Más del 70% de los trabajadores de la salud son mujeres, muchas jefas de hogar, que deben hacer horas extras o trabajar en más de un establecimiento para mantener su familia. No es casual: la salud, igual que la docencia, son ámbitos donde las mujeres han sido mayoría históricamente, debido a un supuesto «rol natural» […]
Más del 70% de los trabajadores de la salud son mujeres, muchas jefas de hogar, que deben hacer horas extras o trabajar en más de un establecimiento para mantener su familia. No es casual: la salud, igual que la docencia, son ámbitos donde las mujeres han sido mayoría históricamente, debido a un supuesto «rol natural» que las consagraría al cuidado de los demás,
especialmente de los niños.
Ese supuesto reclama una «vocación de servicio» incondicional (ligada al rol maternal), desconociendo que se trata de un trabajo que, como tal, debe ser remunerado. Esto es explotado por los empresarios, la burocracia sindical, el gobierno y los funcionarios de turno, e incluso por la prensa, para seguir tirando palos contra maestras y enfermeras cuando reclaman.
La salud de las mujeres de la salud
Mercedes, delegada de la Junta Interna de ATE, nos cuenta: «cumplimos guardias de 10 horas. Trabajar en un hospital de niños no es fácil; aparte del trabajo que hacemos, que es muy complejo, una se lleva la carga emocional a su casa, hay muchos compañeros en tratamiento psicológico o psiquiátrico. Sumado a eso, el problema de no llegar a fin de mes y los problemas de cualquier otra mujer.»
Los chicos que llegan al Garrahan generalmente tienen problemas graves de salud, que necesitan meses de internación o tratamiento; muchos provienen del interior del país y sus familias -de trabajadores y sectores populares- deben establecerse lejos de sus hogares sin tener qué comer o dónde dormir, siendo el personal del hospital el que les da contención y ayuda.
Además de trabajadoras del hospital, estas mujeres sufren la continuidad de la jornada laboral en sus hogares, donde las esperan el cuidado de su familia y las tareas domésticas. ¡Otras 56 horas semanales de un trabajo que no es reconocido como tal y que, por tanto, no es remunerado!
La mamá y la enfermera
Está claro: son las y los trabajadores del hospital quienes diariamente defienden el derecho a la salud, haciendo de su cuerpo y su vida, incluyendo su salud, el engranaje que sostiene el funcionamiento del hospital.
Será por eso que los agravios de los funcionarios y el gobierno, que buscan deslegitimar esta lucha, no hacen mella entre los familiares de los niños que conocen bien la situación. Una mamá explica: «los padres apoyamos a esta gente. Ellos amanecen acá, comen acá, viven acá con nosotros. El presidente que diga: ¡no están sus nietos, están nuestros hijos!, ¿por qué? porque somos humildes. ¡No, señor! ¡Que les den el aumento y lo que les corresponde!»
Trabajadoras en pie de lucha
A pesar de sus bajísimos salarios, las largas horas de trabajo, la convivencia cotidiana con sufrimientos, enfermedades y muerte, las tareas domésticas que las esperan a la salida del hospital, las trabajadoras del Garrahan están en pie de lucha.
Desde la Agrupación Pan y Rosas nos solidarizamos activamente con ellas y denunciamos que «terrorismo sanitario» es la política del gobierno de Kirchner y su ministro Ginés González García, que mantienen a la salud pública hundida bajo el ahogo presupuestario.
Las mujeres que luchamos por nuestros derechos debemos impulsar la solidaridad activa con estas trabajadoras y desenmascarar a un ministro que demagógicamente habla de despenalizar el aborto, mientras pretende imponer la mano dura contra aquellas enfermeras que, en los hospitales, atienden a quienes llegan con las consecuencias de un aborto clandestino, las que cuidan nuestra salud y, en este hospital pediátrico, salvan a nuestros hijos.