Terminaron las campañas. Por fin. Iniciemos tres días de olvido, recuerdo y reflexión, para emitir el voto más apegado a nuestros intereses ciudadanos. Y digo más apegado a nuestros intereses, porque de sobra las opciones de partidos y candidatos que tenemos son limitadas, reflejo de nuestras propias limitaciones de ciudadanos apolítcos, con poco amor y […]
Terminaron las campañas. Por fin. Iniciemos tres días de olvido, recuerdo y reflexión, para emitir el voto más apegado a nuestros intereses ciudadanos. Y digo más apegado a nuestros intereses, porque de sobra las opciones de partidos y candidatos que tenemos son limitadas, reflejo de nuestras propias limitaciones de ciudadanos apolítcos, con poco amor y pasión por lo que sólo nosotros podemos construir, nuestro bien común, nuestra nación.
Tres días para olvidar
Necesitamos olvidar y tomar distancia de las campañas de desinformación impulsadas por los medios de comunicación, convertidos en actores políticos y electores con gran poder, en particular las televisoras. Nos han vendido, durante todo un sexenio, «información objetiva, desinteresada, gratuita, educativa», para comprometer a un candidato con sus intereses y denigrar a los demás.
Olvidarnos de las encuestas que, algunas pueden ser trabajos profesionales que sí reflejan la percepción de las preferencias electorales de los ciudadanos; pero ¿cómo distinguir a éstas de las que han desvirtuado para utilizarlas como un género más de propaganda partidista? Lo más sano para ejercer tu voto de manera individual, libre, secreta y autónoma, es desecharlas.
Olvidarnos también de las dádivas chatarra, que de manera insultante, nos han arrojado al interior de nuestros vehículos o domicilios: gorras, camisetas, tupperware, plumas, artículos de maquillaje, llaveros, despensas, artículos deportivos, dinero en efectivo y hasta monederos elecrónicos; todo tipo de ofertas: de trabajo, de plazas, de permisos de taxis, de apoyos a problemas de salud, atención de alguna discapacidad, ayuda de tercera edad, beca de estudios, quitas de deudas, apoyo para la vivienda; y también de todo tipo de amenazas: citatorios con carácter de obligatoriedad para asistir a mítines de tal o cual candidato, de despido o acoso laboral, condicionamiento de contratos o de pagos, de atención médica o de inscripción escolar. Nada de esto compra tu dignidad de elector soberano.
Tres días para recordar
Recordar, primero nuestro Artículo 39 Constitucional: la soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instruye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno.
Recordar que al partido Revolucionario Institucional PRI, en ejerció de nuestro derecho de ciudadanos le conferimos la tarea de gobernarnos, pero este se apropio de nuestro derecho y de nuestro patrimonio por más de setenta años a nivel nacional y en diez estados, por más de ochenta; que gobernó para beneficio propio y no del pueblo y que ejerció el poder, que le conferimos para nuestro beneficio, de manera autoritaria, represiva, asesina en muchos casos, entre otros, el 68 y Aténco, responsabilidad que recae en el hoy candidato, se benefició también institucionalizando la corrupción, la impunidad y la asociación con el crimen organizado. Por más de treinta años los ciudadanos luchamos para que nos devolviera el poder y nos costó ciudadanos desaparecidos, encarcelados, exiliados y fraudes electorales en todos los ámbitos.
Recordar, también que, por fin, para salvarnos de la anterior tiranía y despojo del poder, en el año 2000, con el entusiasmo y la esperanza de que todo cambiara para nuestro bien, la mayoría ciudadana, le conferimos el poder al Partido Acción Nacional, a través de Fox, a quien seguramente, «hoy, hoy» hasta los panistas rechazan. No se cumplieron las expectativas de cambio. No hubo ni la capacidad ni la voluntad política para llamar a cuentas a los gobiernos anteriores y construir un nuevo pacto social. El descontento ciudadano fue tal que la mitad, más 0.38%, 250 mil votos aproximadamente, decidieron, con la intervención de los poderes fácticos, que el poder lo retuviera el PAN. La otra mitad se decidió por ofrecer la oportunidad al hoy candidato del Movimiento Progresista, AMLO. El segundo sexenio del PAN, ha incrementado el descontento de los ciudadanos, que pone en duda la retención de la presidencia y con una probabilidad de que se desplome al tercer lugar.
Tres días para reflexionar
Al margen de los dimes y diretes que han caracterizado a las campañas, sólo tres preguntas que me parecen las fundamentales para que decidamos nuestro voto:
¿De verdad confiaremos nuestra casa, nuestros derechos y nuestro patrimonio, a quien se apropió del él por setenta años, en contra de nuestro beneficio y voluntad y que duramos treinta para poderlo sacar??
¿En serio, confiaremos en que en nuestra casa siga y retenga nuestro poder, quien por doce años nos ha defraudado en la esperanza de cambio y que desde hace seis años no podemos quitar?
¿No valdrá la pena que nos arriesguemos en darle la oportunidad a la tercera opción que, si televisa y otros poderes fácticos se han empeñado en impedir su triunfo, es garantía de que está más cercano a nuestros intereses y salir de una vez, por todas, de la duda de cuál de las tres opciones, es mejor para nuestra casa, nuestra familia y nuestra nación?
La elección está en tu voto, decídelo contigo y deposítalo en secreto, a pesar de todos los pesares. Ejerce tu soberanía. Participa.
Rafael Lucero Ortiz es consultor independiente
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