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La Dirección General del Bachillerato (Preparatoria Abierta), entre la corrupción y la explotación

Fuentes: Rebelión

Mario Hernández Pérez, In Memorian Desde hace más de dos décadas, o quizá desde que surgió, la Dirección General del Bachillerato (DGB) se convirtió en otra institución gubernamental en la que la explotación y la corrupción son parte de la vida cotidiana. Un síntoma de descomposición y miseria del capitalismo mexicano llamado neoliberal. La realidad […]

Mario Hernández Pérez, In Memorian

Desde hace más de dos décadas, o quizá desde que surgió, la Dirección General del Bachillerato (DGB) se convirtió en otra institución gubernamental en la que la explotación y la corrupción son parte de la vida cotidiana. Un síntoma de descomposición y miseria del capitalismo mexicano llamado neoliberal. La realidad de los que alguna vez trabajamos (o estudiamos) en esta institución deja una amarga experiencia debido a la miseria laboral (y académica) en la que vivimos a diario en gran parte de las instituciones educativas públicas y privadas en México. El siguiente escrito forma de una experiencia que muchos otros compañeros siguen viviendo y tolerando. Debido al estado de alienación constante a la que los somete la institución educativa. Muchos de los compañerxs trabajadorxs no dicen nada al respecto, e incluso tienen miedo a expresar algo como lo que a continuación se describe, pues temen a las reacciones de sus jefxs.

I.

La DGB depende de la Subsecretaria de Educación Media Superior. Esta a su vez de la Secretaria de Educación Pública. La DGB por sí misma tiene una complejidad en su estructura técnica y laboral. Emplea una cantidad considerable de personal. La DGB tiene una dependencia llamada Dirección de Sistemas Abiertos o «Preparatoria Abierta». La dependencia «Preparatoria Abierta» emplea una cantidad de trabajadores que no se puede subestimar. Un aproximado de 450 a 500 trabajadores. En el pasado empleaba dos o tres veces más. Fue en el periodo de auge porque era la única institución o opción para estudiar el bachillerato no escolarizado o abierto. Antes no existían tantas opciones. Por la manera de estudiar y presentar exámenes, permitía trabajar y estudiar al mismo tiempo. Es decir, daba la ventaja de estudiar a tu propio ritmo y no necesariamente tenías que estar todo el tiempo estudiando, sino que te permite hacer las dos cosas. Este modelo de estudio se ha multiplicado en nuestros días. No obstante que no ha dejado de ser una institución que el neoliberalismo no haya tenido sus efectos y que la desregulación laboral no haya empujado a los trabajadores en un estado de precariedad y miseria. Mismos que trabajan sin ningún contrato y sin ningún derecho laboral. Y para colmo, con un salario mísero.

La Preparatoria Abierta surge en la década de los setenta cuando el gobierno de Luis Echeverría impulsó la llamada reforma educativa. Entre otras cosas consistió en abrir nuevos lugares o matrículas para estudiantes de nivel media superior y superior que no había tenido oportunidad de estudiar, que no habían alcanzado un lugar en la UNAM o el IPN. Inauguró una serie prácticas políticas para la educación, obligado por las presiones sociales después de la represión a los estudiantes de 1968 y 1971. Además que tenía el objetivo de atraer a los estudiantes que habían sido reprimidos e integrarlos al orden social. El gobierno echeverrista otorgó más presupuesto para la educación e inauguró nuevos espacios educativos como los Colegios de Ciencias y Humanidades (CCH) de la UNAM,  Colegio de Bachilleres y «Preparatoria Abierta». Actualmente «Preparatoria Abierta» tiene sus oficinas y centro de aplicación en el Eje 8 Sur José María Rico 221, en la Delegación Benito Juárez de la Colonia Del Valle en la Ciudad de México. Sus instalaciones que tiene actualmente se trasladaron a penas en el año de 1998. Antes se encontraban en calle Lago Banguelo en colonia Granada de la delegación Miguel Hidalgo.

Mi experiencia en esta institución la viví en dos momentos diferentes y en periodos distintos. Primero como estudiante y luego como trabajador. En los dos momentos me tocó vivir las prácticas de corrupción propias de las instituciones gubernamentales. Y en un momento experimenté la explotación durante un largo periodo de tiempo en que laboré.

Entre los años de 1996 y 1998 fui estudiante regular o estudiaba y presentaba mis exámenes regulares. Los programaba para cada quince días, conforme al calendario. En aquel periodo recuerdo que había grandes vicios que involucraban y afectaban (y afectan) a la comunidad estudiantil, sin tener algo ver en ello. Por ejemplo, crearon ciertas formas para impedir que los estudiantes terminaran el bachillerato. Los exámenes eran fundados con una serie de trampas o de códigos que muchas veces los estudiantes no entendíamos. Presentábamos los exámenes y veíamos reactivos muy confusos y sin ningún sentido para nuestros estudios. En otras ocasiones no correspondía a la materia o no contenía lo que estipulaba el plan de estudios de la materia o la guía. Llegué a presentar muchas materias correspondientes a mi área y aprobaba con muy baja calificación. Y una de ellas que la había presentado más de doces veces, no conseguía aprobarla. En aquella ocasión, debido a la desesperación por aprobarla, porque era la última para terminar el bachillerato, me vi obligado a que solicitar lo que llamaban «revisión de exámenes». Al llegar a las oficinas la persona que me presentó el examen me indicó, por medio de una plantilla, los reactivos en que los había acertado y los que no. Me sorprendió la manera poco satisfactoria de argumentar mis faltas en el examen. No me indicó bajo qué criterios y cómo se hizo la plantilla que calificaba mi examen. No me decía nada del por qué estaba bien algunas preguntas y otras no. Sin ninguna explicación tenía respetar la decisión de una plantilla que vaya a saber quién la armó y la formuló. Veía que algunos de los trabajadores no tenían o no tienen ni la más mínima idea de lo que contenía un examen, porque muchos no estaban capacitados para eso. Un aspecto que llegué a observar cuando fui trabajador. Algunas quejas que se daban entre los compañeros estudiantes los vivía continuamente. Recuerdo que un compañero en su desesperación por no aprobar las materias que presentaba regularmente, decidió presentar una demanda. No obstante que esa demanda fue el pretexto para que nunca más presentara exámenes y fuera echado de «Preparatoria Abierta». Era un método para que estudiantes no terminaran la preparatoria, lo que frenaba el avance de los estudios muy mal ideados y formulados por la gente de la DGB.

Había estudiantes que recurrían a la compra de «claves» para continuar o aprobar sus exámenes. En «Preparatoria Abierta» había (o hay) un hábito de comprar y vender «claves» de las materias. Las claves son entendidas como aquellas respuestas del examen. Ordenadas en grupos de dieciséis o de ocho. Alineadas en cuatro por cuatro. Eran proporcionadas así quizá para su fácil memorización. Aunque también se debe a la estructura de la hoja de respuestas. Recuerdo que antes de llegar a la entrada en la sede de la presentación de exámenes, había una persona que nos ofrecía las claves de las materias que correspondían a  ese mismo día. Muchas veces desconfié. Pensaba que era un engaño. También era el temor que me invadía, pues pensaba que me iban a descubrir usando claves. Sin embargo, por lo que me decían algunos compañeros que compraban, resultaron efectivas para a aprobar el examen. Muchas veces aprobaron con calificación alta e incluso con la calificación que en México llamamos diez (10). Esto me hacía pensar: ¿de dónde venían están claves? ¿Quién tenía acceso a esta información? ¿Cómo eran distribuidas a todas las sedes? Era claro que había gente de las oficinas que las proporcionaba y tenían gente que distribuía esta información. Es posible que la gente de las oficinas proporcionara las claves para la venta, porque muchos de los que la ofrecían en las calles era por una cantidad de dinero. La corrupción era un círculo que nos rodeaban a los estudiantes, pues los exámenes estaban, por un lado, mal formulados y confusos, por otro lado, las circunstancias nos llevaban a pagar claves. Lo cual obligaba a reproducir la misma miseria que rodeaba «Preparatoria Abierta». En algunos momentos pensaba que las claves fueran una trampa para que desistieran en continuar los estudios por este sistema. Me sorprendía como es que esas claves podrían ser vendidas con facilidad y sin ninguna dificultad en la calle. Nadie vigilaba, e incluso la gente que ocupaba cargos en la DGB estaba enterada de estas prácticas. Porque en el aula de aplicación, una de las cosas que siempre observaban de los aplicadores era su obsesión porque no usáramos claves. Se suponía que era una institución que maneja con una estricta seguridad su información. Me parecía en aquel momento algo extraño. Recuerdo a un compañero que tenía contacto con una persona de las oficinas de «Preparatoria Abierta», él nos ofrecía las claves y nunca nos dijo -a otros compañeros y a mí- quien se las proporcionaba. Lo cierto es que era real que las claves vinieran de las oficinas, y él había pasado algunas materias usando estas claves que a su vez comercializaba para obtener un ingreso. Entendí que la corrupción venía (y viene) desde el interior de la DGB.

II.

Algunos años después volví a «Preparatoria Abierta». Después de haber terminado mi licenciatura en 2007, pero ahora como trabajador (o colaborador voluntario como le llaman, de esto hablaré más adelante). Note que las prácticas de corrupción seguían su curso. Mi mirada era ahora desde otra perspectiva y pude ver con más detenimiento y de manera más directa lo que pasaba allí. Encontré que tanto los jefes de las diferentes dependencias como el director de la DGB se hacían de la vista gorda con la cuestión de lo que pasaba, particularmente con la corrupción y en el asunto de las claves. El mismo director era (y es) un personaje que se beneficia de la corrupción. Muchos de ellos fueron los principales funcionarios que impulsaban esta práctica. Una práctica muy común y acorde con el neoliberalismo. Incluso algunos de ellos, por lo que me había enterado, era gente que desconocía por completo los asuntos de la institución. Además que no tenían ninguna formación en las cuestiones de la educación. En otras palabras, era gente mediocre e ignorante.

Los que laborábamos en la dependencia no teníamos la categoría de «trabajadores». Se nos nombraba con un término que llaman «colaborador voluntario». En realidad no sé de dónde venía, pero es  una denominación bastante manipuladora y perniciosa. Lo que si era claro es que con esta denominación la institución evadía gran cantidad de derechos que le correspondían al trabajador. Aun así algunos compañeros demandaron a la institución por despido injustificado. Hubo algunos casos que se llegaron a ganar. Sin embargo para que esta experiencia no se volviera a presentar, las jefas de «Preparatoria Abierta» nos hacían firmar una carta en la que se especificaba que nosotros habíamos llegado como voluntarios y por tanto no asumían ninguna responsabilidad por parte de la institución. Con esto se justificaba para no pagar ningún derecho.

A pesar de que éramos catalogados como «voluntarios», se nos exigía una puntualidad y un horario. Si no era cumplida, simplemente se le castigaba para que en las futuras aplicaciones no fuera considerado. La dependencia y la necesidad de obtener un ingreso, nos obligaba a llegar a la hora que nos fijaban. La falta de empleo que experimentábamos muchos de los que laborábamos, porque muchos de nosotros teníamos una formación académica, nos sometían a un estado de enajenación. El ambiente laboral nos subestimaba por completo. Muchas veces por las condiciones de desempleados que vivíamos la mayoría de los trabajadores nos empujaba a continuar. Algunos compañeros no lo notaban porque lo vivían con entusiasmo y quizá con «alegría». El estado de alienación les impedía comprender las condiciones del que nos encontrábamos. Nos obstante que hubo intentos para organizarse, pero los propios compañeros nos denunciaban con la jefas o con los encargados de otras dependencias. Los cuales estas reaccionaban aplicándoles un castigo: no les daban más aplicaciones.

La estructura de Preparatoria Abierta se conformaba (o se conforma) por una jefa (Diana Uribe). Tiene bajo su cargo a una o dos personas que las auxiliaban en la oficina. Bajo un nivel más bajo, es decir, en orden descendente, se encuentran los Coordinadores de Sede, que son los tiene bajo a su cargo a coordinadores de grupo y aplicadores. Estos últimos pertenecen al nivel más bajo de «Preparatoria Abierta». Los coordinadores de sede, de grupo y los aplicadores nos trasladábamos a las sedes en diferentes partes de la Ciudad de México. Mucho tiempo hubo exámenes en papel y por lo tanto teníamos que ir a estas sedes, que regularmente eran o son escuelas secundarias. Sin embargo en los últimos dos o tres años había cambiado un poco su estructura. Ahora existen exámenes que llaman «en linea». Es decir, el estudiante presenta su examen en una computadora y de inmediato se le da su calificación. Y estas sólo se encuentran en sedes muy particulares. Una de ellas está precisamente en las oficinas de la DGB. Hay otras que están en otra parte pero realmente son pocas. Bajo este orden se ha dado varios cambios y ha llevado también a que ocupen menos trabajadores. Con ello han conseguido más pretextos para no dar más aplicaciones y también el medio para ir despidiendo a trabajadores que llevaban muchos años laborando para la institución.

Mi labor como aplicador, que era la actividad que más desempeñé, fue en primer lugar, llegar puntualmente o unos minutos antes a la sede. Es decir, a las nueve de la mañana. Durante una hora nos daban las indicaciones y el material. Con ello íbamos a las aulas para aplicarle al estudiante. Debo aclarar que había un aplicador responsable y un aplicador auxiliar. El primero se hacía cargo de dar las indicaciones a los estudiantes y de cuidar los exámenes. El segundo de cuidar toda actividad que se realizara en el aula. Sin embargo los dos teníamos que cuidar varios aspectos. El primero es ver que el estudiante no usara material que no sea más que el examen. Lo que siempre nos recordaban es que no permitiéramos que no usaran claves. Se implementaron medidas. Una de ellas fue que revisáramos sus lápices con el fin de que no tuviera algún registro. Aunque después «Preparatoria Abierta» introdujo el préstamo de lápices con el mismo fin. Una medida que resultaba muy contradictoria porque nunca se decía nada sobre la gente de las oficinas que proporcionaban las claves. Se combatía un mal de la propia institución por el lado equivocado. Los corruptos eran intocables. Otra era ver cómo se movía el estudiante, para ver si estaba haciendo algo «indebido» para aprobar su examen o que delatara alguna sospecha «incorrecta». Una de las cosas que teníamos que estar cuidando era que el estudiante nos regresara el lápiz y una goma negra que también se prestaba. Si nos descuidábamos y lo perdíamos, era motivo de castigo. Por un lápiz que perdíamos, nos castigaban. El castigo eran dos o tres meses sin aplicaciones. Es decir, en una institución que supuestamente éramos «voluntarios», nos aplicaban un castigo cómo si la institución nos hubiera otorgado los derechos y el derecho de ser «trabajadores». Y aunque fuera así, la institución no podía decidir. Las instituciones gubernamentales que se organizaron en México desde el periodo posrevolucionario, se formaron bajo la idea paternalista. Y esa práctica hasta hoy se sigue reproduciendo. Y la hemos vivido constantemente.

Otras de las cuestiones eran los maltratos por parte de los custodios cuando nos enviaban a aplicar exámenes a los internos de los «reclusorios» y «correccionales» de la Ciudad de México. En algunas ocasiones nos hacían bajar los pantalones para revisarnos, como si fuéramos lo que ellos llaman «delincuentes». Semejante humillación nos hacía pasar. También no teníamos protección dentro de los «reclusorios». Aunque no considero que los internos sean más criminales que los grupos dominantes que gobiernan el mundo. Pero muchas veces si andabas sólo te podían golpear y te quitaban lo poco que podías introducir al lugar. Además que en ocasiones te enfrentabas con una cantidad de internos que a veces no te querían regresar el material de examen. Arriesgando también a que te golpearan. Todo esto lo vivíamos, y nunca fue reconocido por la gente de la DGB. En mi caso lo hacía por gusto porque en esos lugares podía observar las contradicciones y la miseria de la sociedad mexicana y del capitalismo en general. Y también ayudando a mis hermanos de clase. En los «reclusorios» nos enviaban los días jueves o viernes de cada quince días. De la misma manera era para las «correccionales».

Los días de labores para los exámenes en sedes de secundaria era los sábados y domingos de cada quinces días. Por esos días nos pagaban el equivalente de dos día del salario mínimo o un poco más. No incluía el pasaje, muchas veces las sedes nos quedaba muy lejos de casa. Luego el día de pago se hacía en otro día, y para eso teníamos que ocupar otro día y gastar más en transporte. En ocasiones ni siquiera se tomaban la molestia de avisarnos y llegábamos al lugar sin que nos pagaran. Al final nos quedaba un ingreso que no alcanzaba ni para mal vivir. Sin embargo ante esta situación, la mayor parte de los compañeros no decía absolutamente nada, ni se hacía algún movimiento para enfrentar las injusticias que habíamos estado viviendo.

Cuando Marx hablaba del trabajo enajenado en los Manuscritos económico filosóficos de 1844 decía que la desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas. Nosotros nos estábamos desvalorizándonos creyendo que no había ni opción para organizarnos y cambiar las cosas en «Preparatoria Abierta» ni conseguir un «empleo» en otras partes del país. Es por eso que teníamos que soportar cualquier capricho de nuestras jefas inmediatas y del director corrupto y mediocre de la DGB. Ellxs imponían sus reglas, nosotrxs sólo las seguíamos sin hacer ni decir nada. Sumidos en la miseria. Esto me hizo recordar la película del realizador Elio Petri, titulada La clase obrera va al paraíso. El realizador recrea la historia de un obrero modelo que intentaba siempre quedar bien con el patrón. Un personaje que siempre pensaba en términos de producción desde el inicio del día hasta en sus sueños. En la fábrica se destacaba su labor al asimilarse a la máquina e intentar realizar una gran producción. Trabaja sin cuestionarse nada y obedeciendo lo que le decían los supervisores. Pero esto cambia después de un accidente que le perturbará su existencia. Se distancia del patrón y se organiza junto con el resto de los obreros para buscar mejores condiciones laborales. Esta última parte nunca lo experimentamos en «Preparatoria Abierta». Digo nunca, porque hace aproximadamente año y medio que dejé de laborar en ese lugar. Nunca llegamos a ese nivel de conciencia para organizarnos y hacer frente a las jefas y al director corrupto.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.