No tiene desperdicio el obituario que el global-imperial dedicó a Marc Rich [MR], «implacable y fugitivo magnate de las materias primas», que el 28 de junio pasado fue enterrado en Israel -¡nada menos que en Israel!-, el estado xenófobo, belicista y anexionista. El magnate en cuestión nació en Amberes, en 1934. A partir de una […]
No tiene desperdicio el obituario que el global-imperial dedicó a Marc Rich [MR], «implacable y fugitivo magnate de las materias primas», que el 28 de junio pasado fue enterrado en Israel -¡nada menos que en Israel!-, el estado xenófobo, belicista y anexionista.
El magnate en cuestión nació en Amberes, en 1934. A partir de una empresa fundada en el Madrid fascista, en marzo de 1974 -Marc Rich & Co. AG, la actual Glencore Xstrata-, pasó a «construir una de las mayores fortunas del mundo tras revolucionar el mercado internacional de materias primas».
MR se refugió en el país helvético a partir de 1983, «tras ser procesado en EE UU por evasión fiscal y comercio ilegal con Irán». ¡Ya podemos imaginarnos la composición angelical del material del que estaba moldeado Mr. Rich! Fue indultado por Bill Clinton en 2001, el último día de su presidencia. ¡Grandioso Mr. Clinton! ¡Qué broche de oro al agitado tramo final de su mandato! La decisión la tomó a instancias de pesos pesados de la política israelí: Ehud Barak, entonces primer ministro, y nada menos que Simón Peres, el actual presidente del Estado del Mossad, uno de los políticos más nefastos de la historia del siglo XX y de lo que llevamos del XXI que se las daba de «socialista». Más tarde, lo declaró Mr. Clinton, él mismo lo lamentaría: «No valió la pena el daño que le causó a mi reputación». ¿A qué reputación se refería el ex presidente que ordenó bombardear la ex Yugoslavia?
Espejo de los mayores tiburones del mundo financiero actual, que en parte creó a su imagen y semejanza, señala el global-imperial-antichavista, «el fallecido magnate reinó (sic) sin discusión (sic) a finales de los años setenta y comienzos de los ochenta sobre la intermediación de las materias primas, arrebatando jugosas tajadas del negocio a los gigantes corporativos que dominaban el petróleo y los metales». ¡Qué lenguaje! Muchos, admite el global, veían en él un delincuente sin escrúpulos. ¿Por qué? Porque se había hecho de oro comerciando, entre otras maravillas políticas, con la Sudáfrica del apartheid. Y no sólo eso: en la biografía que sobre él escribió Daniel Ammann, Mr. Marc Rich «admitió sobornos a funcionarios y su colaboración con el servicio secreto israelí.». ¡Un angelito de la democracia-imperial mundial!
La especialidad de MR «eran gigantescas operaciones de trueque a múltiples bandas con países financieramente débiles pero ricos en materias primas, tratárase de aluminio, petróleo, azúcar, oro o cereales». No importaba un pimiento. Los factores que explican, según los del global-imperial, la fulminante expansión de la compañía fueron «su visión estratégica (sic), su instinto de escualo (¡instinto de escualo!) y la soltura (¡soltura!) en el trato con dictadores y Estados parias de todo el planeta». No añado ni una coma. La frasecita siguiente del obituario, escrita sin ningún temblor poliético, es un excelente resumen: «En palabras de Ammann, Rich acudía «allí donde otros temían ir, geográfica y moralmente»». ¡Dónde otros no temían ir moralmente! ¿Alguien dijo que el lenguaje no podía ocultar la realidad? ¿Alguien dijo alguna vez que el lenguaje no podía ser tan criminal como el hecho descrito o referenciado?
Fue el mayor caso por fraude fiscal (48 millones de dólares) de la historia de EE UU. Mr. Rich no esperó a conocer el desenlace judicial. ¡Por favor! Tomó un avión a Suiza y aterrizó al mismo tiempo en la lista de las 10 personas más buscadas -¡que habría que verlo!- por el FBI.
MR obtuvo en 1982 la nacionalidad española. ¿Quién se la concedió por cierto? ¿Con qué méritos? Aparte de sus residencias en Suiza e Israel, mantenía una mansión en Marbella. Todo cuadra: Suiza-Israel-Madrid. En el último lustro, «la crisis inmobiliaria española había golpeado sus cuantiosas inversiones en el sector». Un simple arañazo seguramente tras cuantiosos beneficios. Su nombre figuró durante décadas entre los primeros patrimonios mundiales. En síntesis, un ricachón sin escrúpulos con fuertes y variadas conexiones políticas.
Por si faltara algo, los del País, que diría Paco Fernández Buey, han añadido una esquela no firmada a la anterior necrológica con el símbolo del sionismo, esquela en la que se informa que «Don» Marc Rich falleció en Suiza el 26 de junio y que el sepelio tendrá lugar, el 27 de junio, en Israel. ¿Quiénes asistieron al entierro?
La cuestión: ¿un diario prudente, democráticamente comprometido, mediandamente razonable debe publicar una «información» de estas características, junto con su esquela propagandística? A no ser que el Mossad me haga ver lo contrario con su contundencia usual, el diario de don Cebrián ya no es el GIA, no, sino el GIASSE: global-imperial-antichavista-y-sionista-sin-escrúpulos.
¡Qué lodazal de miseria poliética! ¡Dónde ha llegado el orientador político-cultural de la transición-transacción-estafa!
Nota:
[1] El País, 27 de junio de 2013, p. 52.
Salvador López Arnal es miembro del Frente Cívico Somos Mayoría y del CEMS (Centre d’Estudis sobre els Movimients Socials de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona; director Jordi Mir Garcia)
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