Cuando una mano arroja un puñado de maíz, que contiene un mensaje con la información que queremos propagar, millones de gallinas y pollos se lanzan como locos y locas a devorar el grano y, casi al instante, se crean (efímeras) «corrientes de pensamiento dominantes». Esa mano (o mejor dicho manos) casi siempre depositan el suculento […]
Cuando una mano arroja un puñado de maíz, que contiene un mensaje con la información que queremos propagar, millones de gallinas y pollos se lanzan como locos y locas a devorar el grano y, casi al instante, se crean (efímeras) «corrientes de pensamiento dominantes».
Esa mano (o mejor dicho manos) casi siempre depositan el suculento alimento en el laberinto del gallinero logrando resultados espectaculares, como «la dispersión mental» y «la falta de concentración en asuntos transcendentales» que podrían convertir al hombre y a la mujer «en algo sagrado» que nada tiene que ver con la actual escala de valores basada en la pasta, es decir, en «verdaderos y solidarios seres humanos».
La información, tal y como se fabrica hoy día (con estudiadísimas y efímeras fechas de caducidad) mueven a los pueblos a defender causas que muchas veces les importa un bledo y otras, a ignorar problemas gigantes que despojan de dignidad a gran parte de los habitantes de este planeta de destino incierto.
A veces ocurren milagros (con posible intervención divina) y surgen seres maravillosos, como la activista sueca Greta Thunberg -que se ha convertido en un icono de la lucha contra la hecatombe climática- que mueve millones de conciencias, sobre todo entre la juventud, y nos advierte de que nos estamos jugando, entre otras cosas, la supervivencia de la especie que vino a la tierra por obra y gracia del acoplamiento de un mono y una mona, (conocidos en estos tiempos, sin brújula, como Lucy y Lucio).
«Has logrado cosas que muchos que hemos trabajado en el tema durante veinte años, no hemos alcanzado» dijo recientemente a Greta el prestigioso periodista y naturalista David Attenborough, en una conversación telefónica que publicó la BBC y Prensa Latina.
Otro tanto pasó con la joven activista Ahed Tamimi, quien tuvo a la prensa internacional siguiendo todos sus pasos y dando inmensa cobertura a la furia («embellecida por su rubia y acaracolada cabellera») de su voz, cargada de razón, memoria e inteligencia, cuando denunciaba «el apartheid» y el exterminio que practicaba Israel, y reivindicaba la libertad y la independencia del Estado Palestino.
Mientras Greta ya ha sido aceptada por los dioses olímpicos, incluso invitada a sus banquetes, Ahed, la niña que abofeteó a un soldado israelí para vengarse del tiro que recibió a bocajarro un primo suyo en la cara, ha desaparecido como por arte de magia. Ya nadie arroja maíz en Nabi Saleh (la aldea donde nació la activista) porque esa mano, o esas manos poderosas que echan el grano, son las mismas que abren el grifo noticiero de los grandes medios de comunicación, y pertenecen a seres que montan el toro de Wall Street, o llevan en el cogote «un kipá» y marcan «el ritmo frenético de la comba» (1) que «deben seguir los asuntos del mundo».
Muchas veces los temas más terribles como la violencia machista, las migraciones y el abismo creciente entre ricos y pobres, están en las manos de los que arrojan al gallinero «maíz rosa», mutando la tragedia en espectáculo de masas. Al pueblo hay que darle «pan y circo», pues con ello se evita la reflexión profunda que estalla en explosiones de luz y rebelión en la conciencia colectiva. A los gobernantes no les interesa que los consumidores y los seguidores de Panurgo despierten, eso es muy peligroso. Eso convierte, como dice la película de Robin Hood, «a los corderos en leones».
Quizás algún día, las manos arrojen maíz sobre Somalia, donde la guerra dura ya treinta años, o sobre otros puntos del mundo donde interesa concentrar la atención de los millones de pollos y gallinas que no dejan de moverse de un lugar a otro, ya que los «seleccionadores de problemas» cambian de opinión cada semana.
Hace unas jornadas el maíz llovió sobre el estadio Rey Abdullah (de Arabia Saudí) en el que acaba de celebrarse la Super Copa de España (La Real Federación Española de Fútbol (RFEF) ha recibido 120 millones de euros por tres ediciones). En un momento cumbre del partido Real Madrid-Barcelona apareció sobre el campo un zepelín que desplegó en el aire un gigantesco retrato del príncipe heredero Mohamed Bin Salman, «autor intelectual» del descuartizamiento del periodista disidente Jamal Kashoggi.
Durante «el campeonato» los cámaras hicieron ejercicios de prestidigitación para hallar entre la multitud de espectadores (unos 50.000) grupos minúsculos de mujeres, algunas sin velo y con «la guedeja al vento» para dar «una muestra al mundo» de la creciente liberación de la mujer en los territorios de la media luna. En conclusión, llenando la boca y los bolsillos de oro, eurodólares y petróleo, el asesino se transforma en salvador y la mentira se convierte en palabra sagrada en el Ministerio de la Verdad.
Nota
-1- Estrofa que utiliza Amaral en una de sus canciones en la que denuncia a los villanos que deciden nuestros destinos en despachos de hielo, convirtiéndonos en «juguetes rotos».
Blog del autor: Nilo Homérico
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