La catastrófica derrota electoral del 27 de octubre por parte del partido del gobierno Frente Para la Victoria (FPV), no fue una sorpresa para nadie que viva en la Argentina; solamente fue sorprendente el resultado en la provincia más habitada del país (Buenos Aires) donde el partido «Frente Renovador» del candidato Sergio Massa, ex jefe […]
La catastrófica derrota electoral del 27 de octubre por parte del partido del gobierno Frente Para la Victoria (FPV), no fue una sorpresa para nadie que viva en la Argentina; solamente fue sorprendente el resultado en la provincia más habitada del país (Buenos Aires) donde el partido «Frente Renovador» del candidato Sergio Massa, ex jefe de gobierno de la presidenta Cristina Kirchner y ex Director de la Ansess, lograra un aplastante triunfo en casi todo el distrito.
Así, los medios de comunicación privados, principal partido opositor, lograron convencer e inducir a buena parte de la población a votar en contra de los candidatos del gobierno, sin razones poderosas aparentes, pues son los mismos medios de comunicación quienes instalan en la agenda de los políticos y en la subjetividad de las personas cuales son los «problemas» y quienes los responsables de ellos, para luego lograr por medio de manipulación psicológica a través de las TICs, imponer a sus candidatos frente a un gobierno que presentó también, profundas debilidades políticas e inconsistencias económicas.
En el tercer aniversario de la partida física de Néstor Kirchner y en plena convalecencia de un derrame subdural crónico de Cristina Fernández, el comando electoral kirchnerista fue el responsable directo de la derrota provincial que junto a un posible sabotaje electoral del gobernador pseudokirchnerista Daniel Scioli y varios intendentes pro-k, definieron la elección en favor de Massa, actual intendente del partido de Tigre.
Las mejoras económicas y sociales instauradas por los tres gobiernos kirchneristas no fueron suficientes para doblegar el poder de fuego mediático y las torpezas de los cuadros dirigenciales K, quienes no están a la altura política, intelectual y gerencial de los cargos que ocupan en los gobiernos nacionales, provinciales o municipales: una conjunción de falta de compromiso e «ineficiencia ideológica» que hace de los espacios políticos ocupados un botín personal donde la militancia se convierte en lucha de poderes donde se es «esclavo o enemigo».
La derrota kirchnerista es la consecuencia lógica de un gobierno procapitalista subdesarrollado que pactando con los poderes y empresas transnacionales (Monsanto, CHEVRON, Barrick Gold, Dupont, Wall Mart, Carrefoure, Movistar, etc) partirá en 2015 hacia la oposición, dejando a buena parte de la población que dijo defender a merced del pos-neoliberalismo del siglo XXI y a la militancia k «quemada» sin posibilidad de reconstruir una nueva alternativa inteligente con fuerza suficiente para batallar contra los poderes reales que Néstor combatió desde el principio (con las condiciones objetivas y limitaciones con las que se encontró) pero que Cristina dilapidó rodeada de ineptos alcahuetes y conspiradores financiados por el propio poder económico, eterno ganador de elecciones.