M.H.: Han dado un giro biológico extremo al enfoque de la psiquiatría, que ve los problemas psiquiátricos como problemas cerebrales específicos en gran parte determinados genéticamente. Y la única respuesta apropiada sería encontrar el medicamento correcto. Esto choca con una idea de que los factores sociales y ambientales aumentan el riesgo de enfermedad mental, por […]
M.H.: Han dado un giro biológico extremo al enfoque de la psiquiatría, que ve los problemas psiquiátricos como problemas cerebrales específicos en gran parte determinados genéticamente. Y la única respuesta apropiada sería encontrar el medicamento correcto. Esto choca con una idea de que los factores sociales y ambientales aumentan el riesgo de enfermedad mental, por ejemplo, la pobreza en la infancia, la desigualdad social, la migración, la pertenencia a una minoría étnica, el bulling, el abuso sexual, físico y emocional infantil. Hay estudios que señalan que cualquiera de estos factores aumenta tres veces el riesgo de psicosis. Me gustaría escuchar tu punto de vista al respecto.
A.B.: En primer lugar tenemos que observar de dónde vienen estas definiciones, en tanto y en cuanto que cuando se suele hablar de lo científico y la ciencia hay una tendencia a pensar que es neutral, que la ciencia genera conceptos y definiciones a partir de cierta objetividad. Lo primero que hay que dar por desterrado es esto.
La ciencia ha sido cooptada por el poder y sobre todo por el poder económico. Todo aquello que la ciencia determina dando este tipo de definiciones, indudablemente obedece a una ideología que tiene detrás intereses muy definidos.
Hemos hablado en otras oportunidades del avance de la neurociencia, de esta psiquiatría biológica que pretende reinstaurar una mirada unidimensional donde todo reside en un órgano, en este caso el cerebro. Como si el cerebro como entidad orgánica es donde se generan las enfermedades, los padecimientos o las desadaptaciones de las personas.
Quiere decir que hay que empezar a poner entre paréntesis todo lo que se publica en los diarios y lo que se dice en la televisión porque están comprometidos con intereses fundamentalmente económicos, la industria farmacéutica y de paso sirven y siguen siendo utilizados como mecanismos de control social.
M.H.: Leyendo sobre estos temas, observo que muchos pacientes psiquiátricos sienten que los servicios a menudo ignoran sus estudios de vida. Un enfoque exclusivamente biológico que da como resultado dos tipos de especies: el mentalmente sano y el mentalmente enfermo.
A.B.: Esto es parte de lo que ya hemos avanzado en esta charla, en primer lugar decir que hay una enfermedad psiquiátrica es situar la problemática en una sola visión. Y sabemos que los padecimientos, sufrimientos y aún la enfermedad de una persona tienen que ser de alguna manera contemplados desde una perspectiva interdisciplinaria. Cuando digo «interdisciplinaria» apunto justamente a la clave de tu pregunta respecto si uno padece es exclusivamente porque hay un desequilibrio químico en el cerebro o, en todo caso, hay una perspectiva que tiene que ver no solo con lo biológico, neurológico sino con lo social, lo cultural, con lo económico. Todos aquellos llamados «determinantes sociales» que cada vez queda más comprobado que tienen impacto en una persona.
Cuando una persona se angustia porque pierde el trabajo, no es que hubo una situación de un desequilibrio químico, sino que hubo un primer hecho que la moviliza que es la pérdida de su trabajo. Con lo cual esta es una perspectiva psicológica, económica, política, social, cultural. El impacto que en una persona, en el marco de una colectividad se siente o no en forma de una dependencia o una precarización de su situación. Con lo cual vemos cada vez más cuanto esto tiene que ver en los procesos de la enfermedad y del sufrimiento.
También hay que reconocer que estos padecimientos que histórica y vulgarmente se llamaron «locura» están totalmente ligados a las necesidades de lo que fue el avance de la cultura y los sistemas políticos y sociales. Hay quienes investigaron, como Foucault, o quienes llevaron a la práctica el abordaje de estas problemáticas, como el caso del italiano Franco Basaglia. Él decía que la locura tiene como función social la legitimación de la normalidad en la sociedad. Quiere decir que unos pocos terminan dando fundamento para que se justifiquen las conductas, normas y los valores de los supuestamente normales. Quiere decir que entramos en una concepción política de este tema donde la locura cumple una función social.
Otro grande de la anti psiquiatría, David Cooper, decía que la locura no está en una persona sino en el sistema de relaciones del cual forma parte eso que llamamos hoy «paciente», ese que sufre. Son definiciones muy contundentes. Hay un orden social que lo crea y ello no solo se define en los inicios de la creación de los manicomios luego de la Revolución Francesa, donde se trata de generar un control social para todo aquello que manifiesta lo diferente, el loco, la prostituta, el vago, el que está por fuera de un sistema productivo.
Empieza a asociarse fuertemente la productividad al ser sano. Quien es improductivo tiene que ir a parar a un asilo, a un manicomio independientemente de lo que le esté pasando y para justificarlo se dice que hay una desadaptación a ese sistema y que, por lo tanto, hay que proteger a la sociedad sana encerrándolo.
Este es un proceso histórico que va aggiornándose progresivamente de acuerdo a cómo evoluciona el sistema. Hoy ya no hace falta controlar a través de un chaleco de tela, se utiliza una inyección y se genera un control sobre esa persona, su subjetividad y sus derechos.
Hay que generar una nueva ética donde se reinstaure la perspectiva de un sujeto que tiene derechos
M.H.: Coincidiendo con lo que señalás ¿qué aporta el neoliberalismo a esta situación? Lo digo pensándolo como un sistema de producción de subjetividad, no solo como un sistema económico.
A.B.: Por eso dije «cómo fue evolucionando». No es lo mismo un loco en el siglo XIX, ni uno en el XX ni hoy en el siglo XXI respecto de la concepción de esta nueva articulación del sistema capitalista en el neoliberalismo.
Lo que aporta es un fuerte golpe en la subjetividad humana en cuanto a precarizar aún más su lógica de inseguridad e incertidumbre en su existencia. Para lo cual hemos visto en otros tiempos que se ha generado aún dentro del sistema capitalista un sistema de protección como fue el Estado benefactor, a partir de la Gran depresión donde había que dar respuesta a una explosión social que iba a impactar en el sistema y eso implicó generar un entramado de protección de derechos respecto de las personas.
El neoliberalismo no solo deja por detrás lo que era un sistema capitalista industrial de producción para una nueva fase del capitalismo, basado en la cuestión financiera y que indudablemente no le importa ya qué pasa con la mano de obra, si está o no dentro del sistema productivo.
Estamos observando cómo el sistema público de salud, de salud mental, de educación están siendo arrasados y esto implica que se ha logrado imponer en lugar del Estado la hegemonía del mercado. El mercado es el elemento regulador y es el que va procesando y generando nuevas subjetividades, como a su vez va reemplazando lo que éramos como ciudadanos para convertirnos exclusivamente en consumidores; en tanto tenemos posibilidades de consumir tenemos acceso a determinados servicios.
El otro tema es que afecta a la percepción de un Estado que protege, es reemplazar el concepto de solidaridad por el de competencia. Me parece que esta es la concepción darwiniana que nos ofrece el neoliberalismo, donde prevalece el más fuerte y el que no lo logra es porque es un endeble. Entrando en una concepción que arraigó en el nazismo en cuanto a que el débil debe ser eliminado. Esto es tremendo, es lo que está pasando en el mundo con la cuestión de la inmigración, a través de la exclusión, aquellos que quedan por fuera del sistema y que ya no pueden ser reincorporados y que en Argentina lo vemos reflejado en los datos de pobreza.
M.H.: ¿Cuál sería una respuesta sana al neoliberalismo?
A.B.: La pregunta del millón. En primer lugar yo sacaría el título de «sano». Yo creo que la respuesta tiene que ver con la deshumanización, si consideramos aquello humano como un avance, a partir de la II Guerra Mundial cuando se instaura la declaración de los DD HH como mecanismo de protección de derechos fundamentales. Este es el tema, aún quienes pensamos desde una postura de izquierda ya no nos planteamos un proceso revolucionario, sino que nos estamos planteando poder recuperar lo perdido. Aun dentro del capitalismo, poder recuperar los derechos de los trabajadores, los derechos de todas las etnias y minorías que están siendo arrasados. Esto debe ser un punto de inflexión en cuanto llegar a una reconstrucción del Estado, aun en el marco de un estado capitalista, el Estado benefactor como aquél que interviene en la conflictividad social, regulando y dándole en el reparto de la riqueza una cierta parte al mundo del trabajo y a las mayorías del mundo. Indudablemente nos encontramos ante esta visualización.
La pobreza no es un problema de escasez, sino un problema de distribución perversa de los beneficios. Hoy asistimos en nuestro país a un gran trasvasamiento de la riqueza. Empezar por aquello que para uno que tiene un pensamiento revolucionario, que sería sustituir este sistema, estamos muy lejos, pero mientras tanto, mientras esperamos la revolución, las personas siguen internadas, siguen sufriendo y se siguen muriendo adentro.
Aún dentro de un sistema de leyes burguesas, hay cosas que se pueden hacer y esto pasa por un replanteo diferente y tiene que ver con la concepción ética que cada uno tiene que tener en cuanto al lugar que ocupa, vos como periodista, como difusor de la información, uno como profesional médico, enfermero, etc.
Hay que generar una nueva ética donde se reinstaure la perspectiva de un sujeto que tiene derechos, que sufre y que justamente son aquellos sectores más vulnerables y que tiene que ver con lo que decía Pichón Riviere y también Franco Basaglia, que las personas que están internadas en los psiquiátricos y asilos, están internados más por pobres que por locos. Por eso hoy, la imagen de la salud pública que tenemos, está asimilada a los rostros de la pobreza.
Y al mismo tiempo vemos que se va achicando lo poco que se podía dar. Voy a dar un ejemplo reciente, la semana pasada recibí en la Legislatura un grupo de trabajadores del BAP que es un dispositivo de la Ciudad de Buenos Aires que se llama «Buenos Aires Presente» que es el que supuestamente se tiene que hacer cargo de las personas en situación de calle. Y me van a ver porque justamente les han recargado cuatro horas más de trabajo a los que trabajan sábados, domingos y feriados y a los que trabajan días de semana una o dos horas más; para que se vayan, apuntan a que desaparezca el BAP. Como contrapartida tenemos los datos oficiales, el aumento de la pobreza a guarismos alarmantes.
M.H.: Es muy común y peligrosamente naturalizada la imagen de la gente que duerme en la calle o que revuelve la basura.
A.B.: Se duplicó ese número. El único dispositivo que atiende esto es el BAP. Y justamente los trabajadores se acercaron a denunciar no solo el hecho de las horas de trabajo, tampoco se limpian los móviles, entonces están en riesgo tanto las personas que asisten como las personas que van a asistir por la falta de recursos.
Buenos Aires en una ciudad rica, que tiene un presupuesto superior a 60.000 millones de pesos y que verdaderamente no esté dando cuenta cuando se ha duplicado la cantidad de personas en situación de calle y esto que decís, gravemente lo naturalizamos, pasamos al lado de familias enteras durmiendo en la calle. Quiere decir que, como decía Foucault, el manicomio ya no es el neuropsiquiátrico y las paredes que lo representan, sino que la lógica manicomial hoy está presente en la escuela, en la fábrica, en la familia.
El deterioro de este sistema que nos va alienando; dentro del sistema de trabajo también estamos siendo alienados. Si no hay una ruptura a partir de todo esto, donde no hay una ética del sálvese quien pueda y donde todo es un producto de la mercantilización, inclusive la salud y la educación; si no variamos este registro esto va a un precipicio peor que el de 2001.
Hoy el sistema público no está en condiciones de hacerse cargo de lo que pasó en 2001, donde ya vemos guarismos donde en poco tiempo 68.000 personas fueron desafiliadas de las prepagas y así va a ocurrir también con las personas que por la falta de trabajo y el desempleo quedan desafiliadas de su obra social. ¿Quién se va a hacer cargo? Si están achicando cada vez más el sistema público. Quieren poner cinco hospitales en uno, quieren poner el Borda dentro del Moyano para disponer de los terrenos. Están ocurriendo un sinfín de cosas que reflejan el neoliberalismo.
M.H.: Mencionaste «nueva ética» y hace poco leí un reportaje a la psicóloga Nora Merlin que dice que hay que incluir el amor en la política.
A.B.: Y otro grande de la salud mental, Fernando Ulloa, decía que había que incluir la ternura. Creo que Merlin se toma de ese desarrollo hecho por Ulloa.
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