«Aquí hay algunos que logran hacerlo, que encuentran el coraje para convertirse en monstruos».Paul Auster (El país de las últimas cosas) Los horribles, aquellas personas que logran despertar en nosotros sentimientos negativos como desprecio, bronca o asco, cada tanto asoman la cabeza desde la madriguera en la que viven y nos someten a la fea […]
«Aquí hay algunos que logran hacerlo,
que encuentran el coraje para
convertirse en monstruos».
Paul Auster (El país de las últimas cosas)
Los horribles, aquellas personas que logran despertar en nosotros sentimientos negativos como desprecio, bronca o asco, cada tanto asoman la cabeza desde la madriguera en la que viven y nos someten a la fea experimentación de alguna de estas sensaciones. Hombres o mujeres pueden lograr estos efectos, aquí las cuestiones de género se quedan afuera. Asoman la cabeza y hablan. Opinan, porque pueden, tienen lugar, y las repercusiones, aunque pueden no ser las buscadas, hacen eco.
Graciela Alfano, a quien no se definir con adjetivos aptos y estéticos, habló. Nos recordó -como si no supiéramos- el rol que ocupó ella en nuestra época más oscura, en nuestra peor y más nefasta noche. Lo hizo con soltura y con la impunidad más abyecta, como si fuera un chiste, una simpleza más de su mente escasa. Pero aquello que dijo y que aclaró y profundizó luego, para despejar dudas, rebotó en la historia y volvió. Rebotó en la memoria y volvió. Sus actuales intenciones me tienen sin cuidado, nunca espero nada de las ratas, sólo asco. Espero que esta manifestación de repulsión no me valga una citación judicial, aunque confío en poder explicarme ante quien sea necesario para decir que personas así, que se creen acompañantes de honor de asesinos y torturadores, no son otra cosa que cómplices. No compro el disfraz mediático, no compro la justificación hasta sexual que le quiso dar a sus dichos. Los cómplices civiles de la dictadura existen, viven entre nosotros y salen por televisión a diario en horarios pico. Son como las ratas que, ya sin barco que abandonar, siguen dando vueltas, circulan produciendo mugre y pestes varias. A mi no me interesa saber que hizo en la alcoba de Massera, me interesa remarcar que allí estaba, cerca de ellos, los peores, y que no se arrepiente de haber estado. Quiero que diga todo lo que sabe, no del color de las sábanas, sino sobre aquellos que se llevaron para nunca devolverlos. Quiero que salga por los canales de noticias, pero no mostrando plumas, sino trayéndonos respuestas. Porque sabe. Ella y otras. Ella y muchos. También quiero que la Justicia sea equitativa, con ella, con todas, con todos.
Alfano juzga desde un panel a decenas de personas que bailan en un caño, eso tampoco forma parte de mis intereses, pero quiero que también le demos a ella la oportunidad de ser juzgada por sus actos, reconocidos públicamente. Que diga la verdad, recuerdo por recuerdo, así la Justicia y la sociedad, desde nuestro propio panel, podemos tomar decisiones que, seguro, serán un tanto más graves que nos alcanza el puntaje necesario para pasar a la siguiente ronda.
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