Recomiendo:
0

«La casa está en orden, felices pascuas»

Fuentes: Prensa Obrera

  Después de tres discursos presidenciales en un lapso cortísimo y una movilización de aparato de apenas cincuenta mil almas, el gobierno ni siquiera se ha animado a presentar la suspensión del lock-out o paro agrario como un triunfo. Solamente en el túnel subfluvial Santa Fe-Paraná ‘los del campo’ le juntaron casi diez mil personas. […]


 
Después de tres discursos presidenciales en un lapso cortísimo y una movilización de aparato de apenas cincuenta mil almas, el gobierno ni siquiera se ha animado a presentar la suspensión del lock-out o paro agrario como un triunfo. Solamente en el túnel subfluvial Santa Fe-Paraná ‘los del campo’ le juntaron casi diez mil personas. El gobierno, que obtuvo el 45 por ciento de los votos hace tres meses (en especial en los pueblos campesinos) no pudo doblegar durante tres largas semanas a la movida de las entidades rurales, a pesar de contar, además, con el apoyo del conjunto de la burguesía. La presencia de los Techint, Fiat y Banco Macro en el Salón Blanco de la casa de gobierno, en oportunidad del último discurso, lo demuestra sin discusión. No es casual que la burguesía no le haya armado las clásicas ‘corridas’ al dólar o a los bancos.
 
Las compensaciones que ofreció el gobierno a los productores que no superen las 500 toneladas anuales y el subsidio a los fletes para las distancias alejadas de los puertos no tienen un alcance ni mínimo, pero subraya el impasse oficial y anuncia nuevas corruptelas. En 2007, las retenciones se gastaron casi por completo en subsidios, como un gato que se muerde la cola, sin que un peso de esto haya caído en la mano de un trabajador. Alrededor de 20.000 millones de pesos fueron destinados a cubrir, de este modo, más de 16.000 millones por compensaciones.
 
Como la geografía de Argentina es inmodificable, en tanto que los precios de exportación y las retenciones se mueven, el Estado seguirá subsidiando fletes incluso cuando los precios internacionales del agro comiencen a bajar, como deberá acontecer como consecuencia de la recesión internacional. Lo mismo ocurrirá con los subsidios para los combustibles, pues es visible para cualquiera que las naftas y el gas oil están aumentando, y esto refleja la caída de la producción interna y de las reservas, y el aumento de las importaciones. El gobierno ya está construyendo una planta re-gasificadora para el gas licuado que piensa importar desde Venezuela. El gobierno prevé que los subsidios y las compensaciones subirán, en 2008, a los 26.000 millones de pesos – el 12% de la recaudación impositiva – pero con la esperanza de cosechar 46.000 millones vía las retenciones (estudio Bein y Asociados). Pero para que ocurra esto último será necesario que los precios internacionales se mantengan en niveles elevados.
 
Se ha llegado a la suspensión del ‘paro’ o lock-out más por espanto que por amor. El temor a revueltas populares por el desabastecimiento suscitó en los medios de comunicación una campaña orquestada a favor del ‘diálogo’. El aumento de los precios producido por la crisis es, sin embargo, irreversible, porque responde a una tendencia de fondo de la economía kirchneriana. El marco de un lock-out suspendido y de un diálogo sin futuro no será el más adecuado para detener las subidas de los precios que preceden por lejos a la presente crisis. Los ‘agrarios’ demostraron que tampoco tienen una salida, pues si bajan las retenciones, los precios internos y el déficit fiscal se van por las nubes. La única salida que les quedaría es volver a la convertibildad de Cavallo y perder las ventajas del ‘dólar alto’.
 
Políticamente, el gobierno ha recogido una crisis salada, que se podría convertir en más picante todavía. En tres meses ha perdido el apoyo en los pueblos del interior. En vísperas de la unción de Kirchner hombre como presidente del PJ, Reutemann, Schiaretti y De la Sota tomaron sus distancias, y lo mismo ha ocurrido con numerosos intendentes y punteros políticos; el chubutense Das Neves pidió la cabeza del jefe de gabinete y el secretario general de las 62, Venegas, se excusó de ir a la Plaza. La cuestión de la coparticipación de impuestos se va a poner ahora al rojo vivo, esto porque luego de la crisis agraria por las retenciones queda más al desnudo el déficit de numerosas provincias, en especial de la más importante de todas: Buenos Aires. El sabueso bonaerense, Montoya, ya anunció una ampliación a la industria de la aplicación del impuesto a los ingresos brutos. La coparticipación impositiva con las provincias forma parte integral de la crisis desencadenada por las retenciones. Con pejotismo o sin él se perfilan crisis provinciales en cadena.
 
La crisis agraria no es un fenómeno solamente nacional. El encarecimiento de los alimentos ha provocado medidas intervencionistas contra la exportación en todos los países que lo producen, lo que sólo ha servido para agravar la suba de precios al debilitar la oferta internacional. Ya hay rebeliones populares en Asia debido al encarecimiento del arroz. Esta crisis es el resultado de largos años de des-inversión agrícola debida a la sobreproducción previa, como ocurre también con el petróleo y el gas. Los subsidios a la producción de bio-combustibles, para sustituir parcialmente al petróleo, han agravado las cosas todavía más, al desviar parte de la producción agrícola a otro uso que el alimento. Ahora, sin embargo, la situación va camino a invertirse, del ascenso a la caída, como consecuencia de la crisis mundial que tiene su centro en Estados Unidos y en China.
 
Pero la crisis no solamente ha dividido. En la Plaza se juntaron la CGT y la CTA, Díaz Bancalari y D’Elía – los transversales y derechohumanistas con las patotas y el aparato pejotista. Este rejunte difícilmente le devuelva lustre al pejotismo, pero acabará con el progresismo de los transversales y con sus últimas inhibiciones. La prensa lo destacó poco, pero los progres tipo Ibarra fueron un cero a la izquierda durante toda la crisis.
 
Los luchadores y la izquierda deben ver a esta crisis como un gran desafío, porque ella plantea una crisis de régimen, que se va a poner en evidencia en cada una de las etapas sucesivas. La burguesía agraria nos ha hecho involuntariamente una gran gauchada, porque ha despertado la deliberación política donde ella aparecía como muy dormida: en el proletariado rural. Hace tiempo que los obreros rurales (permanentes, temporarios, cosecheros, tractoristas) se han dado cuenta de que la burguesía agraria está ganando como nunca mientras la condición del obrero agrícola ha empeorado, pero la novedad ahora es que esto se ha transformado en un debate nacional. La clase obrera industrial debe ir a buscar a los obreros del campo y repudiar a los burócratas que van a la rastra del kirchnerismo, que sostiene la super-explotación del terrateniente y del patrón agrario contra los trabajadores.
 
Cuando, en 1987, Alfonsín creyó que había salido de la crisis por el levantamiento de Aldo Rico, en medio de un generalizado apoyo popular y el respaldo de todos los partidos e incluso de las cancillerías extranjeras, simplemente ignoró que esa crisis había sido la consecuencia de su propia política, no del desatino de un coronel aislado. Los kirchneristas, ahora, también creen que siguen invictos por las mismas malsanas razones. Pero la reciente crisis con la patronal agraria es la punta del témpano del impasse de la política económica. De modo que ellos también pueden repetir que la «casa está en orden, felices pascuas», pero se engañan del mismo modo que Alfonsín.