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La pitada al himno español y la hipocresía del «ABC»

Fuentes: Rebelión

Si a Groucho Marx se le atribuye (erróneamente) la frase «estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros», al ABC le iría bien ésta: «estos son mis principios; si no me convienen, tengo otros». Tras la reciente pitada al himno español en el Camp Nou, el diario ABC se ha rasgado las vestiduras […]

Si a Groucho Marx se le atribuye (erróneamente) la frase «estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros», al ABC le iría bien ésta: «estos son mis principios; si no me convienen, tengo otros».

Tras la reciente pitada al himno español en el Camp Nou, el diario ABC se ha rasgado las vestiduras y ha salivado un editorial en el que se leen cosas como éstas: (1)

«LA OFENSA A ESPAÑA NO PUEDE QUEDAR IMPUNE» (mayúsculas en el original, es el título del editorial)»; intolerable insulto al conjunto de los españoles y a los valores democráticos y constitucionales que rigen la convivencia nacional»; «es fundamental imponer sanciones ejemplares con el fin de que tal esperpento no se repita»; «la sanción tendría que ser lo suficientemente contundente como para desincentivar que se vuelvan a proferir insultos a los símbolos de España»; «Ni España se puede permitir hacer el ridículo ante medio mundo ni los españoles se merecen que nadie les vilipendie».

Varias cosas al respecto:

1) Soy español, pero no me he sentido insultado por la pitada, porque no me identifico a nivel personal con símbolos ni himnos. Tampoco me siento representado por ellos, ni ya puestos ni por partidos políticos, elegidos mayoritariamente o no. ¿Les queda claro? Soy yo, ni ustedes ni las leyes, quien decido si algo o alguien me representa o tiene que ver conmigo.

2) La inmensa mayoría de los que pitaron, casi todos, también son legalmente españoles. ¿Se estaban insultando a sí mismos? Obviamente no, porque tampoco se identifican con esos símbolos. Más aún, los aborrecen, y tienen perfecto derecho a ello, ¿o tampoco?

3) Un himno no es un valor democrático, la libertad de expresión sí. Luego pitar un himno no es un «insulto a los valores democráticos» sino el ejercicio de uno de ellos.

Sobre las sanciones a ese ejercicio de libertad de expresión, con el que uno puede estar de acuerdo o no, rescatemos de la traidora hemeroteca la postura del diario a propósito de las caricaturas de Mahoma. Cuando se produjo el atentado contra la revista Charlie Hebdo, el ABC se expresaba en los siguientes términos, (2)

«SALVAJE AMENAZA A LA DEMOCRACIA Y A LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN» (título del editorial, en mayúsculas)

«Entre todas las libertades amenazadas, es la de expresión -epítome de los derechos fundamentales y cauce por donde discurren buena parte de ellos- la que recibe un ataque frontal con este salvaje atentado.»

Aquí estaríamos de acuerdo los que defendemos la libertad de expresión de forma no selectiva, y el brutal atentado merece una condena sin paliativos, pero en ese editorial falta una cosa: la condena a las caricaturas en sí. ¿Acaso no suponían un insulto a millones de musulmanes? ¿Por qué no propuso el ABC «sanciones ejemplares» a los que dibujaron esas caricaturas? ¿Cómo pueden aplicar tan hipócritamente ese doble rasero según el cual ciertas expresiones «no pueden quedar impunes» pero otras sí? ¿Tal vez porque para ustedes la libertad de expresión no es un fin en sí mismo sino un medio para defender ciertas posturas ideológicas? ¿Podría ser la xenofobia una de esas posturas?

Veamos otra opinión anterior sobre el mismo tema, escrito por el que fue director del ABC, Ignacio Camacho. En este artículo (3), titulado «Todos somos daneses», Camacho echa de menos «un dirigente con coraje» que pueda decir,

«Señores musulmanes, ya está bien. Esos dibujos serán más o menos afortunados, pero están amparados en un derecho que para nosotros es sagrado porque sobre él hemos construido la civilización de la libertad. No vamos a sancionar a nadie por dos razones: porque en el Occidente democrático no condenamos ninguna expresión aunque no nos guste, y porque la única sanción que cabría, que es la de un cierto desprecio moral, no les iba a dar a ustedes satisfacción alguna.»

¿Señores musulmanes? ¿Es esto lo que ustedes llaman periodismo serio, considerar que el fanatismo de unos pocos es extensible a toda la comunidad islámica, con más de mil millones de personas? Pero vamos con el derecho «sagrado» de la libertad de expresión, que según Camacho ni se sanciona ni se condena. ¿Cómo quedan esos principios, tan solemnemente declarados, en el caso de la pitada del himno español? Pues brillando por su ausencia.

«En cualquier caso existe un clamor ciudadano contra la impunidad de un abucheo que representa mucho más que una gamberrada: fue una repetida, premeditada, consentida y hasta jaleada declaración de xenofobia [!], un acto de agresión moral a los símbolos constitucionales y a la soberanía misma de la nación española». (4)

Cuando la libertad de expresión se defiende selectivamente, según concuerde o no con nuestra ideología, sólo puede significar que no se cree realmente en la libertad de expresión. Y si no se cree en un derecho tan fundamental, «epítome de los derechos fundamentales», es que tampoco se cree en la democracia. No se preocupen, nada que no hayan dejado claro desde hace mucho tiempo.

Notas:

(1) Editorial del ABC, 1/6/2015

(2) Editorial del ABC, 8/1/2015

(3) Artículo de Ignacio Camacho, ABC, 7/2/2006

(4) Artículo de Ignacio Camacho, ABC, 1/6/2015

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.