El resultado de las elecciones del 28J derivó en la apertura de una verdadera crisis política nacional. La «gobernabilidad» que fue esgrimida como argumento ante la crisis capitalista internacional para el adelantamiento de las recientes legislativas y su transformación en un Plebiscito General, terminó siendo lo que quedó en crisis. El gobierno y el peronismo […]
El resultado de las elecciones del 28J derivó en la apertura de una verdadera crisis política nacional. La «gobernabilidad» que fue esgrimida como argumento ante la crisis capitalista internacional para el adelantamiento de las recientes legislativas y su transformación en un Plebiscito General, terminó siendo lo que quedó en crisis. El gobierno y el peronismo fueron derrotados en su propio terreno, la provincia de Buenos Aires que habían elegido para «jugar de local» y con el «mejor candidato», el gobernador Scioli, para acompañar al propio Kirchner. A todo o nada, se quedaron sin nada: el gobierno intenta capear la situación echando lastre como con la renuncia del Ministro de Transporte Jaime pero es tarde. Ha quedado debilitado en la provincia más importante del país. El principal partido del régimen, el PJ, está dirigido por los perdedores de la elección, incluyendo a Moyano a su vez al frente de la CGT..
La mentada «reorganización del peronismo» está así dificultada por la desautorización de su actual conducción. Reutemann, el ganador en su provincia que podría realinear a todas las fracciones hacia las presidenciales acaba de desconocer a Scioli como jefe del PJ, mientras los menemistas como Romero son recibidos por De Narváez que a su vez mantiene una alianza con Macri que tensiona hacia un proyecto político por fuera del peronismo. En tanto en el pan-radicalismo, Cobos es quien se ha posicionado como la figura presidenciable eclipsando a Carrió, pero el Acuerdo Cívico de conjunto sigue sin mostrarse como una alternativa estable de gobernabilidad para la burguesía ni poder superar la frontera del voto antiperonista tradicional.. El bloque agrario consigue bancas en distintas listas, pero no un partido que sea alternativa de poder. La «crisis de gobernabilidad» no es sólo producto de la derrota oficial sino también de la falta de un partido de sus opositores patronales que pueda acudir en reemplazo del fin de ciclo kirchnerista. Estamos ante una nueva evidencia de una crisis en el régimen de partidos que se muestra fragmentado.
Esta crisis estratégica de la clase dominante no puede hacer perder de vista que la elección expresó, coyunturalmente, el giro a la derecha de amplios sectores de las clases medias que se venía dando desde el conflicto con el campo. El triunfo electoral tanto de De Narváez como de los sojeros Reutemann en Santa Fé y Cobos en Mendoza, ha sido leído por las corporaciones patronales como una señal. La unidad que no consiguen partidariamente, la están intentando las corporaciones patronales. La UIA fue la vanguardia en proponer unificarse con la Mesa de Enlace agraria, para imponer condiciones. «En breve se le sumará el resto del Grupo de los Siete (G-7), que también incluye a la Bolsa, los bancos, las constructoras, el comercio y el campo. El objetivo es ‘abrir nuevos canales de diálogo’ para imponer una serie de reclamos que arrastraban desde antes de los comicios: postergación de las negociaciones salariales por la crisis, rebaja de impuestos y retenciones, coto a la intervención del Estado en la economía y reapertura de las negociaciones con el Club de París y los bonistas que rechazaron el canje de 2005» (Crítica 1/7/09). El frente de las corporaciones patronales intenta por ahora una política de sitiar al desgastado gobierno de los Kirchner para imponer sus condiciones, tratando de que la sangre no llegue al río de una desestabilización. Esta presión incluirá necesariamente ataques a los trabajadores para modificar en el terreno la relación de fuerzas.
El resultado de las elecciones y la clase trabajadora
La clase trabajadora de las grandes concentraciones de la provincia de Buenos Aires acaba de expresarse mayoritariamente en apoyo al gobierno con un voto conservador, en especial en los sectores sindicalizados en los que se apoya la CGT, donde caló la propaganda oficial de «mantener lo conquistado». El resultado de la elección abre una crisis en esta conciencia ante la defección de sus supuestos «protectores». En tanto, un sector de la clase trabajadora ‘no peronista’ de la Capital, mayoritariamente docentes, estatales y de los servicios, fue un componente del apoyo que recibió el emergente de Pino Solanas como expresión de un discurso contra la derecha macrista gobernante y un intento de superación ‘por izquierda’ del kirchnerismo. Tanto los que tienen ilusiones en esta nueva variante, como aquellos trabajadores que en la industria olfatean que el triunfo de la alianza neomenemista de De Narváez envalentonará a las patronales, tendrán planteado enfrentar acontecimientos convulsivos en la crisis política nacional que está en curso.
Las fuerzas de la clase trabajadora están intactas y darán duras luchas de resistencia, más allá de los niveles de conciencia con que sus distintos sectores entren a la lucha y despierten a la vida política. La crisis capitalista que se ha iniciado a escala internacional mostrará la intransigencia de la que es capaz la clase empresaria que buscará por todos los medios alistar sus instrumentos contra los trabajadores. El abogado de las patronales Julián A. de Diego (quien fuera defensor de los viejos dueños de Zanon) ha planteado el enemigo a vencer: «lo que ha crecido es un cierto estado de rebelión en el mundo laboral, que ni siquiera está promovido en forma explícita y mucho menos controlado por los sindicatos y sus líderes. (…) el estado asambleario creado en muchas empresas líderes o con grandes dotaciones, a propósito del cuestionamiento a la representatividad de los distintos estamentos de la estructura sindical». (El Cronista, 29/06/09).
Tenemos plena confianza que en este proceso madurará la experiencia política con el peronismo, y las ilusiones en la centroizquierda serán un fenómeno pasajero porque no se puede parar a la derecha con discursos. Los dirigentes de la CGT que participan en la conducción del PJ y buscan el «pacto social» con los empresarios no dudan en mandar las patotas de matones contra los trabajadores que se organizan para resistir despidos. Los dirigentes de la CTA que alientan el proyecto de Pino Solanas no tuvieron ningún empacho en ubicarse en el campo de las patronales agrarias en medio de un lockout patronal que fue el que le dio base al actual corrimiento a la derecha, y fue el propio Víctor De Gennaro quien dijo que había que construir un movimiento político que exprese a los miles y miles que estaban en la ruta.
Tanto para defenderse de los ataques que las patronales lancen contra lo conquistado como para impedir que la resolución de la crisis política nacional derive en un cambio hacia la derecha impuesto por los bloques patronales que acaban de salir triunfantes de las elecciones, se necesita conquistar la más intransigente independencia política de la clase trabajadora. La campaña que con el Frente de Izquierda hicimos en las elecciones por esta perspectiva no tiene ningún futuro si no la continuamos con una pelea en las propias organizaciones de lucha, en los sindicatos y en los lugares de trabajo, para conquistar una poderosa corriente clasista que impulse la construcción de un partido de trabajadores.