Un diálogo a fondo con la mujer que compartió sus días con Roberto Gordillo, procesado por delitos de lesa humanidad en Tucumán. La nutrida documentación que aportó sobre el plan represivo de la dictadura.
La situación de quienes destapan el terror, habiendo tenido una relación cercana con represores de la pasada dictadura cívico-militar, no es envidiable, por incómoda, por incomprendida y porque el temor es su pan cotidiano. Ana Dolores Soberon estuvo casada varios años con Roberto Gordillo, coronel retirado y actualmente en proceso judicial, con quien tuvo dos hijos. Documentos confidenciales que obraban en su poder fueron agregados a las causas en investigación y son elementos de peso. En esta producción de Miradas al Sur se prestó a dialogar con Eduardo Anguita y Ramiro Rearte, director de Radio Nacional de Tucumán y seguidor de los procesos abiertos en esa provincia por torturas y desapariciones desde el Operativo Independencia. Lo que sigue es asomarse a lo que ha dejado en unos y en otros un tiempo que es necesario revisar para cerrar las heridas.
Se compartieron muchos testimonios de quienes fueron víctimas de tortura, de desaparición y del exilio, pero se conoce poco de la trama cotidiana de quienes están procesados por delitos de lesa humanidad y de su entorno familiar.
Una de las causas que está cerrando ahora es la llamada «megacausa» Villa Urquiza. El 23 se van a leer las condenas para más de diez represores vinculados con cómo funcionaba en ese momento, durante la dictadura, el penal de Villa Urquiza. En una parte iban los detenidos puestos a disposición del Poder Ejecutivo, pero en otros pabellones había mujeres y había niños; cuando eso no estaba permitido. Esto es lo que está cerrando 2014, y para 2015 se espera otra «megacausa» muy grande, muy importante, denominada Operativo Independencia. Todo comenzó en 1975, con la llegada a Tucumán de Acdel Vilas primero, y luego el represor y genocida Antonio Domingo Bussi. Se espera que sea muy grande, no solamente por los organismos, sino también por los muchos familiares, por la cantidad de represores imputados y la cantidad de víctimas que van a tratar de dilucidar, a través del Ministerio Público Fiscal, qué pasó con ellos.
Hace muy poco tiempo, en el mes de octubre, se dictó procesamiento con prisión preventiva a alguien que estaba en la nómina de Inteligencia, el que entonces era capitán Roberto Gordillo.
Roberto Gordillo está imputado por el Ministerio Público Fiscal como jefe de interrogadores. Se sabe que ese jefe de interrogadores era quien estaba en todos los interrogatorios de las personas detenidas, y que a pesar del corto tiempo que pasó en Tucumán fue imputado por diferentes delitos. Lo hizo primero la Secretaría de Derechos Humanos de La Nación, luego el Ministerio Público Fiscal en Tucumán y el juez Fernando Poviña y el juez Daniel Bejas lo imputaron y lo detuvieron. Le tomaron declaración indagatoria este año y quisieron trasladarlo al penal de Ezeiza. Ahora está detenido en Santiago del Estero, en Colonia Pintos. Para que tomen dimensión de quién estamos hablando, Gordillo era jefe, no quiero decir de los torturadores, pero sí de los que estaban dentro de los interrogatorios, y a los tres días que se va del Operativo Independencia de Tucumán recibe una carta de felicitación de sus jefes por el trabajo hecho en Tucumán. Recordemos que el Operativo Independencia fue el caldo de cultivo de lo que luego pasó en dictadura, lamentablemente.
Esta introducción viene bien para hablar con Ana Dolores Soberon, quien compartió la vida, durante muchos años, con Roberto Gordillo, quien nos puede dar su propia experiencia y contarnos su punto de vista.
-¿Quién es Gordillo?
Yo lo conocí como Miguel Morra y me lo presentó un oficial del ejército al que consideraba mi mejor amigo desde los 16 años. Fue en Tucumán, en unas vacaciones. Lo conocí en el año ’78 como Miguel Morra y durante dos años y medio conviví con él como Miguel Morra, licenciado en administración de empresas, soltero. Un día sucedió que yo quedé embarazada, y a raíz de unas divergencias con él, envió a una persona de su oficina para hablar conmigo. Sólo que esa persona, en lugar de hablar de Miguel, me hablaba de Roberto, y en vez de hablar de Morra, me hablaba de Gordillo. Ahí me enteré, con cinco meses de embarazo y dos años y medio de convivencia, que no vivía con Miguel Morra, que no era licenciado en administración de empresas, sino que era un integrante del Batallón 601 de Inteligencia. Eso fue una semana antes de que él saliera del país con otra identidad falsa, la de José Américo Carabetta, para entrenar tropas en Honduras. Yo recibía su correspondencia desde Honduras, desde Tegucigalpa y desde Panamá. Correspondencia donde incluso me advertía que tenía que contestarle a nombre de Carabetta. Y yo creo que quedé entrampada en esa situación, porque cuando lo enfrento y le digo «no te llamás Miguel, te llamás Roberto, me quiero morir, ¿cómo es posible?» entonces él me dice «andá al fondo de tu oficina, tomá envión y saltá la ventana. Y si no te morís por los cortes te vas a morir por la caída». Pero después me dice: «No, es una bromita».
-¿En dónde vivían ustedes?
En la calle Báez, entre Matienzo y Newbery.
-Esto estamos hablando en la Capital Federal, en una zona que es un barrio muy militar.
Sí, pero era un departamento que yo alquilaba. El dijo que iba a formar una familia, se convirtió en una persona encantadora, pero cuando fuimos a Río Gallegos comenzó a aislarme porque no vivíamos en edificio militar ni en el barrio militar sino en un edificio que había civiles. Después de ahí nos trasladamos a Goya y seguíamos aislados, mis hijos y yo, hasta cuando vinimos a Buenos Aires. Nosotros no estuvimos en un centro clandestino de detención, pero sufrimos la tortura dentro de una jaula de cristal con barrotes de oro. ¿Por qué? Porque una de sus exigencias era el aislamiento. A la casa no entraba nadie, no venía ni siquiera mi hermano, la única persona que ingresaba era mi madre y la persona de servicio, nadie más. Mis hijos no tenían amiguitos, era el control total; dependíamos, comenzamos a depender todos de él. Los chicos iban en auto al colegio y, después de muchos años me enteré que cambiaban el recorrido para ir al colegio todos los días. Bueno, el hizo uso y abuso de su entrenamiento como oficial de inteligencia en actividades psicológicas, tanto sobre mi persona como sobre nuestros hijos.
-En el expediente judicial se menciona una fecha, 1980, cuando viaja a Honduras, pero también va a Paraguay, porque tenían información de que Montoneros, o aquellos que estaban exiliados, podían volver vía Paraguay a la Argentina, y que lo envían a él para ver si podía detener o investigar a los Montoneros que trataran de ingresar al país.
Cuál era su misión no lo puedo decir con certeza, pero era por la «contraofensiva». Me consta fehacientemente, porque yo estaba embarazada de mi primer hijo, que a fines del año ’80 viaja a Paraguay con una persona de La Plata, y vuelve al país cuando mi hijo, que nació en marzo del ’81, tenía entre 20 días y un mes.
-¿Ese fue su primer hijo?
Ese es mi primer hijo. ¿Qué fueron a hacer allá? Según ellos, a poner una fábrica de ladrillos; cuando un militar no puede tener otra actividad estando en actividad.
-Esa fue la explicación…
Esa fue la explicación doméstica.
-Que según los fiscales, tanto el Ministerio Público Fiscal como la Secretaría de Derechos Humanos, en base al marco histórico que da el expediente cuando se le eleva al juez Bejas, para esas fechas coloca a Gordillo, en Paraguay, tratando de «interrogar» a integrantes de la organización Montoneros, para evitar que lleguen a la Argentina. Ana, usted tuvo acceso a un documento confidencial, parte de un interrogatorio, que cita a Horacio Campiglia, persona muy connotada en Montoneros, que es capturada en ese tiempo y continúa desaparecido.
Sí. Tuve acceso a una carpeta que fue el propio Gordillo el que me la dio, porque yo en ese momento trabajaba en el Ministerio del Interior y alguna de las personas que integraron el grupo llamado «33 orientales» estaba trabajando conmigo, y yo hablaba muy bien de mis compañeros de trabajo.
-Eso sucedía ya en los ’90, en democracia.
Sí. Vino, me tiró la carpeta y me dijo «mirá quiénes son tus amistades». Yo vi «33 orientales» (N.E. Grupo de militares comprometidos con el peronismo revolucionario) y nada más; la guardé con otras carpetas y no la leí. Pasó el tiempo, y un día, ordenando carpetas, la encontré y me puse a leerla y me encontré con que no solamente mencionaba militares sino también civiles y, entre esos civiles, estaba Horacio Campiglia.
-Horacio Campiglia fue uno de los que volvió en la llamada segunda contraofensiva de Montoneros, y en esos documentos confidenciales hay un detalle importante. Se cita un testimonio suyo en junio del ’80, cuando estaba desaparecido desde marzo. Es un interrogatorio a una persona que está desaparecida.
Esa documentación yo la aporté porque me parecía que era importante para la Justicia. También para las familias de las personas que estuvieron detenidas o desaparecidas, que ellos tengan acceso a esa información y decidan ellos qué hacer con ella. El depositario es la Unidad Fiscal de Derechos Humanos en Tucumán.
-Usted tuvo acceso a esos materiales durante el gobierno de Carlos Menem y recién ahora los aporta, con estos juicios de delitos de lesa humanidad.
Me sentí mucho más segura ahora, a partir de la política de Néstor y de Cristina en Derechos Humanos. Es como que estoy tranquila y espero continúen con los juicios y con la misma política que ellos han sembrado. Y en particular con Néstor, porque gracias a él dejé de ser «la loca de la colina». Cuando vino a Argentina Leo Valladares (N. E. ex Comisionado Nacional de los Derechos Humanos de Honduras y ex presidente de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos) pidiendo explicaciones por los oficiales que habían ido a Honduras a entrenar las tropas, yo decía «es verdad, es verdad, acá está la documentación, yo la tengo», es decir, las cartas que yo recibía, y nadie me creía. Pero Néstor Kirchner tuvo la grandeza de pedir perdón al pueblo de Honduras por los oficiales argentinos que se habían enviado, y yo lo amé ese día, porque me revindicó y dejé de ser la loca que fabulaba una historia que era real.
-¿Volvió a Tucumán? ¿En democracia, en dictadura? ¿Cómo fue su aporte de información a la fiscalía y la Secretaría de Derechos Humanos?
Empezó cuando encuentro el «sobresaliente». Estaba en el legajo militar que pedimos en el juicio de divorcio para probar algunas de las injurias. Ahí estaba ese sobresaliente, por ser jefe del grupo de interrogadores, con una serie de conceptos muy loables hacia él por su participación contra la actividad subversiva, etcétera, etcétera. Yo me quede azorada y aterrada ante la mesa de entrada del juzgado, y me dije: «¿Cómo es posible que lo calificaran con esa nota por ser jefe de un grupo de interrogadores?». (N.E. El texto completo en recuadro) No nos servía para el divorcio, evidentemente, pero me dije «lo voy a guardar como un elemento histórico, porque alguna vez, quizás, alguien lo necesite». Y cuando comienza la megacausa de Arsenales…
-Arsenales y Jefatura, Arsenales 2 y Jefatura 2…
Sí, yo pensé, quizás esto aporte y les sirva para que ellos puedan investigar. Así es que me comuniqué con el fiscal Pablo Camuña y se lo hice saber. Ellos me pidieron que lo escaneara, se lo mandé, le mandé todo por mail y después tuve que ir para ratificar mis dichos y si quería ampliar podía hacerlo también. Fue la vez que volví a Tucumán, en febrero del 2013.
-Quiero hacer un paréntesis en esta historia cronológica de Roberto Gordillo para preguntarle cómo se siente en este momento brindando este testimonio, qué piensan sus hijos, que ya son adultos.
Con mis hijos están divididas las aguas. El menor piensa que el padre está detenido por mi culpa y el mayor entiende la situación y sabe que está detenido por los hechos que cometió. Esto es lo que yo estoy viviendo con mis hijos. Y, por el otro lado, al ser Gordillo una persona de inteligencia y ser la comunidad de inteligencia un bloque muy sólido, vivo con temor, al punto de que otra vez comencé con las pesadillas, con los gritos a la noche. Salgo muy poco. Desde el momento en que aporté la documental y la información quedé encerrada en casa porque, claro, una vivenció y sabe que Gordillo es un especialista en crear situaciones. O sea, cuando nuestra presidenta dice «esto está creado» es verdad, es verdad… se crean las situaciones, se provocan, y él es un especialista, es una persona capacitada y entrenada en actividades psicológicas; y todo ese entrenamiento y esa capacitación nosotros la hemos sufrido dentro de nuestro centro clandestino de cristal y de oro. Gracias a Dios tengo respuestas del Estado, espero que la mantengan, y estamos viendo cómo se van desarrollando estos días y cuál es la postura que toma mi hijo menor.
-Se espera que al principio del año que viene, entre abril y mayo, se pueda dar inicio a esta megacausa en que Gordillo es uno de los imputados principales, por eso es que Ana tiene que prestar declaración indagatoria. Lo que hacen todos los represores es que les salen todas las enfermedades que tenían y piden prisión domiciliaria o piden que no sean mandados a una cárcel común, como está pasando en muchos lugares de la Argentina. Por eso, una vez que quedó detenido, lo que hizo, inmediatamente, su abogado defensor, fue decir que querían que quede en prisión domiciliaria, alegando que no estaba bien de salud. Luego, los peritos hicieron el chequeo médico y los jueces dijeron que no, que puede ir tranquilamente a un penal con asistencia médica, como el penal de Ezeiza o a Santiago del Estero. Para evitar la fuga, como ya ha pasado en la megacausa Arsenales 2 y Jefatura 2, lo que hacen los jueces es decir que si está asistido con los médicos que corresponde tiene que quedar detenido en un penal, en una cárcel común. Usted habló de la comunidad de inteligencia. Y dice, ahora, que la comunidad de inteligencia sigue vigente. ¿Cuando Gordillo se retira del servicio activo del Ejército, no se retira de la comunidad de inteligencia?
No, nunca, ninguno se va a retirar jamás; es de por vida. El pidió el retiro como coronel militar en el año ’98, pero la comunidad sigue vigente.
-Gordillo también desempeñó funciones como oficial del Ejército y miembro de inteligencia, durante el gobierno de Menem. Cumplió funciones importantes…
En verdad sí. Fue segundo jefe de la agrupación de seguridad de inteligencia de la Casa Militar.
-La casa militar está en la Casa Rosada…
Está en la Casa Rosada pero, a su vez, era el jefe de seguridad de la residencia presidencial de Olivos. Estuvo seis años cuando, en realidad, mandan a un destino por dos años; él estuvo seis. Y después siguió trabajando en el gobierno como asesor de Pepe Figueroa, el que era Secretario de Desarrollo Social en los años ’90.
-Ahora, usted afirma que la gente que forma parte de una estructura de inteligencia no se retira.
No.
-No queremos comprometerla, porque el temor que dice tener puede estar muy bien fundado, pero pienso que cuando uno escucha a Ernesto Barreiro, como se los escuchaba el otro día en el Tribunal Oral Federal de Córdoba, por la causa de La Perla, hablar de que iba a identificar veinticinco cuerpos, después le queda claro que es una maniobra de inteligencia. Usted dice «pertenece» y queda como una afirmación críptica, pero, para que sea de utilidad pública, ¿cómo llegó a conocer lo que pasó en ámbitos secretos de las Fuerzas Armadas?
Creo que no puedo responder a esa pregunta. Yo hablo por las cosas que me pueden pasar, por lo que me pasó a mí. No conozco el manejo de ellos, tengo sí el relato de una película con la cual los entrenaba, y si quieren la cuento…
-Si cree que es de utilidad, adelante.
Era una película francesa, y tenían la misión de deshacerse de un Ministro. Entonces empezaron a chequear a la esposa, al hijo, la mascota, la mucama, a todos. Y todos eran perfectos. El hombre iba a la iglesia, vivía de su sueldo, fue buen hijo, buen marido, no había nada, entonces le hacen un perfil psicológico y encuentran que tiene una mínima veta homosexual. Con eso le infiltran una persona y esa persona trata de sacarlo de su eje. Conclusión, el hombre que, con toda su moral y su ética no podía aceptar lo que le estaba sucediendo, terminó chocando con el auto y se mató. ¿Qué dice el grupo de inteligencia? Misión cumplida, nos levantamos y nos vamos. No dejaron rastros. Gordillo no deja rastros, no deja marcas, y esto de no dejar rastros ni marcas yo lo he dicho en un juzgado en el año ’96.
-Usted aportó a la causa judicial elementos, las identidades que usaba Gordillo dependiendo del destino o del lugar. Es como en esas películas en que el personaje va por diferentes lados del mundo y no reconoce cuál es su identidad. Eso le tocó a usted.
Y, de hecho, mire mi familia. La vez pasada le pregunté a un sobrino mío cómo se llama Gordillo y me dijo «Miguel» ¿Y el apellido? «Gordillo» ¿Por qué se llama Miguel? «porque papá y mamá le dicen Miguel, y Gordillo porque Gordillo se llaman los chicos». No, no se llama Miguel Gordillo, es Roberto Gordillo. O sea, para mi familia, para mi gente amiga, él es Miguel.
-Usted hablaba de que la sociedad de inteligencia sigue funcionando. Sin querer meterme en su vida íntima, me imagino que sufrió en carne propia ese seguimiento.
Amedrentamiento, sí. Un día volví a casa y encontré que, dentro de mi dormitorio, había una bufanda colgada, una bufanda negra, y era verano. Y la llave no había sido violada. Yo dije, «¿qué hago?. Si voy a la comisaría a hacer una denuncia van a pensar que estoy loca». Llamé a toda la gente amiga preguntando qué hacer y todos me dijeron «tirala», y fui y la tiré a la basura. También me pasó que en mi departamento, en un edificio del año ’55, con materiales nobles, que tienen cierta solidez, uno de los herrajes estaba doblado para arriba. Eso no se dobla solo, tienen que haberlo barreteado, pero, supuestamente, no habían ingresado. El pasamanos tiene tornillos y, otro día, encontré que los tornillos de arriba no estaban. Después comenzaron a llamarme de una «flota» de celulares a una hora en punto. Eran tres números diferentes, y cuando yo llamaba estaban apagados. Me pasó que uno de mis hijos tuvo un esguince y estuvo muchos días en casa; durante esos días nadie llamó. El día en que se fue a trabajar, apenas salió de mi domicilio, empezó otra vez la flota de celulares a llamar. Claro, una empieza a angustiarse. A mi madre la han llamado tipo secuestro virtual sin pedirle dinero, o sea, tratando de asustarla. La han parado en la calle y le han dicho que era de parte mía, para llevarla a casa a buscar unos documentos. Yo vivo a tres cuadras de su casa, y mi mamá que, gracias a Dios, es una tucumana muy pícara, empezó a gritar «no tengo hija, no tengo hija» y la gente se fue. Pero esto ya no es de la comunidad de inteligencia, tiene nombre y apellido.
-Pese al temor, ¿qué le motiva a decir «bueno, es hora de que la sociedad conozca esto?».
Lo que me motivó a presentar el sobresaliente en Tucumán fue una especie de pedido de auxilio. Que sepan quién es Gordillo, porque yo me sentía en peligro. Otra vez revivía, cuando tenía ese documento en mis manos, los momentos más terribles de nuestra vida, o sea, de la vida dentro del ámbito familiar. Es decir, donde nosotros también fuimos víctimas de torturas aprendidas, y además porque consideraba que era un acto de justicia. Yo no fui a Tucumán y les dije «este señor hizo esto y esto»; no, yo dije, «encontré esto en tal lugar, en el expediente tal y lo aporto para que ustedes lo investiguen si lo consideran pertinente». Bueno, así llegó a Tucumán el sobresaliente.
-Cuando ese documento ya estaba en Tucumán, sumado a la investigación, ¿hubo cambios en su vida?
Me tuve que resguardar más, sí. Mucho más. Nuestra vida cambió totalmente. Por ejemplo: nunca digo por teléfono que voy a salir a tal hora ni que voy a ir a tal lugar. Muchas de mis amistades no vienen a casa. Tenemos un plan de llamadas de emergencia. Cuando le ocurre algo a alguno de nosotros uno lo llama al otro y sabe qué va a hacer. Ese tipo de cosas que antes no las vivíamos de esa manera. A pesar de la seguridad que me brinda el Estado, también tomamos precauciones.
-Volvamos un poco al momento en el que usted conoció a Gordillo. Para usted llevaba una actividad civil.
En una empresa a la que yo llamaba y preguntaba por el señor Morra y me comunicaban con él. Después llamaba, al mismo número, preguntaba por Gordillo y me comunicaban igual con él. Era el Batallón 601. Lo que mi amigo, o ex amigo, el que me lo presentó, no me dijo fue que era personal de inteligencia del ejército y que era su jefe.
– A usted le resultaba natural tener un amigo militar en el año ’78, cuando muchos sentían terror de tener un amigo militar. ¿Cuando tuvo conciencia de que estaba en el Batallón 601, sus puntos de vista sobre la sociedad argentina, sobre el terrorismo de Estado, sobre la subversión, cómo eran?
Debo confesar que yo vivía en un mundo aparte. Como que no tenía contacto, a pesar de que tuve un amigo fallecido, que mataron, y una amiga que se exilió; pero eso ocurrió antes del golpe. No tenía noción, es como que vivía en otro mundo.
-¿Cuándo tomó conocimiento de que en la Argentina existían campos de concentración y desaparecidos?
Eso fue en los noventa. Trabajaba en el Ministerio del Interior y mi jefe me pidió que compile los tarjetones de las fichas de los detenidos, porque entonces iban a pagar una indemnización a las personas que habían estado detenidas. Y ellos venían y me preguntaban y yo les decía «ustedes estuvieron detenidos en tal fecha, en tal otra», y la persona que se sentaba enfrente me empezaba a contar. Recuerdo una sanjuanina que me empezó a contar, a contar, a contar y yo la veía a ella y decía «uy, pero lo que me está contando me pasa a mí en mi casa». Así, a raíz de que los ex detenidos comenzaran a contarme, cuando venían a preguntarme en qué fecha estaban registrados, es que yo tomé conciencia de lo que estaba pasando y conciencia de lo que era Gordillo, y ahí fue el derrumbe de nuestra vida en común.
-Para avanzar con la pregunta que hacía Anguita. ¿Cómo fue después, cuando, luego de haber sabido que era quien no era, se encontró con que no estaba en su legajo?
Sí, no existo. Yo digo que soy desaparecida por Ejército. Y eso lo descubrí cuando pedimos el legajo para saber cómo figurábamos mis hijos y yo. Bueno, mis hijos están. Están el nombre y apellido de la primera esposa y después vienen mis hijos.
-¿Usted no figura?
Yo no existo para el Ejército.
-Bueno, eso también aporta a la sospecha de que la comunidad de inteligencia sigue actuando.
No solamente la comunidad, sino la complicidad y el encubrimiento del Ejército. Porque cada año ellos hacen una declaración jurada donde dicen si están casados, divorciados, viudos, en pareja, hijos del primer matrimonio, y está firmada por ellos y por su jefe. Su jefe sabía que yo me llamo Ana. ¿Cómo? ¿Al ver el nombre de otra mujer, ninguno dijo «acá el nombre y apellido es otro»?
-¿Dentro de su aislamiento, se conoció con otros militares por sus nombres reales o no?
No, nosotros estábamos totalmente aislados. Yo, de hecho, llegué a pensar que Gordillo no tenía amigos. Y después supe, a través de otras personas, que sí, que tenía amigos; pero amigos a los cuales yo no conocía ni habían venido a nuestra casa.
-Gordillo tenía destinos militares, como tienen habitualmente los militares. ¿Ustedes tenían casa adentro de la guarnición?
En Río Gallegos había un barrio militar, pero nosotros estábamos en un edificio enfrente a la plaza San Martín.
-¿Porque él era de Inteligencia?
No, porque él en ese momento estaba como jefe del distrito militar.
-O sea que tenía un cargo importante…
Sí, en el ’82/’83. En el ’84/’85 era el jefe de la compañía de ingeniería.
-¿Gordillo tomó contacto con usted sabiendo que presentó estos testimonios?
Con Gordillo no tengo trato desde octubre del año ’96. En el año ’96 es cuando él deja el hogar conyugal por un convenio en el juzgado. Vino una asistente social y yo le dije que lo había conocido como Miguel Morra. A raíz de eso él me llamó a mi lugar de trabajo y me amenazó diciéndome que si yo continuaba hablando me iba a quedar sin trabajo.
-¿Dónde trabajaba en ese momento? ¿En el Ministerio del Interior?
No, estaba con una licencia sin goce de haberes por cargo de mayor jerarquía en la Secretaría de Cultura con el doctor O’Donnell. Entonces, Gordillo me dijo que yo iba a integrar una lista con gente que iba a ser despedida del Ministerio del Interior. La vez pasada fui a Tribunales, a pedir el expediente ese, porque consta en el expediente la amenaza y después fui a mi legajo, y esa amenaza se cumplió un año y dos meses después.
-¿La echaron del Ministerio?
No es que me echaron, entré en una reforma donde pagaban como una indemnización. Me han dicho por qué no hice juicio al Estado, y la verdad es que estaba tan aturdida mentalmente que no atinaba ni podía darme cuenta. Además, en esa época, yo prácticamente no hablaba. Yo no recuerdo mi persona hablando, porque Gordillo me hacía sentir como que vos no sos nada, que todo dependía de él, que yo era una idiota útil, «ojo con los zurdos».
-¿Decía que usted era una «idiota útil»?
Sí. El día que caigas en manos de los zurdos te van a sacar todo, porque vos sos una idiota útil, me decía.
-La pregunta es cómo será la vida familiar de alguien entrenado para esas actividades, y eso me lleva a preguntarle si, por más que estuviera enamorada y dispuesta a decirle a todo que sí, ¿siempre tuvo un acompañamiento acrítico o pudo mantener su independencia?
No, eso sucede, el sometimiento sucede. Es muy difícil escapar y salir. Yo salí gracias a un abogado de mi colectividad, la siria, que prácticamente me ordenó que lo hiciera. Fui como dirigida, porque yo por mí misma no podía. Hablaba con la gente, le contaba lo que me pasaba y el efecto era contrario, se alejaban porque yo parecía la loca y él parecía un príncipe.
-¿Le queda algún recuerdo bueno? Al fin es el padre de sus hijos.
Lo mejor de Gordillo son mis hijos, pero nada más que eso. Incluso siento que hay una vida que no vivimos ni ellos ni yo, durante muchos años, y que recién ahora es cuando la podemos vivir.
-Dijo que tiene protección del Estado, no es necesario que nos dé detalles, pero se siente con el amparo suficiente.
Sí, y espero que lo mantengan. En la fecha lo tengo, espero que a medida que pase el tiempo lo mantengan. Creo que sí, confío que sí. Yo confío en nuestra presidenta.
-Hay una cosa inquietante, y que usted tal vez no la pueda responder, como es la persistencia de los activos de inteligencia en el Estado. Informes periodísticos indican que Gordillo estuvo en la estructura de inteligencia del Estado hasta hace no muchos años.
Yo creo que ellos son muy inteligentes, que no hay que menospreciarlos. No se si son los súper espías, pero sí son los grandes hacedores de cosas. Yo creo -esto es una creencia mía- que antes de entregar el poder a la democracia ellos plantaron su gente en distintos lugares de poder y que esa gente ocupa cargos, cargos muy importantes.
Fuente: http://sur.infonews.com/nota/10313/la-vida-intima-en-contacto-diario-con-la-represion-ilegal