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Entrevista al abogado y politólogo Carlos Vilas

«La historia no es unilineal y tampoco se desenvuelve en ciclos»

Fuentes: La Correo

En exclusiva, La Correo dialogó con Carlos Vilas, uno de los pensadores más relevantes a la hora de hablar de las ciencias sociales y políticas de la Argentina, quien reivindica una visión peronista idealista y partidaria de participación activa en el Instituto Patria y, además, en la cátedra que imparte en la Universidad de Lanús. […]

En exclusiva, La Correo dialogó con Carlos Vilas, uno de los pensadores más relevantes a la hora de hablar de las ciencias sociales y políticas de la Argentina, quien reivindica una visión peronista idealista y partidaria de participación activa en el Instituto Patria y, además, en la cátedra que imparte en la Universidad de Lanús. De visita en La Paz, destinó algunas horas de la noche para compartirnos su visión acerca de la política social y económica que hoy se instaura en la región.

Para permitirnos una mirada integral de América Latina, a lo largo de la charla hemos indicado ejemplos concretos de la realidad boliviana, cubana y argentina, en relación a la Revolución y a los procesos de cambio que se han gestado hasta el momento, principiando Vilas: «Entendemos que la historia muestra ese sentido de progreso, de justicia y de bienestar. Ese proceso tiene sus alzas y sus bajas, se avanza, se retrocede, se levanta y se sigue, no tiene un final definido. Porque éste es un proceso largo y difícil que hay que mirar en perspectiva histórica. La historia no es unilineal y tampoco se desenvuelve en ciclos, como a veces se dice. ‘Se acabó el ciclo nacional popular en América Latina y lo único que queda ahora es voltearlo a Evo’. No, no son ciclos, porque los reinicios nunca se dan desde el mismo nivel y desde el mismo lugar en que estábamos, y es posible que en estos 15 o 20 años se haya avanzado mucho en Latinoamérica, sobre todo en el sur. Los mayores avances no son quizás en derechos económicos de distribución del ingreso, eso es lo más fácil de revertir, lo que es más difícil de alterar es la conciencia de justicia de los pueblos, porque es esa aspiración al bienestar, a la justicia, a definir su propio destino, lo más complejo».

El abogado y politólogo continúa en su evaluación en torno a los retos que supone para el progresismo el cambiar el sentido común de las personas: «Tampoco es eso sencillo, porque después de décadas – incluso de siglos – de enseñarles de manera brutal que están hechos para obedecer, convencer de que no es así, de que todos somos iguales, y que si no lo somos, solamente nosotros vamos a poder revertir la situación de desigualdad, es complejo».

El concepto de «pueblo» es debatido y expuesto por muchos teóricos, por eso Vilas se extiende sobre este punto y lo explica desde su posición marxista, ilustrando cómo ha sido posible la Revolución cubana en esta lógica de pensamiento: «El pueblo es una construcción política, no existe un pueblo en sí, es como Marx decía con respecto a los campesinos parcelarios de Francia, estaba la clase en sí y la clase para sí. Porque en sí mismo sociológica o demográficamente uno tiene la tendencia de pensar que el pueblo son básicamente los más pobres, los más vulnerables; pero debemos comprender que el poder económico, cultural y educacional son parte de estas dinámicas de poder existentes en una sociedad. Es cuando desciframos que enfrentarse al poder es algo que se consigue por una adhesión que no es sólo de los más pobres, el ejemplo de las grandes revoluciones sociales en América Latina ha sido ése. Es cierto, no todos los sectores sociales tienen la consistencia de otros, pero en los momentos iniciales, en el primer año del Gobierno revolucionario de Cuba, uno se encontraba con ministros que provenían del empresariado y que veían con simpatía terminar con la dictadura de Batista. Ha sido la colaboración de esos sectores los que ayudaron a la Revolución, al Movimiento 26 de Julio a tomar el poder. También debemos entender que muchas veces las alianzas que te permiten llegar no te permiten seguir, y una de las características de la Revolución cubana es que siguió aunque para eso tuvieran que desprenderse de la colaboración de estos actores. Es decir, cuando hablamos de lucha, quiere decir que el pueblo se constituye en la lucha, entonces en ese sentido yo digo que si el pueblo es el que lucha por su emancipación, y en determinado momento en el desarrollo de nuestras sociedades, vamos a encontrar sumándose a los más pobres y a los que no son tan pobres, pero que comparten ese proyecto de transformación del poder político y con eso la unidad».

Pese a todo aquel esfuerzo histórico en pos de las luchas populares, apreciamos una permanente crítica sobre un punto de inflexión en el que todos están de acuerdo: la formación y concienciación de la militancia. Pocos hacen lo necesario para remediar ese problema, en palabras de nuestro entrevistado: «Te diría que una de las debilidades de estos procesos, por ejemplo, es que en Argentina no tuvimos capacidad para la formación de líneas de militancia, de participación y de dirección con las generaciones que vienen detrás nuestro. Está claro que no formamos una nueva generación de dirigentes en general, sólo contamos con una generación de personas que anda por los 35 y 40 años -que ya venían militando desde antes-, esto es parte de las discusiones que tenemos al hablar de ciclo electoral cada 4, 5 o 6 años. Debemos entender si ese ciclo puede o debe imponerse a la continuidad de la política; en el fondo, la discusión política es ésa, si hablamos de que un mecanismo institucional va a decidir la duración de un proyecto de transformación social. Y es que definitivamente los tiempos de las políticas no son los tiempos electorales, ni para nosotros ni para el adversario».

Prosiguiendo con el análisis de la experiencia de la Argentina, Vilas observa: «En el caso nuestro, Kirchner llega al gobierno con una Argentina partida en cuatro, donde cada 25% sólo pensaba en sí mismo, como efecto de la crisis. Tenías por un lado a unos empresarios que estaban relativamente afectados por diez o quince años del neoliberalismo salvaje; otra parte era el movimiento sindical organizado que había reducido casi verticalmente la afiliación de su gente, porque no habían inversiones ni fuentes laborales; el otro 25% eran los trabajadores desocupados, quienes fueron protagonistas de las protestas, pero luchaban siendo autistas, porque lo que ellos pedían eran subsidios y planes y no pensaban más allá de su situación; y el otro 25% eran los políticos desprestigiados. Entonces, Néstor llegó con un discurso claro en el que expone legitimidad de base y hay una intelección de que esto no empieza cuando llegas y de que si hay voluntad política de querer hacer, se puede salir de la crisis. La idea de un cambio estructural y profundo no es fácil que lo engarce el movimiento obrero organizado que da la pelea en contra de retrocesos en materia de legislación laboral, inflación, entre otros, pero que carece de un proyecto político alternativo. Además, está integrado al capitalismo argentino, es un poco parecido a lo del movimiento obrero sindical estadounidense, no tan demócratas; se entiende que sin el movimiento obrero sindical no vamos a ir muy lejos, pero no basta con ellos, porque ya están muy metidos en el sistema socioeconómico y buena parte de esa dirigencia sindical que se está quejando de las cosas que hizo Macri, votó por él. Kirchner planteó otro tipo de escenario al que estos sindicalistas no estaban acostumbrados, y es quizás esa misma longevidad de las dirigencias sindicales -con 20 o 25 años de labor-, en que tutean a los dirigentes sindicalistas empresariales, la que impide hacer un cambio profundo, por eso terminaron enfrentados a Cristina».

Ahora, para paliar la crisis que tiene empantanada a la economía argentina, el presidente Mauricio Macri extendió la mano al Fondo Monetario Internacional (FMI) y solicitó préstamos que le faciliten la aplicación eficaz del neoliberalismo. Ante esto, la postura de Vilas es muy clara: «Estamos endeudados, eso nos está afectando, y la realidad es que el grueso del endeudamiento argentino se da en los mercados internacionales. Con el FMI maneja un mecanismo muy perverso, porque cuenta con un ingreso de divisa que no va a sectores productivos, sino que se utiliza en el Gobierno como una especie de bicicleta, porque el dinero llega y va al mercado de divisas, esas divisas son compradas por particulares que las sacan del país. Lo grave de esto es que viola inclusive el artículo 6 de la Constitución, porque esto no puede hacerse, salvo en muy excepcionales casos. Lo que señalo el periodista Horacio Verbitsky lo ha descrito en su página El Cohete a la Luna, donde hace un estudio acertado sobre este fenómeno del dinero que entra y que sale. Ahí tú dices que está bien endeudarse, pero una cosa es hacerlo para crear una central nuclear o alguna infraestructura relevante y otra para mantener este mecanismo».

Antes de concluir, Vilas nos convidó a esforzarnos por ver que las cosas a veces van en una dirección distinta a la que nosotros creemos, a que registremos con la mayor objetividad posible la realidad y ser capaces de «reconocerla». En este sentido, confirma que en Argentina «andamos por el 31% de inflación, una hiperinflación que afecta a los sectores medios -que contempla a la clase trabajadora-, quienes producto de las reformas de los últimos 12 años mejoraron considerablemente su calidad de vida. Pero, actualmente los pobres sufren más la inflación por el precio de los alimentos y los servicios básicos, los servicios públicos se han encarecido muchísimo y esa alza aparentemente descontrolada de los precios, va de la mano de una recesión económica significativa que se expresa, entre otras cosas, con la masividad de los despidos ocurridos en el sector privado, quienes experimentan las políticas desastrosas del Gobierno, la devaluación abrupta, el alza de las tasas de interés a un 40%, las importaciones que se cotizan en dólares y que casi triplicaron su valor en los últimos dos años».

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