«pintan mal, las cosas para el, mi viejo, pintan mal… maldición, va a ser un día hermoso, maldición» El concepto de modernidad líquida acuñado por el sociólogo polaco Zygmunt Bauman constituye una crítica certera al sistema de valores forjado en estos acelerados tiempos modernos. Sin pretender incursionar en la temática, nos quedamos con la ineludible […]
maldición, va a ser un día hermoso, maldición»
El concepto de modernidad líquida acuñado por el sociólogo polaco Zygmunt Bauman constituye una crítica certera al sistema de valores forjado en estos acelerados tiempos modernos. Sin pretender incursionar en la temática, nos quedamos con la ineludible conclusión de que la ansiedad -aún sin llegar a los márgenes de un trastorno- caracterizan las expectativas que atraviesan nuestra existencia.
Dos años de restauración neoliberal llevados adelante por el Gobierno de Mauricio Macri aparecen como intolerables para la minoría intensa que constituye su núcleo opositor.
El riesgo que corremos con la intensidad ansiosa de ponerle un punto final a un ciclo que lo único que tiene para ofrecerle a la Argentina es un destino de miseria planificada, es distanciar nuestras expectativas de la mayoría que ha decidido oponerse a seguir solventando el enriquecimiento escandaloso de los grupos económicos.
Hace pocos días Macri volvió a mentir descaradamente al señalar que «el país ha vuelto a crecer dos años consecutivos». Lo cierto es que junto al endeudamiento externo, la desocupación, los índices de pobreza, el cierre de fábricas y los balances de los grupos económicos, lo único que crece en la Argentina es la imagen negativa del Gobierno y la ausencia de expectativas favorables sobre le futuro cercano.
Para los que no abrazamos las encuestas como oráculo moderno a la hora de tomar decisiones políticas, es apenas un índice estadístico. Aún así, desnuda un proceso natural de descrédito progresivo de un Gobierno que ha llegado para representar los intereses del 10% mas rico del país y abrazado al sentido común de una minoría conservadora, antidemocrática y profundamente antiperonista, que sublima sus ambiciones con los intereses de las clases dominantes.
Ningún insulto virtual al votante de la Alianza gobernante Cambiemos, ningún agravio (por mas me gusta que pueda registrar en una red social) sobre la capacidad intelectual de aquél que no piensa exactamente como nosotros, ninguna cacería de traidores, ha permitido perforar el blindaje mediático que esconde la ferocidad de las consecuencias de éste modelo económico, tampoco ha logrado hacer crecer la vocación opositora de nuestro pueblo. Pues, no.
Esas son conquistas que construidas por la organización popular. La que surcó durante dos años las calles y rutas de nuestra Patria para visibilizar cada una de las decisiones que implicaban transferir recursos desde los sectores populares a los balances del puñado de empresas que se creen dueñas de la Argentina, como de aquella que logró construir una propuesta electoral, vehementemente opositora, para ratificar en votos el liderazgo popular de Cristina Fernandez de Kirchner.
Pero fundamentalmente, de aquella que pudo comprender con la derrota de Octubre, que la tarea para la etapa no estaba en acompañar con mansedumbre bovina la ofensiva del ajuste lanzada con la reforma laboral, previsional y fiscal del Gobierno, si no, en construir las instancias de unidad necesaria para enfrentarlas en la calle. Así se forjó Diciembre, un punto de inflexión para la impunidad del ajuste.
Los fundamentalistas del diálogo y la oposición responsable que autorizaron con firma y voto el ajuste sobre los presupuestos provinciales, a partir del pacto fiscal, y sobre el bolsillo de las jubiladas, jubilados y los mas humildes que intentan parar la olla con la Asignación Universal, quedaron al descubierto frente a la dimensión y la vocación de lucha demostrada en las enormes movilizaciones que lograron perforar el blindaje que los grupos económicos de la comunicación construyen sobre el modelo de concentración de riqueza vigente, y hacer retroceder al gobierno en su soberbia intención de aprobar legislativamente el ajuste laboral.
Lo sostuvimos e insistimos en este punto: la fortaleza del gobierno de Mauricio Macri se asienta sobre dos aspectos principales. En primer lugar, la capacidad de expresar la unidad de las clases dominantes, y contar con el consenso de las grandes potencias extranjeras, que alimentan por el ciclo del endeudamiento externo la dinámica de la multiplicación financiera del capital, a expensas de la riqueza real de nuestro pueblo. Por otro lado, la atomización del campo popular y la incapacidad de verteberar una sólida propuesta opositora que comience a delinear un proyecto que antagonice con la ofensiva neoliberal desatada.
Pues bien, esa fortaleza ha ingresado en una lenta, pero inexorable, espiral hacia su debilitamiento. Por un lado, el modelo económico hace agua por donde se lo mire. La fantasía financiera de multiplicar la riqueza con intereses abultados en Lebac, Letes y comisión de deuda, necesita del endeudamiento externo como método para pagar la timba. Cuando el endeudamiento se contrae o se encarece, sólo queda echar mano a la riqueza real de nuestro suelo y subsuelo, de nuestros mares y espacio aéreo, haciendo desaparecer al Estado de los ámbitos de regulación, inspección, control y, fundamentalmente, apropiación de la renta, para garantizar la capacidad extractiva de los principales grupos económicos.
Al mismo tiempo, garantizar los márgenes de rentabilidad de las clases dominantes, implica meter mano en el bolsillo de las trabajadoras y trabajadores, para acercarlos lentamente hacia el margen de esclavitud necesaria con el que sueña una multinacional a la hora de trazar una inversión en una nación periférica.
En otras palabras, Macri necesita profundizar salvajemente el ajuste sobre la enorme mayoría de la población para poder garantizar los niveles de consenso en la clase dominante que le otorga su fortaleza. Y lo va a hacer, porque está en su genética, pero también porque está apretado en el cuello de botella del fatídico modelo económico que implementa.
El problema es que lo tiene que llevar adelante cuando empezamos a encontrar en las lecciones de un Diciembre caliente, las respuestas necesarias para ésta etapa.
El 21 de Febrero una porción enorme de nuestro pueblo habrá de protagonizar un nuevo testimonio de unidad para enfrentar el ajuste. Ni la unidad perfecta, ni la unidad necesaria aún, pero un importante paso hacia el objetivo de resolver nuestra principal debilidad. Si el 21 de Febrero no fuera importante, o fuera un capricho de los dirigentes que lo convocan, no estaría siendo el centro de operaciones económicas, políticas, judiciales y mediáticas montadas desde los sectores gobernantes.
Para un patrón, no existe peor pesadilla que la organización de los trabajadores. Para el gobierno de los patrones, no habrá pesadilla semejante, que la de un peronismo capaz de interpretar ese movimiento obrero, con la potencia para vertebrar los intereses de aquellos que, sin coincidir ideológicamente, también precisan dar vuelta la página de la historia; un peronismo capaz de traducir en vocación de poder, la agenda nacida al calor de la movilización popular de los humildes.
El 21 de Febrero se habrá de construir un episodio mas en la tarea de consolidar la unidad necesaria. Que precisa de toda foto, de todo escenario, en el que los dirigentes exhiban su vocación de unidad. Pero que mas aún precisa de una agenda del pueblo, lo suficientemente fuerte, para que ni el Gobierno, ni los dirigentes de la foto, se la pasen por el orto.
Nunca ni nadie, jamás, nos dio garantías de construir una victoria. No existen atajos en el largo camino de la organización popular. Que la ansiedad se transforme en militancia, y salgamos a la calle, que hay mucha mas información del futuro en el que habremos de concretar nuestros sueños.
Fernando Gómez es Secretario Político de Descamisados y Director del Colectivo de Medios Oveja Negra.
Fuente: http://ovejanegramedios.com.
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