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La presidenciable del patriarcado gatopardista…

Fuentes: Rebelión

En la historia política moderna, postrevolucionaria, se han presentado formalmente, con registro partidista reconocido, para las elecciones presidenciales ocho mujeres: Rosario Ibarra de Piedra (1927–2022), candidata en 1982 y 1988 por el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT); Cecilia Soto (1950), candidata en 1994 por el Partido del Trabajo (PT); Marcela Lombardo Otero (1926–2018), candidata en 1994 por el Partido Popular Socialista (PPS); Patricia Mercado (1957), candidata en 2006 por el Partido Alternativa Socialdemócrata y Campesina (PASC); Josefina Vázquez Mota (1961), candidata por el PAN en el 2012; Margarita Zavala (1967), candidata por el PAN en el 2018; Xóchitl Gálvez (1963), candidata por la coalición Fuerza y Corazón por México (PRI, PAN y PRD), y Claudia Sheimbaum Pardo (1962), candidata por Morena (aliado con PT y Verde Ecologista). De las dos últimas, una de ellas quedará como la primera presidente del País y lo más probable es que sea la representante de la 4T.

De todas ellas, la única candidata que ha representado una alternativa de izquierda socialista con un programa anticapitalista ha sido Rosario Ibarra de Piedra. En 1988 ante el triunfo fraudulento de Carlos Salinas de Gortari se unió a las protestas poselectorales junto con los candidatos Cuauhtémoc Cárdenas, del Frente Democrático Nacional (PMS, PFCRN, PPS y PARM) y Manuel Clouthier (PAN). El triunfo del priísta Carlos Salinas de Gortari aquel 1988 fue muy cuestionado por la ciudadanía. Hace 30 años no existía un órgano político independiente del gobierno que organizara las elecciones y realizara el conteo de votos. El encargado de dicho proceso, era la Comisión Federal Electoral (CFE) y su presidente el secretario de Gobernación, Manuel Bartlett Díaz, responsable de la infame caída del sistema, es el actual director general de la Comisión Federal de Electricidad desde el 1 de diciembre de 2018 durante la presidencia de Andrés Manuel López.

En México, la historia de las mujeres en la política es muy antigua, y nos podemos remontar, si queremos, hasta la Malitzin (la Malinche o doña Marina). Por supuesto, la historia de las mujeres revolucionarias en el siglo XIX o en el siglo XX también es muy importante, y el papel que tuvieron en la Revolución de Independencia (1810) y en la Revolución Mexicana de 1910 fue muy destacado. Nombres hay muchos, por citar algunos: Leona Vicario (1879-1842), Josefa Ortiz de Domínguez (1768-1829); Carmen Serdán Alatriste (1875-1948), precursora de la lucha insurreccional antirreeleccionista y antiporfirista; “…Margarita Neri, Elisa Griensen Zambrano, Encarnación Mares y la coronela María Quinteros de Meros lucharon en el mismísimo frente. Otras, como Juana Belén Gutiérrez de Mendoza, Edith O’Shaughnessy, Hermila Galindo y Alma Reed tuvieron más éxito como periodistas, defendiendo los derechos de la mujer, divulgando batallas y presentando una imagen positiva de la Revolución en el extranjero.” https://www.meer.com/es/64273-la-mujer-en-la-revolucion-mexicana

Lo cierto es que históricamente las mujeres han sido casi olvidadas en los procesos de luchas revolucionarias y resistencia, no sólo de la Guerra de Independencia sino además en la Revolución de 1910, prevaleciendo la visión machista del patriarcado en la historia oficial. No obstante, ha habido participación de la mujer revolucionaria en sus distintos estratos: desde la mujer perteneciente a las elites criollas o a las masas plebeyas, como “Las Adelitas”, “Las Soldaderas”.

El régimen priísta impidió el derecho civil de las mujeres a votar durante décadas posrevolucionarias. El patriarcado político negaba este derecho democrático de manera despótica. Hasta el 12 de febrero de 1947 se estableció legalmente la participación como votantes y como candidatas; pero no fue sino el 3 de julio de 1955, hace 68 años, cuando las mujeres en México sufragaron por primera vez en una elección federal. Hasta 1979 México hubo la primera gobernadora estatal, de Colima, Griselda Álvarez de afiliación priísta.

El patriarcado como poder político opresivo sigue siendo dominante en lo social y lo político. Han pasado cuatro décadas desde la primera candidatura presidencial de una mujer –Rosario Ibarra de Piedra– y en junio próximo habrá una presidente. Pero de aquella lejana candidatura a la actual hay una profunda diferencia ideológica y política. Ibarra de Piedra encarnaba aspiraciones clasistas proletarias con demandas y reivindicaciones del pueblo mexicano del campo y la ciudad: aspiraciones democráticas de los y las trabajadoras, de la clase obrera, del sindicalismo independiente y combativo, de los estudiantes y del magisterio en lucha. Hoy, ninguna de las candidatas, ni Sheinbaum ni Gálvez, enarbolan políticamente ninguna posición proletaria. No recogen las reivindicaciones de las legítimas demandas laborales sindicales de las trabajadoras mexicanas. Tampoco las demandas feministas como las del aborto legalizado, ni las de las madres cuyos hijos o hijas han desaparecido de manera forzada y buscan por todo el país un indicio de encontrarlos con vida.

Una, Xóchitl Gálvez representa el pasado más ominoso del neoliberalismo, así sea disfrazado bajo el supuesto de una defensa o una recuperación democrática; cierto, el conservadurismo recalcitrante sigue vivo con fuerza pero sin proyecto convincente como alternativa a los grandes problemas nacionales. Con ella, sería volver al futuro. A un futuro más negro del que tenemos. Otra, Sheinbaum Pardo representa prácticamente más de lo mismo; una continuidad de un neoliberalismo menos salvaje pero que ha resultado un fiasco sexenal de un régimen de corte neopopulista–asistencialista, gatopardista de aparentar cambiar las cosas para que todo se mantenga igual. Los pobres quiza sigan un poquito menos pobres, pero los ricos siguen haciéndose más ricos. El 10% de los mexicanos concentra el 79% de la riqueza del país. Un sexenio de demagogia populista con una retórica de megalomanía estatal. A las dos candidatas debe añadirse un tercero: Jorge Álvarez Máynez (1985) candidato del partido Movimiento Ciudadano. Se trata de una candidatura de relleno, pues carece de fuerza competitiva y su plataforma política es muy superficial, evocativa de una visión de un país que puede mejorar meramente con remiendos. Por lo demás, Movimiento Ciudadano es un partido en “propiedad” de Dante Delgado, su Coordinador Nacional, quien, como muchos políticos, es de origen priísta, pletórico de corrupción como casi todos los partidos sistémicos dentro juego electoral.

El actual proceso electoral, que concluye el próximo 2 de junio, está inmerso en una hiperviolencia social desatada desde el periodo del presidente Felipe Calderón (2006–2012), y terriblemente agudizada durante el régimen de Andrés. Manuel López Obrador (AMLO), quien en campaña electoral habría prometido regresar a los cuarteles al Ejército pero, por el contrario, lo encumbró económica y políticamente. Su polìtica de “abrazos y no balazos” le ha dado muchísimo poder a los grandes y poderosos cárteles del narcotráfico mexicano, los cuales han venido asesinando a casi medio centenar de candidatos a puestos de representación popular de junio de 2023 a la fecha. AMLO afirma que no hay tal violencia electoral y que hay condiciones para garantizar elecciones libres; acusa a los medios de “sensacionalistas”: “Nada más que ahora hay mucho sensacionalismo, se lucra bastante con los asesinatos y el dolor humano. Es temporada de zopilotes”. El seguidismo de Claudia es típico, dice: “Hemos diseñado una estrategia que es, hasta cierto punto, continuidad de la estrategia del Presidente. Porque nosotros no vamos a declarar guerras; eso ya lo probó el país y eso no sirve para nada, al contrario, genera mucha más violencia”. Pero, ¿es estrategia polìtica quedarse de brazos cruzados, impasible ante la barbarie social cargada con “mucha más violencia”?

Precisamente sobre este gravísimo problema de la falta de seguridad para la población –un verdadero flagelo social, quiza el problema nacional más importante–, las dos candidatas no proponen ninguna alternativa de fondo diferente a la política de AMLO. Por ejemplo, en sus 100 Compromisos de Gobierno, Sheinbaum propone: “Profundizar la estrategia de seguridad y los logros alcanzados. La estrategia será la de atender las causas, consolidar la Guardia Nacional y su coordinación con policías estatales, fortalecimiento de la inteligencia y la investigación, la coordinación y anticorrupción.” Absolutamente discutible es su afirmación de los “logros alcanzados”. México es hiperviolento, plagado de asesinatos por doquier, desaparecidos, fosas comunes y familias en desgracia. Ese es uno de los logros alcanzados por la 4T. En este sexenio suman cerca de 185 mil asesinatos y casi 50 mil desaparecidos. La desaparición de mujeres en México ha ido en aumento desde 2006, pero en 2023 alcanzó su cifra más alta, con 2 mil 774 casos y los feminicidios suman cerca de cinco mil víctimas, solamente los registrados oficialmente pues el 75 por ciento no se investiga por protocolo. Ante esta tragedia las candidatas del aparato sistémico político no proponen nada alternativo.

Las promesas de Sheinbaum relativas a los problemas femeninos (laborales, sexuales, de salud, etcétera, se enmarcan en una visión meramente asistencialista, derivadas de un régimen patriarcal en el cual el presidencialismo es representativo de un posición patriarcal–misógina. Su posición respecto, por ejemplo, a la legalización del aborto es de rechazo absoluto, aunque la matice diciendo que “no se opone a los grupos que promueven quitar las penas a las mujeres que aborten… su gobierno no promueve la despenalización de la interrupción del embarazo para no polarizar a la sociedad.” Es una forma diplomática de no confrontarse con la Iglesia más conservadora y retrograda, además de no perder aliados políticos con los cristianos del centroderechista Partido Encuentro Social (PES). El presidente no ve con buenos ojos al movimiento feminista, que tiene muchas tendencias, porque es un movimiento propositivo y crítico al gobierno federal, no corporativo. En tal sentido, igualmente es la posición de Claudia Sheinbaum. El pragmatismo y el oportunismo a toda costa como filosofía política para la “estabilidad social” ¿Cómo explicarnos, por ejemplo, la alianza política de Sheinbaum con mafias universitarias como la mafia caciquil de la Universidad de Guadalajara después de que AMLO estuvo criticándola fuertemente y acabo en un silencio sepulcral?

Estas candidaturas, una más conservadora que otra, representan en el terreno electoral una pugna interburguesa; dentro de un escenario de sufragio mediante un conflicto burdo, grotesco, patético, propio de un proceso de subdesarrollo social o de un lumpendesarrollo político muy violento: la democracia del poder y del dinero de un capitalismo salvaje. Seguimos y seguiremos, mientras no haya una ruptura radical, sometidos al desarrollo de un capitalismo dependiente; de una subordinación de las inversiones de capital foráneo, muchas de estas mediante el Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC); incluido el nearshoring (localización empresarial para la cercanía del mercado), la cual forma parte de la política económica de la 4T. Una estrategia que si ha dado resultados. La política desarrollista el actual gobierno continuará con los mega desarrollos tales como el Tren Maya, de apoyo al capital inmobiliario–turístico; al igual que otros megaproyectos desarrollistas que poco tienen que ver con el bienestar social de las mayorías poblacionales. El 1 por ciento, la oligarquía, posee el 41.2 por ciento de la riqueza mexicana. La mafia del poder sigue caminando muy campante, impune a la 4T y en ella podemos incluir a los poderosos capos de los cárteles del narcotráfico. AMLO nunca quiso realizar ninguna reforma fiscal progresiva, como tampoco lo hará Sheinbaum. Este régimen gubernamental decidió nunca confrontar los intereses de grandes capitalistas ni del imperialismo.

La 4T es una falacia ideológica-política respecto a un cambio social, económico y político, porque los problema relativos a la seguridad pública, la educación y la cultura, la protección de ecosistemas, la salud pública, continúan agravándose y los 100 compromisos de Gobierno de Sheinbaum es solamente un compendio de buenas intenciones de un programa muy limitado políticamente para enfrentar a fondo la profunda crisis nacional. Cuestiones políticas muy sensibles como el caso de Ayotzinapa apenas pudieron avanzar en la solución para encontrar a los culpables de la masacre porque el gobierno lopezobradorista sigue protegiendo al Ejército. Y la candidata ungida por el Jefe Máximo de Morena probablemente lo seguirá haciendo. Una periodista dijo: le pregunté “sobre las críticas a la militarización, no respondió. Un minuto después, terminó la entrevista.”

En política exterior la 4T es patética porque ha estado subordinada al Consenso de Washington, especialmente en lo que se refiere al grave problema migratorio. Más aún, frente al terrible genocidio del pueblo palestino en Gaza, AMLO nunca ha querido romper relaciones con el gobierno terrorista sionista de Israel y Sheinbaum no se atreve a abrir la boca al respecto. No se trata únicamente de condenar y pedir el cese a la violencia de Hamas y reconocer a los dos estados sino de romper relaciones más aún cuando el Comité Penal Internacional resolvió arrestar al criminal genocida Netanyahu. El silencio cómplice de AMLO es muestra que el llamado Humanismo Mexicano es mera retórica demagógica y no quiere tocar ni con pétalo de una rosa a Joe Biden y al poderoso Lobby Judío mexicano.

Mucha gente, incluidos periodistas y académicos consideran que Morena es una organización política de izquierda. Pero ¿de que izquierda hablamos? Es un partido liderado por un “caudillo” en una organización nada democrática a su interior y es totalmente incierto lo que vaya a pasar con este liderazgo caciquil después de las elecciones. Morena no es un partido de izquierda socialista si por izquierda queremos entender, entre otras cuestiones, una posición anticapitalista. Nada que ver. Guarda, eso sí, una posición de izquierda dentro de las posiciones liberales conservadoras relativamente progresistas. Y es en esas aguas del remanso de la corriente heredera de un viejo priismo bonapartista conciliador que finalmente resulta relativamente buen administrador político del capital para amortiguar los choques clasistas, apoyándose claramente en el Ejército para guardar una “estabilidad social” con una alta dosis de violencia generalizada. En tal sentido, Sheinbaum poco tiene que ver ideológicamente cuando hay quienes la perciben como una de las hijas del Movimiento estudiantil del 68 y de la izquierda mexicana.

Desde hace décadas, la verdadera tragedia polìtica mexicana es la ausencia de una alternativa polìtica de izquierda socialista. Su terrible crisis nacional, reflejo de la internacional, es muy profunda. Hablamos de un proletariado sin cabeza al cual se refería José Revueltas. Ese vacío de la izquierda en la política nacional ha permitido erigir adefesios populistas como Morena, sostenido con una base social importante que le ha dado legitimidad al liderazgo de López Obrador utilizando viejos principios corporativos–clientelares semejantes al priismo como es el sindicalismo charro, las prácticas asistencialistas y una demagogia incansable. Todo ello seguramente servirá para la continuidad de una política que proviene desde el periodo posrevolucionario con sus mutaciones políticas.

Por ello, es necesario seguir levantando la consigna de un frente unitario de la izquierda socialista representativo de los movimientos sociales democráticos de resistencia al capital y al gobierno morenista desde las luchas estudiantiles, universitarias, sindicales, campesinas–indígenas y populares, feministas… “Este 2 de junio reafirmamos la necesidad de levantar una alternativa clara a favor de la independencia política de las personas más explotadas y oprimidas, y un programa que recoja las demandas y aspiraciones campesinas, obreras y populares. Por lo que vemos una gran oportunidad para comenzar a construir un amplio bloque de izquierda independiente del gobierno y de la oposición conservadora, anticapitalista y antipatriarcal.”

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.