La política se ha cubierto de una opacidad que ha aletargado su función transformadora. Algo de esa capa lúgubre ha afectado, circunstancialmente, nuestro mito/tótem, dejando que la política pase a ser un artículo más entre tantos otros que circulan entre «las gentes». Esta operación cultural nace de la potencia beligerante de la bestia, pero también […]
La política se ha cubierto de una opacidad que ha aletargado su función transformadora. Algo de esa capa lúgubre ha afectado, circunstancialmente, nuestro mito/tótem, dejando que la política pase a ser un artículo más entre tantos otros que circulan entre «las gentes». Esta operación cultural nace de la potencia beligerante de la bestia, pero también de los tibios, especuladores, pragmáticos y traidores que se vistieron con las ropas del pueblo, solo para travestirse en la antesala del banquete. Será la historia y el pueblo quienes se harán cargo de su juzgamiento; y estas líneas solo tienen la iniciativa puesta en indagar en el como ha sucedido.
Nadando entre tanta miseria, los hechos políticos que nos deslumbran a diario, no configuran, bajo ningún punto una mera concatenación de actos de coyuntura; dejar explicitado este hecho resulta fundamental para ejercer un diagnóstico acertado sobre lo que acontece en la arena política.
La restauración neoliberal en la búsqueda de concreción de su agenda estratégica ha iniciado la segunda etapa de la instauración de la política del miedo. La zaga hunde sus raíces a lo largo de buena parte de la presidencia de CFK, donde esta campaña azuzó el miedo en la esfera económica, a través del terrorismo económico, apelando a la sensibilidad volátil de grandes porciones de la población; operación exitosa, que no solo condujo a la victoria electoral, sino que también inoculó los argumentos para que grandes sectores actúen la justificación del ajuste en ciernes. La utilización del miedo en política, como condicionante del humor social, no es nuevo, pero con la asociación con las nuevas tecnologías ha alcanzado novedosos eficacia.
Decía, que la operación miedo, ingresó en su nueva etapa, la cual requiere de forma irremplazable la confirmación de la mayoría de la clase dirigencial. Esta operación ha sido diseñada y coordinada entre Cambiemos y el peronismo de derecha, con Sergio Massa a la cabeza, pero ratificado por omisión por el peronismo federal / pragmático. Logrados los consensos necesarios la palabra quedó autorizada, al menos en relación a las porciones de ciudadanías que nos interesa disputar. En esta lógica debe leerse el aumento de la declinación de algunos dirigentes que supieron representar al campo popular; actividad incrementada en la misma proporción en la que avanza la dinámica propuesta por parte de Cambiemos.
El miedo
El miedo, el más potente y básico ordenador social no ha sido solo utilizado en las esfera económica, sino que se ha deslizado a otros ámbitos, siendo los más notorios la apelación a la coerción, la cual involucra el uso o la amenaza del uso de la fuerza. La oleada represiva no solo busca contener, sino disciplinar, emitiendo un mensaje claro: cualquier resistencia será reprimida. El otro elemento central de esta etapa de la política del miedo, se vislumbra en relación al mundo del trabajo. Los más de 100.000 despidos en los tres primeros meses de gestión, dejaron asentado que el gobierno ha dado luz verde al capital para que recomponga su tasa de ganancia, para lo cual el despido en sí cumple esa función, pero también la inercia creciente de desempleo genera la ampliación del ejercito de reserva, es decir, una masa de trabajadores desocupados en aumento que presionan a los asalariados a través del medio a perder su trabajo, logrando que éstos estén dispuestos a percibir menor salario a cambio de estabilidad laboral, pero también juega con los nuevos desocupados que estarán dispuesto a realizar, aún por menos dinero el mismo trabajo. El miedo como eje vertebrador de la política de ajuste; En otras palabras, como elemento necesario para asegurar la fenomenal transferencias de recursos que esta operando el macrismo.
Tibios y traidores
La historia demuestra como ha sido imposible la conquista de los pueblos sino se cuenta con el factor local, cipayos según la jerga euro céntrica del siglo XIX. Ésta afirmación ratifica una vez más su vigencia. Dicho componente, a mi entender, cuanta con dos elementos diferentes pero con puntos de contactos: los tibios y los traidores.
Más allá de cómo se resuelvan cuestiones tales como el quórum para el tratamiento de la anulación de la ley cerrojo, lo que estas líneas buscan es dejar en superficie la racionalidad política que conduce a múltiples cuadros dirigentes a operar en contra de los intereses nacionales, o al menos a evaluarlo. La idea es gambetear un hecho asilado, o incluso, no caer en la tentación de abusar de los nombres propios, sino en lo que late por debajo.
La deflexión no es un acto espontáneo, tampoco opera en el vacío, por el contrario, responde a todo un entramado de racionalidad política pre existente al interior de quienes la realizan. Este tipo de cuestiones rara vez encuentran un momento propicio para su debate, pero transitando un nuevo comienzo luego de la derrota electoral, y encontrándonos en plena etapa de re diseño del proyecto nacional, popular y democrático, resulta oportuno.
Así, la extensión y geografía de conceptos, que a priori damos por comprendidos, como la cuestión nacional y la política que se desgrana desde allí o la profundidad de la categoría popular han sido sometidos a una erosión importante, de tal forma que operó una multiplicidad de significados para dichos significantes. Este tema que puede parecer más propio de la lingüística, es una pieza fundante de cualquier proyecto político, porque identifica las términos que hacen al proyecto. Decía que este fenómeno fue creciendo y terminó por desbordar, por falta de instrumentos para acotar lo laxo de los términos. Dicho de otra forma, ha existido un modelo de construcción política que no supo o no pudo facilitar los espacios democráticos de debate para corregir o impugnar esa cosmovisión que nació en el campo popular y que terminó bajándose por derecha. La falta de debate interno más generoso, de forma no deseada, terminó permitiendo grandes estadios de «indefinición ideológica y conceptual» de muchos cuadros de conducción del proyecto. Así, no se pudo diagnosticar a tiempo estas desviaciones, e incluso se promocionó a mucho de ellos a lugares de alta responsabilidad política. Los Bossios condensan las consecuencias de esta dinámica. Sin embargo no puede dejar de señalarse que la «revolución desde arriba» que significó la irrupción del kirchnerismo alimento la necesidad de cerrar acuerdos sin tantos miramientos. Néstor sorprendió a la política y al pueblo al ejecutar políticas de devolución de derechos; no fue el pueblo el que parió a Néstor, con lo cual, los mecanismos de construcción política se dieron desde arriba hacia abajo y no a la inversa. Resueltas las necesidades iniciales, debió a de haberse problematizado esta ingeniería política, dejando asentado que la transversalidad intentó recorrer parte de ese camino.
Retomando, por otro lado, la tibieza hace referencia a una condición/cualidad de la esfera personal; dicha condición expectante, en política puede consustanciarse con la especulación. De tal forma que estas actitudes especulativas de amplios sectores del peronismo, e incluso, algunos otrora kirchneristas, coagulan en dos elementos: por un lado, la centralidad o no de CFK, es decir, la expectativa de saber si su poder de conducción se mantiene incólume o no, y en este último supuesto, articular con quien se proyecte para sucederla en dicho papel. Una suerte de sucesión ordenada entre Cambiemos y la vuelta del peronismo sorteando el conflicto como elemento constitutivo de la política. En segunda instancia, se encuentra la especulación nacida desde los territorios, sean estos provinciales o municipales y sus traducciones institucionales (Senadores). Aquí, la variable económica o de acceso a mayor financiamiento o recursos, es la fuerza que insufla la especulación. Esta actitud se choca con un paradigma básico de quien se reconoce como parte de un proyecto nacional y popular: nadie puede realizarse en una sociedad que no se realiza. La visión de asegurar recursos para una obra pública más o menos, a cambio de facilitar la debacle del país, pertenece a una clara ideología del egoísmo, donde la patria nunca puede ser el otro. Incluso diría que, resulta una hipoteca aceptando el pago de intereses usurarios. Esta pulseada entre una visión social/solidaria y el egoísmo/pragmatismo también se replica al interior de uno de los instrumentos más importantes del FpV, el Partido Justicialista, razón por la cual no puede no parece auspicioso ceder una lista de unidad que termine conteniendo y dando aire a los potenciales Bosssios. Por eso, recojo el guante que presentase Jorge Ferraresi, intendente de Avellaneda, en línea con la presentación de una lista para disputar en el PJ.
Mariano Massaro. Abogado. Co-fundador del Grupo Rodolfo Walsh (FpV), ex secretario general de la AJB (judiciales), Columnista del diario Tiempo Argentino, integrante de la Mesa Ejecutiva CTA Bs As.
Nota publicada en el portal CONTEXTO XXI (www.contextoxxi.wordpress.
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