El pasado 15 de agosto, el colectivo Somos más de 131 de la Universidad Iberoamericana, miembro del movimiento #Yosoy132 convocó mediante un video difundido en redes sociales a la elaboración de una nueva constitución para el país. Es, sin lugar a dudas, una convocatoria afortunada y pertinente cuyo éxito depende de cómo sea procesada y […]
El pasado 15 de agosto, el colectivo Somos más de 131 de la Universidad Iberoamericana, miembro del movimiento #Yosoy132 convocó mediante un video difundido en redes sociales a la elaboración de una nueva constitución para el país.
Es, sin lugar a dudas, una convocatoria afortunada y pertinente cuyo éxito depende de cómo sea procesada y consensada con los diversos sectores del movimiento #Yosoy 132, de los movimientos social en su conjunto y de la sociedad en general. Es pertinente porqué el modelo de país expresado en la constitución actual carece ya de coherencia debido al cumulo de reformas parciales que, contrarias a su espíritu original, se le han infringido. Pero, además, porque la discusión de una nueva constitución puede implicar un procesos de articulación de las fuerzas sociales y de reconstrucción del tejido social.
Puede decirse, incluso, que sobre esa base y con esos criterios fue que se han lanzado iniciativas similares en los últimos años. Los últimos de gran alcance en proponer impulsaron una nueva constitución, se propusieron poco antes de iniciar el sexenio de muerte de Felipe Calderón. La Promotora por la Unidad Nacional Contra el Neoliberalismo y el Dialogo Nacional, conformados por más de 600 organizaciones sindicales y populares se propusieron un proceso de nueva constituyente que recuperara la esencia de la constitución de 1917. El Proyecto de Nación «Un México para Todos», coordinado por Cuauhtémoc Cárdenas, realizó entre 2005 y 2006 foros en todo el país recogiendo propuestas que derivaran en un proceso de Replanteamiento del pacto federal y de una nueva constitucionalidad. También lo hicieron las organizaciones participantes en La Otra Campaña convocada por el EZLN, quienes, siguiendo los planteamientos de la VI Declaración de la Selva Lacandona, recorrieron todo el país acumulando demandas para un Plan Nacional de Lucha y un nuevo constituyente. Estos tres, entre muchos otros planteamientos surgidos desde la academia o las organizaciones civiles. Vale la pena rescatar la experiencia de los más posibles. No se empieza desde cero y recuperar las tradiciones y expriencias de lucha es deber de los movimientos emergentes.
El sexenio de Calderón estuvo marcado por la violencia y la opresión militarista, por lo que poco espacio abrió para la discusión programática sobre el futuro del país. Pueden rescatarse, si acaso, la discusión en el senado y en la opinión pública sobre el futuro de la industria energética en 2008 y el programa de 6 puntos propuesto por el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, que además de contener puntos básicos para modificar la estrategia de combate al crimen organizado incluye propuestas para renovar la convivencia política y la relación del Estado y la sociedad con los medios.
De tal manera que la convocatoria del Más de 131 asume que, ante el inicio del nuevo gobierno es necesario reiniciar la discusión sobre el proyecto de país. No es tarea fácil. Es, a diferencia de los procesos constituyentes que se han dado en América Latina en los últimos años (Venezuela, Bolivia, Ecuador) una iniciativa que se da en condiciones de oposición con respecto al gobierno y con una correlación de fuerzas en la opinión pública sumamente controvertida. Son muchas las resistencias que hay que vencer y muchos intereses los que hay que contrarrestar y evidenciar, al tiempo que se construye consenso en la población. No se trata de aspirar solo a un buen documento, sino de tejer fino para contar con una mayoría social que impulse los objetivos populares que la constitución habrá de expresar.
Si bien, sería deseable que la izquierda institucional, segunda fuerza en el congreso, comenzara con sus recursos a comprometerse con el objetivo de la nueva constitución y del proceso social que implica, no debe tratarse de que la actual legislatura tal y como está conformada, con los compromisos entreguistas que en su mayoría representa y con las actitudes antidemocráticas con la que sus miembros se han comportado, aprueben una carta magna. Está debe ser producto de un constituyente, conformado por representantes populares para esa tarea. La nueva constitución debe poder modificar el régimen político representativo actual. No debe descartarse que, una vez alcanzado el consenso necesario entre la población, así como la fuerza social suficiente, pueda llegarse a un acuerdo con las fuerzas políticas actualmente representadas en el congreso para desencadenar la última fase del constituyente.
Se trataría por lo pronto, de comenzar un largo proceso de discusión y acción con formas variadas y novedosas que ayuden a sumar gente y colectividades a su desarrollo. Por su implantación nacional, por su dinamismo y por su creatividad, entre otros aspectos, el movimiento #Yosoy132 parece el actor adecuado en promover dicha discusión para que de la manera más libre posible se sume quien así lo deseé. Que todas y todas salgan a sus barrios y comunidades, a sus escuelas, a sus colonias parques y delegaciones a realizar círculos de estudios, exposiciones sobre la historia de la constitución, conferencias magistrales, ciclos de cine que reflejen la historia del país, entre otras formas de acción. Podría, por ejemplo, promoverse una discusión por etapas en la que cada periodo tuviera un objetivo nacional, a manera de campaña. Las propuestas de discusión vía internet y redes sociales no son desdeñables pero, por supuesto, son insuficientes. Los foros «Sentimientos de la nación» propuestos en el mismo video pueden ser un buen comienzo.
Ahora, avocarse al objetivo propuesto por Más de 131 no implica desatender la lucha por reformas democráticas que ya están en la discusión pública, que han estado asociadas con el movimiento #Yosoy132 y en las que se juegan aspectos muy importantes del modelo de país y de las posibilidades de una calidad de vida digna para la mayoría: fin de la estrategia de guerra para el combate al crimen organizado; democratización de los medios de comunicación; acceso a la educación; soberanía y recursos naturales. Fundamentalmente.
Por último. Desencadenar un proceso de discusión programática sobre el modelo de país es un reto titánico, que en el mejor de los casos involucrará a sectores diversos con distintos bagajes y concepciones. Por ello, en su desarrollo deben instrumentarse formas de hacer política. De nada sirve un nuevo documento si al paso no se promueven las actitudes y las formas de actuar horizontales, democráticas y solidarias, capaces de entender las razones y las historias todas y todos quienes convergen en el proceso.
Es, pues, la convocatoria del Más de 131 una oportunidad para que el #Yosoy 132 y los movimientos sociales y sus militantes nos propongamos una discusión que coadyuve a articularnos en la diversidad para responder a los retos actuales y mirar a largo plazo. Es una oportunidad para pensar el país que queremos y en una oportunidad para diferenciarnos de prácticas burocráticas, verticalistas e impositivas que en mucho dominan la vida política nacional. Toca aprovecharla.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.