Nadie desconoce que la lógica del capital tiene como norte la maximización de las ganancias. Cualquier otro propósito que se aparte del objetivo en cuestión es, sin lugar a dudas, una medida que trasciende el marco de la actividad económica-comercial. Es cierto también que una empresa puede apelar, deliberadamente, a métodos reñidos con la ética […]
Nadie desconoce que la lógica del capital tiene como norte la maximización de las ganancias. Cualquier otro propósito que se aparte del objetivo en cuestión es, sin lugar a dudas, una medida que trasciende el marco de la actividad económica-comercial.
Es cierto también que una empresa puede apelar, deliberadamente, a métodos reñidos con la ética comercial a los efectos de captar, en el futuro, una porción más amplia del mercado.
Un caso extremo ocurre cuando una compañía -en virtud de su capacidad financiera- vende a precios muy bajos (prácticamente al costo) los productos que fabrica; con la deliberada intención de hacer «tambalear» a las empresas competidoras hasta colocarlas en situaciones de extrema vulnerabilidad. De tal manera que, los propietarios de estas últimas se vean obligados: o bien a vender la fábrica o, en su defecto, a cesar definitivamente en la actividad productiva por no poder sostenerse. Esa «pérdida programada», arrojará con el tiempo un exorbitante beneficio para la empresa impulsora de dicha práctica -ya que, muy probablemente se tornará monopólica- y reducirá, como es obvio, a la mínima expresión los espacios de comercialización de los «competidores que sobrevivan».
El problema que, en apariencia, parece reducirse a una simple disputa inter-empresarial, tiene sus nefastas consecuencias sobre los actuales y futuros adquirentes del producto fabricado que, al depender de un solo fabricante, quedarán a merced de la voracidad comercial de la flamante empresa monopólica. Una metodología similar es la que, al parecer, utilizó el gran multimedio argentino que fue absorbiendo una diversidad de empresas operadoras de televisión por cable, hasta tornarse monopólica; pues, para lograr su propósito contó con un elemento estratégico: la posesión exclusiva de la transmisión de los partidos de fútbol.
Una vez obtenido esto, mediante un convenio signado con la AFA (Asociación del Fútbol Argentino), el multimedio determinaba que operador de cable podía retransmitir los eventos deportivos y quiénes no. Claro que las condiciones pactadas terminaban debilitando al pequeño operador que tenía que ajustarse a los requerimientos materiales del multimedio, y soportar las consecuencias de lo que en derecho se conoce como «el abuso de posición dominante».
La ausencia de competidores, trae por añadidura ingentes beneficios a los «emperadores del mercado» quienes como los antiguos monarcas disponen los precios de sus productos y/o sus servicios, absolutamente, a piacere.
En cambio, garantizando la pluralidad de oferentes la situación se revierte y «el monarca» ya no puede disponer a gusto de su irrefrenable apetencia.
Un claro ejemplo lo hemos visto en estos días, en la ciudad de Santa Rosa (La Pampa). Tras obtener su licencia como operadora de televisión por cable la Cooperativa Popular de Electricidad de Santa Rosa (CPE), en solo 15 días incorporó 3.000 clientes que eran de Cablevisión; es decir, 200 clientes por día. Vale la pena mencionar que Cablevisión era (como lo fue en otras regiones) la única operadora de cable que operaba en esa jurisdicción. Pero ahora, y gracias a la ley de servicios de comunicación audiovisual, no solo deberán adecuar sus tarifas ante la competencia; sino que se podrá escuchar en la región otras voces que no respondan, a rajatabla, a la versión interesada del multimedio.
Por otra parte, y hablando de Cablevisión, el accionista minoritario (Fintech Advisory Inc.) que posee el 40% del paquete accionario de la empresa, en palabras de su presidente, el mexicano David Martínez, sostuvo: «Yo quiero hacer buenos negocios, si Clarín quiere disputar poder con un gobierno, que se convierta en un partido político. No cumplir la ley es un pésimo negocio, aquí y en cualquier lugar del mundo, para los inversores de buena fe como los que yo represento» (ver nota de Roberto Caballero. Tiempo Argentino 6/12/12).
Es verdaderamente relevante las afirmaciones del empresario mexicano que ajustándose a la lógica del capital hace inversiones para ganar dinero y no para confrontar directamente con un gobierno.
Esto, no solo, deja al desnudo cual es el propósito de Clarín; sino que a su vez está reconociendo, de alguna manera, que el grupo con el que se ha asociado «no quiere cumplir la ley». Sugiriéndole a los miembros del grupo que constituyan un partido político para disputar el poder.
Y aquí resulta por demás creíble aquella anécdota que «Chiche» Gelblung contó en un programa de TV; cuando haciendo referencia a la presidencia de Menem y, en una conversación que éste mantuvo con el actual CEO de Clarín; el ex presidente para atemperar los reclamos formulados por el director-empresario le dijo: «Pero usted lo que pretende es estar en mi lugar». Es decir ser Presidente de la República; a lo que el directivo respondió: » No, ese es un puesto menor».
Más allá de la anécdota, lo cierto es que ahora en otros términos lo esta planteando un socio comercial del grupo.Es decir, no lo está pronunciando precisamente un funcionario de gobierno, ni siquiera un argentino que pudiese verter opiniones políticas en relación a su país; por el contrario, lo expresa un extranjero que es socio de Clarín y que dice representar a los inversores de buena fe.
¿Dónde se ubican los inversores de mala fe? Bueno, si no queremos inferirlo deberíamos preguntárselo al Sr Martínez.
Y hablando de buena fe.
Es interesante observar el fragmento de la nota que reproducimos al comienzo de este artículo. Y como se manipulan los títulos -imagine usted cual es el propósito- para que el lector «compre» informaciones distorsionadas.Si bien, la maleabilidad de estas encuestas y «la veracidad» de las mismas nos llevan indefectiblemente a asociarlas con los tradicionales mitos urbanos.
¿Acaso es de buena fe decir que el 51% de los argentinos considera que vamos a estar peor después del 7D?
Los datos son proporcionados por la consultora «Signica» -que vale la pena señalar, no se la encuentra googleando-; pero más allá de eso, y suponiendo que sea verdad que hicieron un sondeo telefónico de 1200 casos en la Capital; ¿Es posible tomar la opinión de los porteños como la de la totalidad de los argentinos? ¿Acaso la opinión de los porteños es la que configura la voluntad general de la población?
Evidentemente no, de ahí que solo nos queda suponer que es un error de impresión o, en su defecto, un deliberado intento de publicar un título de mala fe.
Blog del autor: Episteme
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