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La insurrección ciudadana española y sus interpretaciones

Fuentes: Rebelión

Mateo 24:22-24 22 Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados. 23 Entonces, si alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo, o mirad, allí está, no lo creáis. 24 Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y […]

Mateo 24:22-24

22 Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados.

23 Entonces, si alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo, o mirad, allí está, no lo creáis.

24 Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos.

Cuidado: Un sector de la derecha extrema se ha puesto a difundir mensajes confusionistas a propósito de los acontecimientos sucesivos al 15 de mayo. Gabriel Albiac y Agapito Maestre afirman apoyar el movimiento del 15 de mayo desmarcándose así de la posición mayoritaria en las publicaciones donde ellos escriben y que consiste, como se sabe, en exigir que la fuerza pública ponga fin a esa intolerable perturbación de la democracia capitalista que consiste en que «el pueblo influya en el voto». No se trata pues, según esta tendencia mayoritaria de la derecha española, de que el propio voto sea «responsable». «La petición del voto responsable», según afirma el inenarrable auto del magistrado presidente de la Junta Electoral Central «puede afectar a la campaña electoral y a la libertad del derecho de los ciudadanos al ejercicio del voto» . Esto supone que lo que orienta correctamente este voto es la propaganda electoral y la demagogia de los partidos mayoritarios, no el debate público. Como afirma Esperanza Aguirre, donde tiene que expresarse la ciudadanía es sólo en las urnas tras haberse formado una opinión a través de campañas publicitarias que excluyen cualquier debate. (Con esto, por cierto, coincide un importante sector de la izquierda institucional, aunque otro sector con singular cinismo se afirma dispuesto a «escuchar» a los movimientos.)

Albiac y Maestre intentan incluso superar por la izquierda al movimiento. Seducen como anticristos de pacotilla. Dan incluso ganas de difundir sus articulos con un «me gusta» por las redes sociales. Esto podría resultar extraño tratándose de textos destinados a medios tales como ABC, Libertad Digital o El Comentario, pero no lo es tanto si tenemos en cuenta el conjunto de la producción de estos individuos. No es que haya habido una súbita conversión al anticapitalismo por parte de estos paladines de la derecha más agresiva; lo que hay es estrategia, una estrategia bastante clásica que emula la conducta de Stalin en los años 30, quien, como se sabe, superó por la izquierda a ltoda la vanguardia bolchevique para después machacarla. Una estrategia mucho más inteligente que la de la línea mayoritaria de la derecha, pero en nada incompatible con ella.

Que nadie se haga ilusiones: las afirmaciones de nuestros dos autores son perfectamente coherentes con su apoyo al neoliberalismo y a la barbarie neocolonial en Afganistán, Iraq y Palestina. Su crítica abstracta del Estado no se extiende al Estado español ni al monstruo colonial israelí, para quien Albiac reivindica el derecho a tener una conducta nazi. Tampoco se aplica a la riquísima legislación de excepción de nuestra «democracia antiterrorista». El apoyo de Albiac y Maestre a las concentraciones no les impedirá buscar un motivo para justificar su disolución violenta. Lo ideal, para ellos, es que el desafío de jóvenes y no tan jóvenes se quede en el espacio virtual de las redes y no transcienda demasiado a la calle. Como sostiene Albiac: «EN la red hay otro mundo. No es visible. Pero puede que sea el único vivo.» El propio título del artículo de Albiac, «Antipolítica» ya nos da una indicación de su sentido real. El aparente libertarismo del que hacen gala en estos últimos textos es ideología «libertarian», neoliberalismo en su variante más extremista, enteramente ciego ante lo común del movimiento, ante su carácter constituyente. Digan lo que digan los que intentan robarnos nuestro propio lenguaje, lo que hay en Sol y en las demás plazas españolas no es «antipolítica», sino una política en estado puro que son incapaces de reconocer.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.