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La plastilina y la Massa: Argentina en el laberinto de la peste liberal

Fuentes: Rebelión / CLAE

Entre el mundo de las góndolas comerciales argentinas y el planeta de los números de la macroeconomía del país existe un abismo, tan gigantesco como inexplicable.

Sucede que el común de las personas habitan en aquel escenario de productos básicos, imprescindibles para la vida, sobre los que repiquetean, a toda hora, las etiquetadoras que cambian los precios de a minuto y convierten un litro de leche, un kilo de pan, una tira de asado… en diamantes, lingotes de oro, fajos de dólares, inalcanzables para las mayorías.

No se presentaba un horizonte de fuego en la pradera, de saqueos y violencias, pero sí se instaló un escenario de pobreza, trabajo precario y empleo de salarios bajos, desesperanza ante los destrozos causados por las políticas neoliberales, agudizados por el coronavirus y las decisiones que no tomó el gobierno que heredó lo peor. No poder o no querer, son expresiones verbales cuyas diferencias, a quienes menos tienen, poco importan. 

Esta misma columna, al desarrollar su “Crónica de una Derrota Inevitable”[1] aventuraba, a días de las elecciones de medio término del 14 de noviembre de 2021, causas disímiles para el resultado de unos comicios en los que, “la más formidable alianza electoral lograda en el país a lo largo de su historia contemporánea”, útil para aplastar al Mauricio Macri de 2019, perdía 4,5 millones de votos solo dos años después.

Tres en busca de un destino

Aquella coalición, nacida de la visión estratégica de Cristina Fernández de Kirchner (la necesaria que no ”alcanzaba”) y su paso atrás para encumbrar en la Presidencia de la Nación a Alberto Fernández, a lo largo de casi tres años navegó aguas plagadas de internismos y falta de decisiones que, entre tantas cosas, trabaron  leyes que van de los incentivos a la construcción y las promociones automotriz, biotecnológica y agroindustrial que hoy reclama con justicia Massa, hasta la “Ley General de Tierra, Techo y Trabajo”, que promueve la institucionalización de la Economía Popular, a través de medidas concretas como la creación, entre otras herramientas favorables a los sectores más precarizados del país, de una Empresa Nacional de Alimentos (ENA), Ley de Acceso a la Tierra, Monotributo Productivo o el plan “Cuidar con Igualdad”, que necesitan “los últimos de la fila”.

Aquel diciembre de 2019 la alianza saltó de manera mecánica a la administración de un gobierno cuyas áreas se “repartieron” en función del peso sectorial de cada uno de sus componentes, generando un fraccionamiento de la gestión que dificultó, cuando no impidió, gobernar áreas enteras del Ejecutivo.

A la luz de los hechos, cabría preguntarse si, antes de gobernar, se trazó un plan de acción, si se definieron lineamientos básicos compartidos sobre el camino a recorrer frente a los problemas acuciantes recibidos. Por ejemplo, y en especial, acerca de cómo encarar la relación con el Fondo Monetario, acreedor de una deuda macrista, tan impagable como determinante para destruir las posibilidades de varias generaciones de argentinas y argentinos, criticada en cabotaje pero jamás cuestionada formalmente por Fernández ante los tribunales internacionales que corresponden.  

Treinta y dos meses después se mantiene la “imposibilidad” de controlar las cadenas de valor de los productos esenciales, no se desarrollaron proyectos destinados a sectores estratégicos que cuentan con riqueza sin límites (codiciadas como “recursos” por las principales corporaciones globales) y palabras como “inclusión” o “redistribución” no son soportadas por medidas estructurales, aunque se mantienen en su relato.

Se habló, se habla y se hablará (Guzmán, Batakis, Massa) de “equilibrio fiscal”, en alusión a la virtuosa decisión de no gastar más de lo que se puede. Sin embargo, la creatividad de autoridades discursivamente críticas de las políticas neoliberales no logra romper la receta de serruchar inversiones estatales, la más de las veces consideradas como “gastos” y, en su mayoría, relacionadas con los sectores menos favorecidos: reducción de subsidios y recorte de “planes sociales”.

Por el contrario, a pesar de que el sistema tributario tiene relación directa con la

distribución de ingresos dentro del país y, por lo tanto, con la estructura de poder, se ignoró la posibilidad de generar un modelo progresivo que facilite la redistribución y del gravamen sobre la renta inesperada y el pago al FMI con dinero fugado parecen alejados de la nueva agenda económica. La “pelea por los precios” o la jamás iniciada “guerra contra la inflación”, tampoco incluyó el análisis de la cadena de valor con las consecuentes reducciones de los márgenes de ganancias de las corporaciones, el control de los abusos de “posición dominante” de los grupos concentrados que controlan la producción en el país ni el castigo (legislado desde hace décadas) de las prácticas monopólicas.

Cuando “no alcanza”, parece que los únicos que “la tienen”, son quienes menos tienen. Paradoja que llevó las cosas a la situación actual, con peligros de eclosión en lo económico, destrucción de esta etapa, que aparecía como un intermedio estabilizador y recomponedor tras la destrucción neoliberal de Macri, Vidal y Larreta, sobre el que hubiese podido apoyarse y avanzar el próximo turno gubernamental.

Por el contrario, los tiempos se aceleraron y la entrada elefantiásica de Sergio Massa, su equipo y alrededores, con gestualidad de recambio presidencial, instalaron el escenario de un relevo provisorio que evite despistes graves, a la espera del 20 de diciembre de 2023, siempre monitoreado por el FMI.

Discusión de fondos

Hasta hace pocas semanas, la Argentina era escenario de deliberaciones esenciales. Por ejemplo, se analizaba el crecimiento del Producto Interno Bruto durante 2021 que fue del 10,3%, la mayor suba en 17 años (contra el 5,8 mundial o el 4,6% de Brasil) y se debatía si ese aumento del  valor de la producción de bienes y servicios del país fue redistribuido entre el conjunto de la población o si la atesoró el grupo minoritario que controla a las corporaciones económicas. ¿Se actuó sobre los que más tienen en beneficio de quienes más necesitan, o se transitó por la senda del “diálogo” con los grupos que forman los precios y los hacen estallar en las estanterías de los barrios y las grandes cadenas, sin intervenir en esa cadena y, mucho menos, en sus ganancias de escándalo?

La vicepresidenta Cristina Fernández, a su turno, llevó a primera plana el tema de los “planes sociales”, con décadas de existencia en el país como paliativo de la problemática de la concentración económica, la desigualdad y sus consecuentes desocupación y pobreza. Se confundieron conceptos y realidades y se mezcló plan social, política social y economía popular; pero se discutía, en el fondo, sobre redistribución, acerca de inclusión, alrededor de la construcción de modelos de producción sostenibles, inclusivos, solidarios y participativos.

La profundización de la crisis económica, a partir de la corrida destituyente contra los activos financieros iniciada en el mes de junio por sectores de las finanzas, la agroexportación y los medios insignia de la “cadena de propaganda privada de las corporaciones económicas” hizo que, ahora, sólo se hable de “falta de divisas”, escalada de precios, riesgo de hiperinflación… Y de un ministerio que reconcentró los resortes estatales de la administración de la economía y que, con casi tres años de atraso, coordine las políticas financieras, productivas, agrícola ganaderas, el comercio interior y exterior, la relación con los organismos internacionales, bilaterales y multilaterales… Una arquitectura destinada a entronizar a Sergio Tomás Massa, el abogado de 50 años de relación sinuosa con los Kirchner hasta que concretó su alianza con el Frente de Todxs y un acercamiento estrecho con Máximo Kirchner, líder de la agrupación La Cámpora, a quien condujo en ronda por algunas de las oficinas del famoso “círculo rojo” que siempre apostó por él.

Cuenta con una innegable buena relación con líderes de los distintos grupos económicos más importantes del país, como así también con funcionarios de Washington, donde es considerado “de orientación pro-estadounidense”, de acuerdo a las filtraciones que muestran a la diplomacia de Washington más cerca de los chismes de barrio que del análisis de inteligencia y geopolítica que debieran caracterizar a la principal potencia regional.

De dólar en dólar

La desesperación y el sentido de la oportunidad, condujo de una agenda estratégica a una apresurada hoja de ruta, destinada a conseguir préstamos de la banca privada, dólares que permitan pasar “lo que falta del invierno” y encarar los gastos que demanda la compra de combustibles, con la que se “reemplazan” las obras que no se hicieron ni antes ni en los últimos dos años y medio… Es cierto que la peste lo paró todo, pero en Vaca Muerta siguió el ordeñe y las empresas, ahí y en otras regiones del país, facturaron como nunca, las que extraen, las que producen y las que distribuyen. 

Washington, New York con las ocho cuadras de su Wall Street, París y la Doha mundialista de Qatar, ya estamparon sus nombres en el primer periplo del flamante ministro de Economía. Ayer no más (fines de enero para no mentir), se hablaba de la Moscú y la Beijing de una nueva ruta a recorrer por Argentina, senda independiente y parecida a los caminos del no alineamiento y el tercermundismo característicos del peronismo.

JP Morgan, Bank of America and BofA Securities y The Hong Kong and Shanghai Banking Corporation, más conocido como HSBC, se instalaron en la punta de la hilera de prestamistas que se proponen para colaborar con el hombre de Tigre, junto al Fondo Soberano Qatarí, uno de los más grandes inversores especulativos del mundo. Serán los encargados de tender la alfombra de dólares que conduzca a una “luna de miel” cambiaria. Cabulero como la mayoría de los futboleros argentinos, además de precavido, Massa hace que su equipo deje trascender que la ronda arrojará una cosecha de u$s 4.000 millones, quizá 5.000; sin embargo, las líneas que trazan sus asesores se manejan alrededor de la decena de miles de millones verdes.

Economistas poco dados a festejar triunfos antes de que se metan los goles se preguntan si esos billetes, en realidad, no constituirán el fondeo de un nuevo pedaleo de la bicicleta financiera que viene destruyendo la economía nacional a partir de José Alfredo Martínez de Hoz, hasta hoy y casi sin interrupciones.

Twitt de mercado

La renuncia twittera e irresponsable de Martín Guzmán agravó la situación que se incubaba desde hacía tiempo. La decisión de ni intentar la reestructuración de la impagable deuda malhabida por el antecesor de Alberto Fernández y la firma de un acuerdo con el FMI condicionante dejó a las arcas nacionales boqueando. Se necesitan divisas; muchas están retenidas por los grandes productores agrarios y las cerealeras, la breve ministra Silvina Batakis borroneó ajustes en base a reducción segmentada de subsidios, algún adelanto impositivo, eficacia y eficiencia en la pelea contra la evasión. Antes de poner en marcha su batería se enteró que le daban salida.

Massa, a quien podrían haber designado 30 días antes y evitado ascensos verticales de las cotizaciones ilegales de la moneda extranjera y del “riesgo país” que mide uno de los bancos que ahora le oferta préstamos, es un político que toma su carrera con seriedad, salvo al comparar su ciudad lindera con el hermoso delta del río Paraná, con su amada Miami. Cuando decidió lanzarse a jugar en la liga mayor, hace más de 15 años, armó un equipo profesional sólido, casi un “gabinete en las sombras” que lo asesora en la mayoría de los temas de importancia nacional, en función de la dirección de su pensamiento.

Ese armado tuvo también sus derivas escandalosas, como la inclusión en su momento como el ex Cardenal Newman y amigo de Mauricio Macri, el Opus Dei Jorge O’Reilly Lanusse, convertido en informante protegido de la Embajada de EEUU en Buenos Aires siendo funcionario durante la gestión de Massa con Cristina Kirchner y denunciado en diferentes oportunidades por irregularidades en negocios inmobiliarios relacionados con barrios cerrados  acuáticos construidos a costa de humedales en Tigre, Escobar, Pilar y aledaños y en la Patagonia, donde ardieron miles de hectáreas para “liberar” tierras con destino a megaproyectos con vista a las montañas nevadas.

Massa tejió relaciones con los poderosos de adentro y de fuera del país, para muestra: el titular del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Mauricio Claver-Carone, el mismo que intentó marcarle la cancha al presidente Fernández el día de su asunción por haber invitado a representantes bolivarianos de Venezuela y plurinacionales de Bolivia, el mismo contra quien el mandatario argentino se expresó en la fracasada “Cumbre de Biden”, en junio pasado. El hombre de Trump, una semana después de haber calificado de “insolvente” a la Argentina, para no transferirle un crédito ya asignado de 500 millones de dólares, le garantizó 800 y antes de septiembre.

Seguramente formarán parte de la “fábrica de dólares”, nombre de fantasía que creó el equipo que está probando las botoneras del Ministerio recién estrenando. Otras herramientas destinadas a reforzar las reservas se apoyan en un aumento de las exportaciones en función de potenciar el perfil tradicional en materia de energía y “seguridad alimentaria” (eufemismos para aludir a la exportación primaria), atracción de inversiones productivas y turismo receptivo y sucesivos desdoblamientos del tipo de cambio que corrijan la fórmula del “dólar soja”, impulsada por su propio equipo, de pésima presentación en sociedad y poca atracción para los acaparadores agrarios.

La “segmentación” de subsidios a la energía y la montaña de dólares que le permitiría “ahorrar” al fisco, es la bandera instalada con más fuerza en la agenda que difunden los diarios y exige el Fondo: otra vez, serrucho para las y los trabajadores, y no para las empresas que, solo en 2021, recibieron subsidios por el 46% de su facturación.

El ombligo del origen

Sobre el desastre que construyó Mauricio Macri, el presidente constitucional que más daño provocó en menor cantidad de tiempo sobre la mayoría de la población argentina, cayeron los rayos y las centellas de una peste que costó vida y enfermedad, desvió la distribución presupuestaria hacia áreas que habían sido abandonadas en función del dogma neoliberal que pretende que el mercado reemplace al Estado, salvo cuando conviene a las corporaciones que lo sostienen.

Ubicando diciembre de 2016 en el valor “100”, los salarios acumulan al primer trimestre de 2022 una pérdida de 20,2 % de su poder adquisitivo, cifra que escala al 31,9 entre la población “no registrada” del trabajo, con -20,5 para el sector público y -15,3 % para el empleo registrado. Durante los cuatro años de aquella gestión se perdió  12,8% de la producción industrial, 34,1% de la textil y 26% de la fabricación de maquinarias y equipos, destruidas por las llamas de un infierno que se llevó puestas a 25.000 pequeñas y medianas empresas.

A pesar del endeudamiento extremo contraído por el máximo jerarca del Grupo SOCMA y los gerentes que se sentaron en su gabinete, después de su derrota reelectoral de 2019 y del parate obligado por la cuarentena estricta, única forma de ralentar el contagio de un virus imparable (hasta que se produjeron vacunas y el gobierno nacional argentino consiguió), los números globales de la economía mejoraron de manera sustantiva en 2021. 

Según las consultoras más escuchadas de plaza, se registró un crecimiento del Producto Bruto no esperado, con cifras mayores a dos dígitos, disminuyó estadísticamente la desocupación y la pobreza y el empleo (registrado) tuvo una fuerte recomposición. Las exportaciones avanzaron de manera significativa con saldos positivos de la balanza comercial, la recaudación impositiva aumentó y mucho, la reestructuración de la deuda pública en manos privadas permitió un alivio para las cuentas fiscales por disminución del pago de intereses… Todo, en simultáneo a una crisis global producida por la pandemia y el consecuente daño a las cadenas globales de producción y distribución de bienes y, en los últimos meses, en plena guerra entre Rusia y Ucrania, que multiplicó el valor de la energía y de los alimentos.

Ese balance macroeconómico más que positivo, sin embargo, no se reflejó en mejoras en la distribución progresiva de la renta y menos de la riqueza producida por todos, que quedó en pocas manos. Del mismo modo, el aumento del empleo global fue con salarios insuficientes para mejorar la calidad de vida, ampliándose el universo de trabajadores pobres.

Los (y las) que no van a Qatar

Bajo la excitación mundialista, habita una realidad muy distante de las espumas del escenario en el que brillan Messi y su Scaloneta, dirigida por un técnico que nunca lo fue, y que empujan las ventas de paquetes aéreos que conducen al Qatar de los emires que usan al PSG para disimular satrapías y de plasmas de stocks atrasados.

En la Argentina de hoy hay 6 millones de personas con trabajo registrado privado formal, a ellos que se suman 3,5 millones con empleo público, con una Población Económicamente Activa de 21 millones de personas. Es decir que unos 11 millones se encuentran fuera de ese espacio formal y con derechos; ese sector se distribuye en 1,5 millón de desocupados (ni trabajan ni buscan trabajo) y 8 millones que inventaron su propio trabajo y se instalan en la llamada “Economía Popular”, dentro de la cual 1,3 millón es asistido por el programa “Potenciar Trabajo”, discutido y hasta estigmatizado por visiones de escaso vuelo y abundante subjetividad partidista.

La concentración económica provoca todo tipo de desigualdades, entre otras la “sociolaboral” que, a criterio del director nacional de Economía Social y Desarrollo Local del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, Pablo Chena, se origina en la informalidad de prácticamente la mitad de trabajadoras y trabajadores argentinos. El economista tuvo a su cargo la implementación del Registro Nacional de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (ReNaTEP) destinado a reconocer, formalizar y garantizar los derechos del sector, para facilitar su acceso a herramientas que les permitan potenciar su trabajo en el marco de derechos, con la intención de extender las fronteras de la formalidad a modelos laborales que hoy no son reconocidos. 

El proceso de “formalización” que propone Chena, además de funcionario militante del Movimiento Evita, implica generar un conjunto de instrumentos de acceso a distintos derechos. Su doctrina, como la de todo peronista, sostiene que es imprescindible construir derechos, en este caso laborales, para quienes trabajan y producen en el marco de la Economía Popular.

Las propuestas que surgen de esa visión apuntan a la generación de derechos comerciales (poder facturar y estar en blanco), productivos (acceder a maquinarias y tecnología), financieros (acceder a créditos no bancarios) y laborales (tener sindicato, jubilación, obra social). Los movimientos populares agregan a esa lista el reclamo por la implementación de un “salario básico universal”, una suerte de extensión poblacional del actual “salario social complementario”.  

El tiempo dirá si aquella mencionada “hoja de ruta” del ministro Massa incluye destinar parte de los “ahorros” que le exige Washington (y la dramática del presente) a darle contenido a los derechos que demandan las necesidades del sector más vulnerable de la Argentina… o si forma parte de la “suprema” contradoctrina que considera que “no puede haber un derecho detrás de cada necesidad».

El primer domingo de su mandato, día de San Cayetano, “patrono del pan y del trabajo”, el ministro de Economía, Producción y Agricultura y las 76 atribuciones que le da su decreto fundacional, pudo ver la cara de esa realidad: 400 mil, 600 mil personas movilizadas en distintos lugares del país… Interpretarlas (solo) en clave partidaria sería miope, verlas como la expresión de un formato de organización que incluye trabajo, territorio y política sería algo más adecuado. En lo esencial, esa foto de multitudes muestra el síntoma de lo que falta y la organización que (ya) existe para lograrlo.

Nota:

[1] Carlos A Villalba: CRÓNICA DE UNA DERROTA INEVITABLE. AVANCE DEL VOTO NEOLIBERAL EN LA ARGENTINA (https://estrategia.la/2021/11/15/cronica-de-una-derrota-inevitable-avance-del-voto-neoliberal-en-la-argentina)

Carlos A. Villalba. Periodista argentino. Investigador asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, http://estrategia.la/)

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.