What do you do? (A qué te dedicas), dice en su portada el sitio web de la consultora «Manpower». El domingo 2 de enero de 2011, una nota publicada en el matutino «Página/12», da cuenta de un proceso judicial a la transnacional Nidera realizado en la ciudad de San Pedro que saca a la luz […]
What do you do? (A qué te dedicas), dice en su portada el sitio web de la consultora «Manpower».
El domingo 2 de enero de 2011, una nota publicada en el matutino «Página/12», da cuenta de un proceso judicial a la transnacional Nidera realizado en la ciudad de San Pedro que saca a la luz las condiciones infrahumanas en las que trabajan los «changos» -trabajadores golondrinas de Santiago del Estero- que realizan la difícil tarea de desflorar maíz.
El poeta pergaminense Alejandro González Gattone, en su poema «Definición de Pergamino», representa a esta localidad como «la ciudad crecida entre maizales…», asociando ineludiblemente el desarrollo de la metrópoli con la siembra de una semilla que, desde los aztecas en adelante, se constituyó en una importante fuente de alimentación para América y el mundo.
Pergamino, ubicada geográficamente en el norte de la provincia de Buenos Aires, como tantas otras ciudades de la región pampeana y de la Argentina toda, hoy no es ajena al avance arrollador del cultivo de soja. Sin embargo, la siembra de maíz por parte de las transnacionales graneras sigue ocupando una considerable cantidad de hectáreas de este sector de la llanura.
Cargill, Nidera, Monsanto-Dekalb y Southern Seeds Production, son las principales empresas dedicadas a la producción de semillas híbridas. Éstas se caracterizan principalmente por poseer un alto potencial de rendimiento y por su resistencia a determinadas enfermedades. Los «changos», contratados por estos pulpos de la agricultura a través de consultoras, se encargan del desflorado o despanojado del maíz, una tarea fundamental en dicho proceso.
El diario «La Opinión» de Pergamino del 28 de enero de 2009, publicó un artículo titulado «En la campaña más de 10 mil ‘changos’ efectúan su trabajo en los semilleros». La nota de la Redacción del matutino pergaminense se basa en los pomposos comentarios de los titulares de las consultoras Manpower y Adecco: Gonzalo Ramos y Hernán Alonso respectivamente, quienes no mezquinan elogios a esta nueva forma de esclavitud consumada por las empresas agrícolas y las agencias empleadoras que actúan como intermediarias.
«El santiagueño es elegido porque su trabajo es calificado y puede soportar las altas temperaturas. Los changos tienen mano de obra calificada porque conocen el trabajo a la perfección. Actualmente hay escasez de mano de obra porque hay más oferta de trabajo, y además una importante cantidad de trabajadores mayores se han jubilado», afirma el titular de Manpower.
«El santiagueño es prolijo, ordenado, sumiso, tiene los objetivos delineados, no es conflictivo. Además el trabajador debe adaptarse a sus compañeros ya que la labor es en equipo por lo que tiene que aprender a convivir no sólo con sus compañeros de casilla sino también con las personas que están trabajando en los campamentos (conformados por 50 ó 60 santiagueños). Son personas muy dóciles que se adaptan a vivir y trabajar en grupos y se pueden adaptar fácilmente a las jornadas de la época estival cuando por lo general en el campo hace más de 40 grados. Son especialistas en esta tarea», revela Hernán Alonso, titular de Adecco. Según los dichos del representante de la consultora, el lector podría llegar a establecer una perversa y degradante analogía entre los «changos» santiagueños y un ejemplar de la raza Rough Collie o cualquier otro can que se destaque por su docilidad y sumisión.
Por otra parte, el redactor de la nota se esmera en resaltar que «muchas personas creen que los ‘changos’ trabajan en malas condiciones». Y que «para desmitificar esto los titulares de las consultoras manifestaron que se busca en todo momento optimizar las condiciones de trabajo y de vida de los santiagueños.»
La explotación de los trabajadores golondrinas por parte de las empresas graneras transnacionales, la zafra, la recolección de zanahorias y otras tantas tareas que se ejecutan estacionalmente, es moneda corriente desde hace mucho tiempo. Este sistema de semiesclavitud no es patrimonio exclusivo de las actividades agrícolas, tiene su paralelo en los regímenes laborales que padecen los trabajadores de los hipermercados, los call center y un sinnúmero de labores que, en el marco del trabajo precarizado y tercerizado, y con la gestión de las consultoras como intermediarias, proveen mano de obra de muy bajo costo a la insaciable maquinaria del sistema capitalista del cual la Argentina de la era «K» no constituye una excepción.
Hasta el asesinato de Mariano Ferreyra a manos de los sicarios de la Unión Ferroviaria, la tercerización era una realidad ignorada por muchos y disimulada por quienes obtienen jugosas ganancias de ella: funcionarios, empresarios y burócratas sindicales.
Los trabajadores ferroviarios tercerizados dieron el puntapié inicial en la lucha contra esta nueva forma de explotación. Los telefónicos y los empleados de las proveedoras de electricidad privatizadas siguen ese camino. Un camino al que una justicia funcional y adicta al sistema pretende obstaculizar mediante la criminalización de la protesta. No obstante, son cada día más los que están dispuestos a transitarlo. Al decir de Antonio Machado, haciendo camino al andar.
Blog del autor: www.norbertoglavinovich.blogspot.com
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