M.H.: Vivimos el “Just in time” escribiste hace unos días. Explicanos eso Silvio.
S.S.: Es un término bastante común en el mundo globalizado, la idea de que se pasa al stock variable. A diferencia de otras épocas del fordismo donde en un lugar se acopiaba stock para poder atender la demanda, ahora el stock llega a una velocidad enorme en plazos muy cortos y se producen ventas a nivel internacional a través de internet o de las distintas formas de generar consumo. Entonces lo que hoy es un supermercado en Europa, donde hay 20, 30, 40 productos que no son producidos en Europa y que llegan por barcos o aviones a una velocidad enorme y donde el tiempo entre la producción y el consumo es una variable decisiva inclusive para el transporte, para la penalización a los barcos que no llegan en los tiempos justos, etc. Es decir, lo que la gente consume hoy acá, es lo que se produjo hace dos o tres días en otra parte del mundo. Entonces esos lugares ya no trabajan con stock.
Alguien decía que una cosa tan simple como una bicicleta tiene partes producidas en 16 o 17 países diferentes. Con los alimentos pasa lo mismo. Los tomates que se consumen en Holanda son de España y llegan en transporte terrestre a una enorme velocidad y todo está pactado para que ese transporte llegue. Ahora en Argentina ha habido una crisis porque se han detenido los mecanismos de llegada de algunos insumos, entonces muchas empresas de venta por internet estaban vendiendo cosas que no tenían, porque hay una demanda muy alta de consumidores que compraron cosas por internet, no han recibido y no las van a recibir, porque ese sistema se trabó.
Entonces decía en ese artículo sobre el Just In time, que la pandemia no solo congeló el movimiento de personas sino también el de mercancías y eso ha creado un enorme descalabro en los mecanismos habituales de producción de valor y en los mecanismos obviamente de consumo relacionados con eso.
La pandemia ha puesto en evidencia muchas de las lacras de la producción capitalista y de las formas en que se desarrollaron y se vive en las grandes ciudades
M.H.: Días pasados entrevisté a Jonatan Baldivieso y él me hablaba de los cambios que sufrió la Ciudad de Buenos Aires en 1871 a raíz de la fiebre amarilla y de los cambios que debería sufrir nuestra ciudad a partir de la pandemia. ¿Qué opinás al respecto?
S.S.: En general las grandes transformaciones de las ciudades tienen múltiples motivos. En Europa básicamente el empuje vino dado por la Revolución Industrial y el hacinamiento que producía. Sobre la base de ese hacinamiento la reproducción de enfermedades infecciosas a una gran velocidad, como antes no se había conocido, desde la época de la peste en Francia y en Londres que tuvo una epidemia de cólera y era el paradigma de la sociedad industrial. Desde Engels para adelante se ha escrito mucho sobre eso, de las condiciones de vida de la clase obrera en Inglaterra.
M.H.: Se cumplieron 135 años de la muerte de Engels.
S.S.: Así es. También hubo otras catástrofes, como la guerra, que produjo la destrucción de muchas ciudades. La reconstrucción se encaró con una visión más modernista, con otros parámetros y otras pautas. En Argentina el caso más emblemático es de la epidemia de la fiebre amarilla que mencionaste, en realidad había habido otras epidemias de fiebre, pero la de 1871 fue la más grande. Las anteriores entraban por el puerto, porque los barcos que paraban en Brasil la traían, ya que era endémica, como la malaria.
Esta vez la fiebre entra por la Guerra del Paraguay, conocida como la de la Triple Alianza. Son los soldados que vuelven los que traen consigo el virus. Y fue la más grande, en ese momento Buenos Aires tenía 180.000 habitantes y las cifras de muertos oscilan entre 14.000 y 20.000 quiere decir que casi el 10% de la población falleció. Es como si pensáramos que hoy en el AMBA hubiera más de un millón de muertos.
Y la ciudad no estaba acondicionada para algo así, los relatos de la época son terribles porque no había médicos. Ni siquiera había pompas fúnebres, no había cementerios, se habilita el cementerio de la Chacarita, que era una chacra de la Iglesia, por eso se llama así; porque no tenían donde poner los muertos. Buenos Aires en ese momento sólo tenía una cloaca central, no tenía ningún otro abastecimiento de agua corriente. La gente sacaba agua del pozo, todo estaba muy contaminado. Las calles eran muy angostas, no había sistema de ventilación correcto. Esto produce una fuga de los sectores más adinerados de la ciudad hacia la Zona Norte, que era donde solían vacacionar porque estaba frente al río y estaba mejor ventilada. Lo cual dio lugar a que se transformara en lo que hoy es Recoleta el barrio de la clase alta, que después devino en la construcción de los palacios como el Jean Jaurés, etc.
En realidad, las principales víctimas de esa epidemia fueron los más pobres. Algunos dicen que la población negra que sobrevivió a la Guerra de la Triple Alianza terminó siendo exterminada por la fiebre. Porque eran los que vivían en las condiciones más hacinadas. También muchos inmigrantes, en su mayoría italianos, lo que dio lugar a la construcción el Hospital Italiano.
Entre los inmigrantes la mayoría eran italianos, algunos españoles también, que vivían hacinados en los conventillos con una densidad altísima, gente que vivía toda la familia en una sola habitación. No tenían los recursos para ser atendidos, a pesar de que algunos médicos como Argerich los atendían, de hecho, él falleció por la fiebre.
Yendo al tema de la ciudad, en ese momento en Europa había toda una corriente como consecuencia de la Revolución Industrial, de lo que se llamó “sanitarismo urbano” que consistió en adecuar la ciudad en función de generar mejores condiciones de salud. Muchos usaron eso como una excusa, el caso famoso del Barón Haussmann que cambió todo el centro de París, abrió todas las murallas, cambiando la fisonomía del París medieval y aprovechó todo eso para hacer lo que se podría llamar una gentrificación primitiva, echando a los pobres del centro de París y embelleció la ciudad con paseos, bulevares, etc.
También con el argumento del saneamiento. Eso se reprodujo en América, Río de Janeiro tuvo su versión y se trajo aquí por lo que se denominó la Generación del 80 que tenía esa imagen de “orden y progreso”, orden expresado en la represión, venían de la campaña del Paraguay y continuaron con la campaña de exterminio de los pueblos originarios del sur, ampliando la frontera civilizada y la creación de nuevos pueblos en ese camino.
Pero sobre todo en Buenos Aires esa generación quería hacer una ciudad a imagen y semejanza de su propia clase, de lo que era la oligarquía conservadora en algunos aspectos y modernista y liberal en otros. Conservadora porque se basaba en la explotación de la tierra, en ese proceso se produce la transición de lo que eran los saladeros, que también eran un elemento de alta contaminación de la ciudad a los frigoríficos. Se empiezan a introducir los primeros frigoríficos y las técnicas de frío. Y ampliaron muchísimo la capacidad de exportación de la carne y del grano en otro nivel. Y realizaron importantes obras, por ejemplo, Buenos Aires no tenía avenidas, Avenida de Mayo es de la época de la generación del 80 que va de 1880 hasta 1916 cuando a partir de la Ley Sáenz Peña gana Hipólito Yrigoyen. De esa época también es el Congreso, el Teatro Colón que se hace en lo que era la vieja estación Parque, que fue la primera estación de tren.
Y entre otras cosas, se crean hospitales como el Muñiz y el Tornú, hospitales creados justamente para enfrentar las enfermedades infecciosas, porque no solo estaba la fiebre amarilla, sino también el cólera, la tuberculosis. Se crean con la lógica sanitarista, rodeados de verde, con salas muy amplias y ventanas para que ingrese la luz. Y, sobre todo, hay una ofensiva muy interesante de parquización de la ciudad. En ese momento se nombra al francés Carlos Tays, el primer paisajista de la Argentina, que hizo cosas muy importantes como el Parque 3 de Febrero, el Parque Sarmiento en Córdoba, el Parque Centenario, el Pereyra Iraola. Luego sucesores de él hicieron el Paseo de los Italianos en la Costanera sur.
M.H.: ¿Y ahora cómo estamos?
S.S.: Ese ejemplo puede servir parcialmente. Porque estamos hablando de una ciudad de 180.000 habitantes y de una clase conservadora que obviamente no pensaba en especulación inmobiliaria y que en contradicción con los conservadores y neoliberales de nuestro tiempo defendía mucho y construía mucho en el espacio público, que lo concebían para lo que ellos podían disfrutar por supuesto.
Hoy la situación es diferente, la relación de la pandemia con la fiebre amarilla es muy relativa, porque a pesar de que había en otros países, la fiebre amarilla fue local. Esta es una pandemia universal. Posiblemente respecto a los muertos ha matado menos gente esta pandemia, pero también es cierto que ha afectado a una mayor cantidad de países sobre todo ha afectado de manera drástica el funcionamiento de la economía y la vida producto de la globalización y consiguientemente al conjunto de la sociedad en todos sus aspectos. Ha puesto en evidencia muchas de las lacras de la producción capitalista y de las formas en que se desarrollaron y se vive en las ciudades.
Buenos Aires no es la excepción, creo que cualquiera que quiera leer las consecuencias de la pandemia en el AMBA, que tuvo el 90/95% de los casos y de los muertos producto del Covid 19 tiene todos los elementos para hacer una lectura de lo que era la ciudad antes de la pandemia, lo que está ocurriendo durante y lo que habría que hacer. A pesar de que la pandemia no terminó y que se hace difícil pensar en detalle cómo sería la post pandemia.
Hay muchas teorías al respecto. En Europa se está pensando mucho en eso que se ha denominado “la ciudad de los 15 minutos” pero son formas experimentales y no hay un desarrollo para poder evaluarlas, además está basado en ciudades totalmente diferentes como son las ciudades europeas. Diferente de lo que pasa en las ciudades en desarrollo o las grandes megalópolis de América Latina.
M.H.: ¿Es posible la descentralización?
S.S.: El tema es en manos de quién está ese proyecto. Yo creo que en manos de los actuales poderes socioeconómicos y su expresión política no hay ningún interés en descentralizar. No escuchás a ningún gobernante con esa intención, ni ahora, ni en la época de Macri ni antes. Nadie habla de la ciudad post pandémica en profundidad, ni siquiera en lo más inmediato, porque la ciudad post pandémica va a tener una lógica inercial, cómo se va a comportar la gente con todos los fenómenos que vivió durante el Coronavirus, el miedo, el distanciamiento físico, el cambio de las vivencias en los espacios públicos, las cosas que van a desaparecer o que van a tardar mucho en reaparecer y otras cosas que van a sufrir impactos muy fuertes.
Eso no va a depender mucho de las decisiones políticas ni las decisiones de gobierno, sino que van a responder a una conducta inercial, en cómo se va a comportar la gente cargada de temores frente a la nueva normalidad de la ciudad post pandémica. Una de esas cosas va a ser el transporte público que es un tema en debate. Yo creo que los miedos que ha generado el transporte público van a hacer que se reduzca mucho la cantidad de pasajeros, aunque se retroceda en la pandemia va a quedar una consecuencia fuerte. Y si no se toman medidas eso va a generar un aumento del uso de los vehículos particulares, que es lo que se está incentivando ahora.
Ahora para solicitar una autorización para viajar en transporte público tenés que justificar con una cantidad de elementos que necesitás imprescindiblemente porque hacés una actividad imprescindible para la sociedad. En cambio, si la solicitás para un auto es muy rápido el permiso. A pesar de los controles y los secuestros de los automóviles sin autorización, hay una tendencia a favorecer el transporte individual. En ciudades pequeñas eso puede resolverse caminando o en bicicleta, pero en ciudades como Buenos Aires donde las distancias entre donde vive la gente y donde trabaja son de decenas de kilómetros no hay bicicleta ni caminar posible.
Esa va a ser una traba muy fuerte porque no hay capacidad de planificar otro transporte público ni voluntad de hacerlo. Es un elemento crítico con estas restricciones el transporte público. El mes pasado se suspendió el transporte del Ferrocarril Sarmiento, y eso que estaba siendo usado en un 40% de su frecuencia habitual.
M.H.: Por 500 trabajadores infectados. Es un tema que abordamos en junio a través de los compañeros de la Lista Naranja del Ferrocarril Mitre, sobre la empresa de seguridad Murata, que no solamente hacía trabajar a trabajadores de 65 años que en aquel momento ya había muerto uno, sino que es una empresa que no solamente tiene la seguridad en Ferrocarriles Argentinos sino también en varias empresas públicas del Estado. Por ahí entraron los trabajadores infectados. Digo esto porque nosotros lo abordamos hace tres meses y medio atrás.
S.S.: Sí, una de las primeras conversaciones que tuvimos acerca de la pandemia en la CABA, decíamos que era evidente que los sectores más vulnerables eran los que iban a sostener el peso de la pandemia y que había que concentrar toda la energía ahí. Eso llegó tarde.
M.H.: En geriátricos porteños hubo centenares de muertos.
S.S.: Dijimos geriátricos, la gente que vive en las villas y también las poblaciones carcelarias.
M.H.: El 46% de las personas que viven en villas no tienen agua corriente, cloacas, gas.
S.S.: Exactamente. La pandemia puso eso en evidencia, entonces cualquier proyecto, cualquier plan, tiene que partir de eso. Dije antes que la pandemia puso en evidencia la lacra. La lacra es que hay cuatro millones de personas en el país que viven en villas, dos millones en el AMBA. Un altísimo número de personas que vive en condiciones de hacinamiento no tiene agua potable, algunas villas están construidas sobre terrenos de relleno y residuos. Otros viven cerca de ríos contaminados.
M.H.: ¿Qué hacemos con esto?
S.S.: En primer lugar, la primera propuesta que se debería hacer para bajar el riesgo y generar condiciones de habitabilidad, dignidad, de un hábitat saludable, del derecho a la vida, sin dudas buscaría erradicar esos problemas. Y no hablo de erradicar las villas. Erradicar los problemas de las villas y en todo caso ir ofreciendo una salida, porque también las condiciones de hacinamiento, falta de ventilación, promiscuidad de ambientes que contienen más personas de las que serían deseables, falta de espacios verdes. Si en la Ciudad faltan espacios verdes, en las villas no existen.
Entonces cuando habla la ONU afirmando que hacen falta 15 metros cuadrados por habitante, imagínate llevar eso a las villas. Hay muchas medidas que se tendrían que tomar y todo eso es preexistente, la pandemia lo puso en evidencia. Y estos días estuve leyendo que hay un relanzamiento del Plan Procrear que contiene los mismos vicios que el anterior y muchas de las virtudes también. Deja en manos individuales la resolución de los problemas principales.
Acá el principal plan tiene que ser resolver la vivienda y las condiciones de hábitat para esta gente. Que es un problema no solo argentino; los estudios de la ONU de hábitat reflejan que un 20% de la población mundial vive en estas condiciones. Lo que se llama “el mundo slam”. Esto daría para otro debate, porque en Argentina nos estamos comprometiendo a pagarle al FMI y a los acreedores privados, a los grupos especuladores financieros como Black Rock, estamos comprometiéndonos a pagar durante mucho tiempo una deuda que no vino para resolver estos problemas y la pregunta es de dónde van a salir los recursos para resolverlos. No hay ningún plan para esto.
Como tampoco hay ningún plan de descentralización ni de aumento de los espacios verdes, ni de modificar el sistema de salud. Ni siquiera para la pandemia se logró integrar un sistema único de salud. Los sectores privados siguen trabajando con su propio proyecto, no se pudo integrar al sistema público. En la Ciudad dicen que los hospitales, las plazas para terapia intensiva, a pesar de lo que dice el gobierno y esto lo sé por amigos que tengo en hospitales, están al borde de la saturación, pero el gobierno no tiene ningún tipo de control sobre lo que pasa en esas salas en los entes privados.
Hay mucho por hacer, porque salud no es solo hospitales, salud es agua. Eso se hizo en la generación del 80, una de las primeras cosas que se decidió fue un plan de agua potable y cloacas para toda la Ciudad. Eso lo vio una elite en el siglo XIX, una elite reaccionaria y conservadora.
M.H.: Pero nuestros dirigentes actuales al lado de la generación del 80 son unos mamarrachos.
S.S.: Así es.
M.H.: Yo no simpatizo ni con Sarmiento ni con Avellaneda.
S.S.: Sarmiento se escapó como Macri durante la fiebre amarilla.
M.H.: Sí, pero Sarmiento en Paraguay modifica muchas de sus ideas reaccionarias al igual que lo hizo Juan B. Alberdi que también se refugió en ese país. Y criticó lo que fuera la Guerra de la Triple Alianza. Al final de su vida hace también una reivindicación de los derechos obreros. Es uno de los adelantados en ese aspecto. Pero ese es otro tema. Retomemos lo que estábamos hablando, porque la revista mexicana Política y Cultura que alguna vez publicó algún reportaje que hicimos, está muy interesada en esta problemática del Coronavirus y creo que tendríamos que darle una vuelta de tuerca a este tema de las ciudades. Las megalópolis.
S.S.: No hay forma de pensar una nueva respuesta a todo esto que no sea de carácter estructural. Más allá de algunas medidas inmediatas que se puedan tomar, ampliar las calles peatonales, poner demarcaciones para mantener cierta distancia, medidas de contingencia.
Está claro que la lógica de la producción del espacio capitalista que ha construido estas megalópolis está colapsada. Eso no puede seguir. Hay que ver quién se anima y quién protagoniza.
En estos días se está discutiendo una reforma del plano urbano ambiental a espaldas de la sociedad en un marco muy estrecho que se trata de adaptar al Código de urbanismo que hemos analizado ya varias veces y que es nefasto, que va en contra de todo lo que estamos diciendo. Y el plano urbano ambiental que se aprobó en 2008 nunca llegó a cumplirse. Se está actualizando algo que nunca se cumplió en lo fundamental.
Me parece que es un debate necesario, que nos debemos, un debate en el cual hay que involucrar a amplios sectores porque es condicionante del futuro. Acá no hay solamente un tema económico ni un tema de salud en abstracto, es un tema concreto de la relación entre lo físico y lo social y hay que pensar sobre esto con mucha inteligencia y de manera abierta, dispuesta a hacer los cambios radicales que hagan falta.