Al momento de cierre de esta edición de Hijos del Pueblo la lucha de los trabajadores del Hospital Francés se encuentra en su momento más álgido. Hace meses que los trabajadores pelean por cobrar los salarios atrasados y para sostener su fuente de trabajo, constantemente amenazada. Los anteriores dueños se fueron con los bolsillos llenos […]
Al momento de cierre de esta edición de Hijos del Pueblo la lucha de los trabajadores del Hospital Francés se encuentra en su momento más álgido. Hace meses que los trabajadores pelean por cobrar los salarios atrasados y para sostener su fuente de trabajo, constantemente amenazada. Los anteriores dueños se fueron con los bolsillos llenos y dejaron el hospital en quiebra; aquel hospital centenario que alguna vez por su moderno equipamiento y su prestigio fuera designado para el traslado de pilotos de Fórmula 1-cuando esta competencia automovilística se realizaba en Argentina-, hoy expone a los pacientes internados como si fueran mercadería no vendida. Gracias a que los trabajadores no se resignaron, el gobierno debió mandar un interventor con la supuesta intención de pagar las deudas y reestablecer las prestaciones. José Luis Salvatierra fue nombrado a instancias de Héctor Capaccioli, actual titular de la Superintendencia de Servicios de Salud, quien es hombre de absoluta confianza del jefe de Gabinete, Alberto Fernández. Lejos de sanear las cuentas, la intervención comenzó a cerrar pisos y salas, reducir la atención y adeudar salario a los trabajadores, que son quienes hacen el esfuerzo por sostener el hospital.
Plantando las pruebas
Era imaginable lo que ocurriría cuando el personal no médico del Hospital Francés realizó una asamblea seguida de un paro y ocupó las oficinas de la dirección en reclamo del pago de salarios y la reactivación del centro, ya que inmediatamente Walter González (el director nombrado por Salvatierra) radicó una denuncia por destrozos y ataques contra el personal a cargo del centro.
A las pocas horas los trabajadores se encontraron rodeados por la policía. Mientras tanto los trabajadores mantenían el servicio de guardia y la atención a los internados, unas 93 personas. A la toma se fueron sumando parientes de los pacientes, afiliados que se resisten a perder su hospital, vecinos y compañeros de distintos gremios y agrupaciones.
Los trabajadores ratificaron su denuncia por «vaciamiento» e hicieron responsable a los directores por «estar cerrando los pisos y salas», negando haber protagonizado destrozos que ya a esa altura se les adjudicaban, así como haber agredido a un directivo. En esos momentos el interventor salió a decir a los medios que una minoría de los 1400 trabajadores del hospital estaban realizando una «violenta» toma, a lo cual los trabajadores respondieron que «violento era trabajar sin cobrar».
Así es que poco a poco la intervención iba preparando el terreno como para que actúe su patota de mercenarios y carneros.
Lo que ocurrió más tarde, se les escapó un poco de las manos: las barras bravas de Chacarita y Nueva Chicago que estacionaron un micro en la puerta del Hospital estaban un tanto «cebados», por lo que a la hora de entrar a golpear a los trabajadores con no ya prescindencia, sino con una visible y franca protección de la policía que les oficiaba de porteros y guías, no tuvieron mejor idea que hacerlo con una barrera de periodistas de diversas radios y canales en el medio. Lanzados con el cántico «la gloriosa Jotapé» fue tal el grado de celo puesto en sus funciones de matones, que golpearon a diestra y siniestra, exhibiendo armas de fuego a periodistas, trabajadores y hasta algún policía que miraba con cara de perrito traicionado. Así es como lograron por unas cuantas horas ponerse a los medios en su contra, cuando lo normal es que los medios acusen a los trabajadores de «insensibles» por negarse a trabajar gratis.
Luego de una que otra corrida, los trabajadores inteligentemente cercaron dentro del hospital a la policía y a las barras de matones, por lo cual para poder salir tuvieron que negociar con la comisión interna quienes reclamaron junto a cientos de trabajadores, vecinos y activistas, que los matones salieran en calidad de «detenidos».
La negociación terminó en que la policía los identificaría ahí mismo y entregaría una nómina de matones para que los trabajadores pudieran radicar una denuncia.
Por esos momentos las imágenes de los principales matones se repetían incesantemente en los medios, dejando al descubierto la «relación de dependencia» de uno de ellos con el gobierno porteño, su militancia en «la agrupación Jóvenes K» y su participación en la comisión directiva del club Chacarita.
Finalmente unas pocas horas más tarde y con «juez actuante» de por medio no había un solo detenido, mostrando así un mensaje a quien quiera comprender: -«al enemigo ni justicia»- y el enemigo son los trabajadores. Por supuesto los trabajadores no ceden y continúan con la medida, aunque la tibieza (por ser suave) y «compromisos» del personal médico ha derivado en que lentamente se vayan «sacando pacientes» con diversas excusas.
Educando a garrotazos
Una situación parecida se vivió el 2 de mayo en la puerta de la Facultad de Medicina de la UBA, cuando estudiantes tomaron la facultad para evitar que se realice la Asamblea Universitaria que coronaría como rector a un funcionario de la última dictadura, a la vez integrante del grupo de Franja Morada que desguasó y quebró la universidad. Ese día, la burocracia del Sindicato de No Docentes de la UBA (APUBA) intentó desalojar la toma golpeando a estudiantes secundarios, universitarios y a trabajadores no docentes opositores a la conducción. Lo comandaba su secretario general, Jorge Anró, militante peronista enrolado en las filas del PRD de Bonasso, de filiación kirchnerista y que tuvo como invitado de lujo al ganar las elecciones del sindicato por primera vez, al entonces presidente Carlos Menem.
Mientras tanto en la Provincia de Buenos Aires durante toda la semana en que el personal auxiliar de escuelas viene realizando paros y distintas medidas de fuerza, que hacen imposible el funcionamiento de las escuelas por la obligada declaración de «riesgo sanitario», en respuesta el Ministerio de Educación Bonaerense envía a los inspectores de escuela con autorización para que en caso de no encontrar personal auxiliar trabajando convoque a los consejos directivos a «proveerse de mecanismos alternativos de limpieza» un eufemismo por contratar rompehuelgas o aún peor, hacer que los propios padres actúen como tales.
No es la primera vez que el Solá convoca a romper huelgas de empleados estatales, con excusas como la defensa de la Salud y la Educación, mientras por otro lado autoriza aumentos a los sus funcionarios, (7000 pesos de mínimo), subsidia millonariamente el negocio de la soja y mantiene la mayor red de prostíbulos y de narcotráfico del país intacta.
Salud y educación para privilegiados
Estos tres hechos similares, se dan en un contexto donde la educación y la salud están en una situación de crisis: la falta de presupuesto obliga a dar un funcionamiento mínimo, en edificios que se vienen abajo, con salarios atrasados y donde la única alternativa que presentan es la reducción de la planta de trabajadores deshacerse de áreas «que dan pérdida» tercerizándolas a empresas que la hacen rentable incorporando trabajadores en condiciones flexibles o firmando convenios con grandes multinacionales para generar recursos a costa de orientar los planes de estudio es pos de esas multinacionales; crear posgrados pagos o experimentar con medicamentos. En la salud hay quienes hablan de los intereses de personajes eternos como Barrionuevo y Cavallieri asociado a los negocios.
Hospitales enfermos y una educación embrutecedora son las políticas que profundiza el gobierno, sus consecuencias (cuidadosamente premeditadas) son la elitización de la salud y educación: solo aquellos que tengan altos ingresos podrán estudiar y recibir atención médica de primer nivel, mientras los trabajadores tendremos que conformarnos con lo mínimo en el mejor de los casos.
No importa que cada trimestre sea noticia el superavit de la recaudación, no importa que haya plata para pagarle al F.M.I., o al Club de París, o para entregar mensualmente subsidios a las empresas privatizadas, lo que no hay es dinero para recomponer en algo los salarios de los trabajadores o para comprar insumos médicos y ni hablar siquiera para arreglar los baños o los techos de escuelas y universidades.
Cualquiera que levante la voz, la voz organizada, deberá enfrentarse al gobierno que apelará a todos los medios para comprarnos primero, para desprestigiarnos y golpear con la policía después, lanzando primero su campaña mediática de desprestigio llamándonos «terroristas» como a los enfermeros del Garraham (en un mundo convocado a «liquidar al terrorismo»). Así cuando la patota llegue y ya nadie esté prestando atención podrán decir: -son peleas entre los sindicalistas, que (como los sindicalistas de ellos) siempre se pelean por la caja.
La «nueva política» S.A.
O de cómo construir un proyecto político con discurso progre, servir fielmente los intereses capitalistas, en alianza con los intendentes del peronismo bonaerense, los gordos de la C.G.T., captar a los sectores posibilistas que creen que pueden acumular mientras se acrecienta la opresión y la explotación, meter de furgón de cola algunos nostálgicos del populismo con retórica setentista, y enfrentar con palos, aprietes, persecución y patotas a quienes venimos planteando la necesidad de que los trabajadores y trabajadoras construyamos nuestra experiencia con autonomía de la patronal, del Estado, de la burocracia y por qué no de los partidos políticos. Pero estas patotas no son barrabravas (aunque muchos lo son), no son golpeadores profesionales (aunque muchos lo son), son militantes políticos: el «gordo Tuta» no fue al Hospital Francés a ver jugar a Chacarita, o sacarle la bandera, fue por su militancia peronista.
Por eso acá decimos que tanto la patota de «Tuta» como las de Anro, no son solo fuerza de choque. Así es que responden a una política puesta en marcha en forma directa por el gobierno: el caso de «Tuta» su alianza con Alberto Fernández, Anró dentro de las filas del PRD de Bonasso. Ambos ejemplares son incansables luchadores contra lo que ellos llaman «izquierda» y nosotros llamamos organizaciones de base combativas, ambos actúan en nombre de la democracia y los derechos de los trabajadores, etc…
Y esa no es más que la política del gobierno peronista de Kirchner que se materializa, se alimenta y se reproduce de estas expresiones de menor escala. Este gobierno se dice popular porque utiliza un lenguaje arrabalero y de «pibes esquina de barrio» pero actúa como el policía de la cuadra, reprimiendo las luchas de trabajadores y estudiantes utilizando sus «muchachos» para hacer pasar la represión como «conflicto interno», «pelea entre partes», y aparentar que el estado no interviene sino recién pasado los hechos y como mediador salomónico, asegurando la impunidad de su cohorte. Su retórica de derechos humanos le genera inconvenientes para mandar de entrada a las fuerzas represivas propias del Estado, a cambio utiliza esta otra forma de reprimir que le permite justificarse después con un: -«actuaron por su cuenta»- o -«¿quién no tuvo una pelea en la calle alguna vez?»-, un -«buscaremos a los responsables de ambos lados»- y claro, ahí entra el sumario a los trabajadores y la detención de manifestantes opositores. Esto también es una señal a la burguesía de cómo piensa resolverse «la presión inflacionaria», respecto al reclamo de aumento salarial, sistematizando el «apriete», para opositores que no se puedan comprar, y que sigan en la lucha. Apriete que llegó hasta militantes de colegios secundarios que reclaman por sus propias reivindicaciones.
Hay quienes preferimos hablar de las incansables aporías de Kirchner: juntarse con Rovira y Quindimíl para terminar con la vieja política, criminalizar la protesta en nombre de los derechos humanos con más de 500 pibes asesinados por el Estado en tres años o pagar una deuda genocida al FMI para mostrar «carácter e independencia».
En el Francés se puso de un modo evidente y grotesco (como en la Facultad de Medicina) su verdadera política. Para nosotros, a este gobierno se le insinúa su feo rostro aún a través de la careta.