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La nueva normalidad anormal en México

Fuentes: Rebelión

Nosotros estamos hechos, en buena parte, de nuestra propia memoria. Esa memoria está hecha, en buena parte, de olvido

Jorge Luis Borges

Existe una parte considerable de las acciones empresariales que últimamente en México se ha hecho presente a través de las redes sociales, manifestando su descontento con el actual representante del ejecutivo, Andrés Manuel López Obrador. Su gran hecho que consuma ese descontento se manifiesta en la situación de colocar sanciones económicas, exponer a las empresas socialmente irresponsables frente a la cuarentena que atraviesa el país, pero que, tal vez, no refleja en toda su enormidad y proximidad del discurso que se ha venido desarrollando en sus cúpulas en los últimos tiempos. Cabe recordar, como en un intento de estira y afloja, compromisos y juegos políticos, Javier Lozano paso de ser el “gran mariscal” mediante la vocería de la cámara de comercio del país, a un colaborador más. Tal vez en su lenguaje empresarial signifique muchas cosas y tal vez exista un punto, como siempre, ventajoso para esa clase dominante. Lo cierto es que, sin la menor duda, en los planes de desarrollo económico, la idea de nación se resume hacia el imaginario simbólico de lo que para la clase empresarial se denomine país y, claro está, democracia (1).

Resulta interesante la presentación del discurso empresarial donde abogan constantemente por el rescate, el pueblo, la democracia, la libertad, etc., y se haga presente cuando en el pasado remoto de sus grandes acuerdos con anteriores gobiernos eran ellos mismos los que aplastaban (como lo hacen actualmente) a los trabajadores y sus derechos laborales en beneficio (como siempre ha sido su slogan) del país, además de las anomalías presentes en muchas de sus transacciones comerciales. ¿Sobre qué conceptualización hablan, cuando se habla del país? ¿Cuándo hablaban de país, se refieren al mismo imaginario por el cual una clase aristocrática minúscula conserva una gran parte de las riquezas del país en sus manos, en tanto que otra sufre silenciosamente la obligación condenada de la desigualdad? ¿La misma que ha tenido escaso o nulo sentido de comunidad y responsabilidad, dañando comunidades, apropiándose de terrenos de forma irregular, vendiendo idea de progreso y bienestar en nombre de acumulación de riquezas y explotación? Son quizás los empresarios de estas nacionales quienes tal vez, tengan la memoria un tanto deficiente, al pasar someramente por la historia como cómplices del silencio que explota e ignora, sabiendo de antemano que los verdaderos motores de sus empresas radican en los obreros y su fuerza de trabajo explotada y sometida a leyes mercantiles del empobrecimiento y la patologización laboral.

Existen muchas cosas que habrán de modificar sistemáticamente en la realidad social. Se ha pasado de una interrelación presencial a una interconexión digital que muestra la deficiencia de la dinámica de grupos, además de un cierto mecanicismo en las conductas que se van adoptando. Lo cierto, es que su efecto no se debe a la resolución de patrones de conducta originados a través de la cuarentena. En realidad, se trata de un estado de percepción social que se han encargado de establecer a través de los sistemas y modas de objeto como una personificación de lo que, creen, se trata de los deseos exhibidos por una gran población. Se ha vendido perfectamente la idea de la diferenciación que, hoy, en medio de la cuarentena, existe una marcada diferenciación (además de subjetiva, catalizadora como estrategia política) sobre los recursos que se tiene para sobrevivir y bajo ese mismo concepto, que no todos son aptos para sobrevivir. Observamos como en esa nueva normalidad, ciertas condiciones de clases se hicieron presentes y hoy, muestran que la realidad que se manifiesta en las clases vulnerables se interpreta en sus salidas a la calle para laborar y mantener un hogar, entretanto, una clase privilegiada, puede manifestar, además de buscar la diferenciación se asume el costo de la personalización de objetos, su preocupación por adecuar estéticamente definido las formas de comportamiento durante la cuarentena, así como los tipos de cubre bocas disponibles para afrontar el virus. La selectividad, el funcionalismo y el placer jugaron complacientemente en sopesar los costos sobre qué porciones de la sociedad valen la pena rescatar. Ni siquiera se encuentra a debate la proliferación de personificación diferenciadas que se han desatado a lo largo del aislamiento, donde la pérdida de identidad, como secuencia de las rasgaduras de valores bajo el capitalismo, han permitido la identificación colectiva identitaria a pesar de ser objetos transitorios y no sobre la conceptualización afectiva. Al mismo tiempo, al hablar de un retorno a la vida cotidiana con otra normalidad, tendría que examinar el papel de cientos de trabajadores que aún, a pesar de los clímax de contagio en cada país, deberán y tendrán que seguir trabajando por el autosustento en condiciones donde el teletrabajo es en la gran mayoría impensable en su quehacer laboral. Bajo la premisa de quedarse en casa, se infiere en una generalización que al menos dos tendencias de pensamiento se expresan en este fenómeno: por un lado, quedarse en casa como un objetivo de solidaridad y cuidado en los lazos sociafectivos de quienes queremos y tenemos en nuestra vida y, por el otro lado, la permanencia de los estilos de vida tan distintos que generan quedarse en casa con todas las comodidades a los cuales cientos, miles de trabajadores no pueden aspirar por las condiciones de desigualdad social. Ahí radica su estilo de democracia que defienden a toda costa las clases empresariales.

Esta nueva normalidad que versa el Estado tiene que combatir esos males hereditarios de la modernidad, en los que la postmodernidad intentó fragmentar, construir microrrelatos y vaciar las personificaciones de hechos sobre explicaciones más o menos lúcidas pero que, en conjunto, termina por esparcir el derecho a la individualización como una forma de construcción de posibilidades, inconscientemente, individualización que sufragó los males de aquella modernidad aún bajo la cual, se pueden sentir los efectos hoy en la vida cotidiana, la división de clases sociales, por ejemplo, manifiesta un estado de adaptación y la conceptualización de funcionalidad que puede recibir para dos estratos sociales completamente diferentes: por una parte, las clases dominantes en un discursos de sonrisas, propuestas de cambio a partir de visualizar lo mejor del mundo sin problematizar que la concentración de riquezas en pocas manos, la burocracia, corrupción, nepotismos que surge del mantenimiento de su propia existencia de clase, ha reafirmado que de cada tanto en tanto una crisis nueva haga, inexorablemente, una secuela en las posibilidades sociales de salir y trascender. Una clase alta, de privilegios donde la nueva normalidad consiste en la restricción de viajes y en la privación de la satisfacción de sus propios deseos. La personificación de los objetivos y sus categorizaciones propiciarán que el nuevo modo de comunicación sirva para seguir generando un mantenimiento sobre la forma de estructurar su mundo en una realidad surrealista y la unidad como su medida de forjar un altruismo que venda y genere un establecimiento social fuertemente marcado por la originalidad y el sello (marca digital) personal de cada acción social. Y, por otra parte, la selectividad que forma al gobierno en turno para la impartición de justicia. Tal vez, porque a través de diferentes cúpulas de organización se llegó al poder y al momento de reorganizar la agenda nacional, los intereses privados pesan más que el desarrollo social y la sed de justicia de una nación. En un juego tan importante, al menos el declarado por esa clase dominante, la democracia es participativa en tanto se permita trabajar sin los enlentecimientos por argumentaciones subjetivas sobre normas morales de equidad, cuando siempre se ha abogado por el proteccionismo estatal.

¿Cómo podríamos hablar de otra normalidad, cuando las enfermeras, doctores, personal de intendencia y en general, del sistema de salud, en muchas ocasiones viven y sienten la diferenciación laboral, sobre un sistemático recorte de presupuestos y cuando en ellos, se desprende una normalización de acciones, como por ejemplo tener dos o tres trabajos con las implicaciones de stress que puedan desarrollar por conseguir el ideario de una estabilidad económica? La normalidad ha sido, en las últimas décadas un espacio de exclusión y represión hacia el personal médico, además de la degradación de un sindicalismo charrista desinteresado en la defensa de los derechos laborales y cuyos líderes pueden ostentarse en sus cargos con lobs objetos personalización y especificados de acuerdo a las necesidades y al sentido de diferenciación que conlleva su concentración de riquezas no necesariamente de forma legal.

Sería muy normal perder la empatía del saludo, la cordialidad de las reuniones, el espacio social para establecer mecanismos de interconexión digital, pero ¿No sería normal ciertos mecanismos de una tendencia al olvido sobre los miles de casos de desapariciones, los feminicidios y su peligroso incremento en los últimos años? Tal vez las relaciones sociales se volvieron desde hace tiempo selectivas por las condiciones de subjetividad de las sociedades postindustriales y, sin embargo, ¿dónde quedan los grandes retos que implicó la tecnologización de la vida, cada vez más carente de sentido al hablar, pero sin transmitir ningún mensaje? ¿Será que los efectos represivos psicológicos del aislamiento, en realidad reflejan los sesgos generacionales aprendidos por las estructuras sociales que imposibilitan el reconocimiento de la otredad, su subjetividad y el sentido de pertenencia que se genera más allá del contacto, del rescate de una memoria histórica compartida? Quizás el rastro de los malestares sociales debería buscarse en los sistemas ideologizantes perpetuos del Estado sobre las clases y su alineación social, donde se podría justificar el uso de la tecnología como apuesta al avance del desarrollo social a nivel mundial al tiempo de un ejercicio coercitivo de los poderes nacionales.

O tal vez se trate de seguir bajo la misma línea del sistema político económico pero sin la fascinación de tener a los empresarios de siempre haciendo lo de siempre y abrir el mercado hacia emprendedores capaces de generar nuevas formas de crecimiento económicos en la nueva reestructuración económica mundial liderada por China, Rusia y cuyos antiguos amos de la democracia y de las condiciones de esclavitud manifiestan su rechazo al sentir la exclusión de sus empresas en los negocios redondos de una nueva identidad global. En retrospectiva, no es el fin del sistema cuanto sí la crisis del neoliberalismo y la modificación de ciertos estratos que le han imposibilitado avanzar. Se puede apreciar a cientos de kilómetros a la redonda banderas nacionalistas que abogan sobre el sentido de identidad para consolidar la unificación de Estados, en tanto que el fascismo, siempre recurrente en la legitimación “sublimal” de la sociedad, presente siempre que se enarbola el espíritu nacional por sobre los demás pueblos.

La saturación dela información a través los medios digitales, la recurrencia de las formas de trabajo por las plataformas digitales, la comercialización de toda la vida en su conjunto mediante celulares, comunicación y retroalimentación por medio del conocimiento de los gustos y particularidades de cada persona, lleva a una invasión de la privacidad, en este caso digital, quedando expuesta la información y la forma en cómo se condicionan las compras y se prepara un proceso de rigidez donde se encapsulan las ideas mientras se controla al cuerpo ante la presión interna y externa. La idea presenta una convicción del retorno de las viejas prácticas de coerción laboral, como una especie de esclavismo feudal (2), dando ideas de que la emergencia, más allá de lo sanitario, se desenvuelve sobre las condiciones sociales y la estructura sistemática de los Estados sobre la responsabilidad del ejercicio de libertades y garantías individuales en una coyuntura que ha demostrado que los efectos panópticos no son una ilusión y, muy por el contrario, se establecen los cercos de contención para reacomodar la crisis y el orden mundial entretanto, la emergencia viral, destapa con una mano la máscara del capitalismo adaptándose, con la otra, figura el establecimiento de nuevos objetivos de regulación financiera y social. Da la sensación de un esclavismo digital y el fiel seguimiento de las normas quitando de la categoría humana toda posibilidad de transcendencia y posibilitando un estado permanente de vigilancia colectiva.

La condición de aislamiento nos ha llevado a un espacio de seguridad digital, una vigilancia entre todos para con todos y a favor de las garantías de la preservación del discurso del Estado en el mantenimiento de la clase dominante. El ejercicio de la individualización se encuentra impregnada de objetos que requieren en todo momento la identificación con ese objeto; la personalización un lenguaje del standing, vendiendo, de manera algorítmica, digital e inconsciente, toda la información permisible en el mismo proceso de modo y de identificación personal que se tenía en un principio. Ya no se responde exclusivamente sobre el derecho a pensar, sino está en juego la subjetividad en el momento que interactúa bajo una sociedad unidimensional que no desea otra cosa sino adquirir la satisfacción del objeto y permitir una retroalimentación inconsciente del lenguaje articulado. Se prepara el consumo como la satisfacción a responder inmediatamente ante los efectos de represión social e individual, condena latente de un aislamiento hacia la permisividad en tanto perpetuidad de los tiempos y articulación de un sistema de objetos-signo y su singularidad de bienestar materializando así las exigencias que abren la puerta hacia un mundo de libertad o el fingimiento del mismo. Ahora, se vuelve un control más rígido sobre las condiciones actuales que permiten simplificar las situaciones donde la observación permanente, el control social y las medidas de restricción podrían volverse una entrada permanente y no relacionado a un estado de excepción al contener la seguridad pública sobre el uso de los militares. Las palabras de Huerta tenían razón: nunca se desvanecieron de la vida pública (3).

Mucho menos hablar de una normalidad en materia educativa, cuando los procesos de aprendizaje y enseñanza quedan al descubierto ante el retroceso que la educación ha tenido en favor del sentido de competencia dirigido baso intereses patrimoniales de grandes empresas nacionales y trasnacionales que ha convertido la educación en un sistema de repetición, de especialización con finalidades utilitarias que respondan ante las necesidades establecidas dentro de sus marcos de actuación, en un estado de sumisión permanente y de olvido sobre leyes, derechos y responsabilidades. La educación como un negocio redondo de esa misma élite empresarial cuya tecnocracia la han desarrollado en especialidades de mercado, negocio en distintas universidades prestigiadas a nivel internacional, permitiendo observar el contraste con la realidad que no pocas veces emerge bajo un espejo de cristal en las realidades mexicanas donde el espacio de la educación gratuita a nivel superior se ve supeditada a lugares bajo sorteos de suerte o de manipulación. Estudiar para repetir, rigidez del pensamiento y someterse ante la involución social sin reflexiones críticas, esas es la apuesta por la nueva educación.

Al final Pavese tenía razón al afirmar: “Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.” Esa momificación conceptual que hemos abordado al momento de explicarla vida, la complejidad de sus procesos y el avance hacia la muerte, lleva a una conclusión precipitada sobre el miedo ante la incertidumbre, convirtiendo la convivencia en una carrera de atropellamientos de las bases sociales, generando una respuesta colectiva bajo banderas de acciones nacionalistas o progresistas, siempre con el beneplácito de los órganos institucionales que se han quedado en la vida social de un país.

Sin embargo, el atropello de estos hechos no ha sido nuevo y resulta paradójico que el actual gobierno, dentro de su campaña de una “Nueva Normalidad” no trate sobre este tema. O ¿Será un mensaje para una clase que desea seguir siendo reaccionaria en los propios albores de una modificación estructural universal? Tal vez, no es una coincidencia que desde el Silicon Valley, California, Gates se prepare un discurso sobre cómo afrontar las situaciones actuales, cuando el mundo busca respuestas y la sensación de resguardo, seguridad ante la incertidumbre de los tiempos. Su presencia y liderazgo sobre Microsoft valida, como permanencia del objeto y su simbolismo,” voz autorizada” a pesar del desconocimiento de las realidades y su construcción por siglos de opresión, explotación y el retorno de una parte importante de la clase intelectual y sus profecías de otros tiempos. Tal vez no hace falta una nueva normalidad, sino comprender la anormalidad que ha sumergido durante tanto tiempo al Estado Mexicano, la reconceptualización de sus leyes, el uso desmedido de los poderes fácticos y la nula comprensión de la realidad social que se encuentra desgastada, iracunda y a la defensiva. La nueva normalidad anormal en México ha comenzado y sólo una porción de la sociedad se saborea el momento. El tiempo lo dirá.

Referencias:

1 Empresarios vs. López Obrador: buscan candidatos sin pasado político para debilitar al presidente en 2021. (19 de abril de 2020). Infobae. Recuperado de: https://www.infobae.com/america/mexico/2020/04/19/empresarios-vs-lopez-obrador-buscan-candidatos-sin-pasado-politico-para-debilitar-al-presidente-en-2021/

2 David Harvey: “Estamos volviendo a las condiciones de trabajo del siglo XIX, que es a lo que apunta el proyecto neoliberal”. (01 de abril de 2016). Kaos en la red. Recuperado de: https://kaosenlared.net/david-harvey-estamos-volviendo-a-las-condiciones-de-trabajo-del-siglo-xix-que-es-a-lo-que-apunta-el-proyecto-neoliberal/

3 De vuelta al ejército ¿y cuándo se fueron? (13 de mayo de 2020). Recuperado de: https://wp.me/p2yYYl-iP