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La dictadura de los medios visuales

Fuentes: Grano de Arena

‘¡No piense, mire la pantalla!’ Así puede resumirse la tendencia de la participación de la gente en la construcción de su realidad cultural. Según investigaciones del campo de la semiótica, el 80 % de lo que ‘sabe’ un adulto término medio proviene de los mensajes asimilados en la televisión. Pero ¿realmente sabe?Como escribió Theodore White […]

‘¡No piense, mire la pantalla!’ Así puede resumirse la tendencia de la participación de la gente en la construcción de su realidad cultural. Según investigaciones del campo de la semiótica, el 80 % de lo que ‘sabe’ un adulto término medio proviene de los mensajes asimilados en la televisión. Pero ¿realmente sabe?

Como escribió Theodore White ‘El poder de la prensa es primordial. Establece la agenda de discusión pública. Es un avasallador poder político que no puede ser controlado por ninguna ley. Determina lo que la gente habla y piensa con una autoridad reservada en algunas partes del mundo sólo a los tiranos, sumos sacerdotes y mandarines’. En el caso de la prensa televisiva, o de la televisión sin más, sea programación noticiosa o no, ello se potencia a niveles inverosímiles.

Esta situación de creciente dependencia de los medios masivos de comunicación audiovisual, urbana en principio, va solidificándose como rumbo mundial: grandes masas de seres humanos se convierten en consumidores pasivos de imágenes, cada vez más manipuladas, más atractivas, más sutiles. Si bien las poblaciones, en tanto masa, no han tenido históricamente acceso al poder, con las tecnologías contemporáneas centradas en lo visual y la manipulación que ello posibilita, se alejan cada vez más de la toma de decisiones.

La televisión fundamentalmente, los videojuegos, el internet: toda la parafernalia de las comunicaciones visuales ha producido este modelo que pareciera no tener vuelta atrás: mire y no piense. La lectura crítica, remarquémoslo, va siendo pieza de museo.

Varias preguntas se abren: ¿alguien se beneficia con esto? ¿Es ‘mala’ esta tendencia; ‘peligrosa’ quizá? Si así fuera: ¿por qué?

Las tecnologías, a veces, en vez de instrumento para ayudar al desarrollo humano pueden terminar siendo una atadura que condiciona negativamente. El auge de la cultura de la imagen, que marcó la segunda mitad del siglo XX y parece no tener fin, ¿no ha determinado en buena medida la manera en que concebimos nuestra realidad? Importa más la presentación que el contenido. Se vende cualquier cosa (productos necesarios o innecesarios, candidatos políticos o religiones, etc. – la lista es interminable) más por su colorido, por la cosmética con que se la recubre, por la superficialidad ruidosa y hedonista con que se la presenta, que por sus cualidades reales.

La preeminencia que ha cobrado lo imaginario no puede desligarse de una ideología centrada en la ganancia en tanto motor del desarrollo económico – que apela, consecuentemente, a la ‘venta’ de imágenes con fuerza frenética. Pero no puede desligarse, contemporáneamente, de la forma misma del desarrollo que ha tomado la tecnología: ya no con carácter instrumental sino como fin en sí mismo.

La imagen atrapa, tiene un valor propio: fascina. Así como los insectos caen en la luz que los subyuga, así los humanos sucumbimos a las pantallas de las máquinas vendedoras de sueños. Esto nos lleva a la siguiente pregunta: ¿estamos los humanos condenados a vivir siempre con un nivel de ilusión? ¿Por qué es más fácil -fascinante- dejarse invadir por un noticiero televisivo (o espectáculo de novedades, más rigurosamente dicho) que desarrollar una lectura analítica? ¿Por qué gusta destinar tanto tiempo a la ‘recreación’ barata que nos ofrecen las pantallas?

No hay dudas que ‘vende’ (impacta) más una imagen atractiva que un discurso sesudo; la fascinación hace parte medular de lo humano. Seguramente por eso pudo constituirse -y seguirá ahondándose- esa cultura de lo visual irreflexivo. Lo cual no es condenable; lo escandaloso es la manipulación con fines de control social que se hace de ello.

Entonces: ¿cómo oponer alternativas a esta cultura del ‘no-piense’? El debate está abierto. Medios alternativos como el presente pueden ser -deben ser- una vía de salida.