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La península de Baja California: nueva fase del Destino Manifiesto

Fuentes: Rebelión

El cumplimiento de nuestro destino manifiesto es extendernos por todo el continente que nos ha sido asignado por la Providencia, para el desarrollo del gran experimento de libertad y autogobierno. Es un derecho como el que tiene un árbol de obtener el aire y la tierra necesarios para el desarrollo pleno de sus capacidades y el crecimiento que tiene como destino. (John L. O’Sullivan, Nueva York, 1845)

La segunda fase de la doctrina norteamericana del Destino Manifiesto en México (en la primera nos arrebataron la mitad del territorio nacional), empezó hace dos décadas con toda su fuerza en la península de Baja California. Varios expertos predicen una nueva y enorme corriente migratoria de gringos hacia las costas, ciudades y montañas de los dos estados peninsulares, que podría destruir en una sola generación, mediante la penetración cultural y económica, gran parte de la historia natural y de la cultura local y nacional en esta parte del país.

La conquista de nuevos territorios tiene ahora dos arietes que son más efectivos que las armas: la cultura y el dinero. En geopolítica la penetración cultural representa un rol de primera importancia, ya que logra separar a la población de sus raíces culturales y de sus tradiciones de solidaridad, sustituyéndolas por necesidades creadas que nada tienen que ver con el desarrollo autónomo de las comunidades. Como dice el escritor James Petras, “el efecto político (de la penetración cultural) consiste en alienar a los pueblos de sus vínculos con sus comunidades y clases tradicionales, atomizar y separar a los individuos de los demás”

En el plano económico el objetivo es capturar mercados y espacios. Un proceso que permite la dominación,  explotación y apropiación de la riqueza por intereses hegemónicos mediante ciertos mecanismos y bajo un escenario de relaciones  comerciales asimétricas, inequitativas e injustas, como ya se pude apreciar en Los Cabos.

La investigadora Rossana Almada, de la Universidad de Guadalajara, describe cómo en el plano local la penetración cultural y los nuevos patrones económicos están afectando a la población de Todos Santos: “Pese a la resistencia de los todosanteños a que sean los extranjeros quienes determinen los cambios pertinentes en la infraestructura y el uso del espacio, la arquitectura del pueblo se ha visto modificada en los colores de las fachadas y la decoración exterior en las casas de los nuevos habitantes.

Y agrega: “Dichos elementos (inmigrantes y nuevas tecnologías) también están produciendo cambios importantes en la organización del espacio y el tiempo, pues además de que actualmente se vislumbra un conflicto social entre los grupos por el uso del espacio en el lugar, también las formas de organizar el tiempo en el pueblo han cambiado, dado que los extranjeros son quienes marcan las actividades económicas del pueblo” (1).

Este sentimiento lo comparte Mike Davis, escritor, urbanista, ideólogo de izquierda y producto del working class sandieguino, quien expresa su preocupación por lo que le espera a la península en los siguientes diez años, si la gente rica continúa construyendo marinas para atracar sus lujosos yates o  transformando a sitios como Loreto en parques temáticos coloniales. Vale decir que aquí en una sola década, esta población crecerá de los 15 mil habitantes actuales a 100 mil, “lo que conllevará el mismo tipo de consecuencias sociales y medioambientales que se pueden observar en la insalubre periferia de Cancún y de otros centros turísticos de masas”

Pero lo más interesante desde el punto de vista geopolítico, dice, es ver cómo “la Alta California está empezando a inundar la Baja California, en un proceso que puede hacer época si, libre de todo tipo de bridas, se completa y, así, consolida la intolerable marginalización social y la devastación ecológica que ya se avizoran en la última región verdaderamente fronteriza de México”.

Autor de libros como “Ciudades muertas. Ecología, catástrofe y revuelta”; “Genocidios tropicales”; “Catástrofes naturales y hambrunas coloniales”; “Ecología y miedo” y “Planeta de ciudades miseria”, entre otras, Davis advierte que “todas las contradicciones de la California postindustrial ─desbocado crecimiento del precio del suelo en la zona costera, desarrollo suburbano incontrolado en valles interiores y desiertos, autopistas congestionadas y ausencia de medios de transporte de masas, crecimiento astronómico del uso de vehículos motorizados como forma de esparcimiento─,  no hacen más que anunciar la invasión de la maravillosa ‘península vacía’. Para utilizar un término proveniente de un pasado negro pero no irrelevante, la Baja California puede convertirse en el lebensraum (2) californiano”.

En los hechos, la invasión comenzó al menos desde hace 20 años, cuando FONATUR, un auténtico Caballo de Troya, inició los trabajos para convertir a Los Cabos en un “centro integralmente planeado”, en donde hoy día ya no es posible que los propios mexicanos puedan disfrutar de los espléndidos espacios naturales, debido a la intensa especulación con la propiedad de la tierra.

De acuerdo con el Wall Street Journal, “estos cambios en la propiedad del suelo anticipan lo que será una auténtica ola demográfica. Con más de 70 millones de estadounidenses nacidos del baby boom (la llamada generación del baby boom está compuesta por los nacidos poco después del fin de la Segunda Guerra Mundial en Estados Unidos, y tuvo un efecto profundo en la bonanza económica de ese país), de los que se espera que se jubilen a lo largo de las próximas dos décadas, varios expertos predicen una enorme corriente migratoria hacia climas más cálidos y regiones más baratas. A menudo se trata de compradores que adquieren una propiedad inmobiliaria 10 o 15 años antes de su jubilación, propiedad que utilizan como segunda residencia o que, en algunos casos, ocupan durante la mayor parte del año”

Pero como bien apunta Mark Davis, los hijos del baby boom no se limitan a preparar sus nidos para su eventual jubilación, sino que, cada vez más, especulan con las reservas de suelo mexicano, elevando el precio de la propiedad más allá de lo que se pueden permitir unos empobrecidos habitantes del país que, como consecuencia, se ven empujados hacia barrios insalubres o forzados a emigrar.

Es la clásica historia del sudcaliforniano que vende sus tierras de playa forzado por la necesidad de contar con un capital, pero que a la vuelta de pocos años no le queda ni dinero ni tierras. Emplearse con los compradores ha sido la salida frecuente.

Resulta irónico que mientras el gobierno norteamericano  construye un muro de mil 200 kilómetros en ciertos puntos de la frontera con México, -apoyado por los Minutemen, un grupo civil que patrulla la frontera del lado estadounidense y dispone de armas, vehículos y aviones y que frecuentemente asesinan a mexicanos indocumentados-, “hordas de gringos se agolpan hacia el sur para gozar de sus espléndidas pensiones de jubilación en asequibles segundas residencias bajo el sol mexicano”, comenta Mark Davis en un artículo titulado: “La invasión fronteriza” y publicado en sitio TomDispatch.com.

Y agrega: “pese a que los especuladores del Canadá occidental y de Arizona han dejado su imponente rastro a lo largo de toda la zona meridional de la Baja California, Los Cabos se han convertido también en el distrito turístico de Orange County, la región de donde proceden, precisamente, los grupos más violentos de Minutemen -de ahí la enorme cantidad de registros de aviones privados en el aeropuerto local-. De hecho, parece que, para muchos acaudalados californianos del sur, no existe contradicción alguna entre fustigar la “invasión de inmigrantes” en presencia de los amigos conservadores de Newport Marina y, al día siguiente, volar hacia Los Cabos para jugar al golf o salir al mar con sus kayak”.

Prácticamente, dice Davis, los dos primeros pasos hacia esta anexión informal ya se han realizado. Primero: bajo la bandera del TLC, la California meridional ha exportado cientos de industrias contaminantes y de fábricas en las que los trabajadores se hallan altamente explotados a las zonas de maquiladoras de Tijuana y Mexicali. Asimismo, la Asociación Marítima del Pacífico, que representa los intereses de las mayores empresas navieras de la costa oeste, se ha coligado con corporaciones coreanas y japonesas para forzar la construcción de un enorme puerto-contenedor en Punta Colonet, 150 millas al sur de Tijuana, lo que supondría un importante debilitamiento del poder de las centrales sindicales de estibadores que operan en San Pedro y San Francisco, California.

En segundo lugar, decenas de miles de jubilados y veraneantes gringos se están apiñando a ambos extremos de la península. En un folleto publicitario se alardea de que, a lo largo de la costa entre Tijuana y Ensenada, “se encuentran ya cerca de 57 urbanizaciones, lo que equivale a unas 11.000 casas o apartamentos cuyo valor conjunto se acerca a los 3.000 millones de dólares y que están enteramente destinados al mercado estadounidense”.

Al otro extremo, en Los Cabos, el valor del mercado inmobiliario en el corredor turístico es superior a mil millones de dólares anuales­ y  tiene una tasa sostenida de crecimiento del  35 por ciento. Este segmento de negocios está controlado por al menos cuarenta empresas extranjeras, la mayoría con sede en California, Colorado, Arizona y Nuevo México.

En promedio cada año se construyen en Los Cabos dos mil  casas de descanso para el mercado de extranjeros, a un precio mínimo de 350 mil dólares. Aunque hay un segmento de inversionistas que  adquieren una propiedad exclusiva en zona de playa en un millón de dólares o más al contado.

El mercado es tan lucrativo, que se calcula que las inmobiliarias tienen un ingreso anual de 100 millones de dólares, tan solo por la intermediación entre vendedor y comprador, sin considerar la venta de casas usadas, terrenos, ranchos y otro tipo de propiedades.

Sin embargo, al parecer esta invasión fronteriza hacia el sur no forma parte de la agenda del gobierno mexicano, no obstante que es un problema de seguridad nacional. Ni siquiera hay un estudio confiable que nos diga cuántos gringos viven en Baja California Sur. Se manejan cifras de hasta 70 mil, el 10 por ciento de la población total del estado. Al respecto, el Departamento de Estado Norteamericano  estima que, a lo largo de la última década, el número de estadounidenses que viven en México ha subido de 200 mil a un millón, así que la cifra de 70 mil para BCS no resulta tan exagerada.

Davis remata su texto con este llamado a la lucha por la conservación de uno de los lugares más prodigiosos de la tierra: “Uno de los elementos más apreciados de la Baja California lo constituye el hecho de que se hayan conservado los espacios todavía vírgenes que, han desaparecido por completo en el resto del oeste estadounidense. De ahí que los residentes locales, a la par que todo un movimiento ecologista indígena muy activo y convincente, trabajen para conservar este paisaje incomparable y para proteger el ethos igualitarista que pervive en las pequeñas localidades y pueblos pesqueros de la península”.

La sociedad civil tiene la palabra, ya que sólo ésta puede crear un movimiento que haga tomar conciencia a todo el tejido social, en una lucha en la que no sólo está en juego la soberanía nacional, sino la supervivencia de nuestra raza y cultura.

Notas:

(1) Mass media, espacio y tiempo en Todos Santos, BCS, 2001

(2) Lebensraum es un término alemán que significa “espacio vital”. Esta expresión fue acuñada por el geógrafo Friedrich Ratzel en 1876, y establecía la relación entre espacio y población, asegurando que la existencia de un Estado quedaba garantizada cuando dispusiera del suficiente espacio para atender a las necesidades de la misma. Karl Haushofer, ex general, y geógrafo, adujo que la base de toda política exterior era el espacio vital de que dispusiese el cuerpo nacional. La acción del Estado consistía en defender tal espacio y en ampliarlo cuando resultara demasiado angosto. En su obra Mein Kampf, Hitler declaró: “los alemanes tienen el derecho moral de adquirir territorios ajenos gracias a los cuales se espera atender al crecimiento de la población”. (Nota del redactor).