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Los consorcios petroleros y los gobiernos de Bolivia, Argentina y Chile tejieron una madeja de tergiversaciones y sigilos

La crisis energética argentina, una jugada a favor del ALCA

Fuentes: alcaabajo.cu

El gas que falta en Argentina Repsol lo vende a EE.UU. La funcionalidad de una crisis de dudosa identidad de cara al escenario regional que Estados Unidos necesita para apropiarse de los recursos naturales de la región. Con la llamada crisis energética, los argentinos y los sudamericanos en general están siendo sometidos a una de […]

El gas que falta en Argentina Repsol lo vende a EE.UU. La funcionalidad de una crisis de dudosa identidad de cara al escenario regional que Estados Unidos necesita para apropiarse de los recursos naturales de la región.

Con la llamada crisis energética, los argentinos y los sudamericanos en general están siendo sometidos a una de las operaciones de desinformación mejor planificada de los últimos tiempos. Los consorcios petroleros y en alguna medida los gobiernos de Bolivia, Argentina y Chile tejieron una madeja de tergiversaciones y sigilos que oculta algunos elementos cruciales y vinculados a la estrategia estadounidense de apropiación forzada de los recursos naturales latinoamericanos.

Todo ello fue posible gracias al desguace del estado sudamericanos, registrado durante el proceso de privatizaciones y desregulaciones que tuvo lugar durante la pasada década de fundamentalismo neoliberal y a que, más allá de algunas insinuaciones del actual gobierno de Buenos Aires, como la anunciada creación de una empresa energética estatal, aquella concepción sigue vigente.

¿Cuáles son esos elementos a los que se hace alusión en el primer párrafo de este artículo?

En primer lugar hay que dejar establecido que los envíos oficiales y registrados de gas argentino a Chile no fueron recortados como se dice y que las carencias energéticas aducidas por el gobierno de Ricardo Lagos obedecen a que Santiago aumentó las reexportaciones de ese gas a Estados Unidos, para abastecer la verdadera crisis que sí afecta al sector en el estado de California.

Con esa operación cuasi clandestina, Chile cumple con las obligaciones impuestas por el tratado bilateral de libre comercio que suscribió con Estados Unidos, concretándose en los hechos la operación contra la que se levantó el pueblo boliviano a fines del año 2003, para concluir con la caída del presidente Gonzalo Sánchez de Lozada y su sustitución por otro protegido de Washington, el actual jefe de estado Carlos Meza.

Recordemos aquí que el de los acuerdos bilaterales de libre comercio con los distintos países de América Latina es uno de los caminos alternativos trazados por las administraciones estadounidenses para imponer una suerte de ALCA de facto. El proyecto ALCA fue planteado durante el gobierno de George Bush padre, reinstalado a mediados de la década del ´90 por William Clinton y finalmente impulsado por el actual inquilino de la Casa Blanca, George W. Bush.

En segundo término, es necesario aclarar que la triangulación comercial del gas que Bolivia le vende a Argentina, o mejor dicho que una empresa se vende a si misma -Repsol Andina le vende a Repsol YPF- llega a Chile a través de los gasoductos que también son de Repsol, y termina cuando desde allí se reexporta hacia Estados Unidos.

En otras palabras, los tan vapuleados recortes a la exportaciones argentinas a su vecino del otro lado de los Andes son, en los hechos, mínimos, y el faltante de energía acusado por Lagos es consecuencia del incremento de sus propias exportaciones a su socio comercial del Norte. De lo que se concluye que la falta de gas a los consumidores domésticos y al aparato productivo de ambos países sudamericanos -en Argentina ya afecta a 12 mil industrias- conforman las dos caras de un mismo negocio, que siempre termina en las mismas arcas, las de Repsol.

Esa empresa además desabastece de petróleo a los mercados internos para incrementar su renta exportadora y presiona al gobierno argentino con un constante reclamo de aumento en los precios domésticos, política empleada también por el resto de las empresas que conforman el sistema oligopólico que rige en este país.

Estos datos fueron revelados en forma reservada a APM por técnicos argentinos que trabajan en Repsol YPF, quienes fundaron sus apreciaciones en documentos internos de la empresa y explicaron que la operatoria es posible debido a que el Estado argentino no sólo desconoce el volumen de sus reservas gasíferas sino que tampoco tiene control alguno sobre el tránsito y el destino del fluido que atraviesa su territorio, ni mucho menos sobre el destino del 70 por ciento de las ganancias por exportaciones que perciben las petroleras -habilitadas legalmente a no liquidarlas en el país- ni la verdadera identidad de la ingeniería financiera y societaria de Repsol, que está cumplimentado los pasos burocráticos para transformarse en una corporación de matriz estadounidense.

¿Y que gana con todo esto el estado boliviano? El grupo Repsol le paga sólo el 15 por ciento del precio de las exportaciones asentadas oficialmente, ya que el país del Altiplano sufre la misma incapacidad de control que afecta al argentino.

Félix Herrero, integrante del movimiento en pro de la recuperación de la soberanía energética de Argentina, MORENO, explicó por su parte que cuando el ex jefe de gobierno español José María Aznar llegó al poder «la pequeña destilería estatal Repsol se convirtió en una gran privatizada, manejada por algunos amigos suyos. A partir de ahí funciona como intermediaria entre grupos norteamericanos y británicos».

¿A quien pertenece Repsol? El propio Herrero dijo que «es una sociedad española, del capital bancario español, en la que, hasta el año 2005, el Estado tiene una acción de oro. Cuando esta acción venza, los capitales propietarios están dispuestos a vender la empresa por un buen precio. En ese caso, es probable que una firma norteamericana o inglesa se haga cargo de Repsol. Más aun, hace tres meses, un grupo californiano, Brandes Co., tomó el control del 9,9 por ciento de las acciones».

Este economista de la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA) recordó que «Repsol es la empresa petrolera más endeudada del mundo. Llegó a tener un 80 por ciento de deuda sobre su capital». La petrolera -¿española?- opera en Argentina, Bolivia, Venezuela y Jamaica a través de una refinería estadounidense, completó Herrero.

Otras fuentes reservadas, consultadas en Bolivia y Estados Unidos, revelaron a APM que Repsol ya tiene previsto una cesión millonaria de acciones a favor del consorcio petrolero estadounidense encabezado por el clan Bush, el mismo que diera origen, hace más de una década, a la firma «Arbusto» (palabra que traducida al inglés significa «bush»), una asociación entre George Bush padre y la familia cuyo hijo menor se llama Osama ben Laden.

Esos capitales forman parte a su vez de la masa societaria de la corporación Hallyburton, ganadora de hecho de las principales «licitaciones» abiertas por el gobierno norteamericano de ocupación en Irak y entre cuyos principales accionistas se encuentra el actual secretario de Defensa de Estados Unidos, Donald Rumsfeld (ver libro «Bush & ben Laden S.A., de Víctor Ego Ducrot, Grupo Editorial Norma, Buenos Aires, 2001).

Se comprueba así la profunda articulación existente entre la América Latina que resultó de las dictaduras militares de la década del ´70 -privatizada, con economías desreguladas y convertidas en botín para la disputa interimperialista entre Estados Unidos y la Unión Europea (UE)- y el Irak tomado por asalto por Washington en nombre de sus corporaciones energéticas. Ambos escenarios geopolíticos son atravesados por un mismo fenómeno: el de la tortura como método para enfrentar la protesta popular y la resistencia armada.

En la América Latina de la década del ´70 la tortura sistémica se llevó a cabo amparada en la Doctrina de la Seguridad Nacional, en tanto que en Irak, las tropas del Pentágono actúan en nombre de la Teoría de la Guerra Preventiva y de la lucha contra el llamado Terrorismo Internacional.

En el prólogo al notable libro del cientista político brasileño Luís Alberto Moniz Bandeira («Argentina, Brasil y Estados Unidos», Grupo Editorial Norma, Buenos Aires, 2004), otro especialista brasileño, Samuel Pinheiro Guimaraes, escribió que «la estrategia económica estadounidense para América del Sur, matizada y agravada hoy por un nuevo enemigo, el terrorismo internacional, cuya existencia maléfica, difusa y terrible todo lo justifica, permanece en su esencia: mantener los lazos de dependencia económica y financiera de los dos principales Estados sudamericanos -Brasil y Argentina- utilizando los acuerdos con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y su creciente administración directa; abrir y mantener abiertos sus mercados para bienes, servicios y capitales; y acceder a las materias primas estratégicas».

Esta estrategia estadounidense, que para todo el mundo fue diseñada a mediados de la década del ´90 a través de un documento académico y adoptado por la Casa Blanca – «Proyecciones para el 20015»-, pone en el centro de la escena al siguiente concepto: para recuperar su hegemonía absoluta, puesta en jaque por la UE y por la aparición de China como nuevo protagonista central del tablero internacional, Estados Unidos debe asegurarse el control de la reservas fundamentales de la llamada economía real. Esas reservas son las de energía y sistemas de distribución, agua potable y biodiversiad.

Para el cumplimiento de ese objetivo, las administraciones norteamericanas se han propuesto, entre otras coas, y según lo manifestara el ya citado Pinheiro Gimaraes, desarticular las soberanía energéticas de los países periféricos y fomentar entre ellos el recelo y el enfrentamiento.

Ese esbozo teórico cae como anillo al dedo para entender el escenario de la llamada crisis energética sudamericana y en particular el tablero explosivo de Bolivia, declarado hace dos meses por el departamento de Estado norteamericano en el mismo grado de prioridad y urgencia que Colombia, base geográfica de los planes militares de Washington para el conjunto de la región.

Estados Unidos estimula a Chile, su socio y pieza geoestratégica en el Cono Sur, para que, con su negativa a una solución negociada de una salida al mar para Bolivia – reclamo de ese país desde la Guerra del Pacífico a fines del siglo XIX-, recaliente el clima de inestabilidad en el área. Además, fuerza al gobierno de Bueno Aires a sostener a su nuevo hombre en Bolivia, el presidente Meza, a la vez que a darle casi exclusividad operatoria en el sector gasífero -el país del Altiplano es la principal reserva del continente como Venezuela lo es de petróleo- a la ya casi estadounidense Repsol.

Por otra parte, favorece el escenario para el ALCA y para la vuelta de los fundamentalistas neoliberales, y sigue socavando el parque energético y productivo en general de la periferia sudamericana, especialmente de Brasil y Argentina, las dos máximas preocupaciones de Washington en estos confines Sur de nuestro continente.