El triunfo de los oficialismos y la estado-dependencia de los partidos tradicionales. La «ancha avenida» del sciolismo donde entran desde Menem hasta el delasotismo con rostro humano de Juan Schiaretti. La oposición y la falta de triunfos. La izquierda revalida su consolidación. El «superdomingo» electoral del 5J, donde concurrió a las urnas alrededor del 20% […]
El triunfo de los oficialismos y la estado-dependencia de los partidos tradicionales. La «ancha avenida» del sciolismo donde entran desde Menem hasta el delasotismo con rostro humano de Juan Schiaretti. La oposición y la falta de triunfos. La izquierda revalida su consolidación.
El «superdomingo» electoral del 5J, donde concurrió a las urnas alrededor del 20% del padrón nacional, no tuvo sorpresas entre los grandes partidos tradicionales. En Córdoba y la Ciudad de Buenos Aires se dio una situación paradójica: las sorpresas fueron las que no se produjeron y quedaron en meras operaciones. El oficialismo nacional venía llevando adelante una operación en ambos distritos que apuntaba a instalar que las distintas variantes del kirchnerismo (más «puro» uno, más sciolista el otro) iban a hacer una elección muy superior a la que terminaron realizando.
El primer dato que destacaron todos los análisis poselectorales es la confirmación del triunfo de los oficialismos. Esto es una nueva demostración, no de la fortaleza y vitalidad de los partidos, sino de la ventaja del uso de los recursos del Estado a distintos niveles (provincial, nacional y municipal) para las campañas políticas. En el marco de una tensa estabilidad económica (con las variables estructurales en agotamiento), los oficialismos revalidaron su supremacía local, tanto como dejaron expuestas sus contradicciones y debilidades para un proyecto nacional.
En la Ciudad de Buenos Aires, el macrista Horacio Rodríguez Larreta obtuvo un triunfo cómodo. Aunque no pudo retener todos los votos del PRO en las primarias, superó por 20 puntos a Martín Lousteau con quien competirá en el balotaje.
Lousteau se muestra como «la continuidad con cambios» y cumple para Macri la función del «perro del hortelano»: no gana pero tampoco deja ganar al PRO, que debe estirar su festejo hasta el 19 de julio, y no sin riesgos.
Esta situación priva al actual jefe de Gobierno porteño de la posibilidad de mostrar un triunfo contundente -aunque sea en su distrito-, para impulsar su campaña presidencial. A la derrota de Miguel Del Sel en Santa Fe, este domingo sumó la de Córdoba, donde la alianza entre la UCR, el PRO y el juecismo encabezada por Oscar «el milico» Aguad terminó segunda detrás del candidato del peronismo cordobés.
Justamente en la provincia mediterránea, Unión por Córdoba seguirá gobernando de la mano de Juan Schiaretti. El delasotismo logró mantener su poder en la provincia y su jefe político intentó utilizar el triunfo como vitrina nacional para la difícil carrera presidencial, previo paso por las internas contra el alicaído Sergio Massa.
Objetivo muy difícil, primero por las complicaciones para ganar la interna y luego porque estos votos, que representan apenas el 4% del padrón del país, no son suficientes para gravitar nacionalmente. Todo esto pese al bochornoso gasto millonario de campaña que está haciendo De la Sota, como lo sabe toda persona que camina por la calle o navega por internet.
Además, una observación más detenida del triunfo del peronismo de Córdoba muestra algunas contradicciones inquietantes para el oficialismo provincial. Perdió nueve bancas en la Legislatura y con ellas la mayoría automática que le había permitido votar a «mano de yeso» algunas políticas claves impulsadas por el Ejecutivo.
La Rioja fue la única provincia donde el kirchnerismo pudo mostrar un triunfo. Sergio Casas mantendrá la preeminencia histórica del justicialismo en el marco del Frente para la Victoria. Sin embargo, la foto menemista de Daniel Scioli, Carlos Zannini e incluso algunos referentes de La Cámpora, junto al candidato local y al gobernador Beder Herrera, mientras su candidato «puro» era aplastado en la Ciudad de Buenos Aires, dice mucho del momento presente del kirchnerismo.
Kirchnerismos sin gloria
En la CABA, Mariano Recalde fue una de las sorpresas que no fue. El candidato de La Cámpora salió tercero detrás de Martín Lousteau, y carga con el dudoso mérito de haber dejado afuera del balotaje al kirchnerismo por primera vez desde el año 2003. Además, perdió varias bancas (puso en juego diez y obtuvo sólo seis) lo que implicó ceder el lugar de segunda minoría en la Legislatura porteña.
La otra sorpresa inclumplida fue la de Eduardo Acastello en Córdoba. El villamariense se presentó como el candidato del kirchnerismo sciolizado en La Docta y también quedó en un cómodo tercer lugar, a más de 15 puntos del segundo.
El experimento estaba llamado al fracaso. Para representar un peronismo conservador que busque un buen diálogo con el eventual futuro gobierno nacional, ya estaba como opción el propio Schiaretti. El «Gringo» es el «Scioli» del núcleo duro del delasotismo y se encargó de demostrarlo la misma noche del triunfo cuando se enviaron mutuos saludos con el gobernador de Buenos Aires que se encontraba en La Rioja. Y de yapa, Schiaretti también agradeció el llamado de Cristina Fernández.
El «consensualismo» del reelecto gobernador de Córdoba dejó desubicado a Sergio Massa que viajó a la provincia en la búsqueda desesperada de una foto ganadora, tanto como a los «batalladores culturales» locales que observan los gestos de reconciliación del candidato del «proyecto» con el enemigo número uno de todos estos años.
La semana pasada, el saludo y agradecimiento cariñoso de parte de Scioli lo recibió otro integrante del «eje del mal»: Menem. El riojano le devolvió gentilezas por estos días: «el querido Daniel Scioli va a ser el próximo presidente», afirmó.
Con fe, con optimismo, con deporte…y con Menem. Eso sí, para «combatir a la derecha y no volver al pasado», obvio.
Los kirchneristas paladar negro y estómago amplio justifican los «gestos» de su flamante candidato afirmando que tienen un carácter «táctico», con el único objetivo de ganar la elección. Quizá cuando se quieran dar cuenta el pejotismo reconstruido estará llamando a su puerta.
Otro escenario de derrota para el kirchnerismo fueron las primarias de La Pampa. Carlos Verna le ganó la interna del peronismo a Fabián Bruna, el alfil del kirchnerismo. Verna será el candidato a gobernador, apoyado por el viejo caudillo Rubén Marin. El premio consuelo para el kirchnerismo fue que el actual mandatario, Oscar Jorge, logró la postulación que buscaba para la intendencia de la capital provincial. El «proyecto nacional» festeja los modestos éxitos del municipalismo (como Capitanich en Resistencia o Jorge en Santa Rosa).
Estas fueron tres apuestas fuertes del oficialismo y en las que incluso -cadenas nacionales y viajes de por medio- se involucró personalmente la Presidenta. No fueron las únicas en las que aportó a la derrota general. Antes había apoyado con vehemencia a Miguel Pichetto en Rio Negro, que perdió por 20 puntos con Alberto Weretilneck y al mendocino Adolfo Bermejo que también fue derrotado en su provincia. Curiosamente, las victorias o presuntos buenos resultados que luego fueron reivindicados por el FpV los lograron quienes no tuvieron el apoyo explícito de la Presidenta y sus aliados, salvo para la foto del festejo: Omar Perotti en Santa Fe y Juan Manuel Urtubey en Salta.
Estos datos duros ponen límites a la supuesta «recuperación» de la imagen de la Presidenta o en todo caso la sitúan como parte de la retirada en el marco de una relativa estabilidad económica.
La resignación a Scioli demostró que el llamado «proyecto» no pudo imponer algún candidato más afín. Pero los resultados de las elecciones anticipadas están demostrando que tampoco puede hacer esto con los candidatos para los gobiernos locales. La «sciolización» es vertical y horizontal, a lo largo y a lo ancho y de Jujuy a Tierra del Fuego.
En síntesis, la oposición tradicional y la alianza PRO-UCR no logra triunfos que permitan potenciar sus alternativas nacionales y el oficialismo lo intenta parcialmente unificando a todas las variantes del peronismo, sin ahorrar coqueteos con el menemismo o el peronismo tradicional de Córdoba o La Pampa. Scioli es el arquitecto de esta reconstrucción (restauración). ¿El «proyecto»?. Bien gracias.
Paso a la izquierda
Tanto en Buenos Aires como en Córdoba, la izquierda y el FIT hicieron muy buenas elecciones, revalidando la consolidación nacional que viene logrando en la mayoría de las elecciones anticipadas.
En la CABA, si se suma el conjunto del espacio político de la izquierda, unificando los votos de Luis Zamora y el Frente de Izquierda, el porcentaje supera el 7% si se toma el cargo ejecutivo, y de más de un 9% si se analizan los cargos legislativos. Esto permitió sumar una banca más en la legislatura porteña. A partir de diciembre Marcelo Ramal (PO) y Patricio del Corro (PTS) serán legisladores del FIT.
En Córdoba, en el tramo a gobernador, el FIT obtuvo 4.92% de los votos y en legisladores provinciales 6.30%. Triplicó su representación parlamentaria local. A la actual legisladora Laura Vilches (PTS), que renovará su banca por un mandato completo de cuatro años, se le sumarán Eduardo Salas (PO) y Ezequiel Peressini (IS).
Si se toma al conjunto de las expresiones de izquierda (incluyendo a la izquierda en agudo proceso de centroizquierdización), se llega al 7.76% de los votos en el tramo de gobernador y a casi un 10% en legisladores en toda la provincia. En Córdoba Capital, en el tramo de legisladores la izquierda logra un impactante 16% (casi 11% del FIT).
Córdoba y la Ciudad de Buenos aires reafirmaron la consolidación nacional del Frente de Izquierda que viene logrando buenas performances de las cuales Mendoza es -por lejos-, la más destacada. Con estos resultados se va camino a las PASO donde se disputará cuáles son las vías para fortalecer al FIT, para la batalla definitiva de octubre.
Fuente: http://www.laizquierdadiario.com/Lo-que-dejo-el-superdomingo-electoral-del-5J