Cuando todo un «proyecto nacional» depende de la decisión de una persona, es un signo de debilidad y no de fortaleza. ¿Qué otra alternativa tiene el entramado de la variopinta coalición oficialista más que rogar por la reelección de CFK? Desde intendentes derechistas como Mario Ishi y gobernadores sojeros como Gildo Insfrán hasta «progres» colgados […]
Cuando todo un «proyecto nacional» depende de la decisión de una persona, es un signo de debilidad y no de fortaleza. ¿Qué otra alternativa tiene el entramado de la variopinta coalición oficialista más que rogar por la reelección de CFK? Desde intendentes derechistas como Mario Ishi y gobernadores sojeros como Gildo Insfrán hasta «progres» colgados del pejotismo bonaerense como Martín Sabbattella. Desde los intelectuales K de Carta Abierta hasta el ejército de burócratas y matones sindicales de la CGT. Saben que en el segundo mandato se desatarán entre sí disputas políticas de fracciones más abiertamente, y justamente por ello, todos necesitan de su arbitraje para alcanzar la orilla del próximo gobierno bajo el amparo de la presidenta. Del acto de anuncio con la corte de aplaudidores trasmitido por cadena nacional fueron convenientemente excluidos tanto Hugo Moyano como Hebe de Bonafini (recuérdese que a ambos les había sido permitido llegar hasta el féretro de Néstor Kirchner cuando miles le gritaron, como ahora recordó CFK, «fuerza Cristina»). Luego del escándalo Schocklender que afectó su flanco izquierdo, el gobierno necesitaba retomar la iniciativa. El anuncio de la reelección viene a jugar ese rol de postular que, con corrupción y todo, el oficialismo es el «mal menor» ante las alternativas de la oposición patronal.
¿Y que deja al descubierto el anuncio de la reelección del lado de esa oposición política y mediática? Cuando la «gran noticia de tapa» de todos los diarios es la cantada decisión de la presidenta, finalmente anunciada, significa que es el gobierno el que marca los tiempos del régimen político y mantiene las riendas entre los de arriba. Ni el pacto radical-empresarial entre Alfonsín y De Narváez, ni ninguna de las dos variantes de la dividida centroizquierda sojera, la de Binner o la de Solanas, son capaces de diputar la preeminencia del Frente para la Victoria hacia las presidenciales de octubre. Si no mete la cola la catástrofe económica (que golpea a los países centrales pero, por los altos precios internacionales para la exportación de materias primas, beneficia coyunturalmente a los gobiernos de Latinoamérica) el oficialismo debería tener asegurado el triunfo de la reelección en la primera vuelta.
La apuesta oficial se basa en que la psicología de las grandes masas tendería a sostener la continuidad conservadora de los gobiernos que administran la actual estabilidad de la economía. Así se vio, por ejemplo, en las recientes elecciones provinciales en Neuquén con la reelección de Sapag con el 46% de los votos, a pesar de una tenaz resistencia de trabajadores estatales y docentes contra el retraso salarial. Pero el conservadurismo no es un resultado directo y mecánico de las variables económicas ni un mal achacable a las masas. Excluyendo al conformismo típico de las clases medias y sectores de salarios altos que viven bien, la aceptación del «mal menor» de parte de la clase trabajadora está, también y fundamentalmente, determinada por la imposibilidad de ir por más en sus demandas de salarios y condiciones de vida más apremiantes. Es causa de las direcciones del movimiento obrero que, como la CGT, clausuraron desde los gobiernos pos 2001 la posibilidad de una lucha unificada, de dar peleas superiores, y por ende son obligadas a aceptar el «nunca menos» oficial, resignándose a que tampoco se puede, por ahora, ir por más.
¿No sería un factor determinante en la conciencia política de millones si la dirección de la CTERA y la CTA en lugar de dejar aislada la histórica huelga de dos meses de los docentes de Santa Cruz encabezaran una elemental medida de solidaridad unificando un reclamo nacional? La resultante de la inacción de las direcciones sindicales enfeudadas al Estado capitalista, solo puede arrojar resultados conservadores. Hasta la deslucida gestión de Macri, refugiado en la Capital, aprovecha este handicap que tiene la clase dominante con la colaboración de la burocracia sindical, y se anima al «juntos venimos bien» como lema de campaña, a sabiendas que no son precisamente las expectativas de cambios las que priman sino de resignación. Es significativo que, a pesar de la alta ponderación popular de CFK que empuja a Filmus para dar pelea en una segunda vuelta en las elecciones porteñas, Macri tenga la posibilidad de derrotar al candidato de Cristina en la capital de país (según las mismas encuestas que, a su vez, ubican a CFK con el 50% de imagen positiva en la CABA).
En las actuales condiciones, la campaña electoral del Frente de Izquierda y de los Trabajadores, y las tareas que cotidianamente encaran miles de militantes revolucionarios en los lugares de trabajo y estudio, cumple un rol preparatorio imprescindible. La fuerte lucha dirigida las dos últimas semanas por la comisión interna de Kraft, en la que el PTS tiene un rol dirigente, muestra que las multinacionales se plantan con mayor dureza ante los reclamos, entendiendo que lo que viene con Cristina 2011 serán menores concesiones. Pero también, como mostramos en estas páginas, que crece el odio antipatronal en los sectores mas bajos de la clase obrera, en especial de las mujeres trabajadores que volvieron a encabezar una verdadera rebelión de fábrica. En el mismo sentido, en la zona norte del conurbano nuestros compañeros de la gráfica Donnelley, junto a los delegados clasistas que impulsan el periódico Nuestra Lucha, vienen de obtener una serie de triunfos, primero echando atrás los despidos que la patronal lanzó para poner a la defensiva los reclamos ante las paritarias, luego obteniendo un 38% de aumento (7 puntos por encima de lo acordado por la burocracia del gremio) y logrando la efectivización de todos los contratados después de tres meses de empleo.
Son síntomas de lo que viene. Estas batallas no son generalizadas porque la clase trabajadora no puede luchar fábrica por fábrica, una vez que Hugo Moyano que se jacta de tener «el sindicato más poderoso del país» pactó con las patronales un 24 % de aumento como acuerdo testigo para todo movimiento obrero. Pero aún en la actual situación, donde la economía no obliga a las patronales a un ataque en regla, estos ejemplos de disposición de lucha de nuestra clase obrera muestran lo que vendrá ante el endurecimiento de la clase empresaria. Cristina ha instruido al ministro Boudou con la orden de no tocar una sola variable de la economía hasta tanto pasen las elecciones. Pretenden hacer creer que «la foto» de la situación actual será la imagen congelada en el futuro. Mienten porque saben que deberán hacer, después, «ajustes al modelo» que se sostiene con inflación (y una relativa «recuperación salarial» que siempre corre de atrás, como garantiza la CGT) y un creciente e insostenible nivel de subsidios a los empresarios. Ni hablar si la crisis capitalista golpea de lleno.
Pero no esperamos pasivamente «la crisis que vendrá» como quien espera un Mesías, ni creemos que anunciando su llegada los trabajadores confluirán espontáneamente con nuestro programa en el futuro porque «teníamos razón». Nos abocamos de lleno en las batallas del presente a forjar sectores concientes y militantes de la clase trabajadora. Buscamos elevar esas luchas duras al terreno de la expresión política, como venimos de hacer en la campaña electoral de Neuquén encabezada por los dirigentes de Zanon bajo control obrero en el Frente de Izquierda y que debemos multiplicar en todas las ciudades, provincias y regiones del país. En primer lugar tenemos que redoblar esfuerzos en la batalla política en la Capital, donde Pino Solanas se desinfla como alternativa ante Macri y los K. Utilizamos la campaña electoral para abrir ampliamente el diálogo mediante la agitación política para sembrar las ideas de la independencia de clase, propagandizamos una perspectiva revolucionaria y trabajamos en la organización de nuevas fuerzas militantes para la estrategia de vencer.