¿Cómo hacer para que las nuevas tecnologías, especialmente las basadas en la biología cuyos productos y servicios se aplican en salud humana, lleguen temprana y adecuadamente a toda la población? ¿»Que inventen otros» y nosotros distribuimos y aplicamos, o también dominamos tecnologías productivas en institutos del Estado y nuevas empresas de biotecnología? ¿Cómo utilizar (y […]
¿Cómo hacer para que las nuevas tecnologías, especialmente las basadas en la biología cuyos productos y servicios se aplican en salud humana, lleguen temprana y adecuadamente a toda la población? ¿»Que inventen otros» y nosotros distribuimos y aplicamos, o también dominamos tecnologías productivas en institutos del Estado y nuevas empresas de biotecnología? ¿Cómo utilizar (y fortalecer) la investigación en biología molecular, celular, clínica, en microbiología, inmunología, en fin, biomédica, que es de calidad en el país, para innovar, fabricar vacunas, medicamentos, diagnósticos? ¿Cómo relacionar empresas innovadoras de biotecnología con el Ministerio de Salud?
Es cierto que en general se confunde innovar con inventar. El primero se refiere a un largo camino desde la idea, su desarrollo en el laboratorio, su desarrollo productivo, su producción, sus controles, registros, regulaciones, costos, hasta colocarlo en el mercado y venderlo, si es posible no sólo en un país. También es cierto que cuando hablamos de innovar en salud se piensa en patentes (PI) y altos costos de los medicamentos. Para mejorar el acceso a los productos esenciales hay que considerar tres aspectos de la innovación: a) tecnológico, para que sea nuevo y de mejor costo; b) social, para asegurar su distribución y, c) adaptable, para que los productos y servicios sean implementados por las comunidades para su uso local. (Ch. Gardner, Health Affaire, 2008).
Teniendo esto en cuenta para responder a estas y otras preguntas relacionadas se necesitarían varias hojas, pero los artículos publicados en los medios sobre los 50 años de la Revolución Cubana sumados al viaje de la Presidenta y su comitiva esta semana a Cuba, me hicieron recordar que un aporte remarcable de la Revolución, de sus científicos y tecnólogos, es el de la biotecnología para la salud de su población. Por lo tanto, exponer brevemente lo que han hecho en estos 50 años (más concreto, en los últimos 20/25 años) es una manera de responder a las preguntas iniciales y tal vez sirva como modelo a adaptar.
Una rápida mirada de la investigación en inmunología en Cuba muestra una comunidad de más de 600 inmunólogos entrenados, unas 10 instituciones relacionadas con la investigación en este campo, sistemas de formación para investigadores clínicos y básicos, una red nacional de 137 laboratorios de inmunoensayos (diagnósticos que usan técnicas inmunológicas) y varios centros de producción de vacunas, anticuerpos, biofármacos y sistemas de diagnósticos.
Uno de sus principales científicos, el Dr. Agustín Lage, director del CIM (Centro de Inmunología Molecular), ha reflexionado sobre estos temas, exponiendo las características de cómo desarrollar la sociedad del conocimiento en los países del sur, cómo beneficiarnos de la ciencia y la tecnología que producimos y que se puede resumir en el título de su artículo publicado en Nature Immunology: «Biotecnología cubana: conectando la investigación en inmunología con la salud pública», donde señala que lo más remarcable de la inmunología (biotecnología) cubana es «su muy fuerte conexión con la salud pública». Podríamos reemplazar inmunología por biología para cubrir el sector de manera general.
Algunos de sus resultados: Cuba cuenta con el programa de vacunación más amplio del mundo (reconocido por OPS y otros organismos internacionales) que incluye cobertura universal para recién nacidos con vacunas contra 13 diferentes enfermedades; vigilancia epidemiológica con el uso de inmunoensayos para más de 20 enfermedades; los hospitales usan regularmente medicamentos como interferón, anticuerpos monoclonales, citoquinas y otros biofármacos que son desarrollados y producidos en sus centros tecnológicos.
Es cierto que no se puede atribuir el éxito en salud pública, un logro social donde intervienen muchos actores, a la intervención médica o al uso de tecnologías modernas, pero es indudable que la investigación en inmunología y el uso de la biotecnología industrial han contribuido a la reducción de la mortalidad infantil hasta llegar a 6 por cada 1000 nacimientos y la esperanza de vida llega ahora a los 77 años. La combinación de estos factores ha permitido que varias enfermedades infecciosas hayan desaparecido (poliomielitis, difteria, sarampión, paperas) y otras controladas o reducidas en su aparición (H.influenzae b; hepatitis B; meningoencefalitis).
«¿Cómo fue que se realizó la construcción de la conexión entre la investigación en inmunología (biología) y la salud pública?», se pregunta Lage y se responde: «El principal ‘puente’ conectando ambos sectores es la biotecnología».
Esto no es una sorpresa dado que el 70/75 por ciento de los productos en el mercado global de biotecnología están relacionados a la inmunología. Desde hace poco más de 20 años la industria biotecnológica fabrica estas complejas moléculas biológicas con la pureza, sistematización, escala y calidad con que lo hace la tradicional industria farmoquímica. Muchos de los biofármacos y vacunas son desarrollados por las NEB (Nuevas Empresas de Biotecnología) y producidos, comercializados por las grandes farmacéuticas.
Retornando a Cuba, con base en la educación general y en la salud pública de las décadas anteriores, a mitad de los ’80 comienza a construirse un polo que involucra a más de 40 organizaciones con 12.000 empleados que incluyen 7000 científicos e ingenieros. Varias de estas organizaciones fueron diseñadas para elaborar medicamentos que permitieran dirigir la biotecnología industrial en Cuba: hoy sus productos se exportan a 40 países. «Once vacunas; más de 40 moléculas terapéuticas (incluye anticuerpos monoclonales y proteínas recombinantes); sistemas de inmunodiagnóstico (incluyendo equipos para microELISA), son fabricados en Cuba. El ‘pipeline’ tiene 91 nuevos potenciales productos; más de 60 estudios clínicos se están realizando con la participación de 65 hospitales. Los centros de biotecnología de Cuba han presentado unas 900 patentes en el exterior», explica Lage.
Estas cifras no están mostrando lo esencial: para lograrlas se necesitó una muy buena base de investigación científica más muy buenas conexiones entre la investigación, la producción, la educación y la salud pública. A lo que se debe sumar la integración de equipos multidisciplinarios que trabajan en diferentes temas, sectores, pero que con objetivos comunes, permiten generar nuevas ideas, tecnologías y productos.
Algunos países en vías de desarrollo innovadores, surgieron en los últimos años como fabricantes y comercializadores de medicamentos y vacunas (China, India), que en general son promovidos desde los ministerios de Industria o de Ciencia y Tecnología, pero no desde los de Salud y no se integran fácilmente entre ellos. El ejemplo de Cuba y en algunos casos de Brasil, puede ayudar a que tengamos otra mirada uniendo la fuerte investigación biomédica de Argentina, con las industrias de medicamentos y nuevas empresas de biotecnología y las necesidades de la salud pública.
Alberto Díaz es Director del Programa de Biotecnología del INTI en la República Argentina.