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La oligarquía terrateniente existe

Fuentes: Rebelión

Cuando en el 2008 se produjo la batalla por las retenciones móviles los representantes de los terratenientes intentaron promover la idea que la oligarquía no existía más, que era una manifestación de un pasado lejano, propio de un «setentismo» que pretendía regresar con moldes vetustos. Esos personeros quisieron imponer una mirada romántica que presentaba a […]

Cuando en el 2008 se produjo la batalla por las retenciones móviles los representantes de los terratenientes intentaron promover la idea que la oligarquía no existía más, que era una manifestación de un pasado lejano, propio de un «setentismo» que pretendía regresar con moldes vetustos.

Esos personeros quisieron imponer una mirada romántica que presentaba a los grandes propietarios como esforzados trabajadores, parecía que todos eran chacareros que se deslomaban cotidianamente en sus campos para hacer honor al lema de la Sociedad Rural: «Cultivar el suelo es servir a la Patria».

Esta prédica dio resultado, muchos habitantes de las grandes ciudades que muy raramente pisaban otra cosa que asfalto y veredas, levantaban carteles con la consigna «Todos somos el campo».

Esta idea se impuso machacada por los medios de comunicación cuando precisamente lo que había ocurrido en los años recientes era una acelerada concentración de la tenencia de la tierra, proceso que también fue acompañado por una creciente extranjerización.

Muy pocos se percataron de la mentira, la oligarquía terrateniente no sólo existía, sino que era más poderosa y dañina, donde se encontraban las viejas familias tradicionales con recién llegados que había hecho fortuna en otras actividades.

Una demostración de su existencia es que uno de los escasísimos sectores beneficiados por el gobierno de Macri es precisamente la oligarquía terrateniente, presidente que es latifundista por parte de padre y madre.

Los defensores de los terratenientes

Un vocero histórico de este sector fue el diario La Nación, que en el 2008 salió con los tapones de punta a negar la existencia de la oligarquía, tal es así que el 20 de julio de ese año aparecieron dos artículos con esa finalidad.

Uno de ellos firmado por Francisco Seminario bajo el título «¿Existe hoy la oligarquía? Retrato actualizado del ‘enemigo perfecto'», ahí se reclutaba a intelectuales conservadores y reaccionarios para negar la existencia de los latifundistas.

Uno de los convocados era Manuel Mora y Araujo que decía: «¿Quiénes son los oligarcas del campo si se tiene en cuenta que hay medio millón de dueños de tierras? Eso no es una oligarquía. Y si además tienen apoyo en la población, tampoco se aplica el término.»

Mora y Araujo no estaba informado correctamente, porque los propietarios eran 275.000, casi la mitad de los que él mencionó, la reducción se había producido por la aplicación de las políticas neoliberales en los 90, que provocaron una quiebra generalizada de pequeños productores, quiebras que permitieron que muchos terratenientes incrementaran sus extensiones.

Un dato por demás significativo es que en el 2002 sólo 4000 dueños llegaban a controlar nada menos que 74 millones de hectáreas, ¡Cómo sería si existiera la oligarquía!

El otro artículo en La Nación fue publicado sin firma bajo el título «La dimensión paranoica», donde se decía que en la Argentina existía una oligarquía pero que no se encontraba en el campo sino en la industria y esta última estaba asociada al kirchnerismo.

Aquí La Nación volvía a una viejísima prédica que acepta mansamente las decisiones de las grandes potencias que determinan la división internacional del trabajo, donde el papel de la Argentina es el de productor casi exclusivo de soja, como hace décadas lo era de carne vacuna, producto destinado al mercado mundial, entonces había que dejarse de embromar con eso de pretender ser un país industrializado porque esa es la misión de otros países.

Obviamente en este país soñado por los dueños de La Nación y muchos de sus lectores, sobran varios millones de argentinos, pero eso no es problema de ellos.

Pero no fue sólo La Nación la que salió a desconocer la existencia de la oligarquía terrateniente, el economista ultraliberal Juan Carlos De Pablo, que por su ideología siempre tuvo una gran presencia en los medios, dictaminó por aquellos años: «Cualquier tipo que diga que el sector sigue en manos de latifundistas o productores ausentes está diciendo una estupidez».

Lo del economista obviamente no es ignorancia, sino que su profesión consiste en defender esos intereses, aunque para eso deba mentir.

Otro personaje muy activo en su proyecto desestabilizador por aquellos días de rebelión patronal, fue Elisa Carrió que muy suelta de cuerpo dijo que «la oligarquía no existe».

El origen de las grandes propiedades

La Argentina pasó por dos momentos que significaron una distribución masiva de tierras que lamentablemente fue a parar a unas pocas manos y que fue determinante para toda nuestra historia.

Cuando algunas mentalidades cipayas se lamentan porque nuestro destino no fue el de algunas grandes potencias o alguna colonia próspera como Australia, evitan señalar este aspecto fundamental, mientras en otros países el reparto de tierras tuvo una intencionalidad de mayor equidad, aquí fueron unas pocas familias que se quedaron con enormes extensiones de tierra, éste muy bien podría ser definido como el pecado original de nuestra nación, lo que determinó innumerables penurias para los argentinos.

El primer gran reparto de tierras se realizó a partir de 1826 con la llamada Ley de Enfiteusis promovida por el probritánico Bernardino Rivadavia y que permitió que la burguesía comercial porteña, a cambio del pago de un canon, se quedara con enormes extensiones de tierra.

Más que un reparto fue un acaparamiento de tierras porque 538 enfiteutas se quedaron con 8.656.000 hectáreas, la parte del trato que no se cumplió fue que todos pagaran el canon correspondiente, en lo que parece ser una costumbre de la oligarquía, hacerse de propiedades del Estado a bajo costo o incluso de manera gratuita.

La otra gran entrega de tierras fiscales se realizó luego de la denominada Campaña del Desierto realizada por el general Julio A. Roca en 1879, aquí se entregaron algunas parcelas a participantes de la campaña militar, pero al no tener recursos para poder trabajarla, terminaron en las manos de acaparadores, otras extensiones fueron concedidas a quienes habían financiado la campaña o sea a personas de alto poder económico.

Otra vez unos pocos se quedaron con inmensas extensiones de tierra, el exterminio de las tribus indígenas que había sido justificado por supuestas razones patrióticas, en realidad sólo sirvió para consolidar el poder económico de una minoría privilegiada.

En 1914 cuando se realizó el primer censo agropecuario se conoció que el 8 % de los establecimientos agropecuarios dominaban el 78 % de la superficie cultivable.

Pero Argentina pudo tener otro destino, en su excelente libro Mempo Giardinelli y Pedro Peretti citan un texto de José Massoni que recuerda la realización del Congreso de Oriente o Congreso de los Pueblos Libres en 1815 en Concepción del Uruguay.

Bajo el liderazgo de José Gervasio Artigas se proclamó la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata de España «y de toda dominación extranjera», participaron las provincias de la Banda Oriental, Córdoba, Entre Ríos, Corrientes y Santa Fe esa es la razón por la cual esas provincias no participaran del Congreso realizado al año siguiente en Tucumán.

El Congreso de los Pueblos Libres dispuso una reforma agraria tomando las tierras de los realistas y los latifundios para repartirlos entre familias campesinas para tareas agrícolas, dichas tierras serían entregadas a criollos de bajo recursos, indígenas, negros y mulatos.

La versión liberal de nuestra historia ignoró este Congreso y erradicó de sus páginas al caudillo oriental por considerarlo demasiado peligroso para sus intereses económicos.

Características de la oligarquía terrateniente

La concentración de la tierra en pocas manos definió el carácter de una oligarquía que gobernó durante gran parte de nuestra historia, la fertilidad del suelo promovía que con muy poco esfuerzo se pudiera amasar fortunas con la producción de carnes y granos que tenía por destino el mercado mundial y por eso podía desinteresarse de la suerte de sus compatriotas.

Esos señores de la tierra no necesitaban estar presente en sus campos, eso podía quedar en manos de capataces o administradores, podían vivir a lo grande incluso sin riesgo alguno, rentando sus campos para que otros padecieran por los rigores del clima o alguna catástrofe natural.

Pero además a medida que se producían cambios tecnológicos cada vez se necesitaba menos mano de obra, lo que nunca fue un inconveniente por los bajos salarios y por ser uno de los sectores con mayor trabajo en negro, especialmente por haber tenido en el gremio de Peones Rurales a alguien tan sumiso y propatronal como el Momo Venegas y sus sucesores.

Los terratenientes se nuclearon en una institución como la Sociedad Rural que fue un factor de poder que apoyó todos los golpes de estado contra los gobiernos populares y fue un sostén fundamental de la última dictadura cívico-militar logrando colocar a uno de sus hombres en el ministerio de economía como José Alfredo Martínez de Hoz que inició el primer período de política neoliberal con nefastas consecuencias para la mayoría de los argentinos.

Durante la denominada Década infame fue esa clase social la que convirtió al país en una semicolonia de Inglaterra con cláusulas de vergonzosa sumisión con tal de poder seguir vendiéndole la carne a esa potencia, su conducta siempre fue la misma subordinar al país a sus intereses sin importar las consecuencias para el resto de los argentinos.

Así como en otro tiempo fue predominantemente ganadera hoy es primordialmente sojera, por supuesto que en las últimas décadas se han producido grandes cambios tecnológicos en la producción agrícola-ganadera pero eso no significa que esa clase social haya cambiado, porque sigue siendo profundamente antisocial y contraria a los intereses nacionales y populares.

Cambios tecnológicos

Por supuesto que hay que reconocer los cambios introducidos en la actividad agropecuaria en las últimas décadas, los terratenientes de hoy en día no producen de igual forma que en la década del 70 pero eso no los hace ni menos poderosos, ni menos perjudiciales para la sociedad.

El periodista económico Alfredo Zaiat decía en un artículo del 12 de julio de 2008: «En la producción agraria se produjo una revolución tecnológica, que en la región pampeana empezó a verificarse desde mediados de la década del noventa, basada en la siembra directa y las semillas transgénicas. Este nuevo patrón productivo generó una fuerte caída de los costos, una reorganización de los modos de cultivar y el surgimiento de nuevos actores económicos en el sector. Este cambio tecnológico demanda mucho menos trabajo manual y mucho más capital. Se necesitan millonarias inversiones en maquinaria para siembra directa, que son distintas a las tradicionales. Por eso mismo surgieron contratistas -la mayoría son además medianos o grandes productores- que van por los predios con sus maquinarias a realizar el trabajo, que en la agricultura tradicional podía llevar de uno a dos meses, según la extensión, y hoy se realiza en uno o dos días. A la vez, los transgénicos exigen la utilización creciente de agroquímicos, como herbicidas y fertilizantes, que elevan el rendimiento por hectárea.»

También indicaba el nuevo papel que desempeñaban los pools de siembra: «En ese contexto, aparecen los fondos de siembra -pools- que tienen el capital suficiente para comprar y aplicar ese nuevo paquete tecnológico en economías de escala. Pero son los tradicionales grandes propietarios de tierras más que los pools los que han avanzado en concentrar cada vez más la producción en sus manos.»

En el mismo artículo cita a uno de los estudiosos que más incursionó en la cuestión de la tenencia de la tierra en la zona pampeana, Eduardo Basualdo, que realiza investigaciones para la FLACSO, decía Zaiat al respecto: «que en la zona pampeana el 86,4 por ciento de la producción agrícola sigue en las mismas manos que hace un siglo y que esas familias y grupos tradicionales la realizan más de la mitad en sus tierras y el resto en otras que ellos mismos arriendan, que suman a las propias para mejorar la escala de producción.»

El mismo periodista pero el 11 de septiembre de 2011 decía: «La propiedad de la tierra sigue tanto o más concentrada que antes, fenómeno que se asocia ahora con el actual proceso de concentración de la producción. Esta es fruto de la irrupción de nuevas formas de funcionamiento de la actividad para operar con economías de escala, con una elevada participación del capital financiero y extrasectorial que alquila grandes extensiones, apropiándose de gran parte de la rentabilidad agraria sin inmovilizar recursos con la adquisición de tierra.»

La vieja oligarquía

El periodista económico David Cufré escribió un artículo el 13 de julio de 2008 también basado en los informes de Eduardo Basualdo, precisamente cuando los voceros de la oligarquía terrateniente negaban su existencia, en el mismo se evidenciaba que los viejos apellidos que conformaban esta clase privilegiada aun seguían dominando en gran parte de las mejores tierras del país.

Decía el periodista: «Los primeros son Bunge & Born, Loma Negra (Amalia Lacroze de Fortabat), Bemberg, Werthein y el ingenio Ledesma (familia Blaquier). En total poseen 396.765 hectáreas en la provincia de Buenos Aires, lo que arroja un promedio de 79.353 hectáreas cada uno. La familia Bemberg, ex propietaria de Cervecería Quilmes, diversificó sus negocios en distintos rubros, pero se declara propietaria de 60.000 hectáreas en la provincia de Buenos Aires, otras 73.000 en Neuquén y 10.000 en Misiones»

Cufré mostraba que las familias tradicionales perduraban en su dominio y así lo expresaba: «Los grupos agropecuarios están constituidos mayormente por familias de la aristocracia, que dieron origen a la Sociedad Rural. Son 35, que reúnen un total de 1.564.091 hectáreas, a razón de 44.688 hectáreas cada una en promedio. Figuran las familias Gómez Alzaga, con 60.000 hectáreas, Anchorena, con 40.000, Balcarce, Larreta, Avellaneda, Duhau, Pereyra Iraola, Ballester, Zuberbühler, Vernet Basualdo, Pueyrredón, Bullrich, Udaondo, Ayerza, Colombo, Magliaro y Lanz, entre otras»

Existen 53 propietarios en la provincia de Buenos Aires que son dueños de tierras con más de 20.000 hectáreas.

Los más nuevos

También se han incorporado nuevos actores que consiguieron realizar fortuna en otras actividades y que han decidido incursionar en la agricultura comprando considerable cantidad de tierras.

Eduardo Elztain es el principal accionista de IRSA, dueño también del Banco Hipotecario fue socio del magnate George Soros en el grupo CRESUD, es poseedor de unas 468.000 hectáreas y su grupo es considerado el grupo ganadero más grande del país.

Marcelo Mindlin uno de los empresarios aliados al gobierno de Macri, forma parte de ese selecto grupo de los privilegiados dueños de la energía argentina que con sus disparatados tarifazos asfixia a los argentinos, fue durante un tiempo socio de Elztain, además tiene en la Patagonia tierras que se extienden por 42.000 hectáreas

Como para confirmar que las finanzas es uno de los negocios más rentables del país, independientemente de los avatares políticos, el banquero Jorge Brito, propietario del Banco Macro es dueño de 87.000 hectáreas en la provincia de Salta donde posee unas 70.000 cabezas de ganado.

No podemos dejar de mencionar al llamado «rey de la soja» el grupo Grobocopatell que tiene el dominio sobre unas 170.000 hectáreas aunque ellos afirman que algunas son arrendadas y que no son de su propiedad. Su abuelo inmigrante había comenzado con 300 hectáreas.

El grupo Macri también ha incursionado en el acaparamiento de tierras, SOCMA es dueña de la finca El Yuto que tiene 20.000 hectáreas en la provincia de Salta, se estima que en total el grupo llegaría a dominar una superficie de cercana a las 100.000 hectáreas. Pero no hay que olvidar que la madre del presidente Mauricio Macri, es Blanco Villegas, familia dueña de importantes estancias en la Provincia de Buenos Aires, así que el deseo de su gobierno de beneficiar a los terratenientes no es sólo una cuestión ideológica. Serían unas 26.000 hectáreas de las mejores tierras del país las que posee la familia materna del presidente.

Concentración de la riqueza y la tierra

La ONG OXFAM presentó en la reunión anual del 2017 en Davos, que reúne a los personajes más poderosos del planeta, un informe que mostraba como se estaba concentrando la riqueza en todo el mundo, pero también presentó otro informe que manifestaba que en nuestro país se había producido una acentuada concentración de la tierra.

Ese documento indicaba que en el mundo ocho personas tienen una fortuna calculada en 426.000 millones de dólares, lo que es equivalente a lo que poseen otros 3.600 millones de personas. En América Latina en tanto sólo 32 personas acumulan lo mismo que 300 millones.

En el otro documento OXFAM indicaba que en la Argentina el 1% de los propietarios concentran el 33 % del territorio nacional y el 50% de la tierra cultivable con extensiones que superaban las 22.000 hectáreas.

El informe concluía señalando lo difícil que resulta informarse sobre los propietarios de la tierra: «Pretender saber quiénes son los dueños de la tierra en América Latina resulta una misión imposible. La opacidad en las transacciones, el uso de sociedades pantalla, la titulación a nombre de terceros y el secretismo y barreras burocráticas en las instituciones que administran los catastros y registros públicos de la propiedad crean un escudo que oculta la verdadera identidad de los propietarios»

Precisamente son los mismos integrantes de la oligarquía terrateniente los que ocultan sus posesiones para después salir a desmentir cualquier información sobre su poderío económico y justificar su tradicional resistencia a pagar impuestos.

Extranjerización

Pero la Argentina no sólo padeció de una concentración de la tierra también se produjo su extranjerización, incluso incumpliendo artículos de la ley que impide que extranjeros sean dueños de tierras en las cercanías de la zona de frontera.

En el 2008 el Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, le envió una carta abierta a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner donde le decía: «El país está en venta. Se han vendido más de 16.900.000 hectáreas de tierra a extranjeros» en un proceso que había comenzado en la década del 90, tres años después, se aprobó una ley que limitaba la compra de tierras a ciudadanos extranjeros, cuando llegó Macri al gobierno modificó arbitrariamente aspectos de esa ley al extremo de convertirla en letra muerta, como una forma de expresar su amistad con uno de los mayores depredadores de nuestro territorio, el amigo inglés del presidente, Joe Lewis.

Durante el gobierno de Menem con Miguel Ángel Toma como Secretario de Seguridad Interior se autorizó la venta de ocho millones de hectáreas a extranjeros, un 20% de esa extensión se efectuó en un territorio en que la ley no permitía la propiedad de extranjeros por ser zona fronteriza.

Joseph Lewis es considerado una de las mayores diez fortunas del mundo, compró en 1996 las primeras 11.000 hectáreas en una zona muy cercana al límite con Chile, tiempo después adquirió otras 8.000, en la actualidad mantiene secuestrado el Lago Escondido a pesar de los reiterados reclamos de los pobladores y la lucha de legisladores como la senadora Magdalena Odarda y el diputado Julio Accavallo, sin que el magnate se haya dignado cumplir con la legislación vigente, Lewis mantiene en la zona un ejército privado que se ocupa de desalentar a quienes pretenden llegar hasta el lago.

Los vecinos de Lewis deben realizar largos rodeos para llegar hasta sus casas producto del celo con la cual controla sus tierras y para lo cual cuenta con intimidante personal que parece no tener contemplaciones para ahuyentar a los vecinos.

En sus tierras se ha construido un aeropuerto que posibilitaría la salida e ingreso de aviones del exterior sin el control correspondiente. Lewis cuenta en la actualidad con una extensión estimada en 38.000 hectáreas.

Otra caso es el del fallecido empresario estadounidense Douglas Tompkins, dueño de tierras en la Patagonia y el Litoral, propietario de una porción de la Reserva Provincial de los Esteros del Iberá sobre el Acuífero Guaraní, 120.000 hectáreas compradas a la familia Blaquier, tras su fallecimiento los herederos anunciaron que pusieron en venta las tierras en la Patagonia pero no queda claro que ocurrirá con las tierras en los Esteros.

En la provincia de Santa Cruz, Tompkins compró 146.000 hectáreas en zonas cercanas a ríos y lagos, por estas y sus posesiones sobre el Acuífero Guaraní se ganó el título del «Señor del agua». Para 2006 este millonario había acumulado la sideral cifra de 426.000 hectáreas.

Tal vez el caso más trágico sea el de los Benettón, cuyas propiedades se encuentran sobre tierras reclamadas por pueblos originarios y donde ocurrieron las muertes de Santiago Maldonado y el asesinato por la espalda de Rafael Nahuel.

Benetton es el mayor terrateniente de la Argentina con 970.000 hectáreas su conflicto con el pueblo mapuche no es nuevo, en julio de 2004 Pérez Esquivel le envió una carta a Benetton reclamando por un conflicto con una familia mapuche por 500 ha.

Las extensiones de tierra de Benetton abarcan las provincias de Buenos Aires, Chubut, Río Negro y Santa Cruz. Se estiman que en sus campos hay unas 260.000 son las cabezas de ganado ovino y 16.000 de ganado bovino.

Hay una larga lista de «ricos y famosos» del mundo que también compraron tierras en la Argentina entre los cuales citaremos a Ted Turner, dueño de gran cantidad de empresas entre ellas la CNN y que actualmente es también dueño de las transmisiones del fútbol argentino a través del canal TNT.

La década del 90

Entre los censos rurales de 1914 a 1969 se produjo un incremento significativo de la cantidad de establecimientos agropecuarios incrementándose en un 75%, pero esa tendencia comenzará a revertirse a partir de la aparición de la soja como cultivo principal.

En su trabajo «La concentración de la tierra» cuyos autores son la Dra. Florencia Gómez Galizzi y el Ing. Agr. Eduardo L. Polcan nos dicen: En la década del ’70 los avances tecnológicos que se incorporan a la producción agrícola, la difusión del cultivo de soja y el alza en los precios internacionales, traen aparejado importantes cambios en el agro pampeano. Los productores pequeños o medianos que no pueden acceder a la nueva tecnología ceden sus tierras y se transforman en «pequeños rentistas».»

Desde los años 70 la soja fue incrementando su producción desplazando a otros cultivos y a la ganadería de las mejores tierras de la zona de la Pampa Húmeda, introduciéndose la modalidad conocida como feedlot, en que el ganado es encerrado en corrales donde se alimenta en comederos.

Durante el gobierno de Carlos Menem se dispuso el decreto de Desregulación de 1991 que eliminaba los organismos que regulaban la actividad agropecuaria como la Junta Nacional de Granos y la Junta Nacional de Carnes y la reglamentación que establecía un precio sostén para la producción agropecuaria esto dejó a los pequeños productores a expensas de los grandes y de las empresas transnacionales. ( Marcelo Sili y Luciana Soumoulou)

La década del 90 constituye la segunda etapa del neoliberalismo en nuestro país abarcando los gobiernos de Menem y De la Rúa, caracterizada por la convertibilidad con el dólar que implicó cambios significativos en la situación del agro.

La aplicación de políticas aperturistas y de congelamiento del valor del dólar provocaron un disminución de la tasa de ganancia de los productores, obligándolos a cultivar una mayor superficie y a realizar una inversión mayor, que llevó a miles de pequeños de productores a endeudarse y terminar atrapados en una red de la que les fue imposible escapar, acosados por sus deudas muchos quebraron, a su vez el valor de la tierra disminuía y permitiría que poderosos empresario nacionales y extranjeros adquirieran grandes extensiones.

A medida que la producción de soja crecía, miles de establecimientos rurales desaparecían, desde 1969 al 2002 la caída en cantidad de establecimientos fue de un 45%, la mayor reducción se produjo en aquellos de menos de 5 hectáreas de agricultura familiar que se desmoronó en 59%.

Pero esa tendencia se acentuó durante la década del 90, en el censo realizado en 1988 se detectaron 421.221 establecimientos, en 2002 esa cifra había bajado a 333.532, para volver a caer en 2008 a 276.582.

Mientras eso ocurría el área cultivada se había incrementado de 13 millones de hectáreas en 1988 a 20 millones en 2002, indicando que menos propietarios tenían más tierras.

En 1999 la deuda de los productores agropecuarios con los bancos y con los proveedores se estimaba en unos 9.000 millones de pesos, un 30 % de las tierras se encontraban embargadas y con la posibilidad de ser rematadas.

La lucha para evitar los desalojos y contra las políticas neoliberales fue acompañada por la Federación Agraria que agrupaba a pequeños y medianos productores, mientras estuvo liderada por un dirigente ejemplar como Humberto Volando que la dirigió entre 1971 y 1996, lucha que continuó como diputado nacional entre 1997 y 2001, Volando falleció en 2012.

Pero esa Federación Agraria que enfrentó las políticas del neoliberalismo asociada con la CTA de ninguna manera puede ser compara con la que lideraron Eduardo Buzzi y Alfredo De Ángeli en el 2008, asociados a la Sociedad Rural y representando a una clase media rural que ya tenía otros intereses e ingresos millonarios.

La devaluación del 2002

El fin de la convertibilidad con la devaluación del 2002 significó un impulso extraordinario para las ganancias de los grandes propietarios de la tierra que les permitió seguir acaparando tierras y desplazar a los productores más pequeños.

Esa devaluación fue acompañada por un incremento en el precio de los commodities y un aumento sideral en los valores de la tierra que en algunas regiones principalmente de la Pampa Húmeda superó el 500%, eso hizo que sectores encasillados como de clase media pasaran a ser dueños de verdaderas fortunas, situación que fue transformando sus mentalidades para acercarlos al conservadorismo histórico de la Sociedad Rural.

La concentración de la tierra promovió que el 2% de los propietarios fueran dueños del 50 % de la tierra en tanto que el 57% de las explotaciones agropecuarias apenas llegaban a tener el 3%.

En 2008, año del denominado conflicto en el campo, había 57.000 explotaciones agropecuarias menos que en 2002, tierra que había ido a parar a nuevos dueños de propiedades agrícolas o a antiguos que agrandaban sus posesiones.

También se produce a partir del 2002 un incremento significativo de la productividad, de 60 millones de toneladas en el 2000 se pasa a 95 millones en el 2007, mientras que la ganadería se mantuvo estancada en 50 millones de cabezas.

Mientras que la zona sembrada pasó de 13.804.778 ha. en 1988 a 19.338.681 en 2002, un aumento del 40%.

La concentración de la tierra en Argentina es muy superior al de otros países incluso en aquellos con una mayor extensión, la media es de 470 hectáreas en nuestro país, en los Estados Unidos es de 180 y de 50 en Europa.

Federico Soria en una investigación del 2017 nos informa que según el Registro Nacional de Tierras Rurales, unas 62 millones de hectáreas equivalentes al 35% del territorio nacional son propiedad de 1250 terratenientes y según el censo de 2008, había 501 establecimientos mayores a las 20.000 hectáreas.

Desmonte y uso de plaguicidas

La acelerada sojización produjo un desmonte alarmante en todo el país, pero en algunas provincias como Salta, Misiones y Chaco adquirió características de un grave atentado contra el equilibrio ecológico.

Los desmontes se convierten en una seria amenaza para la flora y la fauna pero también provocan catástrofes que por lo general son atribuidos a la Madre Naturaleza pero que están interrelacionados con el accionar irresponsable del Hombre en la destrucción de los ecosistemas.

Greenpeace ha denunciado que las inundaciones que asolan a nuestro país son producto de la deforestación y el cambio climático, Argentina ha sido uno de los países que más ha deforestado en los últimos 25 años, se han perdido más de siete millones de hectáreas, una superficie similar a la de la provincia de Entre Ríos.

La utilización de la semilla transgénica resistente al glifosato producido por Monsanto, actualmente bajo el dominio de Bayer, y otras empresas como Basf, Dow, DuPont, Syngenta; este producto utilizado durante la guerra de Vietnam como defoliante constituye un grave peligro para humanos y animales.

La creciente utilización de plaguicidas y fertilizantes han provocado la desaparición de peces en lagunas y de aves en zonas fumigadas, pero lo más preocupante es las consecuencias sobre los humanos que viven en regiones cercanas a campos fumigados.

También está poniendo en riesgo la industria de la miel porque las abejas están siendo exterminadas. Argentina es el tercer productor mundial de miel.

Las quejas de los apicultores no son escuchadas, según el Registro Nacional de Productores Apícolas en 2010 había 33.781 apicultores y 4.151.178 colmenas, en febrero de 2018 esas cifras habían caído a 9.227 apicultores y 2.322.975 colmenas. (Giardinelli-Peretti)

La localidad de Canals en Córdoba contaba con una población de 8645 en 2010, a mediados de 2018 se detectó que el 55% de la población muere de cáncer según la Red Universitaria de Ambiente y Salud, en ese pueblo y otras localidades vecinas se fumiga con glifosato.

Un estudio realizado en Chaco en 2012 por el Ministerio de la Nación mostró que en pueblos de interior cercanos a la zona sojera la mortalidad por cáncer se ubicó entre 30 y 38 %, en tanto que en pueblos alejados de la zona sojera la mortalidad por cáncer era entre el 3 y el 6%.

En tanto que las facultades de Medicina de Rosario y Córdoba detectaron que en ciudades como San Salvador en Entre Ríos, San Vicente en Santa Fe o Monte Maíz en Córdoba los fallecimientos por cáncer llegaron al 50%. (Giardinelli-Peretti)

Los medios también son parte de la oligarquía

Héctor Huergo es director del suplemento agrario de Clarín y es uno de los mayores ideólogos defensores del monocultivo sojero y del uso del glifosato, utiliza el truco de llamar chacareros a todos los que producen soja sin importar la magnitud de sus propiedades.

El diario La Nación fue históricamente el defensor de la oligarquía terrateniente, ahí expresaron sus ideas y su militancia reaccionaria, pero hace unas décadas se sumó Clarín, ambos grupos económicos han pasado a integrar parte de esa minoría privilegiada que domina el país y que tiene intereses contrarios a las mayorías populares y la democracia, lo cual fue claramente comprobado durante la última dictadura donde ambos periódicos fueron cómplices del genocidio y la destrucción de la economía, y también se contaron entre los pocos beneficiarios de esos años de terror.

Ambos grupos han incursionado con mucha fuerza en los negocios agropecuarios, Expoagro que se realiza anualmente es organizada por Exponenciar S.A., una empresa integrada por Clarín y La Nación. A su vez Clarín es dueño del Canal Rural.

Como para completar el panorama digamos que al menos uno de los máximos directivos de Clarín también es terrateniente, nos referimos a José Aranda, dueño de una estancia de 40.000 hectáreas en Corrientes dedicada a la producción de arroz y que estuvo asociado a algunos proyectos con el magnate George Soros, ambos intentaron promover la construcción de una represa en el 2011 para beneficiar a sus campos, que el gobierno de Corrientes prohibió luego de varias movilizaciones de vecinos, el proyecto contemplaba anular el curso de un arroyo.

Como vemos la militancia de Clarín a favor de la Mesa de Enlace en el 2008 y la defensa a ultranza de la oligarquía terrateniente desde sus muchos medios controlados, tampoco es una mera cuestión ideológica existen intereses económicos constantes y sonantes.

Algunas conclusiones

No le conviene a ningún argentino que las patronales del campo, en vez de producir alimentos esenciales para la población se dedique al negocio de la soja para alimentar los cerdos chinos, el Estado ha abandonado cualquier control sobre este sector y eso ha significado que el pan, la leche y la carne se hayan convertido en alimentos a los que muchos compatriotas debieron renunciar.

La soja le quita tierra al trigo, maíz, la leche o la carne, es necesario que primero comamos los argentinos a precios razonables y accesibles, y que luego se exporten los excedentes

En cambio, a los latifundistas cuando menos consuman los argentinos mejor para ello, porque tendrán disponibles mayores saldos exportables, más aún, con un gobierno que bajó las retenciones.

Precisamente las tan denostadas retenciones tienen la finalidad de direccionar la producción, además de poner límites a los precios de alimentos esenciales para que no tengan valores internacionales que corran a la velocidad del dólar.

Ante este panorama resulta alarmante que en la Argentina nadie se anime a plantear uno de los mayores problemas de la Argentina que es el latifundio y las medidas que el agro necesita para que tengamos alimentos que puedan ser consumidos por todos y todas.

Dejemos a Mempo Giardinelli y Pedro Peretti decirlo con absoluta claridad: «Y es que es absurdo y nefasto por donde se lo mire que, en esta época, en la República Argentina no se hable de latifundio, de empresas transnacionales agroexportadoras, de puertos incontrolados por el Estado, de la necesidad de volver a tener una flota mercante nacional, de refundar una Junta Nacional de Granos, de aprobar una Ley de Semillas que proteja el uso propio y las semillas criollas, del tamaño de las empresas agropecuarias, de la agricultura de rostro humano, del monocultivo sojero».

Pero además la agricultura y la ganadería constituye, luego que el macrismo destruyera meticulosamente la industria nacional, el único sector que puede obtener divisas por la exportación de sus productos, esas divisas en manos de los terratenientes y las empresas transnacionales permiten continuas maniobras de especulación a la espera de una nueva devaluación provocando un incremento generalizado de precios, teniendo el poder de provocar una asfixia de la economía y un incremento desmesurado de los alimentos.

En manos de un puñado de terratenientes se encuentra la llave de la despensa de los argentinos, dejarlo librado a la situación del mercado es suicida y condena a millones a comer mucho menos, el Estado debe tener una participación activa para garantizar el pan, la leche y la carne en el menú de sus compatriotas.

Fuentes

Profesor: Oscar Bazoberry. Grupo integrado por Elizabeth Vargas, Noel Velazco, Grover Alarcón, Javier Thellaeche, Desarrollo rural y tenencia de la tierra en la argentina.

Ámbito Financiero 16 de enero 2017. Se profundiza la concentración de la tierra en la Argentina: apenas el 1% acapara el 33 % del territorio

Alfredo Zaiat, Pagína 12, 11 de septiembre de 2011, Propiedad de la tierra

Alfredo Zaiat, Página 12, 12 de julio de 2008

David Cufré, Página 12, 13 de julio de 2008. Los gordos de 20.000 hectáreas

Alejandro Margulis, Le Monde Diplomatique. 16 de marzo de 2016 ¿Sirve la Ley de Tierras?

Dra. Florencia Gómez Galizzi, Ing. Agr. Eduardo L. Polcan Concentración, Extranjerización y uso de la tierra en Argentina

Marcelo Sili y Luciana Soumoulou, Colaboración de Gabriela Benito y Fernando Tomasi. La problemática de la tierra en Argentina 2011

Profesora Elsa Bruzzone, La problemática de la tierra en la Argentina, septiembre 2011

Gianina Argibay, Concentración y Extranjerización de tierras en Argentina 2012

Federico Soria. Listado de terratenientes de la Patagonia Argentina 14 de septiembre de 2017

Pedro Peretti, Mempo Giardinelli, La Agricultura agropecuaria, 2018

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