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La identidad colectiva de «La Otra Campaña» y las seis preguntas

Fuentes: Rebelión

INTRODUCCIÓN   «El que La Otra arranque con un oído es una de sus definiciones más novedosas, creativas, imaginativas y subversivas, aún dentro de la misma tradición de la izquierda mundial». Subcomandante Insurgente Marcos, en la «Mesa Redonda en la UAM-Xochimilco» del 28 de junio de 2006. Para definir los rasgos principales de su identidad […]

INTRODUCCIÓN

 

«El que La Otra arranque con un oído es una de sus definiciones más novedosas,

creativas, imaginativas y subversivas, aún dentro de la misma tradición de la izquierda mundial».

Subcomandante Insurgente Marcos,

en la «Mesa Redonda en la UAM-Xochimilco» del 28 de junio de 2006.

Para definir los rasgos principales de su identidad colectiva, La Otra Campaña nos convoca a todos sus miembros adherentes a la respuesta de seis preguntas fundamentales. Seis preguntas importantes que, como simple punto de partida para reflexionar en torno de los rasgos esenciales de esta identidad específica de La Otra Campaña, nos convocan a todos para tratar de decidir el rumbo particular que debemos proseguir en los próximos meses y años inmediatos por venir.

Entonces, ¿desde dónde, y a partir de qué elementos, podemos responder a estas seis preguntas? En nuestra opinión, y siguiendo en este punto las lecciones principales tanto de la historiografía crítica, como de las ciencias sociales críticas de los últimos ciento cincuenta años, pensamos que debemos responder a estas seis preguntas, tanto a partir de un diagnóstico crítico del presente, como de las más importantes tradiciones y herencias del pasado, pero al mismo tiempo, vinculando ambos hacia el horizonte de los posibles futuros que, como Otra Campaña, deseamos colectivamente construir. Con lo cual, seremos fieles no sólo a estas tradiciones del pensamiento social crítico ya referidas, sino también a las lecciones del propio movimiento neozapatista, que insertándose claramente de modo fundamental, e interviniendo de manera explícita, en nuestro más actual presente, han reivindicado siempre también la importancia de la memoria, de la tradición y del pasado, dentro de sus propias luchas actuales, al mismo tiempo en que afirman la importancia del horizonte y de la perspectiva de la construcción del mañana, como un elemento de aliento y de fermento de estos mismos combates contemporáneos.

Entonces, y para seguir este canon ya clásico, de tratar de responder a estas preguntas desde el presente, desde el pasado y desde el futuro, consideramos que es importante entender, en primer lugar, nuestro más actual presente, es decir, la caracterización fundamental y más general que define a la coyuntura actual mexicana, latinoamericana y planetaria, coyuntura esencial en la que hemos estado viviendo durante los últimos treinta o treinta y cinco años. Una coyuntura que, como lo ha explicado reiteradamente Immanuel Wallerstein, se caracteriza por ser la de la etapa de la crisis terminal del capitalismo mundial. Porque si no entendemos que la etapa que estamos atravesando ahora es la de la fase final de la existencia o vida histórica de este sistema mundial capitalista, que comenzó hace aproximadamente cinco siglos, no entenderemos adecuadamente, ni el carácter que presentan ahora los movimientos sociales anticapitalistas o antisistémicos contemporáneos -entre los cuales destaca, sin duda, el importante movimiento mexicano de La Otra Campaña-, ni tampoco las tareas urgentes que esta misma coyuntura de crisis terminal del capitalismo plantea e implica para todos los que hoy peleamos por un otro mundo todavía posible.

Porque asumir que estamos viviendo ahora la crisis terminal del capitalismo, no significa para nada derivar la conclusión tranquilizadora y absurda de que deberíamos sentarnos con paciencia a ver pasar el cadáver de nuestro enemigo capitalista, sino muy por el contrario, implica asumir el hecho de que el caos social que se vive en México, en América Latina, y en el mundo entero, es un caos cada vez mayor y cada vez más agudo, que seguirá creciendo y complicándose con cada día que pase, y que en sus diversas manifestaciones destructivas cada vez más apabullantes y peligrosas, conlleva el riesgo de arrastrarnos a todos los seres humanos, a la humanidad entera, en un hundimiento colosal y catastrófico de grandes dimensiones.

Porque es claro que esta crisis terminal de la civilización capitalista, se manifiesta lo mismo en el evidente colapso de toda una serie de referentes y de estructuras que hasta hace apenas unos pocos lustros nos parecían sólidas y estables, que en una violencia desatada que el cuerpo social exuda por todos sus poros, pero también, en la caducidad de muchos paradigmas, valores y patrones de conducta, que hace apenas unas cuantas décadas nos parecían todavía legítimos e incuestionables, lo mismo que en la desestructuración de todo tipo de relaciones y de vínculos sociales específicos.

Pues es esta crisis terminal del capitalismo la que se encuentra en la base de la absoluta crisis global de las estructuras de la política y de lo político modernos, de esta clara «muerte de la política» que ahora mismo presenciamos frente a nosotros. Pero también en la base de la crisis de las estructuras nacionales, o de otra parte, de la puesta en cuestión de todas las estructuras de los saberes hoy dominantes, de la crisis de todo tipo de valores y del renacimiento de un individualismo feroz y desenfrenado, junto a la crisis económica y el florecimiento exuberante de todo tipo de economías paralelas, subterráneas o informales, de la crisis ecológica y ambiental cada vez más grave que ahora presenciamos, del proceso en el cual se hacen y deshacen las naciones y los mapas nacionales a un ritmo acelerado, de la intensa y cada vez más desenfrenada movilidad social de los individuos, que difumina las fronteras de las clases sociales y de los grupos sociales de todo orden, así como de la crisis cultural que ahora vivimos, en todas sus distintas manifestaciones.

Pero entender entonces todo este cúmulo de manifestaciones de esta crisis terminal del capitalismo, no implica para nada asumir una actitud de pasividad o de consuelo, en el sentido de que el capitalismo habrá de derrumbarse de cualquier manera, sino precisamente la conclusión contraria, la de la urgente necesidad de empezar a reconstruir, aquí y ahora, una alternativa inteligente y concreta a este caos cada vez mayor que expresa dicha crisis terminal del capitalismo. Es decir, asumir en primer lugar que el futuro no está para nada asegurado, y que por ende el resultado de este colapso terminal del capitalismo bien podría ser una sociedad todavía peor que la actual sociedad capitalista, si es que esto puede ser imaginado. Pero en segundo lugar, la idea también de que si nosotros no empezamos, aquí y ahora, a construir las alternativas concretas y particulares de solución frente a esta galopante crisis terminal del capitalismo, dicho colapso de un sistema social histórico, podría ser no sólo el fin del capitalismo, sino también el fin mismo del género humano. O en otra vertiente posible, el fin del capitalismo, y la entrada en una nueva barbarie apoyada en términos materiales en un cierto conjunto de sofisticadas tecnologías, pero que en términos sociales podría ser una sociedad y una civilización todavía más atrasada y más regresiva que algunas de las que la humanidad pudo haber conocido en sus etapas anteriores de desarrollo histórico.

Considerar entonces que esta crisis terminal del capitalismo es el hilo articulador de todos los procesos sociales esenciales que ahora presenciamos, implica entonces, en primer lugar, trabajar arduamente para que dicha crisis terminal se acelere y termine lo más pronto posible, terminando a su vez con el sistema social capitalista. Y ello, con el menor costo posible en términos de destrucción de vidas humanas y de ciertas estructuras y realidades sociales creadas por los mismos hombres. Y en segundo lugar, que esta muerte del capitalismo tenga la salida más feliz posible, es decir, la de la reconstrucción de una nueva sociedad y un nuevo mundo, en donde no existan ya la explotación, el despotismo, la desigualdad, el despojo, y la discriminación en todas sus múltiples formas.

De otra parte, es necesario responder también a estas seis preguntas a partir del pasado, es decir, de la experiencia acumulada por los movimientos sociales y por sus distintas luchas desplegadas a lo largo de décadas e incluso de siglos. Y aquí, tomando muy en cuenta la importantísima cesura que significa la revolución cultural mundial de 1968, la que marca precisamente un parteaguas fundamental en la historia de estos movimientos sociales, y en el itinerario general de las distintas luchas anticapitalistas a nivel planetario. Una cesura o ruptura fundamental, que modifica no solamente el papel que pueden jugar las distintas clases y grupos subalternos dentro de los actuales procesos de transformación social, sino también la configuración misma de ciertos actores sociales, el carácter de los nuevos movimientos sociales, las perspectivas de las distintas izquierdas, así como el espectro y el carácter de los nuevos grupos y actores políticos.

Porque es muy claro que después de 1968 el sujeto revolucionario se pluraliza, dejando de estar constituido solamente por una clase social, la clase obrera, y eventualmente por algunas otras clases o sectores que funcionan como aliados subordinados de ese sujeto central obrero, para convertirse en un vasto abanico en el que confluyen ahora, en condiciones de igualdad, toda una serie de nuevos actores, sujetos, grupos, sectores y clases sociales del más diverso orden.

Ya que es claro que después de 1968 surgen nuevos actores sociales antisistémicos, los que durante los últimos seis o siete lustros transcurridos, se han ido convirtiendo en otros tantos elementos constitutivos de ese nuevo sujeto revolucionario ahora enormemente plural, incorporando, junto a la clase obrera y a su eventual ‘aliada’ que era la clase de los campesinos pobres, también a los nuevos sectores que conforman la base de los movimientos estudiantiles, o de las mujeres, o de los indígenas, o urbano-populares, o ecologistas, o pacifistas, o de los homosexuales, o de los presos políticos, o de toda una larga lista de los nuevos grupos y los nuevos actores sociales que irrumpen en el escenario del combate anticapitalista, después de esa fecha emblemática e importante de 1968.

Y a tono con estos cambios, también es claro que las demandas y los distintos frentes de lucha van a multiplicarse extraordinariamente después de 1968, incorporando, otra vez junto a las viejas demandas que eran fundamentalmente de orden económico, o en otro caso de orden político, nuevas demandas que serán ahora de orden mucho mas social y diverso, o de orden cultural, o que tienen que ver con la identidad de ciertos grupos, o con los derechos específicos de un sector, lo mismo que demandas novedosas que justamente cuestionan la exclusión de ciertos sectores o grupos subalternos, dentro de un vasto abanico de también nuevas luchas y reclamos que ahora cubren y abarcan a todos los niveles de la economía, de la sociedad, de la política y de la cultura de las sociedades capitalistas actuales.

También, y en un tercer nivel, hace falta tratar de responder estas seis preguntas fundamentales desde nuestros principales horizontes de los posibles futuros que deseamos construir, y que necesariamente se vinculan a los distintos objetivos, generales e inmediatos, que se plantea el digno movimiento de La Otra Campaña, y con ella, muchos otros movimientos antisistémicos y anticapitalistas a todo lo largo y ancho del planeta. Por ejemplo, el objetivo general de ayudar a crear otro mundo posible, es decir, de acabar de destruir al capitalismo mundial en todas sus expresiones, y comenzar a gestar otro mundo igualitario, democrático, libre, justo, sin explotación, ni discriminación, ni desigualdad, ni despotismo o despojo de ningún tipo, es decir, desde ese horizonte de esperanza específico que ha alimentado, a lo largo de los últimos dos siglos y hasta el presente, a todo ese conjunto de luchas anticapitalistas que recorre la historia de la humanidad después de la Revolución Francesa y hasta el día de hoy.

Así, responder a estas seis preguntas implica, en nuestra opinión, mirar muy amplio en el espacio y muy largo dentro de la historia, asumiendo este diagnóstico específico de la etapa presente que vive el capitalismo mundial, al mismo tiempo que recuperamos las tradiciones fundamentales que el pasado cercano, pero también los pasados medianos y lejanos nos heredan, y todo esto dentro del horizonte particular de los futuros concretos hacia los que queremos avanzar, con este vasto y digno movimiento, en primera instancia nacional y después planetario, que es hoy el importante movimiento de La Otra Campaña.

LAS SEIS PREGUNTAS.

¿Cómo respondemos entonces a las seis preguntas, desde este triple eje recién enunciado? Revisemos la posible respuesta que, desde estos horizontes de la visión global de los problemas, aunada a la perspectiva de la larga duración histórica, y combinada con el punto de vista genuinamente crítico, es posible avanzar respecto de cada una de ellas.

PRIMERA PREGUNTA. Las características fundamentales de La Otra (su identidad colectiva).

En nuestra opinión La Otra Campaña debe ser concebida, sobre todo, como una red plural de sujetos sociales de abajo, anticapitalistas, de izquierda y revolucionarios. Expliquemos lo que implica cada uno de los elementos de esta definición sumaria.

La Otra Campaña es, en primer lugar, una red plural de sujetos sociales diversos. Es decir, que no se trata del movimiento de una sola clase (por ejemplo, la clase obrera) o de un solo grupo social (por ejemplo, los estudiantes), o de un sector social particular (por ejemplo, las mujeres), o de un actor social específico (por ejemplo, los indígenas), sino más bien de un movimiento amplio, diverso y plural, de múltiples sujetos sociales coordinados y unidos en torno de la lucha en contra de un enemigo común (el capitalismo), y en pos de un objetivo general también compartido por todos (crear un mundo no capitalista, en donde quepan muchos mundos).

Se trata, además, de una red plural de sujetos sociales de abajo, es decir, de todas las clases, grupos, sectores y actores subalternos, los que por su condición de subalternidad, de estar por debajo de otro en condición de inferioridad y a partir de una relación de jerarquía social cualquiera, sufren distintas formas de explotación (obreros, campesinos), avasallamiento (ciudadanos de a pie), desigualdad (mujeres, jóvenes), o discriminación (indígenas, ancianos, homosexuales). La Otra Campaña lucha en contra de todas estas formas de opresión, dominación, explotación, despojo y discriminación, y por un mundo nuevo donde no tengan cabida ninguna de ellas.

Además, La Otra es también una red plural de los de abajo que se afirma claramente como anticapitalista, como radicalmente antisistémica, al haber ya identificado al sistema social capitalista, como la causa central generadora de todos los males principales que hoy padece la humanidad entera. Y sigue siendo muy claro que el sistema capitalista tiene su corazón en el modo de producción capitalista, y por ende en la explotación económica del trabajo asalariado en todas sus formas, razón por la cual las luchas obreras y campesinas siguen siendo fundamentales y vitales para La Otra Campaña. Pero también es claro que el sistema capitalista no es sólo un sistema económico, sino también una sociedad burguesa global, presente igualmente en el plano de lo político, que de lo social y de lo cultural, una sociedad que oprime políticamente, a la vez que reproduce múltiples formas de desigualdad social, y que discrimina culturalmente a múltiples grupos, clases y sectores sociales.

Pero incluso también el capitalismo es, además de esa sociedad burguesa global, todo un proyecto de civilización capitalista, que depreda a la naturaleza y reordena los territorios del planeta bajo el absurdo esquema artificial de los «mapas nacionales», reconfigurado los espacios rurales y de las ciudades en función de su lógica de acumulación y explotación, a la vez que refuncionaliza en su beneficio estructuras previas a su existencia, como las de la familia, el machismo, el patriarcalismo, el racismo, la asignación del rol social de los jóvenes, los niños o los ancianos, lo mismo que los cánones de aquello que es considerado como normal o como patológico, como sano o como enfermo, como correcto o como condenable, como tolerable o inaceptable, y todo esto siempre en función de esa lógica global implacable de la mayor obtención de ganancia y de la mercantilización generalizada de todos los bienes que es la lógica de la reproducción general de esa civilización capitalista.

Frente a esto La Otra Campaña, al declararse anticapitalista y antisistémica, asume entonces el combate necesariamente múltiple y diversificado en todos estos frentes de lucha, económicos, sociales, políticos y culturales, pero también ecológicos, territoriales, familiares, sociales y civilizatorios en su sentido más amplio posible.

Y si La Otra es una red plural de los subalternos, y anticapitalista, ella es también de izquierda y revolucionaria. Lo que quiere decir que una vez identificado el enemigo (la civilización y el sistema social capitalistas), la actitud hacia él no es sólo de oposición y de denuncia, de mera resistencia frente a sus efectos destructores y devastadores, sino también de construcción de una alternativa general al mismo, alternativa que debe comenzar a edificarse aquí y ahora.

Porque junto a la lucha en contra de la explotación capitalista, debe venir la reivindicación práctica, aquí y ahora, de una lógica no mercantil ni de lucro en las relaciones humanas. Y frente a la lógica social de reproducción y hasta enaltecimiento de las desigualdades, la defensa también, aquí y ahora, de relaciones igualitarias, fraternas, y no jerárquicas. Y frente a la vieja política, elitista, corrupta y cada día más degradada, la alternativa práctica de «Otra Política», basada en la moral de la lealtad a los principios y en la simple satisfacción del deber cumplido. Y frente al uso de la cultura como privilegio social discriminante, y como mecanismo de discriminación, la revaloración de las culturas subalternas y de los saberes populares de todo tipo, como culturas y saberes que en su esencia profunda constituyen los fundamentos ineludibles de toda posible construcción cultural.

Y todo esto, encaminado siempre a potenciar la subversión del orden existente, en una genuina postura de izquierda y revolucionaria, que sea capaz de ir afirmando siempre el sentido emancipatorio de las luchas y de las prácticas de oposición, al mismo tiempo que va construyendo, desde hoy y en todo tiempo y espacio posible, los gérmenes de otro mundo no capitalista, de un mundo nuevo y diferente al actual, en ‘donde quepan muchos mundos’.

 

SEGUNDA PREGUNTA. La estructura de La Otra Campaña (cómo nos relacionamos entre nosotros).

La forma de organización de La Otra Campaña debe ser, en nuestra opinión, la de una red, o tal vez una red de redes general, que vincule, coordine, reciba y devuelva permanentemente, y a todos sus miembros, la información, los debates, las consultas, las posiciones, las decisiones y los acuerdos y desacuerdos generados en cualquiera de los puntos de su vasto tejido.

Porque una lección de todos los movimientos sociales posteriores a la emblemática fecha de 1968, ha sido la de superar la vieja verticalidad de las organizaciones de izquierda, con su jerarquía rígida, su piramidalidad, su sustituísmo recurrente, y su concentración del poder, la decisión, el mando y la reflexión en las cúpulas de la organización, o en los líderes de la misma. Ya que lentamente pero de un modo sostenido, las nuevas organizaciones políticas de izquierda que comenzaron a desarrollarse después de la revolución cultural mundial de 1968, fueron superando todos estos rasgos recién enunciados, para constituirse como organizaciones caracterizadas por relaciones más horizontales, menos jerárquicas, más flexibles y más móviles, en donde el sentido fundamental es el de devolver a las bases de la organización el protagonismo fundamental directo, y ello lo mismo en lo que se refiere al acceso a todo tipo de información, como también en cuanto a la reflexión, el debate, y sobre todo la decisión y la asunción directa de los destinos de todo el movimiento.

Una red, muy horizontal, flexible, laxa y abierta, que promueva todo el tiempo la multiplicación de iniciativas nacidas desde las bases, de los de abajo, y que haga residir la responsabilidad esencial del propio movimiento, siempre en el vasto conjunto de todos sus miembros. E incluso y más allá, que tienda a disolver hasta donde sea posible esa vieja relación piramidal entre ‘líderes’ y ‘bases’. Pero que, sin embargo, no impida la unidad de acción cuando esta se requiera, ni la marcha por un solo camino común, ni tampoco la coordinación efectiva de iniciativas, esfuerzos y prácticas diversas. Es decir, el oxymoron de una organización muy horizontal y muy flexible, pero al mismo tiempo muy unida y acompasada, siempre que las circunstancias lo requieran.

En esta lógica, el mecanismo principal de toma de decisiones de La Otra Campaña, pensamos que deberá de ser el de la consulta universal a todos sus miembros. Basada esa consulta, en un previo y muy serio proceso de difusión lo más amplio posible de toda la información disponible, lo mismo que de discusiones, de búsqueda de consensos, y de expresión totalmente irrestricta y abierta de todas las posiciones. Es decir, el mecanismo que hasta ahora se utiliza en las comunidades neozapatistas, y que ha demostrado muchas veces que puede dar muy buenos resultados.

Agregando, tal vez, la lección del Movimiento de los Sin Tierra en Brasil: si una posición goza de un amplio consenso, de una abrumadora mayoría, es asumida por todo el movimiento. Pero si una decisión importante resulta estar muy dividida en cuanto a los grupos que la apoyan, y no logra fácilmente un claro consenso, quizá es mejor, si es que las circunstancias lo permiten, retrasar su definición, dejando decantar las posturas diferentes, y dando más tiempo a la maduración de los distintos puntos de vista y a la reflexión, el análisis y la propia toma de decisión.

Además y en cualquier caso, La Otra Campaña debe tener siempre muy en cuenta las opiniones de las minorías. Pues si su modo de decidir debe ser siempre dialógico, basado en la discusión y en la interlocución con todos los múltiples otros, el oído siempre alerta a los puntos de vista de las diferentes minorías, podrá siempre ser una nueva fuente de alimentación y de enriquecimiento de los puntos de vista definidos como consensuales, o en otro caso como mayoritarios.

 

TERCERA PREGUNTA. La política de alianzas de La Otra Campaña (a quién apoyamos y con quién nos unimos).

La Otra, como red de los de abajo, anticapitalista, de izquierda y revolucionaria, tiene como uno de sus objetivos de corto y de mediano plazo, el de movilizar a la mayoría de las clases, grupos y sectores subalternos de México y luego del mundo, movilización que se estructura a partir del acompañamiento dentro de sus propias luchas, y en la confluencia explícitamente construida hacia los objetivos inmediatos y mediatos antes descritos.

Por lo tanto, La Otra Campaña en México, deberá de apoyar a todo movimiento social que se oriente, claramente, hacia la subversión del orden existente en un sentido anticapitalista y de izquierda. Porque no todas las movilizaciones populares o los movimientos sociales de los subalternos tienen un sentido anticapitalista, de izquierda y revolucionario. Algunos sólo buscan protestar contra una injusticia flagrante (por ejemplo, un enorme fraude electoral) o defender un derecho o una conquista antes adquirida (como el derecho a la pensión y a la jubilación, o la propiedad estatal de la industria, por ejemplo, eléctrica). Entonces, si La Otra Campaña decide apoyar estas luchas, debería hacerlo para mostrarles a ellas el horizonte anticapitalista al que ellas podrían y deberían apuntar, y la orientación de izquierda que podrían eventualmente llegar a tener, junto al sentido emancipatorio y radical que podrían también adquirir.

En cambio, existen otras luchas o movimientos que se orientan claramente y desde el principio en un sentido de izquierda y anticapitalista, al promover, por ejemplo, la autorganización del pueblo y la reconquista radical de su protagonismo histórico (como en el caso actual de la APPO), o al negarse radicalmente a aceptar la lógica capitalista de uso, depredación y venta de la tierra, y reivindicar frente a ella la lógica social y comunitaria profunda de los pueblos (como el FPDT de Atenco).

La Otra debe entonces, en México, apoyar a todos los movimientos sociales de los subalternos que sean de izquierda y anticapitalistas. Y podría, según las circunstancias concretas y cambiantes, acercarse o vincularse a otros movimientos populares, precisamente para tratar de mostrarles el horizonte anticapitalista del que ellos carecen, o al que aún no han llegado, y al que en otras condiciones o en otro momento podrían eventualmente dirigirse.

Y lo mismo en el plano latinoamericano e internacional. Pues La Otra Campaña, que mira siempre abajo y a la izquierda, debe estar con el Movimiento de los Sin Tierra de Brasil y con los sectores más radicales de los piqueteros argentinos, lo mismo que con los grupos más avanzados de la CONAIE, y con las comunidades indígenas bolivianas más de izquierda. Y puede entonces mirar con simpatía y apoyar a los grupos y a las clases subalternas venezolanas en muchas de sus actuales iniciativas populares, y también a ciertos procesos de la llamada revolución bolivariana, sin dejar de criticar los evidentes límites e inconsecuencias de Hugo Chávez, apoyando también a las clases subalternas de Bolivia, mientras mantiene, no obstante, una clara distancia crítica respecto de la tibia y oscilante actuación de Evo Morales.

Es decir que La Otra Campaña debe apoyar a los de abajo que están a la izquierda y que son anticapitalistas, mucho más que a los líderes políticos o a los presidentes, o a ciertos dirigentes que pretenden representar y acaudillar a esos subalternos latinoamericanos.

Y a nivel mundial, La Otra Campaña podría quizá apoyar la iniciativa global de los Foros Sociales Mundiales, pero siendo siempre consciente de que allí confluyen actores y grupos anticapitalistas y de izquierda, con otros que son claramente procapitalistas y sólo moderadamente progresistas. Así, impulsando a los primeros, La Otra Campaña podría proponer muchas salidas nuevas, inteligentes y creativas, al claro impasse que desde hace ya varios años vive ese Foro Social Mundial, y a su evidente parálisis práctica, propositiva y en el plano de las acciones concretas.

 

CUARTA PREGUNTA. El lugar de las diferencias (dónde estamos).

La Otra Campaña debería ser, en nuestra opinión y tal como hemos ido desarrollando, esa red plural de sujetos subalternos, anticapitalistas, revolucionarios y de izquierda. Entonces y dada la pluralidad de su composición, es lógico que haya diferencias internas en su seno. Pero el límite de esas diferencias, que distingue a los que son parte de La Otra Campaña de los que no lo son, y que hace distinta a una diferencia fraterna entre compañeros de una disputa de posturas entre los que pertenecen a La Otra y los que no, es justamente esa condición de defender ambos, o de no defender, un punto de vista de los de abajo, y anticapitalista, y revolucionario y de izquierda.

Porque son muchas las luchas particulares y diversas que confluyen en la Otra, tantas como actores y sujetos subalternos existen hoy en el capitalismo. Y así, hay luchas feministas, y estudiantiles, y urbano-populares, como hay también demandas indígenas, obreras o de los jóvenes, junto a combates campesinos y de los homosexuales, y de los presos políticos, entre muchos otros.

Pero es claro que cualquiera de estas luchas particulares puede ser cooptada y anulada por el sistema capitalista. Pero también, cualquiera puede potenciarse y radicalizarse para adquirir un sentido genuinamente antisistémico, y radicalmente transformador de la situación social hoy imperante.

Por ello, La Otra Campaña debe cuidar entonces dos cosas: primero, que ninguna lucha quiera promoverse sobre las otras y marginarlas a segundo plano, pues todas tienen su importancia específica y todas son igualmente vigentes y cruciales en estas circunstancias inmediatas. Y segundo, la Otra debe siempre remarcar el sentido radical y emancipatorio de cada lucha particular, orientándola hacia la confrontación en contra del sistema capitalista, y en pos de un nuevo mundo que ya ha comenzado a existir aquí y ahora.

Y este es, desde nuestro punto de vista, el límite que distingue a una diferencia fraterna de una clara posición divergente. Quien quiera defender el feminismo en abstracto o la autonomía indígena en sí misma, no es igual a aquella que quiere darle un contenido genuina y radicalmente anticapitalista a la lucha de las mujeres, o a aquél que desea promover dicha autonomía indígena en el sentido del autogobierno popular indígena y de la reconstrucción de otro orden social en donde la cultura, la identidad y la cosmovisión indígenas pueden dialogar y convivir libremente con otras culturas, identidades y cosmovisiones, dentro de un mundo realmente libre en donde caben muchos mundos, sin exclusiones, jerarquías, opresiones, explotaciones o discriminaciones de ningún tipo.

De manera muy clara, La Otra Campaña incluye a los segundos casos mencionados pero no a los primeros.

QUINTA PREGUNTA. Quiénes están convocados y quiénes no. (Quién es compañero y quién no).

Como red de los de abajo antisistémicos, La Otra Campaña convoca en principio a todos los sujetos subalternos que están en contra, y que quieren luchar en contra, del sistema social y del proyecto civilizatorio del capitalismo, en todas sus múltiples expresiones. Por lo tanto, están convocados los obreros, los campesinos, las mujeres, los jóvenes, niños y ancianos, los indígenas, los presos políticos, los homosexuales, los estudiantes, los pobres, los discriminados, los humillados, los ofendidos, los olvidados y los marginados de todo tipo.

En cambio, no están convocados y no son compañeros nuestros los ricos, los dueños del dinero y de las fábricas y empresas, los políticos, los poderosos, los patriarcales y machistas, los que discriminan a viejos, a niños y a jóvenes, los homofóbicos, los explotadores, los racistas, los autoritarios, los intelectuales al servicio del poder, los intelectuales mercenarios, los conservadores, los reaccionarios, y todos los que se beneficien injustamente del trabajo y del esfuerzo de los otros.

O sea que las líneas de quien está convocado y quien no, y quien puede ser nuestro compañero y quien no puede serlo, pasan otra vez por las líneas que dividen a los hegemónicos de los subalternos, a los procapitalistas de los antisistémicos, a la derecha de la verdadera izquierda radical, a los reformistas de los revolucionarios. Pero también a los ricos de los pobres, a los políticos de los ciudadanos comunes y corrientes, a los autoritarios de los libertarios, y a los defensores del statu quo frente a los subversivos de todo tipo, entre otros.

SEXTA PREGUNTA. Las tareas comunes a todos los adherentes (además de las que cada quien tiene según su lucha).

En nuestra opinión, las tareas inmediatas que La Otra Campaña debe de abordar ahora son fundamentalmente tres:

1) Hacer un balance crítico del recorrido de la Comisión Sexta durante el año de 2006. Es decir que en cada lugar, y en cada espacio de la Otra debe hacerse un balance de lo que significó la visita y el paso de la Comisión Sexta por su localidad, comunidad y Estado. ¿Qué problemas afloraron como los principales en las reuniones de los adherentes de La Otra Campaña? ¿A qué fuerzas sociales, qué movimientos, qué individuos y qué sectores convocó esa Comisión Sexta en ese lugar? ¿Y qué impacto tuvo la visita del Delegado Zero y la Comisión Sexta en ese ámbito local, y luego regional, y también estatal? Y por lo tanto, ¿con qué fuerzas, apoyos y estructuras se cuenta hacia el futuro cercano, para las inmediatas acciones por venir? ¿Y cuál es el grado de desarrollo de los problemas y también de las contradicciones principales en ese espacio, en esa localidad, en esa comunidad y en ese Estado específicos?

De estos balances locales, regionales, estatales, unidos al balance global que deberá elaborar la propia Comisión Sexta, deberá salir un balance general o radiografía más concreta de cómo, dónde y cuánto ha podido implantarse y desarrollarse ya La Otra Campaña a todo lo largo y ancho del país. Es decir, con qué fuerzas contamos por el momento, y cuál es el grado de desarrollo de los problemas y de las contradicciones principales en nuestra patria.

2) Prolongando y completando esos balances múltiples, sería también de desear que se elaboraran diagnósticos críticos de cada localidad, región y Estado, en donde se identifiquen los problemas sociales principales que no hayan aflorado en las anteriores reuniones de los adherentes y con la Comisión Sexta. Y también tratar de especificar los grupos, sectores, actores y clases sociales que existen en esa localidad, Estado o región, y cuáles son sus diversas posturas hacia esos problemas fundamentales, cuál es el grado y las formas de la protesta social y de las luchas y movimientos que, en el pasado lejano, pero también y sobre todo en el pasado reciente y en la actualidad, han suscitado esos problemas. Y por último, cuáles son los vínculos entre todos esos problemas y esas protestas, esas luchas, y esos movimientos sociales. Lo que significa tratar de completar el balance de lo que ya ha sido reconocido como problemas centrales del país, con una suerte de fotografía más actualizada y mucho más precisa y completa de esos problemas cruciales, y también de las diversas reacciones de cada una de las clases y grupos, tanto subalternos como hegemónicos, frente a dichos problemas. Con lo cual, tal vez debemos tratar de avanzar hacia lo que en algún momento del pasado se llamaba el «análisis de la realidad nacional», pero ahora centrándolo y recortándolo en torno de la ‘agenda de los grandes problemas’, nacionales, estatales, regionales y locales, y en torno de las experiencias de lucha y de transformación de los distintos sujetos subalternos, respecto de esos problemas de dicha agenda.

3) Apoyados en esos balances y en estos diagnósticos, deberemos entonces comenzar a establecer, entre todos, el Programa Nacional de Lucha, que definirá los grandes ejes comunes en los que coinciden todos los movimientos y todas las luchas locales, regionales y estatales, a la vez que las grandes demandas colectivas de esa red plural de los de abajo, anticapitalista, de izquierda y revolucionaria que es La Otra Campaña, es decir, la dignidad rebelde de México, el corazón cada vez más vivo e insurrecto de nuestra querida patria.

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