Edward L. Barnays, austriaco nacionalizado usamericano, es el autor de La propaganda . El ensayo, sabido es, se convirtió pocos años después en libro de cabecera del criminal ministro nazi de propaganda Joseph Goebbels. También posteriormente, no deberíamos olvidarlo, de la gran mayoría de asesores de los presidentes norteamericanos y europeos. En una de las […]
Edward L. Barnays, austriaco nacionalizado usamericano, es el autor de La propaganda . El ensayo, sabido es, se convirtió pocos años después en libro de cabecera del criminal ministro nazi de propaganda Joseph Goebbels. También posteriormente, no deberíamos olvidarlo, de la gran mayoría de asesores de los presidentes norteamericanos y europeos.
En una de las primeras páginas del ensayo puede leerse: «la manipulación consciente e inteligente de los hábitos y opiniones de las masas es un importante elemento en la sociedad democrática. Los que manipulan este mecanismo oculto de la sociedad constituyen un gobierno invisible que ejerce el verdadero poder real en el país. Estas personas que nos gobiernan y de las cuales nunca hemos oído hablar, moldean nuestras mentes, definen nuestros gustos y determinan nuestras ideas. Así está organizada cada sociedad democrática» [1]. Sea cual sea su concepto de democracia, por demediado que éste sea, tachen «democrática» de «sociedad democrática». Es imposible aplicar con consistencia este término a regímenes políticos como el español. Y, desde luego, hay muchos más sistemas políticos que son candidatos firmes a esta tachadura correctiva. Por supuesto: diga lo que diga la «propaganda» de sus constituciones «democráticas».
Las cosas, ahora, en la segunda década del XXI, no son exactamente como a finales de los años 20 del siglo pasado (muchas técnicas y diseños han pasado bajos los puentes), pero lo de que se intenta moldear nuestras mentes, definir nuestros gustos y determinar nuestras ideas sigue siendo mucho, por mucho más verdadero que falso. Y acaso con mayor insistencia y con menos posibilidades de protección ciudadana.
Si tienen alguna duda de todo ello, miren, observen, no hace falta leer en este caso, la pornográfica portada con la que El País , un diario serio, matutino, global, imperial, monárquico, puro sistema-sistema, una publicación para «ciudadanos cultivados», la primera página decía, del sábado 9 de junio de 2012 [2]. Notarán el sudor de Nadal, sus músculos, su fuerza, su toalla mojada, todo en uno y ocupando aproximadamente un tercera parte de la primera página de un diario -supuestamente- de la prensa no-amarilla. ¡La noticia es relevante! ¡El medio cuerpo macizo-macizo del tenista mallorquín, muy amigo por cierto de la Casa Real, también!
Y así siguiendo. Por la tarde, eso sí España era intervenida, el presidente emprendía viaje para Polonia (a él que no le registren), nuevos recortes (id est, hachazos) se vislumbraban escondidos en el horizonte y la Eurocopa -¡esto es Europa y lo demás son historias!- arrancaba con brotes racistas.
Todo real, como la vida misma. Y lo real, sabido es, dijera lo que dijera el autor de la Ciencia de la lógica, no siempre es racional. Ni incluso púdico.
Notas:
[1] Tomado de Vicky Peláez: «La desinformación permanente y las guerras anunciadas» http://sp.rian.ru/opinion_analysis/20120608/153999995.html
[2] El País , 9 de junio de 2012, primera página.
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