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Editorial de ¡Ni un paso atrás!

Lo escandaloso es la Iglesia

Fuentes:

Programa del 17-11-05 Cada tanto los obispos argentinos emiten un documento crítico en el que aluden a lo que ellos consideran «desvíos» de la moral y las buenas costumbres -de las que se autoconsideran tutores- y en el que deslizan alguna crítica política lo suficientemente ambigua como para permitir, llegado el momento, atender necesidades propias […]

Programa del 17-11-05

Cada tanto los obispos argentinos emiten un documento crítico en el que aluden a lo que ellos consideran «desvíos» de la moral y las buenas costumbres -de las que se autoconsideran tutores- y en el que deslizan alguna crítica política lo suficientemente ambigua como para permitir, llegado el momento, atender necesidades propias y ajenas.

Pero frente a un contexto en el que se mencionan mucho palabras como educación sexual, se ponen fuera de sí. Todo aquello que intente llevar conocimiento para una adecuada vida sexual de nuestra comunidad los pone locos. Aún considerando en la población un crecimiento cada vez más preocupante de embarazos adolescentes no deseados, de las muertes por abortos clandestinos y la amenaza del SIDA.

El deseo oculto de los obispos argentinos contra quienes se manifiesten a favor de combatir estos problemas acuciantes podría sintetizarse en las palabras del brutal obispo Basseoto, quien le colgó al Ministro de Salud una piedra en el cuello y que se hunda en el mar, qué joder.

Un pensamiento de diseño estremecedor: la imagen significativa de su nostalgia por la dictadura. La Iglesia argentina regresa una y otra vez a las catacumbas impiadosas de la inquisición.

Bajo tierra peruana, derrumbado el piso del antiguo congreso de Lima emergieron, largamente ocultos, los recintos de la inquisición en América. Instrumentos de tortura que Videla envidiaría: mazmorras sórdidas, oscuras, repelentes, donde dejaron sus vidas maltratadas los señalados por la moral de los curas.

Un repaso por los más crueles relatos de la historia de la Iglesia sacuden, pero suenan también como advertencia. Von Wernick, un nombre; Pio Laghi, dos; Plaza, tres; Basseoto cuatro, ya basta. La Iglesia tiene de todo. Curitas obreros, pocos; alguna figura sin cerrazón en el pensamiento, pocas; son más los santos del Opus Dei. La fotografía en sepia de un Papa simpatizante de las juventudes hitlerianas. Un Papa acorde a los tiempos de Bush.

La Iglesia argentina jamás reclamó por sus pastores asesinados por la dictadura militar: Monseñor Angelelli, los curas Palotinos, las monjas francesas; ni política, ni jurídicamente. No; si la dictadura los eliminó en «algo andarían», se habrán dicho; «Amén» de Costa Gavras. Pero sí pusieron una millonada de pesos para comprar la libertad del banquero Truso en dificultades con la Justicia; un hombre de ropa limpia y negocios sucios. La Iglesia del «Padrino III», la del banco Ambrosiano.

Y ahora el documento del sábado. El documento del Episcopado habla de «El crecimiento escandaloso de la desigualdad» ha arrastrado mucha gente a la «marginalidad» y esto -se preocupan- puede traer peligrosas «manifestaciones de violencia».

La sensibilidad tardía de la Iglesia es conmovedora. Las fábricas empezaron a dejar caer sus cortinas desde 1976 con la dictadura genocida ya todo el mundo lo sabe, pero la Iglesia fue escandalosamente cómplice de la dictadura.

La continuidad de la entrega escandalosa del país la concretó Menem en la década del 90 y parte del patrimonio nacional, el petróleo y otros bienes, fue a parar -entre otros- a manos de Pérez Companc (por mencionar uno solo), uno de los dilectos hijos empresarios de la Iglesia.

Al gobierno pueden hacérsele muchas críticas en relación con su política, pero no es precisamente la Iglesia quien tiene estatura política y moral para formularlas.

Durante todo este tiempo la escandalosa política del FMI dejó miles de trabajadores en la marginalidad, pero la Iglesia no turbó los negocios financieros de algunos de sus hijos banqueros o empresarios con ningún documento crítico al organismo.

Detengámonos en la palabra escandaloso. Llamativa en estos tiempos en que los militantes de la Iglesia invaden recintos legislativos para impedir las discusiones sobre educación reproductiva, o sus encendidas huestes de choque irrumpen en los congresos femeninos.

La Iglesia movilizada a falta de una derecha activa, panzona de haberse tragado el patrimonio de los argentinos y más…

¿Cuántos de estos militantes habrán sostenidos los cirios encendidos de la primera marcha de los cruzados Blumberg?

La respuesta de la dirigencia de la Iglesia argentina que se escuchó airada, cuando el Presidente de la Nación descolgó los cuadros de los genocidas Bignone y Videla del Colegio Militar, y cuando llamó asesinos a los asesinos en el acto de expropiación de la ESMA puede haber encontrado un cauce para su reacción, y su herida después de los actos de aquel 24 sigue abierta.

El documento actual del Episcopado incluye un párrafo destemplado de las alusiones a la generación del 70, atravesado con la teoría de los dos demonios, ya gastada de tanto uso infructuoso.

No obstante, Monseñor Casareto nos recuerda en respuesta al enojo del gobierno (Clarín 16-11-05) que «en la Argentina hay poca gente que hoy quisiera ser golpista». La frase es inquietante: hay «poca gente» dice el obispo, y pocas frases son más reveladoras de la historia, el espíritu y el pensamiento de la Iglesia argentina.