muertes que implica el aborto legal y como los mismos disminuyen drásticamente con el aborto legalizado. Esa postura supone que los senadores son personas sensibles y que realmente les importa la vida. Pero a los senadores no les importa la vida de nadie, sino el crédito político que lograrán con sus voto.

A 38 políticos les interesa la política, no la gente, no las injusticias, no las mujeres.

Además, ¿qué hace pensar que se horrorizan con tales cifras? Más bien les debe dar enorme satisfacción. Demuestra los avances imparables del feminicidio que esta sociedad ha implementado, más allá del discurso oficial. El conflicto con lo femenino, la ambivalencia que despierta, no se ha solucionado ni se solucionará.

Tampoco hubo democracia porque se sabe que algunos senadores sucumbieron al chantaje y la extorsión de los sectores reaccionarios y paranoicos. Votar la ley era que la hija del senador/senadora desaparecería o sufriría actos de agresión. Nadie habla de eso a pesar de la gravedad del suceso.

¿Quién gobierna en Argentina: el Estado o la Iglesia? Inútil decirlo: en Argentina gobierna un grupo de control que son el estado y la iglesia simultáneamente.

¿Frente a las represión que se desató de manera inmediata e insensata ante los manifestantes a favor del aborto podremos seguir hablando seriamente de tolerancia? Esa represión ridícula ya estaba preparada y esperaba el minuto preciso para ejecutarse. Decir que el gobierno de Macri es una vuelta del neoliberalismo ya suena un anhelo que esconde una verdad más tangible: el gobierno de Macri es la vuelta del totalitarismo argentino. Las represiones no cesarán. Las desapariciones no cesarán. El totalitarismo no se dará por vencido.

Es un gobierno de «enemigos»: ayer el comunismo y el marxismo, hoy el kirshnerismo, el aborto, la juventud.

La juventud es la gran derrotada con esta ley. No las mujeres. Se gestó un gran movimiento juvenil que creyó ingenuamente en la seriedad de sus instituciones, en la seriedad del sistema republicano, en la seriedad de sus dignos representantes.

La dignidad se transformó en burla y estafa. Las consecuencias implicarán una razonable radicalización y la profundización de un escepticismo plenamente justificado.

Se equivocó el feminismo en hacer de esta ley el estandarte de los derechos de la mujer. Esta ley no tiene que ver con eso sino con la promoción de los derechos humanos y la capacidad de actuar por si mismo poniendo un límite a la injerencia cada vez más totalitaria del Estado en la vida privada de los seres humanos. No se pudo lograr.

Pero como nos han convencido que somos ciudadanos, y como nos han convencido que los ciudadanos tienen derechos que deben ser escuchados y respetados, pues se genera un ciclo de errores que llevan a desastres como éste.

Si Gandhi hubiera confiado de igual manera en la democracia inglesa hoy la India no existiría.

El Estado no soluciona los problemas sociales, y si los soluciona, es dando prioridad en primer lugar a los grupos de control y sus intereses. La ley no legitima todo. Otra falacia. Ni Estado ni Ley son garantes de preservar garantías ni derechos.

No hay nada que festejar. Hay que reflexionar y mucho. Y luego: volver a reflexionar.

Vivimos en tiempos tanatopolíticos: las sociedades anhelan el control total y la ciudadanía es una cáscara vacía que ya no implica nada, sino decepción y malestar.

No se trata de que la ley se vuelva a votar en el año 2019, es que se ha generado una grieta insalvable que demuestra fehacientemente la violencia en la que vive y sobrevive la gente, atrincherada en terrenos y cotos fortificados.

Se ha hablado de Democracia versus Totalitarismo, pero la verdadera dicotomía, hoy por hoy, es Diálogo versus Fragmentación.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.