“Una auténtica revolución en el mundo del trabajo”, “una primavera de los derechos laborales” (Periódico La Jornada, 19 de julio de 2024). Así definió, el recién ratificado secretario del Trabajo Marath Baruch Bolaños, a los cambios que, según él, se han llevado a cabo por el gobierno morenista en el terreno laboral.
El nuevo secretario ratificado es Licenciado en Relaciones Internacionales por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), ha cursado estudios de maestría en Estudios Latinoamericanos en la Facultad de Filosofía y Letras de la misma universidad. Durante su formación académica, desarrolló investigaciones centradas en la cultura política y la tradición comunitaria popular y profesor desde 2016. También ha sido profesor en la Asociación Mexicana de Cineastas en el periodo 2012-2013.
Como se ve, ni en esta breve enumeración de sus méritos académicos, ni en su actuar político personal, ni en su meteórica carrera en la burocracia del gobierno morenista (que cualquiera que guste la puede consultar en el Portal Expansión Política, 18 de julio 2024) se alcanza a distinguir una experiencia suficiente acerca de los problemas laborales de nuestro país, salvo que, desde octubre de 2020, ya bien establecido el engendro morenista de reforma laboral de 2019, se desempeñó como Subsecretario de Empleo y Productividad Laboral en la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, bajo el mando de Luisa María Alcalde, a la que luego suplió como titular de dicha Secretaría y en la cual quedará ratificado para el llamado “segundo piso” de la 4T.
Esta situación de desconocimiento de la evolución que han tenido a lo largo del tiempo los problemas laborales en México es lo que, junto con el fanatismo que se atisba en sus declaraciones (del tipo de que el pueblo “está feliz, feliz, feliz” o que ya estamos “mejor que en Dinamarca”), lo que lo lleva a las grandilocuentes, además de falsas y cursis, afirmaciones, señaladas al principio de este escrito. Desgraciadamente la clase trabajadora mexicana ni está viviendo “una revolución en el mundo del trabajo”, ni tampoco “la primavera laboral”, con lindas florecitas y mariposas, en la que parece existir el señor secretario.
Sin embargo, tratemos de ver en qué parecen apoyarse las melifluas afirmaciones de dicho funcionario. Tenemos a la vista el documento Estadísticas sobre Relaciones Laborales de Jurisdicción Local (ERLAJUL) 2023, dado a conocer a través del Comunicado de prensa número 384/24 del 25 de junio de 2024 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).
“El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) da a conocer los principales resultados de las Estadísticas sobre Relaciones Laborales de Jurisdicción Local (ERLAJUL) 2023, con información sobre las desavenencias derivadas de las relaciones laborales”.
El INEGI captó información de las ERLAJUL sobre los siguientes aspectos:
1. Convenios de trabajo prejudiciales (acuerdos laborales que evitan la generación de un conflicto o litigio en los tribunales laborales locales).
2. Conflictos de trabajo (es decir, los que llegan a hacerse como demandas ante los tribunales, como objetos de un juicio laboral) y que pueden ser: a) De carácter individual (que afecta los intereses de una persona trabajadora); b) De carácter colectivo (que afecta los intereses de todos los trabajadores de una empresa).
3. Huelgas.
De estos tres grandes rubros, abordaremos en este artículo sólo los dos primeros (insistiendo que los datos reportados se refieren sólo a los asuntos laborales de carácter o jurisdicción local, agregando que los datos referentes a la jurisdicción federal apuntan prácticamente, en el mismo sentido que los que aquí se analizan).
En todos estos rubros y en el manejo que se da a los datos que reporta, rebosa el optimismo de que las cosas en lo laboral marchan viento en popa. Sin embargo, veremos que eso no es así.
1.- En el caso de los Convenios de trabajo prejudiciales, los datos del INEGI reportan un incremento del 12.8% con respecto al 2022, al pasar de 356,442 a 402,194 casos, es decir, que una cantidad mayor de “desavenencias” (como ahora gustan de llamar los morenistas a la cruenta lucha de clases que se da en las fábricas entre obreros y patrones) se resolvieron “por las buenas”, por la vía “conciliatoria”. ¡Y sobre la base de estos datos cantan victoria con su revolución laboral! ¡Ahora con la primavera laboral de la 4T, obreros y patrones se entienden mejor y se arreglan en santa paz como buenos chicos!
Pero esto solo existe en la cabecita loca de los funcionarios morenistas. La realidad es mucho más fea que eso.
Cualquier litigante de asuntos laborales y hasta cualquier obrero que haya sufrido algún problema sabe (desde los tiempos de la Juntas de Conciliación y Arbitraje y ahora con los “modernos” Centros de Conciliación, creados con la reforma laboral morenista), que en cualquier demanda laboral lleva las de perder por su falta de recursos económicos si ha quedado despedido y también por lo tardado de todos los juicios (sin contar con la abulia, el desinterés y la corrupción, con que sus asuntos serán tratados por las autoridades de antes y las de ahora). Así es que, en la gran mayoría de los conflictos laborales muchos de esos problemas ni siquiera llegaban a las Juntas de Conciliación y se “arreglaban”, con gran desventaja para los obreros, en las cuatro paredes de las oficinas de Recursos Humanos de las empresas. Y los que trascendían a las Juntas y ahora a los Centros de Conciliación, entraban en un laberinto enorme de problemas y tardanzas de las que siempre salía derrotado el trabajador aceptando “conciliatoriamente” lo que fuera: de lo perdido, lo que aparezca.
Es decir, tras la gran mayoría de los arreglos “conciliatorios” esta la derrota de los trabajadores, por hambre y necesidad.
Sin embargo, en el esquema anterior de las Juntas de Conciliación, el trabajador podía, si así lo quería, irse directamente a demandar sin estar obligado a pasar, perdiendo tiempo, por el intento de conciliación que corría a cargo de las Procuradurías de la Defensa del Trabajo. El agravante con la reforma laboral morenista es que la conciliación prejudicial es ahora obligatoria y está impuesta por el artículo 684-B de la LFT. El trabajador demandante no puede ir directamente a un Tribunal Laboral si no ha agotado antes esa instancia forzosa en los Centros de Conciliación Laboral (obteniendo la llamada “Acta de no conciliación”) misma que le llevará tardarse en sus acciones algunas semanas o meses más y en la que estará sujeto a las presiones de dicha autoridad para que olvide el despropósito de demandar y mejor acepte dirimir sus “desavenencias” con la patronal por la vía “conciliatoria” (y que son sobre todo referentes a retiros voluntarios (41.3 %) e indemnizaciones (35.0 %)). Y aquí otra vez, la derrota de la parte obrera por hambre y necesidad.
Esta amarga realidad es la que se esconde tras el “logro” morenista de que se ha incrementado en un 12.8% más (casi 46 mil más que en 2022) el número de los convenios de trabajo prejudiciales. Como en casi todo, con la cuatrote se usan palabras bonitas para esconder realidades amargas.
2.- En cuanto a los conflictos de trabajo (es decir, los que llegan a promoverse como demandas ante los tribunales, como objetos de un juicio laboral y que pueden ser de carácter individual o colectivo), se presume que se redujeron de 138,420 a 79,069, es decir, un 42% menos. Y con esto refuerzan su idea de que en México la 4T va estableciendo el reino de la paz laboral: ha bajado el número de “desavenencias” entre obreros y patrones.
Conflictos individuales. Se dice que estos disminuyeron en un 42.9%, pero como ya vimos en el apartado anterior, si los conflictos laborales de carácter individual se han reducido se debe a que ahora para los obreros es mucho más difícil llegar a demandar en juicio, porque tiene que pasar inevitablemente por el filtro de la “conciliación” forzosa y ahí es donde se desisten de plano en su intento o se ven obligados a aceptar los “parámetros” de los conciliadores que se imponen por la vía del hecho al dibujarle un tétrico panorama al trabajador demandante de que le ira más mal si se va a juicio.
Ahí es donde está el secreto de la presumida “disminución” del 42.9% en los conflictos laborales de carácter individual.
Conflictos colectivos. Y, por lo que hace a la también presumida disminución del 2022 al 2023, del 54.3% en los conflictos de carácter colectivo (es decir, en donde están en juego los intereses de todos los trabajadores de alguna empresa), la razón de ello no está en que ahora ya no existan tantos problemas laborales o en la “paz laboral” que se ha logrado con la “revolución” morenista, sino en que la situación de sindicalización de los obreros mexicanos ha sufrido importantes vuelcos.
Dos notas periodísticas nos arrojan luz sobre esto:
“Alfredo Domínguez Marrufo, director general del Centro Federal de Conciliación y Registro Laboral (CFCRL) […] informó que después del primero de mayo de este año quedaron disueltos más de 100,000 contratos colectivos de trabajo…” (El Economista, 24 de noviembre de 2023).
“La radiografía sindical del país identificó a 4.9 millones de trabajadores de los cuales están cubiertos por 30,505 contratos colectivos de trabajo […] se encontró que había 25% menos sindicatos que los reportados en 2017 por la Secretaría del Trabajo y Previsión Social.” (El Economista, 27 de marzo de 2024).
Así es que, de la puesta en marcha de la reforma laboral en 2019 a la fecha de los datos del INEGI (2023), desapareció el 25% de los sindicatos existentes y junto con ellos o, además de ellos, desaparecieron (por quedar deslegitimados) más de 100 mil contratos colectivos de trabajo (CCT). Cierto es que dichos sindicatos y CCT eran en su gran mayoría simples parapetos de protección charril a los patrones, pero las acciones que llegaban a implementar (emplazamientos a huelga por revisiones de salarios o prestaciones, por firmas de CCT, auténticas o de chantaje), se contaban en la estadística oficial como “conflictos” y al desaparecer o quedar deslegitimados, dichos conflictos dejaron de existir y de contarse. Incluso la disminución de estos rubros es grandísima, si tomamos el período de 2019 al 2023: 1,339 conflictos menos, es decir, una reducción del 91% en los conflictos laborales de carácter colectivo. Y ello no se debe, como ya apuntamos, a la “revolución” y “primavera laboral” morenista sino a que ahora existen menos sindicatos, menos obreros sindicalizados y menos CCT.
El panorama de la justicia laboral en México no es pues, del color de rosa que nos quiere hacer creer el gobierno morenista, sino uno cada vez más tétrico de indefensión y sometimiento de la clase trabajadora a los patrones y a sus gobiernos que ahora están pintados de guinda, disfrazados de “primero los pobres” y que buscan con un manejo tendencioso de los datos convencer a los obreros de que el reino prometido y la primavera laboral anunciada por esos profetas es ya una realidad.
Pero no es así. La clase obrera mexicana sigue siendo de las mas explotadas a nivel mundial: padeciendo las jornadas laborales más prolongadas y extenuantes; de abuso y robo de su tiempo “libre” por lo que tiene que destinarle a sus tiempos de traslados; de los salarios más miserables que tienen a la gran mayoría de los trabajadores sumidos en la pobreza laboral porque para vivir no alcanza lo que ganan; condenados a tener más de un empleo o a trabajar forzosas horas extras para completar el gasto familiar; esquilmado en su salario por los impuestos que le roba (en su ingreso con el ISR o en el consumo con el IVA) “el nuevo gobierno de los pobres” como antes lo hacía el “ya muerto” de los ricos; sometido a condiciones laborales plagadas de riesgos para su salud y su seguridad y de ambientes de maltratos y vejaciones.
Y sobre sus ya cargados hombros, sufriendo el yugo de los guardianes del capital a través del control sindical charril que no ha desaparecido y que ahora sólo se ha renovado pintándose de guinda y que es por ello más peligroso por engañador y adormecedor de la conciencia obrera. Y como vemos, también sufren los obreros una “justicia laboral” que solo beneficia a los patrones y a su gran poder económico, que con toda su pesada maquinaria derrota sus reclamos y sus luchas.
No. Definitivamente las condiciones esenciales de penuria y sufrimiento de los obreros mexicanos prácticamente no han cambiado.
Por
todo esto, y frente al intento de confusión al que se nos quiere someter con
las falacias morenistas, los trabajadores debemos ir adquiriendo nuestra
verdadera conciencia de clase. Y la verdadera conciencia de clase, significa no
quedarnos cruzados de brazos frente a estas adversidades, significa levantarnos
colectiva y organizadamente en lucha contra ellas, significa reclamar respeto a
nuestros derechos laborales, significa también ponernos en lucha por mejores
leyes laborales verdaderamente efectivas contra la prepotencia patronal,
significa luchar por mejores jornadas y salarios. Pero significa sobre todo,
que los obreros de México entendamos que aun logrando avances en todo eso, los
trabajadores no seremos verdaderamente libres y felices mientras nuestro
trabajo este esclavizado y solo sirviendo para hacer superricos a unos cuantos
explotadores y a sus gobiernos de todo color que defienden sus intereses:
mientras exista un sistema económico como el actual en donde lo que interesa es
la acumulación de riqueza en pocas manos, los obreros, que somos los verdaderos
creadores de la riqueza, no tenemos esperanza de vivir mejor.
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