Intelectuales y analistas que profesan una especie liberalismo republicano, la tribuna de doctrina opuesta a los nacionales y populares del kirchnerismo, abrieron un debate, después de las elecciones del 23 de octubre, sobre las perspectivas políticas del gobierno. La disyuntiva, según ellos, era hacia la moderación o la radicalización. Con moderación, se referían a un […]
Intelectuales y analistas que profesan una especie liberalismo republicano, la tribuna de doctrina opuesta a los nacionales y populares del kirchnerismo, abrieron un debate, después de las elecciones del 23 de octubre, sobre las perspectivas políticas del gobierno. La disyuntiva, según ellos, era hacia la moderación o la radicalización. Con moderación, se referían a un gobierno más dialogante, menos intervencionista, con esa visión imbuida de un falso utopismo infantil que tienen de esta democracia los liberales republicanos. Y la radicalización presuponía la continuidad del «decisionismo», el intervencionismo y el «hegemonismo», con el mal comprendido y peor usado concepto gramsciano.
Para la sorpresa de estos análisis simplistas, Cristina Fernández se despachó con un minué que incluye moderación y radicalización, bajo la «sintonía fina» de un giro a la derecha.
Subsidios, ajuste y paritarias
El nuevo curso empezó con la eliminación de algunos subsidios. En su primer anuncio, Boudou y De Vido, al quitar subsidios para casinos, bancos y aseguradoras, realizaron una confesión: durante todos estos años se benefició a empresas con amplios márgenes de ganancia.
El segundo anuncio de quita empezó con un mensaje que buscaba un impacto simbólico, eliminando absolutamente los subsidios a dos barrios de la Capital Federal (Puerto Madero y Barrio Parque) y a todos los countrys del país, que parece que hasta ahora necesitaron una ayuda para su «inclusión social». Pero esta vez también se anunció una resolución que exige a los beneficiados por los subsidios un «certificado de pobreza», bajo la forma de una declaración jurada que llegará con todas las facturas y será supervisada cruzando la información con el ANSES y la AFIP. Y si hiciera falta, también certificada por un «trabajador social», que constatará que las condiciones de vida justifican el beneficio. El eufemismo para esta medida fue la «renuncia voluntaria». Hasta algunos economistas defensores del gobierno (como Alfredo Zaiat en Página 12), cuestionaron la lógica de la «renuncia voluntaria», basada en la apelación a una filantropía neoliberal, donde «el rico tiene que darle dádivas al pobre».
Luego vino la avanzada contra el sindicalismo, que toma la forma de una pelea con Moyano, pero que la excede totalmente y busca el objetivo de moderar los reclamos sindicales y sobre todo las paritarias. La disputa con algunos gremios aeronáuticos, donde dirigentes sindicales que no pueden mostrar justamente una trayectoria combativa y mucho menos honesta, es aprovechada por el gobierno, para crear una nueva opinión pública anti-sindical y demonizar cualquier reclamo. Un cálculo estima que hay alrededor de 4000 procesados por acciones sindicales y esa lista se incrementa día a día, cuando la justicia convierte en acto, el verbo de Cristina.
Se le endilga a algún molesto dirigente sindical haber afirmado que, «esto no es peronismo, es frepasismo rabioso», en alusión a aquel movimiento político surgido del peronismo, pero que fue parte central en el armado de la Alianza que entronó a De la Rua en la presidencia. El aspecto que se pretende destacar con esta metáfora, es alguna especie de gorilismo antiobrero del ADN cristinista.
Si hay radicalización, luego de las elecciones, ésta se expresa en el ajuste a gran parte de los trabajadores y la clase media y en los efusivos discursos contra la protesta social. Donde, además, los fines justifican cualquier medio, hasta aquellos que significan un cuestionamiento a pilares del relato como son los DDHH. En la pelea con los gremios aeronáuticos, se devolvió a los militares el control aéreo, en pos de imponer un presunto orden.
En sintonía (fina) con Duhalde
La última pieza discursiva deCristina, muy aplaudida por los empresarios de la UIA, pretendió ser una novedosa creación a ser incorporada en la Enciclopedia de los Eufemismos que componen el relato.
Sin embargo, se cometió otro acto de injusticia para con uno de los «padres del modelo», haciendo honor a la verdad, la devaluación duhaldista (nunca bien reconocida por el kirchnerismo) y el ataque directo al salario que significó, fueron pilares fundacionales del «modelo». Efectivamente, algunos días antes de las elecciones, Duhalde había afirmado en un reportaje a la agencia DyN: «Lo que hay que hacer es sintonía fina, porque no se puede utilizar la variante que yo sí pude usar en mi gobierno, que es la variante de la devaluación, porque estaría en riesgo de generar una hoguera inflacionaria». También había explicado que «(los subsidios) sociales que no se deben cuestionar aunque estén mal dados, pero los 90 mil millones en otros subsidios deben ser eliminados aunque «no de golpe». Y terminó rematando, «La sintonía fina es producir más, porque los precios bajan cuando se producen más bienes, no es inmediato el resultado positivo de eso, sino que hay un período intermedio, en el que mientras uno pone en marcha el camino del desarrollo y el crecimiento, queda un espacio muy riesgoso»
Todo un programa y hasta con las mismas licencias poéticas, pero sobre todo, muy similares conceptos que la presidenta enunció en la cumbre de la UIA. Eliminación de subsidios «no de un golpe», productividad, a la que Cristina llamó «competitividad», algún reto «cómplice» sin consecuencias prácticas para la crema de la UIA, una diatriba contra los sindicatos y mensaje a Moyano. Además no habrá control sobre los precios, ni freno al «giro de utilidades» y ni siquiera discusión en el congreso de las ganancias empresarias. Dejó por el suelo la ilusa (y desmovilizadora) estrategia parlamentaria de Moyano para discutir la «redistribución». Esta «moderación» fue aplaudida rabiosamente por los capitostes de la industria.
Alguien dijo alguna vez que el kirchnerismo, tomado de conjunto, lejos de la «revolución Nac&Pop», era en realidad una restauración conservadora, con «guiños» a izquierda en los primeros años, impuesto por las urgencias de la crisis del 2001. En esta fase del «cristinismo» (la etapa superior del kirchnerismo), empiezan a coincidir discurso y realidad, para el desencanto de muchas víctimas voluntarias de su propia ilusión.
Blog del autor: http://elviolentooficio.blogspot.com/2011/11/la-sintonia-fina-del-giro-la-derecha.html
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