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Las cosas por su nombre

Fuentes: gustavoduch.wordpress.com

Todas las profesiones manejan su propio diccionario. Si quieren hablan sin parar y -los ajenos- nada entendemos. Lo mismo hace la clase política, sólo que más a menudo y sin ruborizarse. Se escudan detrás de palabrejas cuando no quieren decir nada, mal usando el lenguaje, que se ideó con el propósito contrario. En otras ocasiones […]

Todas las profesiones manejan su propio diccionario. Si quieren hablan sin parar y -los ajenos- nada entendemos. Lo mismo hace la clase política, sólo que más a menudo y sin ruborizarse. Se escudan detrás de palabrejas cuando no quieren decir nada, mal usando el lenguaje, que se ideó con el propósito contrario.

En otras ocasiones te encuentras con quien sí quiere que le entiendas, con quien sí sabe que decir, con quien se expresa sin tapujos porque conoce sus argumentos, y los defiende.

El pasado 29 de agosto, en una carta dirigida a la Presidenta de la Republica Argentina, Cristina Fernández, los miembros de los equipos de salud de los ‘Pueblos Fumigados de Argentina’, junto con los científicos, investigadores, estudiantes y académicos llamaron a las cosas por el nombre que tienen. Y dijeron: «Que, como los propios habitantes de los Pueblos Fumigados vienen denunciando desde hace varios años, es muy importante la agresión a la salud humana en las poblaciones de las localidades sometidas a fumigaciones constantes, y que la situación se agrava día a día. Que enfermedades severas como cánceres, abortos espontáneos, trastornos de la fertilidad y nacimiento de hijos con malformaciones congénitas se detectan ahora, con mucha mayor frecuencia, en las poblaciones sistemáticamente fumigadas a consecuencia del actual modelo de producción agroindustrial, con la soja en cabeza. Que la utilización de plaguicidas no deja de aumentar año a año, y que el aumento de su consumo creció en 4 años casi un 1000% (cuando curiosamente los ‘monsantos’ y compañía presumen que la transgenia es menos dependiente de pesticidas). Que los 12 millones de personas que habitan en pueblos fumigados, reciben en forma directa las aspersiones con estos venenos, porque se realizan sobre sus viviendas por vía aérea o en forma terrestre hasta el límite mismo de sus casas y localidades. Y que se PROHIBA inmediatamente las fumigaciones aéreas en todo el territorio nacional, como ya se estableció en la Unión Europea, y se restrinjan las fumigaciones terrestres alejándolas del límite de las plantas urbanos de los pueblos».

Aquí en Europa maquinamos bien el modelo productivo agrícola: lo que no queremos para nuestros pueblos, nada nos importa remitirlo a los pueblos del Sur. ¿Tenemos algún eufemismo para disimular frente a este doble rasero? Se abre la convocatoria.

Fuente original: http://gustavoduch.wordpress.com/2010/10/06/las-cosas-por-su-nombre/