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La memoria del traje blanco

Fuentes: Rebelión

“La mejor manera de decir es hacer”

José Martí

¿Cómo decirlo? Es complicado ser hijo de una trabajadora del sector salud. Recuerdo muy bien esa sensación de no poder quedarse un poco más a su lado. Era, creo recordar, el lejano 1991, donde veía a mi vieja partir hacia el trabajo. Su rutina de despedida era inconfundible: un poco de música, especialmente Alpasinche que daba un toque bohémico, el perfume que recorría la habitación y con ese movimiento rotativo de mi cabeza buscando como suerte el movimiento rápido de ella que iba de un lugar a otro apresurando su partida y también su mente, sus labios pintados de color rojo que, durante muchos años, reflejaban la asociación de la partida y la identificación que hoy no me tocaría convivir con ella. Su traje blanco, el suéter verde con el logotipo del IMSS, la cofia, la bolsa negra, los besos, bendiciones de la abuela y el “pórtate bien” “te cuidas” “te amo” … Así, sin una estructura definida en mis pensamientos, aunque con un poco de retención y comprensión, sabía que se iba. Trabajaba en el turno de noche, durante 17 años invitando a su cuerpo a resistir el cansancio, las guardias de pesadumbre, las complicaciones derivadas de la propia área de trabajo. Una llamada cuando había llegado al trabajo para saberla bien; rápido, unos minutos y eso contaba para saber que la vieja, había llegado bien, una parte se ponía feliz y la otra, la extrañaba fuertemente. Fueron muchos años de la misma rutina, las mismas despedidas, la misma ritualización que podría verse modificada por la inclemencia del tiempo, aunque al final seguía siendo el mismo residual: se iba a trabajar para darle una vida, un futuro, a sus hijos.

Lo que no cambiaría sería su pasión. Pasión de lo que se hace, pasión de los sueños; sueños que se disfrutan, que se dibujan en profecías cumplidas cuando de amor se trata y de cuando se ama lo que verdaderamente apasiona, desde lo profesional y recalca, invariablemente, en lo personal. La suerte de tenerla a mi lado eran sus incontables charlas, las salidas a desayunar mientras platicaba su guardia, sus logros, sus pacientes (sus eternos pacientes, donde la solidaridad y empatía forjarían más tarde, un carácter irredento y rebelde). Recuerdo muchas cosas positivas de su trabajo, su compañerismo, la solidaridad aprendida, reproducida y exigida; no como una condición, cuanto sí la significación de la nobleza de la enfermería. También, como todo cuento, situaciones incómodas, complejas, desgastantes. Pero en aquel momento ¿Cómo podría saberlo si daba todo por su trabajo, por un mejor futuro para mí, mi hermana, sus padres, su familia? Era complicado tratar de entenderlo; cuando se es niño se sueña en medio de fantasías y el Ángel de la Historia se vuelve muy insensato en esos momentos. Lo único que sabía a ciencia cierta, es que era mi madre y yo la amaba como nada más en la vida, eso sería siempre lo comprendí. De ahí que lo que ocurra detrás del telón es difícil de observar…

Recientemente nos hemos encontrado sobre una pandemia que atraviesa los continentes y se hace presente en cada uno, tocando a su puerta. Una visita incómoda, que no acepta un no por respuesta. Tocando todo a su paso, siempre deja la huella inalterable de su recorrido y, mediante gotículas, se mensajea entre cuerpos al calor de la indiferencia. Tal vez eso sea lo que en realidad podría describir este virus: el agente incómodo al que deberá de afrontarse sí o sí a la cara. Vemos que su nivel de contagio, según los expertos epidemiólogos, neumólogos, infectólogos dicen, es muy alto. Su mortalidad, al paso que lo conocen, lo descubren, comienzan el baile del cortejo de reconocimiento; se dan cuenta que tiene una población específica de vulnerabilidad: personas de edad adulta, personas que padecen hipertensión arterial, diabetes, problemas respiratorios, problemas crónico-degenerativos. Y ahí, la situación se genera en un avispaviento de incertidumbre: al virus se le piensa letal porque si no, no existe. Aprendimos a interpretar los miedos, aquello que no encontrábamos explicación lógica y, en ese momento, a volvernos, en algunos casos muy irracionales. Platón y su caverna saben mejor de lo que les cuento.

Si ese enemigo se ha hecho presente, lo siguiente es atender a las personas ¿Quiénes? Lxs trabajadorxs del sector salud, claro. Los hay de todos los colores. Decía Eduardo Galeano que hay fuegos gordos, chiquitos, altos, aquéllos que arden muy fuerte y otros muy fríos. Hay de todo tipo: personal muy humano que sabe el trato solidario, fraternal, empático (si algo puede significar, lo que sea) que mantiene una cordialidad, respeto. Son identificables, aunque uno no los conozca. Es gente que ha pasado muchas veces por lo mismo y su carisma no lo pierde. Están ahí abrazados por las sombras y el tiempo. Casi nadie sabe de ellos, aunque la realidad se encarga, en ocasiones, de recordarles su importancia. Luego están aquéllxs que van por una mera coincidencia, un trabajo más que cumplir, donde las emociones y su expresión como Reglas Personales de Vida sólo son aplicables en algunos casos. Se vuelven expertos pragmáticos y realizan su trabajo. Funcionalismo puro y continúan en su larga marcha. Después, cerca del séptimo círculo de infierno y, además, advertido por Virgilio, aquellxs que denigran a lxs pacientes, absorbidos por un infalible proceso burocrático donde el paciente es un número al que hay que clasificar, decodificar, despersonalizar. No hay rastro de fraternidad. Hace mucho, en las instituciones de educación o sus propios “educadores” (al estilo freiriano) se dieron cuenta de la extinción de la solidaridad y el respeto a la otredad. Hoy vagan entre vivos por el desdén del cielo a también recibirlos. Las últimas cuentas, los hacen superiores en número que los dos anteriores. Como pueden verse, hay de todo un poco.

¿En dónde habíamos quedado? Claro, la vanguardia ante el coronavirus. De él y su procedencia poco se sabe: algunos culpan a los murciélagos de su propagación. Y, en cuanto se difundió la idea, la irracionalidad apareció y fueron masacrados por el miedo a lo que, más arriba hemos comentado: miedo a lo desconocido, a lo que no se “puede explicar”. Aunque hay cosas que no pueden explicarse, como el hecho de la importancia de los murciélagos en el proceso polinizador y, como consecuencia directa, en el mantenimiento de los seres vivos en la tierra. Después se dudó que tal vez no fueron los murciélagos y se detuvieron los mazos y antorchas y preguntaron: ¿entonces quién fue? Y se dijo entre secretos al oído: los pangolines y todxs quedaron estupefactos porque – “¿cómo era posible que existiera tal nombre?”- Entonces repitieron la misma dosis de masacre a una ya de por sí especie en peligro de extinción y hasta ahí quedó con los animales. Después, las leyendas conspiranóicas han arrojado una guerra bacteriológica y todxs contra los chinos por muchos y porque todo mundo sabe que los chinos comen perros. Dato curioso: Corea del Sur es el mayor consumidor a nivel mundial de la carne de perro. Pero se había presentado el racismo acompañado del brazo de la irracionalidad y se perjuró que le recordarían a su madre china cada que palpitara el corazón y así se fueron unos a otros. Hasta que cada potencia demostró que muy probablemente este juego de mazas de una nueva forma de orden mundial, financiero y todas las excreciones que produzca esta coyuntura. Ahí, en medio de los clamores, en todo el mundo la vanguardia blanca se hace presente. Por unos y otros lados corren atareadxs, buscando soluciones, tratando de correr lo más rápido posible porque la muerte hoy se encuentra caprichosa. Consternadxs ante el número ridículo de contagios y la no evidencia de cómo eliminarlo. Ahí, en medio de todo el energúmeno hervidero de dimes y diretes, por todo el mundo se hacen presentes, trabajando horas, días enteros para ser inapelables y coherentes con su deber máximo de salvar al otro. Ahí la “guardia blanca” se entrega en medio de la vorágine intempestiva que marca su aliento de muerte y destrucción a su paso.

Las brigadas cubanas, venezolanas, chinas son las primeras en despertar y en un claro ejemplo de internacionalismo, aprendido en el rescate de la historia de sus pueblos, salieron a embarcarse para ayudar a los pueblos del mundo y su memoria. Los vítores se elevan y el orgullo del personal de salud de todo el mundo se engrandece. De repente un nacionalismo profesional (aunque peligroso) recorre desde el hipotálamo hasta el dedo chico del pie, ese que recibe millonadas de golpes de cama. Y uno verdaderamente se siente especial cuando por lo que se ama se da todo. Pero como en todo cuento, una vez más, la historia no puede ser perfecta, menos aún coherente. Casos de agresión ante personal de salud de México de diferentes personas porque “ellos están cerca del coronavirus” y el resultado cognitivo es, obviamente, “son peligrosxs”. Además, enfrentados ante la escasez de insumos, material necesario básico para poder trabajar. Lecciones nunca aprendidas históricamente que han dañado al gremio. Un sindicato que hace mucho dejó de serlo en cuanto a su papel se refiere; burocratismo, nepotismo, indiferencia, pérdida de memoria histórica, pérdida de ingresos del erario que, como decía el profético Marco Antonio Solís – “¿A dónde irá a parar?”-. Voltear al pasado, una década más atrás y ver los momentos de marcha por sus salarios, su dinero, porque los gobiernos desmemorizados, visibilizaran a ellxs, los que ahora, sufren lo que desde siempre han padecido: la indiferencia de los del pantalón y corbata. Se anuncia el retiro de los internos de instituciones que laboran en sectores de salud. ¿La causa? No hay condiciones que garanticen su salud en el proceso de su trabajo. ¿Qué hacer? Lenin también lo preguntó y la respuesta fue: organización. Pero no contra lxs trabajadorxs de la salud, no contra “la vanguardia blanca”, puesto que ellxs forman parte de una razón estructural de olvido y abandono.

Más bien, el miedo es para quienes en tantos años pretendieron hundir al Sector Salud para satisfacer la demanda privada y que la salud fuera un gusto de quien pudiera abastecerla. Oferta y demanda, el mismo juego del Estado y su panoptismo que ha servido y servirá para vender veneno en dulce. La reclamación a todos los gobiernos sobre la poca cobertura, la escasez de material en cualquiera de las unidades, hospitales nacionales.

Tomemos por ejemplo el apruebo de la Cámara de Diputados ante el Paquete Económico del 2020, donde se observa un incremento de 4,332 millones de pesos en comparación al obtenido durante el 2019. Dando así un presupuesto que pasa de 124 mil 266 millones 865,116pesos respecto al 2019 a 128 mil 826 millones 414,373 pesos en este 2020. Siguiendo ese rastro de partidas económicas ¿Qué se ha hecho con el presupuesto en al menos los últimos cuatro sexenios? ¿En qué áreas especiales y de relevancia clínica se ha hecho un gasto y cuáles han sido sus logros en el mediano, largo plazo? ¿Por qué en medio de la pandemia actual se visibiliza las deficiencias crecientes de gobiernos anteriores que recaen en el actual gobierno que se observa incapacitado en algunas áreas “trabajando con lo que se tiene” como lo ha mencionado Lopez-Gatell? 1

Aún hay un dato más importante: El Subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell mencionó que de los 43 mil profesionales de salud que debería de tenerse sólo se cuentan con aproximadamente mil 200, aún en una visualización con esquemas y estandarizaciones médicas de otros país o las recomendaciones de la OCDE ¿Por qué los gobiernos mexicanos han desestimado este hecho y no generado un proyecto que permitiera mejores condiciones de trabajo, mejores empleos, una reestructuración al interior del Sector Salud que promoviera la preparación de profesionales de la salud altamente preparados, capacitados y con los recursos materiales necesarios para afrontar cualquier situación problemática? Habría que recordar las fallas de aquel Seguro Popular, lo raquítico de los empleos y su precariedad salarial, así como el outsourcing característico del gobierno de Enrique Peña Nieto.2 Ha de comprenderse porque un gran número de especialistas trabajan tanto en los sectores públicos como privados en el deseo de aumentar sus ingresos que se visualizan ante las diferentes modificaciones laborales; cada vez más salarios raquíticos que no satisfacen las necesidades de esa población, incremento de las prestaciones de los dirigentes del sector salud y el intento de pérdida de memoria del traje blanco.  Ha de recordarse ese principio neoliberal sobre la salud: no es de todos y quien desee tenerla deberá de pagarla. Los mismos de siempre enriqueciéndose, los mismos de antes, muriendo. El sistema que vendía a mejor postor la salud, por la salud económico de unos cuantos. Esos que son la pandemia más larga en la historia de la humanidad.

Obviamente que cuando se suman todas estas características, dan ideas de lo que se ha visto desarrollando a lo largo de las manifestaciones del personal de salud en los diferentes hospitales de primer, segundo y tercer nivel. Ahí, donde radica una ausencia importante del número de personal de salud, de los materiales adecuados para enfrentar la situación altamente importante a nivel nacional e internacional, se observa el peso fundamental de esa “vanguardia blanca”, arremolinada como primer defensa de combate ante una pandemia y su muerte profesionalmente oculta, tanto del Estado en sus años de indiferencia y ahora, ante el preámbulo de ataques de pánico, son atacados en un lado u otro, como si del propio COVID-19 se tratara. ¿Ese personal que se desplaza de sus hogares al trabajo y a la inversa, corre riesgo de infectarse? Por supuesto; su defensa es el conocimiento que no es inmune ante la desaprobación social, y cuyas huellas marcan, además, la precariedad institucional que generan una depresión profesional que se ha forjado alrededor de los años, dando como resultado los vacíos de calidad profesional en muchos casos, la racionalización del trato vistos por una tendencia posmoderna de inferir la homogeneidad sujeto-objeto, destruyendo la otredad en aras de la razón instrumental y del bien mayor. Es decir, la individualización en el mundo de las competencias impuesto por el capitalismo y su ideologización social.

¿En qué momento se articuló el miedo perene ante lxs trabajadores de la salud? En la historicidad. Recordando a Martín-Baró, la gran importancia de la memoria histórica. No por la profesionalidad, sino por el miedo como herramienta ideológica del Estado en las fases de dominación/subordinación. Un pueblo acostumbrado homogéneamente a huir ante lo no explicado, lo señalado, se vuelvo sumiso ante la información derivada de distintas formas y cuya consecuencia directa es la racionalización de sesgos positivos capaces de generar pánico colectivo a través de la anticipación de la información, generando un resultado carente de significado y de cimientos, movilizado más por la intuición prematura que por la base sólida científica. En todo caso una planificación estructuración de cultura hegemónica. Lo cual no exime a los actos y cuyo llamado va a la sublimación del miedo en términos de acción, participación solidaria, desde la distancia y con los recursos necesarios para fortalecer la colectividad en un mundo cada vez más individualizante. Sea que esos momentos donde se catastrofizan los pensamientos, donde las ideas irracionales forman el constructo que sumen en caos y desesperación a un grueso de la población que terminan por herir a la vanguardia que puede ser la madre de un niño, una niña a la que esperan en casa, cuyo pensamiento se desplaza a través de disfrutar un tiempo más, un segundo más a su ser querido que se ha ido y, lo complicado que es la espera, lo complicado de ser un hijo, una hija de un, una, trabajador(@) del sector salud: el riesgo de un contagio es presente, aunque el mayor riesgo es que la memoria histórica, colectiva, esa herramienta tan importante en el sentido de pertencia, termine por jugar una mala pasada y desaparecer en los momentos más importantes que se atraviesa en estos momentos. Memoria que debe de expresarse en los hechos que marcan no un mejor futuro, sino la trasformación a partir de los errores, de los defectos construidos estructuralmente y cuyos primeros esfuerzos en contener esa pandemia recaen en las manos de ellxs, los de traje blanco. Walter Benjamin no se equivoca cuando pronuncia “…la imagen verdadera del pasado es una imagen que amenaza con desaparecer con todo presente que no se reconozca aludido en ella.” Pero esto, definitivamente no debe de hacerse olvidar, bajo ningún motivo, que el traje blanco también lo porta la otra cara invisibilizada durante mucho tiempo, al tiempo que discriminada aún en el propio sector salud: camilleros, intendencia, checadores, técnicos, seguridad, choferes, dietistas, etc. Que en esta pandemia que se vive, también es momento de la visibilización de lxs otrxs trbajadorxs que se saben pero la mudez los oculta, junto con las anomalías de los puestos, la falta de organización y también, el riesgo de contagio. Al final, valdría mucho rescatar un análisis al interior de los hospitales, modificando condiciones laborales hacia todo el personal y no simplemente para las batas visibles.

Si de lo que se trata es avanzar tomando como primicia fundamental el pasado. Ahí comienza la importancia psicosocial del recate de nuestra memoria histórica: la visibilización de un sector obrero vilipendiado muchas veces, robado otras tantas, viviendo bajo las mismas condiciones infructuosas salariales en la gran mayoría de los casos, sin un rumbo necesariamente sólido. Ahí, en el reconocimiento del otro, de su diferencia, de su también importante desconocimiento, en la interrelación al aprender a escuchar, habremos de generar las herramientas necesarias para afrontar, entre todxs esta situación. Más aún, controlando el miedo y, consecutivamente, erradicando respuestas impulsivas de agravio ante personal que labora en el sector salud. La verdadera batalla de organización comienza cuando se cuestione los detalles de la precariedad de los trabajadores en todos los sectores de la población y se analice uno de tantos discursos del Estado en alas de la instrumentalización a favor de las clases dominantes y su proceso hegemónico de naturalización que ha robado el corazón, la memoria y la crítica a toda una nación. En otro artículo hablaremos del miedo, la agresión y trauma psicosocial. Son ellos pues, los que después de una larga jornada, después de las horas postreras de incertidumbre, siguen siendo individuos de todos los colores, con infinidad de errores, de aciertos y tal vez, con algún pequeñín deseoso de poder ver a su vieja, correr hacia ella y desear jugar por el íntimo deseo de no desesperarse de los que más se ama. Ahí, en la memoria de los abandonados, tal vez, y sólo tal vez, se refleje que el enemigo se basa en un sistema de depreciación de la vida en todo su conjunto y no de quienes hacen frente a un virus en contra de todo pronóstico. Sea pues que el día de mañana sigamos viendo otro amanecer sabiendo que lxs de “blanco” siguen siendo la vanguardia en momentos de urgencia sanitaria, solidarios cuando la vida es cuestionada por los problemas de orden mundial y cuando esa solidaridad se ve reflejada en verdaderos actos de amor, como arriesgar la vida de uno, para prevenir el riesgo de otros.

 REFERENCIAS

1 Gobierno de AMLO aumentó presupuesto para el sector salud, pero lo redujo para vigilancia epidemiológica (12 de marzo de 2020 ). Infobae. Recuperado de:

https://www.infobae.com/america/mexico/2020/03/13/gobierno-de-amlo-aumento-presupuesto-para-el-sector-salud-pero-lo-redujo-para-vigilancia-epidemiologica/

2 Por qué México no tiene los suficientes médicos en su lucha contra el COVID-19 (26 de marzo de 2020).