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La semana política

La digestión de una derrota electoral es un proceso complicado

Fuentes: La Arena

Las derrotas son difíciles de digerir, sobre todo para quienes están en el gobierno. Y las PASO tuvieron un resultado muy adverso para la presidenta. También se complica la toma de decisiones porque toda derrota genera alguna confusión interna. Con traspiés en 14 provincias, algunas muy importantes como Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe Fe, Capital […]

Las derrotas son difíciles de digerir, sobre todo para quienes están en el gobierno. Y las PASO tuvieron un resultado muy adverso para la presidenta. También se complica la toma de decisiones porque toda derrota genera alguna confusión interna.

Con traspiés en 14 provincias, algunas muy importantes como Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe Fe, Capital Federal y Mendoza, y una cosecha nacional notoriamente por debajo de lo contabilizado en elecciones recientes, no caben dudas que el domingo 11 el gobierno fue derrotado. Una derrota seria, en el plano político, como grave llamado de atención para la presidenta de la Nación y muchos gobernadores y referentes provinciales.

Tanto en su primer discurso pos derrota, en el Hotel Intercontinental, como el miércoles 15 en Tecnópolis, Cristina Fernández no caracterizó bien lo sucedido. Peor aún, puso en primer plano la continuidad del Frente para la Victoria como primera agrupación del país. Incluso quedó expuesta a reproches por su reivindicación de que sus candidatos habían ganado en la Antártida (122 votantes) y en la comunidad La Primavera del pueblo Qom, en Formosa. Esta última información fue desmentida por el cacique Félix Díaz diciendo que hicieron votar a los criollos y que a ellos, los originarios, los mandaron a otra escuela.

Aunque la presidenta no admitiera la derrota, los datos de la realidad no dejaron margen para estimar otro resultado. Algunos ministros e intendentes debieron admitir lo evidente. Quedó entonces la preocupación instalada: ¿CFK, una política muy inteligente, no advierte el fenómeno o viéndolo no quiere admitirlo? En esta segunda opción podría ocurrir que el dolor por la derrota sea mayor y se le hace tan cuesta arriba el hablar de eso.

El problema no es psicológico, como interpretan usinas de Clarín, que vuelven con la historia de los «desequilibrios emocionales» (léase mentales, en esa venenosa versión de Nelson Castro). El problema es político. Admitir el fracaso en las PASO requeriría en forma simultánea de una explicitación de cuáles fueron las causas. ¿Fueron errores que cometió la presidenta? ¿Fueron autoría de sus candidatos?¿O de ambos? Esto es lo que permanece en la penumbra y no se sabe o no se quiere decir públicamente. Podría ser la explicación de por qué no se menta la palabra derrota: no hay acuerdo en quiénes fueron los mariscales de la misma.

Errores propios y Clarín

Aunque no es su función, el cronista no quiere limitarse a señalar un problema y dejar el interrogante intacto. Cree que si puso el dedo en la llaga algo debe decir sobre los motivos del traspié del 11 de agosto.

No hay una sola razón de ese resultado, pero en tren de señalar algunas cosas que malquistaron a una parte del electorado de 2009 y de 2011, y lo llevaron a elegir otras boletas, y sin que suponga un orden de importancia, habría que anotar en esa lista a la inflación.

El gobierno vino fracasando en el control de precios, aún cuando en las últimas mediciones esa enfermedad marque algunos grados de menos en el termómetro. Ni amagues con ley de abastecimiento, ni acuerdos de precios ni Supercard ni «Mirar para cuidar». El alza de precios, sobre todo de la canasta básica y los servicios, siguió su curso erosionando la capacidad adquisitiva del salario.

Además, la franja superior de los asalariados sufrió el castigo del impuesto a las ganancias, con un mínimo no imponible bastante bajo y con categorías y alícuotas que pedían urgente actualización, sin éxito.

Es posible que el oficialismo no prestara mayor atención a esas señales preocupantes, teniendo en cuenta -por otra parte- los datos positivos de una reactivación de la economía que creció 5 por ciento en el primer semestre.

Por otro lado en el terreno propiamente político el gobierno nacional se vio salpicado por las causas judiciales abiertas a empresarios y ex funcionarios como Lázaro Báez y Ricardo Jaime, así como por las denuncias de derechos humanos que involucraron al general César Milani, propuesto por la presidenta para teniente general.

El aura nacional alrededor de la recuperación de YPF perdió vigor patriótico con el polémico acuerdo con la norteamericana Chevron, cuya letra chica todavía se desconoce.

Estas falencias reales fueron explotadas por el monopolio Clarín, al solo efecto de limar la buena imagen de la presidenta y arrimar votos a Sergio Massa y otros opositores. No hay ninguna otra lógica entre ser aliado y beneficiario de Videla, y posar de crítico de Milani.

¿Con los titulares?

La otra gran limitación política del Frente para la Victoria, a la hora de balancear lo ocurrido, tiene que ver con cierta confusión reinante en Balcarce 50 respecto a cómo sigue esta historia.

La respuesta genérica de que «vamos a profundizar el modelo» no sirve para que el electorado propio y ajeno tenga en claro qué va a hacer el gobierno. Este necesita recuperar al menos un millón de votantes propios y si fuera posible acercar muchos otros que resultaron ajenos.

Para ser más concretos, tras la derrota de las legislativas de 2009, la presidenta tomó medidas de efectiva profundización como la recuperación de los fondos previsionales y la ley de medios. ¿Qué hará ahora?

Algunos legisladores del kirchnerismo como Héctor Recalde y la CTA de Hugo Yasky han planteado crear un impuesto a la renta financiera, que de mínima recaudaría 6.000 millones de pesos y de máxima 17.000 millones.

Sin embargo, en el discurso de Tecnópolis, CFK pidió un debate con los popes de la Unión Industrial, los banqueros de Adeba y la Cámara Argentina de la Construcción, más la CGT dirigida por Antonio Caló. «Quiero debatir con los titulares y no con los suplentes», bramó la oradora el miércoles, ubicando entre los últimos a los políticos de varias listas, sobre todo a Massa, como «gerentes» de aquellos intereses del establishment.

Coherente con ese llamamiento, la dirigencia mencionada fue invitada a participar el miércoles 21 en un acto en Santa Cruz, vinculado con la adjudicación de la construcción de dos represas patagónicas. Rápidamente las cuatro entidades dijeron que allí estarían. Héctor Méndez, titular de la UIA, declaró que luego de ese acto habrá alguna reunión inicial con la presidenta, anticipando el tenor de sus reclamos: el cepo cambiario, los costos supuestamente altos, necesidad de reintegros y subsidios.

Los banqueros no están conformes con la mayor intervención estatal en el mercado de capitales, que limitan sus comisiones y obligan a prestar una parte de los depósitos.

Así las cosas no puede haber pronóstico optimista de que se llegue a un acuerdo con esos monopolios y banqueros que pueda servir a los intereses de las mayorías. No se entiende entonces que la presidenta quiera jugar con esos «titulares». Más accesibles son los partidos con un adversario que pone los «suplentes».

Un Consejo Económico y Social con la UIA, Adeba, CAC y una CGT burocrática no sería una buena salida tras las PASO. Sería el anticipo de derrotas peores.

Milani, poco sanmartiniano

Más allá de que a los fines comerciales el feriado por la muerte del general José de San Martín se haya pasado para mañana, los actos comenzaron ayer en Tunuyán, con la presencia del gobernador Francisco Pérez y el intendente Martín Aveiro. La comitiva nacional fue encabezada por el ministro de Defensa, Agustín Rossi, quien se refirió a Malvinas diciendo que «ya no es la causa de un país que no tolera una situación colonial ignominiosa en el siglo XXI, sino que hoy es representativa de la causa de los latinoamericanos que tenemos que cuidar nuestros recursos naturales».

En efecto, las causas defendidas por los libertadores como San Martín y Simón Bolívar hoy tienen su proyección en la integración de nuestros países, que siguen pujando por la defensa de sus territorios, economías y soberanías afectadas por los imperios.

Esas banderas sanmartinianas demandan de políticos de claras definiciones nacionales y latinoamericanas, para no ser arriadas. Allí radica una diferencia muy notoria entre Cristina Fernández y políticos como Massa y Mauricio Macri, con Daniel Scioli ocupando un rol intermedio, mediocre. Es que la presidenta defiende el Mercosur y Unasur, como amiga de Venezuela; el intendente de Tigre es más amigo de la embajada norteamericana en Buenos Aires y rechaza la relación fraternal con Caracas.

Pero aquellas pujas con las potencias colonialistas y neocolonialistas también requieren de militares sanmartinianos, adheridos a esa doctrina, preparación, combatividad, inventiva y honradez.

Y allí hay un punto flojo del kirchnerismo, toda vez que Rossi llegó a esa ceremonia en Tunuyán de la mano del general Milani. En la víspera se había conocido que la justicia tucumana había resuelto procesar con prisión preventiva al coronel (RE) Esteban Sanguinetti, responsable en 1976 de la Compañía de Ingenieros actuante en el Operativo Independencia. Milani podría ser citado a declarar por el juez Daniel Bejas por ser quien elaboró y firmó el acta de 8 páginas sobre la seudo deserción del soldado Alberto Ledo, quien en realidad fue desaparecido por el Ejército.

Un general sin batallas ganadas al colonialismo y firmante de esas actas infames, como Milani, con un patrimonio millonario, etc, no luce como el militar sanmartiniano para conducir al Ejército democrático del siglo XXI.

Fuente original: http://www.laarena.com.ar/opinion-la_digestion_de_una_derrota_electoral_es_un_proceso_complicado-99788-111.html