Con la agudeza que a veces lo caracteriza, el inefable Jorge Asís comenzó a afirmar que la administración de Mauricio Macri es, en realidad, «el tercer gobierno radical». Toda la novedad introducida por el PRO y Cambiemos que impacta a propios y extraños se pone en cuestión ante las comparaciones históricas y sus bases estructurales. […]
Con la agudeza que a veces lo caracteriza, el inefable Jorge Asís comenzó a afirmar que la administración de Mauricio Macri es, en realidad, «el tercer gobierno radical».
Toda la novedad introducida por el PRO y Cambiemos que impacta a propios y extraños se pone en cuestión ante las comparaciones históricas y sus bases estructurales.
Dice Carlos Pagni en su columna de este jueves: «La derrota del peronismo determinó una nueva configuración de la política».
Más adelante agrega: «Los gobernadores ofrecen el mismo pacto. Gobernabilidad a cambio de autonomía federal. Por eso exigen que la Nación restituya a la masa coparticipable de impuestos el 15% que se deriva a la Anses. Macri aceptó una devolución progresiva en cinco años. Lo que parece un trueque burocrático encierra un problema central de los caudillos peronistas: cómo garantizarse los recursos para enfrentar a los candidatos que apoyará en sus distritos el gobierno nacional el año próximo. Detrás de la discusión sobre el reparto de la plata está el conflicto sobre el reparto de los votos.»
Luego remata: «Macri debe pulsear para que el PJ no logre su máximo objetivo: un país de provincias ricas y gobierno nacional pobre.»
En 1994, Tulio Halperín Donghi escribía lo siguiente sobre el gobierno de Alfonsín: «Pero lo más grave no era que esa táctica ambiciosa no diese los esperados frutos políticos: ella contribuyó más que ningún otro aspecto de la gestión gubernativa al fracaso del Plan Austral, de cuya suerte toda la experiencia radical dependía mucho más de lo que el doctor Alfonsín parecía advertir. En efecto, esa táctica impuso una constante hemorragia de fondos federales, primero para ganar el favor de las administraciones provinciales peronistas, de las que dependía el mantenimiento de un clima favorable en el Senado, y luego para disuadirlas de llevar la oposición hasta extremos inmanejables. Aún en el plano estrictamente político, esa táctica, que sometía al gobierno a una extorsión permanente (así, era un secreto a voces que la benévola neutralidad del poderoso clan Saadi debió ser comprada varias veces, y no sólo con un trato generoso para la provincia de Catamarca que era su feudo), se reveló contraproducente.
Mientras el gobierno federal llevaba adelante un esfuerzo heroico -y por varios motivos sorprendentemente exitoso- por reducir la incidencia del déficit fiscal (y, como se verá enseguida, daba con ello fuerza a la protesta sindical) y esperaba de las administraciones radiales que no lo abrumaran con sus exigencias (con lo que las preparaba mal para las pruebas electorales que se avecinaban, con consecuencias particularmente catastróficas en la decisiva provincia de Buenos Aires, cuya conquista por el radicalismo, que constituyó la mayor sorpresa de 1983, había asegurado entonces el triunfo de Alfonsín), los peronistas usaban los frutos del sacrificio ajeno para ampliar enormemente el personal de sus administraciones provinciales».
Lo de los esfuerzos «heroicos» se debe seguramente a cierta deformación profesional, que busca introducir cierta épica hasta en el más opaco de los hechos históricos.
Luego explica como esta situación fue aprovechada por Menem en detrimento de Angeloz.
Parece que lo tremendamente «nuevo» de la nueva configuración política, tiene mucho de viejo y la verdadera novedad que es más viejo aún.
Y es bueno recordar que ese ensayito de Halperín Donghi fue escrito para explicar «La larga agonía de la Argentina peronista». Por lo tanto, los que están en frente tampoco están, como se dice, «para tirar manteca al techo».
Blog del autor: http://elviolentooficio.blogspot.com/
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.