«El hecho de que no tenía documentos, no tenía DNI ni cédula federal, tal vez no se registraron en el ámbito de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en el hospital público las huellas dactilares, es un tema que ha sido más hospitalario que otra cosa». Ricardo Casal, Ministro de Justicia de la Provincia de […]
«El hecho de que no tenía documentos, no tenía DNI ni cédula federal, tal vez no se registraron en el ámbito de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en el hospital público las huellas dactilares, es un tema que ha sido más hospitalario que otra cosa».
Ricardo Casal, Ministro de Justicia de la Provincia de Buenos Aires sobre el caso Luciano Arruga.
«estas personas, cuando salen a robar, dejan un tendal en la ciudad. La laxitud judicial así se lo permite. Generan delitos que son rápidamente excarcelables y, mientras esperan un juicio que nunca llega, siguen cometiendo delitos.»
Sergio Berni, Secretario de Seguridad de la Nación sobre los migrantes pobres de la Patria Grande.
«Es importante el tema de la puerta giratoria: habrá prisión preventiva de acuerdo a la importancia del hecho, a la conmoción social que cause y también se tendrá en cuenta la reincidencia del autor»,
Cristina Kirchner. Presidenta de la Nación pronunciándose contra el garantismo jurídico.
Para los cultores del «realismo» en la lucha política, aquellos cultores del respeto irrestricto de la «correlación de fuerzas» hasta reducir el accionar del movimiento social y político a la búsqueda de lo «posible» de alcanzar, nunca más de lo posible porque sería descabellado y terminaría «haciendo el juego a la derecha», son días difíciles y ciertamente incómodos.
Luego de diez años de Juicios contra los perpetradores del Genocidio y de construcción de políticas públicas de Memoria y de auto erigirse en el modelo de respeto a los derechos humanos, la parte mayoritaria de la fuerza política en el gobierno comienza a asumir sin culpas ni complejos el discurso por medio del cual la derecha clásica y nostálgica resistió esas políticas de Juicios y Memoria hasta lograr instalar en la agenda social su propia secuencia de la historia reciente.
Para quienes luchamos por la verdad, la memoria y la Justicia desde siempre (al menos desde 1937 los militantes de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre) la secuencia histórica que defendimos en los juicios ha sido la de injusticia social / resistencia popular y generación de proyectos colectivos de transformación revolucionaria / represión genocida y reorganización profunda y sistémica del tejido social y de la estructura económica, la cultura y el resto de la vida social. Somos una sociedad post genocidio y la impunidad mantenida por décadas, la injusticia social derivada del dominio resultante de aquel genocidio en las condiciones de débil recuperación de los proyectos colectivos abrió espacios por los cuales un nuevo sujeto social de múltiples caras y cuerpos, fruto de la fusión de las mafias de la droga y la trata con altos sectores de las Policías y Fuerzas de seguridad más empresarios y políticos, ha ocupado vastos territorios geográficos y culturales instalando nuevas lógicas de supervivencia y de relacionamiento entre los habitantes pobres de la periferia de las grandes y ricas urbes alimentadas a soja transgénica y corrupción.
La derecha, en cambio, construyó otro relato en el que la secuencia es: la inseguridad es el resultado de la acción delincuencial, la misma está facilitada por el «garantismo judicial» (la «puerta giratoria») que es el resultado de la decisión de los Montoneros en el gobierno de practicar la venganza contra quienes los vencieron en los 70; ese falso garantismo solo enjuicia a una de las partes (si hay juicios que sea contra todos, dice La Nación con persistencia) y ata las manos de la Policía que así perdió terreno contra la delincuencia, engordada por los extranjeros que vienen a robar porque aquí es jauja para ellos.
Inhibida por la crisis estructural y casi total de finales del siglo XX, asustada por la irrupción popular en el diciembre de 2001, fracasado su intento de cortar el ciclo de luchas populares con el asesinato de Kosteki y Santillán en junio del 2002, la derecha se vio inhibida de desplegar su discurso por un largo periodo. Resistió los juicios todo lo que pudo, pero fue vencida y como bien decía Foucault «el derecho genera verdad» y esa verdad vino a ratificar nuestro relato y no el de ellos. Pero no abandonaron la pelea. Se agarraron al hilo de la llamada inseguridad y tiraron de ella hasta desenrollar todo un nuevo discurso de la derecha que no dejó de tener efectos sociales muy tangibles a pesar de que desde el gobierno se decía y hacía (por un largo periodo) otra cosa.
Es que la batalla cultural no es solo un descubrimiento de Fidel Castro o Hugo Chávez, es uno de los modos principales con que el bloque social que sostiene el capitalismo como civilización mundial, regional y nacional, defiende el status quo profundo, ese que se dirime en el carácter de la propiedad y del Estado, aquellas cuestiones que llevaron a Juan Gelman a recordar a Lenin en un poema suyo memorable donde estampó: todo es ilusión, menos el poder.
Y es su poder el que han defendido y defienden.
Ese que no cambió en lo fundamental a pesar de todo lo que pasó en diez años, y claro que pasó mucho más de lo que casi todos imaginábamos.
Pero no cambió el poder y parece que sigue siendo cierto aquella verdad de que quien domina en el terreno de la economía domina en el terreno de las ideas. O para ser más precisos, tiende a dominar si no le oponemos una resistencia en forma.
¿Qué hacer ante la apariencia de un péndulo que pareciera haber tocado su cenit y comienza su descenso cada vez con más fuerza y velocidad?
Lo primero es trazar una correcta línea divisoria. De un lado los que quieren Patria y del otro los que quieren Colonia. Como en el tema de los buitres, o de la Deuda Externa en su conjunto.
De un lado los que quieren Memoria, Verdad y Justicia y del otro los que quieren Olvido, Falsedad e Impunidad que ya es hora de acelerar los juicios antes que se mueran impunes los viejos asesinos y de juzgar al poder económico y al Imperialismo Yanqui que impulsaron y se beneficiaron del Genocidio.
De un lado los que queremos ampliación de derechos e integración de los pueblos de la Patria Grande por el camino de la solidaridad irrestricta entre los que luchamos por el mismo sueño independentista de Bolívar, San Martín, Sandino, Guevara y Chávez; y del otro los que construyen un nuevo enemigo del «progreso» y de la «seguridad» estigmatizando a los migrantes, descalificando el garantismo jurídico y propiciando más mano dura que -deberían admitirlo sin ambages- es el camino directo para más Julio López, más Luciano Arruga y más causas armadas contra los pibes pobres de las barriadas populares.
Y que los de este lado defiendan sus verdades y principios sin asumir el discurso de la derecha clásica, porque es el comienzo de la derrota en todas las líneas, aunque en las urnas parezca que ganemos.
Hace muchos años que aprendimos que la victoria y la derrota son algo más relativos de lo que parece. Porque Raúl Sendic, el revolucionario uruguayo enterrado por años en un pozo, saliendo indemne de su suplicio es mucho más victorioso que el funcionario progresista que asume el discurso de la derecha para conservar su cargo.
Nunca las cosas fueron fáciles para los que quieren humanidad para los seres.
Estos tiempos son excepcionalmente difíciles y requieren lo más difícil de todo: que sigamos siendo nosotros mismos, no importa las condiciones adversas que vengan. Como nos lo enseñaron los treintamil que prefirieron seguir siendo ellos mismos a traicionarse y vivir una vida que no era la suya. Ser nosotros mismos es hoy la táctica más realista y posible, y la más eficaz de todas.
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