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La cuestión nacional y popular es continental

Fuentes: Rebelión

El inicio de las sesiones del parlamento a cargo de CFK, el pasado 1 de marzo, funcionó en los hechos como un relanzamiento del proyecto nacional, popular y democrático que atravesó más de una década. Éste re verdecer en términos de legitimación política ocurre en medio del re acomodamiento del bloque histórico que, con mayor […]

El inicio de las sesiones del parlamento a cargo de CFK, el pasado 1 de marzo, funcionó en los hechos como un relanzamiento del proyecto nacional, popular y democrático que atravesó más de una década. Éste re verdecer en términos de legitimación política ocurre en medio del re acomodamiento del bloque histórico que, con mayor intensidad asiste a ingresos e egresos.

La disputa por la conducción hegemónica ha tenido como el dato novedoso la irrupción del Partido Judicial, pieza filosa y estratégica en el armado de la restauración conservadora, a la que se suma otros actores políticos que supieron ser parte del bloque político liderado por el kirchnerismo. La re aparición de las entidades agro pecuarias con su nuevo lock out constituye solo un espasmo de esa misma trama, cada vez que la puja distributiva vinculada a las divisas que ingresan por el sector se tensa, es decir, cuando se discute la orientación del excedente del agro negocio. El plano se completa con los oligopolios comunicaciones, fracciones del movimiento obrero organizado, bancos y el capital financiero internacional apostando a la total descomposición del bloque.

Sin embargo el proceso es inverso. Mientras ocurre la recomposición de esta instancia de coordinación gestada desde el kirchnerismo, reafirmado la vocación de: Patria si, colonia no, el tema presenta una componencia más compleja. La «cuestión nacional y popular» asiste a una resignificación, la cual ha extendido su sentido. El manifiesto cambio de la geopolítica norteamericana respecto de Latinoamérica, es la palanca que traiciona una rápida reconfiguración del carácter nacional de las emancipaciones del continente. Este hecho nuevo se monta sobre las articulaciones logradas por los pueblos de estas latitudes hace más de 10 años. En este sentido, la coyuntura nacional no puede distraernos de la observación de un tablero más amplio que indudablemente nos condiciona, y prefigura la condición de posibilidad de nuestro propio desarrollo.

El carácter nacional y popular de los procesos que inundan el continente es un rasgo epocal y heterogéneo. Cada pueblo ha transitado esta instancia en base sus propias condiciones y correlación de fuerza, pujando en todos los casos por consolidar un estado de igualdad, por ampliar márgenes de soberanía política y económica, recorriendo su propia interpretación del concepto de desarrollo.

Si bien el impulso a la defensa de los intereses nacionales de cada parte de la región son constitutivo de identidad, algo ha cambiado. Sostener con miras al futuro el carácter nacional de todos estos procesos, en esta etapa necesariamente requiere, pensar en términos continentales. El paradigma ha mutado; no puede ya existir la posibilidad de sostener lo nacional sino apostar a un despliegue político de toda América Latina.

En ese contexto, la ofensiva contra Venezuela por parte del gobierno de Barack Obama, golpea sobre el muro de contención en que se ha constituido el país caribeño respecto de toda la región. Derruido el dique del proceso bolivariano, se torna evidente que la ofensiva del norte no tardará en estar a las puertas de nuestras casas. La soberanía, independencia y demás logros obtenidos en Argentina, Brasil, Ecuador y Bolivia están siendo disputados hoy y ahora en Venezuela. Allí esta el campo de acción de nuestras políticas locales.

No escapa a los analistas y estrategas norteamericanos cuestiones tales como el incremento de los términos de intercambio comercial que la región han sostenido con diversos actores de un mundo cada veza más multipolar. Han percibido con acierto, que si bien se mantienen la línea de intercambio comercial con el norte, otros economías han comenzado a descentrar su posición. Atado ha este hecho, que podría considerarse síntoma, el acento de sus preocupaciones esta radicado en reducir los márgenes de autonomía política que permitieron estratégicas de desarrollo con nuevos socios. Para ello EEUU ha apostado a una línea de trabajo de erosión de los liderazgos latinoamericanos, a cuenta que sus operadores local, no ha podido hacer el trabajo.

Otro problema que enfrenta EEUU con respecto al resto del continente viene de la mano del incremento de la producción energética, en algunos casos consolidado y otros en vías de concreción en el mediano plazo, aportando un margen autonómico sin precedentes. Este proceso que se da en algunos de los países de forma nacional y en otros se ha conseguido a través de la complementariedad, no encierran el problema fundamental, pese a la mejora de la competitividad regional, sino que se engarza con un escenario donde los márgenes de soberanía política y económica facilitaron la profundización de políticas de desarrollo tecnológico con aplicaciones industriales, las cuales prefiguran la irrupción de un nuevo jugador en el concierto internacional. Ese es el verdadero problema con el que lidia EEUU.

El grado de interdependencia política de nuestra región, no permite pensar que la profundización de nuestros proceso, pueda darse de forma asilada. El desarrollo endógeno apostando a la ampliación del mercado interno, no es suficiente para la etapa. Nuestra suerte esta entrelazada, al punto de constituir una sola causa. Este escenario estaba vigente previo a la ofensiva norteamericana sobre la región, pero, indudablemente, este suceso imprime premura a los mandatarios de estas latitudes, para avanzar en la esfera de la «complementariedad», de la homogenización de legislación, de la integración científica y tecnológica. También repensar la articulación Sur-Sur, desde una plataforma regional y no nacional. Es decir, la causa nacional, se ha convertido en una causa regional de carácter popular y democrática.

Es la causa regional la que debe resistir el proceso de re primarizacion de las economías, la que debe coordinar y consensuar cuales serán los nichos en la cadena de valor internacional donde la región presente altos grados de competitividad. La cuestión latinoamericana debe re pensar una legislación que oriente la re inversión de los excedentes de las exportaciones de materias primas de nuestros territorios, debe consolidar el intercambio en moneda local, debe dar forma a un prestamista de última instancia para sus integrantes con herramienta como el Banco del Sur.

Estos son los pasos estructurales sobre los cuales tiene sentido una respuesta agresiva en términos políticos contra los avances violentos de un capital transnacional en aprietos.

En momentos en que Latinoamérica en general, y Suramérica en particular esta bajo amenaza, ingresamos en nueva etapa, donde la cuestión continental debe si o si trazar lineamientos de integración y complementariedad de segunda generación. Esta tarea recaer por igual en los liderazgos nacionales bien definidos, en la institucionalidad regional, y en la militancia consciente de esta nueva fase.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.