La desigualdad y la pobreza en Argentina se explican en buena parte por un mercado laboral discriminatorio para las mujeres, con déficit de normas que favorezcan su acceso equitativo y falta de aplicación de las existentes, aseguraron especialistas a IPS. Andrea Balzano, responsable del área de Género de la oficina en Argentina del Programa de […]
La desigualdad y la pobreza en Argentina se explican en buena parte por un mercado laboral discriminatorio para las mujeres, con déficit de normas que favorezcan su acceso equitativo y falta de aplicación de las existentes, aseguraron especialistas a IPS.
Andrea Balzano, responsable del área de Género de la oficina en Argentina del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), afirmó que «el ingreso al empleo es el único evento demográfico y social que permite a un hogar salir de la pobreza».
«En ese contexto, las mujeres tienen mucha menos probabilidad de vivir ese evento, y cuando lo viven, tienen menos posibilidades por su inserción en sectores informales y de baja productividad», explicó.
El oficial Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) asegura que en el primer semestre del año, la pobreza afectaba a 13,9 por ciento de las personas y 9,4 por ciento de los hogares, en este país con 40 millones de habitantes. Pero cifras de instituciones privadas sitúan la pobreza en 31 por ciento y la indigencia en 11 por ciento.
Natalia Gherardi, directora ejecutiva del no gubernamental Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA), planteó que «si se piensa en superar las desigualdades de género sobre la base de la autonomía económica, es importante pensar en inserción laboral y en el mercado de trabajo».
Uno de los sectores paradigmáticos del peso en Argentina de la falta de normas, la informalidad y la discriminación de género en el mundo del empleo, es el de las trabajadoras domésticas para hogares ajenos, el nicho de 18 por ciento del empleo femenino.
Es un trabajo ejercido mayoritariamente por migrantes o sus descendientes, de las provincias del norte argentino o de los países vecinos: Bolivia, Paraguay y Perú.
Nueve de cada 10 madres de más de cuatro hijos que tienen trabajo en Argentina son empleadas en trabajos domésticos de limpieza, según datos de la oficial Encuesta Permanente de Hogares, con base en 2006.
Los hombres ocupan 10 por ciento del empleo en ese rubro.
Gherardi describió que el empleo doméstico está «regulado en forma discriminatoria, con exactamente la mitad de los derechos laborales establecidos en la legislación para el resto de los trabajadores».
Detalló que la ley vigente no prevé la licencia por maternidad para trabajadoras en el servicio doméstico, mientras que el resto de las mujeres empleadas tiene un permiso maternal de tres meses, con el pago de su salario por el Estado.
Además, incluso cuando están registradas legalmente como empleadas, las trabajadoras como servicio doméstico interno o externo perciben el bono de 60 dólares por hijo, una «asignación familiar» de la que sí se benefician las demás empleadas en el mercado formal, con cargo al erario público.
A ello se suma que tienen derecho sólo a la mitad de vacaciones pagadas y de la indemnización por despido establecida para otros sectores labores.
Pero lo peor es que sólo 20 por ciento de las mujeres que trabajan en el servicio doméstico están registradas por sus patronos ante las instituciones impositivas y previsionales. «En los últimos años, el empleo ‘en negro’ para este sector bajó de 95 por ciento a 80 por ciento, es decir, no se hizo mucho», denunció Gherardi.
En general, Argentina sufre un alto sub registro de su mercado laboral, según datos del Indec. En el segundo trimestre del año, sólo 65,4 por ciento de la fuerza laboral local estaba registrada. Pero aún así, hay una diferencia negativa muy superior en el sector del servicio doméstico, segmento con un sector formal de 20 por ciento.
«El gran problema es la implementación de las normas, y además, por supuesto, todo cambio es cultural», argumentó la directora de ELA, una de las principales organizaciones de defensa de los derechos de las mujeres en el país.
Sin embargo, las deficientes condiciones del empleo doméstico no ocultan otros aspectos discriminatorios que afectan a todas las mujeres trabajadoras.
«Las brechas de acceso y de salario indican que las mujeres cobran 30 por ciento menos por el mismo tipo de empleo y trabajo que los hombres. Se da también una segmentación vertical, que tiene que ver con barreras para el acceso a cargos jerárquicos, un rasgo que pasa en toda la región», sostuvo Balzano.
La experta resaltó que hay una doble carga no remunerada «que asigna la sociedad a la mujer de cuidado (de hijos, enfermos y ancianos) y mantenimiento del hogar». «Predominan prejuicios basados en estereotipos, que ubican a la mujer encargada exclusivamente del trabajo reproductivo y al hombre en el trabajo productivo», dijo.
El Indicador de Desarrollo de Género establecido por el PNUD, que «penaliza» el Índice de Desarrollo Humano de los países según las desigualdades entre hombres y mujeres, sitúa el primero en 0,862 (el máximo es 1) y el segundo en 0,866. En ambos casos Argentina ocupa el puesto 46 entre 155 naciones, con base en datos de 2007.
En materia de alfabetización la tasa es de 97,7 por ciento para ambos géneros, en esperanza de vida ellas ganan, con 79 años frente a 71,5, y también lo hacen en cuanto a la educación, donde la población femenina resulta más instruida que la masculina.
Pero a la hora de medir por géneros el ingreso promedio anual per cápita, resulta que el de los hombres es de 17.710 dólares y el de las mujeres de 8.958 dólares.
Un estudio de 2009 de la Organización Internacional del Trabajo y el PNUD sobre «Trabajo y Familia» considera como un «fenómeno irreversible» la inserción de las mujeres en el mercado laboral argentino.
De hecho, la participación laboral masculina entre 1990 y 2008 se mantuvo en un estático 72 por ciento, mientras que la femenina saltó de 37 a 47 por ciento.
Balzano destacó que el desempleo femenino se eleva a 15,1 por ciento frente a 8,7 por ciento masculino, a lo que se suma una tasa femenina de subempleo de 13,1 por ciento contra la masculina que es de 8,2 por ciento.