José Montes es delegado de sección del Astillero Río Santiago de Ensenada, y Raúl Godoy obrero de Zanon y del Sindicato Ceramista de Neuquén. Ambos miembros de la dirección del Partido de Trabajadores Socialistas. -Mientras la CGT habla de la «unidad sindical» bajo el control de una central y la CTA defiende el pluralismo de […]
José Montes es delegado de sección del Astillero Río Santiago de Ensenada, y Raúl Godoy obrero de Zanon y del Sindicato Ceramista de Neuquén. Ambos miembros de la dirección del Partido de Trabajadores Socialistas.
-Mientras la CGT habla de la «unidad sindical» bajo el control de una central y la CTA defiende el pluralismo de varias centrales y sindicatos, el PTS centra su política en la elección de cuerpos de delegados de base en los lugares de trabajo…
-José Montes: Efectivamente, y lo hacemos en dos sentidos, uno táctico y otro que tiene que ver con la estrategia revolucionaria. En principio, la elección de delegados de base en todas las empresas es una forma efectiva de responder a la cuestión de la fragmentación de la clase trabajadora y la mejor manera de disputar la dirección de los sindicatos, desde sus organizaciones más primarias para luchar por sus reivindicaciones sindicales, para su elemental defensa como clase, como la de impedir los despidos o pelear por el salario. En lo estratégico tiene que ver con la preparación de la clase obrera para épocas como estas de crisis profunda del capitalismo. Creemos que se abren estos dos planos que están combinados entre sí. Por un lado, la unidad sindical está rota por la fragmentación de la clase trabajadora, y esto no se arregla con una sola central impuesta desde arriba, ni con darle la personería a varias centrales, si no se unifica desde el lugar de trabajo a más de la mitad de los trabajadores que están en negro y precarizados sin defensa sindical. Esta unidad se puede comenzar a lograr con organizaciones que representen a todo el colectivo de trabajadores a nivel de una empresa que ya significaría un cambio enorme en relación a que la mayoría de los establecimientos sin organización gremial, no sólo de pequeñas empresas sino de las grandes o medianas, donde hay estudios que señalan que sólo hay delegados en el 55% de las empresas de más de 200 trabajadores. Esos cuerpos de delegados y comisiones internas que proponemos elegir en todos los lugares de trabajo son organizaciones que, por supuesto, incluyen el completo pluralismo, exceptuando a los rompehuelgas, de las tendencias y partidos que defiendan a la clase trabajadora. La más amplia democracia sindical que permitiría actuar como clase unificada ante los capitalistas; a identificar a la clase enemiga e ir probando sus mejores dirigentes que deben ser renovables por decisión del mandato de la base. Esta democracia sindical y la lucha por la independencia de los sindicatos del Estado, son las dos banderas para crear corrientes que disputen los grandes gremios a la burocracia sindical.
-En Zanon habían logrado recuperar la comisión interna que unificó la fábrica entre efectivos y contratados, pero al agudizarse la depresión económica la organización sindical debió afrontar nuevos desafíos…
-Raúl Godoy: En el momento de la crisis, por ejemplo cuando las fábricas amenazan con despidos masivos o directamente cierran como en el 2001, esa organización de unidad de la fábrica tiene que plantearse otros problemas, pasar de discutir el salario y las condiciones de empleo a plantearse quién tiene el poder en la fábrica. Es lo que sucedió con la ocupación y el control obrero en Zanon y las fábricas recuperadas. Desde el sindicato ceramista de Neuquén y la comisión interna tuvimos que crear organizaciones democráticas que abarquen todos los aspectos de la administración obrera. Y a su vez, se nos planteó como un problema de autodefensa la coordinación con los movimientos de desocupados y otros sectores sindicales, formando la Coordinadora del Alto Valle. Pero fue la excepción en el país -y tampoco se desarrolló más que como un frente de tendencia sindicales y de desocupados alrededor de Zanon-, porque el grueso de la clase trabajadora estaba atada por los grandes sindicatos que apoyaron la devaluación e impidieron la organización común con los desocupados que habían emergido con sus propios movimientos. No obstante, nunca le dimos la espalda a los grandes sindicatos de la provincia y buscamos constantemente el frente único para la lucha, llegando a lograr un paro provincial convocado por la CTA regional y el sindicato docente que rodearon la fábrica contra el intento de desalojo en abril del 2003.
-En los últimos años hay una vuelta a la lucha en los sindicatos y al calor de ello se vino destacando el «nuevo sindicalismo de base», como los medios han identificado a los ceramistas junto a los compañeros del Subte o el Garrahan. ¿Qué perspectivas se abren para estos sectores?
-RG: Aunque las organizaciones que nombrás surgimos antes, el auge y la extensión del «sindicalismo de base» se dio, en un primer momento, en medio del crecimiento económico y la aspiración de recuperar conquistas gradualmente. En una segunda etapa, desde que se impusieron los topes salariales acordados por la CGT y la CTA con el gobierno y los empresarios, los delegados de base y las nuevas internas debieron enfrentar luchas más duras, muchas derrotadas, sometidas al ataque cruzado entre las persecuciones patronales, despidos discriminatorios avalados por el ministerio de Trabajo y, en la mayoría de los casos, con la hostilidad o directamente las patotas de la burocracias sindicales, como en el Casino. El fallo de la Corte abre la posibilidad de fortalecer este tipo de organizaciones de base y extenderlas a todo el movimiento obrero, pasando a la ofensiva y sobre esa base pelear por corrientes al interior de los sindicatos que disputen su dirección. Está, por ejemplo, el sindicato de la alimentación, donde Daer se sostiene desde arriba pero perdió el control de las tres grandes fábricas del gremio en el Gran Buenos Aires, fue derrotado en Stani, y la oposición dirige Pepsico y Terrabusi en base a comisiones internas y, en Terrabusi, también un amplio cuerpos de delegados de sección. Desde esa ubicación tienen ahora la posibilidad de desarrollarse, fortalecerse y pelearle la influencia en todas las fábricas más chicas a la dirección a Daer en la perspectiva de recuperar el sindicato para los trabajadores. Por otro lado, creemos que es difícil que la clase trabajadora tenga un período relativamente largo para reconstruir sus organizaciones sindicales en paz, y antes no estallen catástrofes económicas que excedan el ámbito de la producción. Como siempre decimos, las organizaciones sindicales son aptas para una «escuela de guerra», pero no la guerra misma, como decía Lenin. Es decir que tengamos planteado dar respuesta a una crisis de conjunto, con millones de desocupados, y también inquilinos desalojados, pequeños comerciantes que vayan a la quiebra, campesinos arruinados o sin tierras; y esas son las perspectivas que tiene para ofrecer el capitalismo que ha comenzado una crisis histórica a nivel internacional. Allí, entonces es que vemos a las comisiones internas de delegados como una cuestión estratégica, porque puede estar planteado que las organizaciones de base del movimiento obrero y los sindicatos que hayamos conquistado en un primer período, se coordinen entre sí y superen las fronteras gremiales, corporativas, que son fronteras ideadas para momentos de paz, donde el metalmecánico lucha por su convenio y el de la industria del neumático por el suyo. Es decir que mientras los capitalistas manejan la producción en su conjunto, la organización sindical bajo las direcciones burocráticas separa el auto de las ruedas. En situaciones de crisis, estamos obligados a pensar en términos de la clase en su conjunto, como ya empezamos a plantear, a un nivel elemental por ahora, en la exigencia a la CGT y la CTA de un paro nacional para que se prohíban los despidos, indicando la necesidad del frente único obrero masivo. Pero como señalan los propios analistas del capitalismo, en esta crisis aún no se ha visto lo peor. Es entonces cuando se puede plantear la perspectiva que no sólo unifique a la clase obrera sino que establezca una alianza con todos los pobres y explotados, organizaciones de frente único de todas las masas oprimidas. Y esto es estratégico. Por eso depende del trabajo que hayamos hecho al interior de los sindicatos hasta entonces, nuestra táctica en esta etapa de «escuela de guerra», porque no habrá una dirección de la clase trabajadora a la cabeza de organizaciones que agrupen a millones de explotados sin que hayamos conquistado un sector decisivo en los grandes gremios de la industria y los servicios, para volcarlos en esa dirección.
-Sería, entonces, el pasaje del comité de fábrica a los consejos obreros y populares, o los «soviets», para utilizar los términos de la tradición revolucionaria
-JM: Esquemáticamente sí, más allá de las formas y los nombres que adquieran. Yo diría, mejor, el pasaje de la clase trabajadora de disputar el poder en el ámbito de la producción a un nivel superior, de la clase trabajadora como clase dirigente de las otras clases explotadas y a empezar a establecer un principio de doble poder ante el Estado capitalista, organizaciones de todas las capas de los trabajadores y los pobres. Porque en la realidad se van a combinar las viejas organizaciones que adquieran un nuevo contenido, con las nuevas que surjan. En la historia de la Argentina se vio que ante la crisis capitalista del ’74-’75, las organizaciones sindicales de base fueron las protagonistas principales de la formación de las coordinadoras que organizaron la huelga general del ’75 contra el paquete de ajuste del Ministro Rodrigo e Isabel Perón. En esas organizaciones, que le impusieron a la CGT de Lorenzo Miguel el paro nacional contra el gobierno peronista, salvo unos pocos sindicatos regionales lo central eran las comisiones internas, pero establecían una coordinación a nivel territorial, por zonas, en el norte del Gran Buenos Aires, la coordinadora de zona Sur, la de La Plata, Berisso y Ensenada, y así. Previamente, durante la imposición del Pacto Social de Perón, las comisiones internas se fueron fortaleciendo como verdaderos poderes a nivel de fábrica, con enfrentamientos y ocupaciones con control obrero. La crisis nacional obligó a coordinarse, pero por las corrientes predominantes, como la Juventud Trabajadora Peronista, no llegaron a un programa para atraer a otras clases populares, quedando esencialmente limitada a un pliego de reivindicaciones obreras, cuando por el impacto de la carestía de la vida, el desabastecimiento y el mercado negro, se necesitaban demandas que apunten a una salida de conjunto como el control popular de precios y otras que atrajeran a millones que estaban golpeados por la crisis, no sólo la clase trabajadora. La burocracia sindical de los grandes gremios de la CGT jugaron en contra de este desarrollo impidiendo que se transforme en una lucha política que derrotara a Isabel e impidiera el avance de la salida golpista. Es decir, se necesitaba una combinación de política para extender las coordinadoras a más amplias capas sociales y pelear al interior de los sindicatos para atraer a los sectores más progresivos hacia las coordinadoras, masificándolas, y superar a la burocracia. En ese momento, no pudieron influir los sindicatos clasistas del Sitrac Sitram que ya había sido derrotado en Córdoba y tampoco la seccional de la UOM de Villa Constitución.
En otro proceso de los ’70, como en Chile, fue más avanzado: se formaron organizaciones territoriales basadas en organismos de fábrica, los 7 cordones industriales que rodeaban Santiago y tenían estrechos lazos con los barrios populares, con las organizaciones que distribuían los alimentos, con los sin techo o los que ocupaban tierras. No pudieron establecer un verdadero doble poder porque estuvieron desarmados ante la reacción fascista, debido a la estrategia de conciliación de clases de los partidos que los dirigían y también de los sindicatos en manos de partidos reformistas y burocráticos como el PC que querían subordinar a los cordones industriales a la verticalidad de las viejas organizaciones sindicales como la CUT, cuando estas son organizaciones más estrechas, que agrupan sólo a una porción de la clase trabajadora. Por el contrario, nuestra estrategia como partido revolucionario es que organizaciones de este tipo, que expresen el frente único de todos los explotados, se extiendan al calor del ascenso obrero y se centralicen, como organismos donde se procese y dirija una insurrección obrera y popular que derroque el poder del Estado capitalista, y sean la base del poder de un nuevo Estado de los trabajadores.
Para que en ese momento la clase trabajadora cuente con un partido revolucionario que conquiste la mayoría en esos organismos, sepa hacerse del mando y vencer, debemos aprender antes a acumular fuerzas y experiencias, mediante tácticas como impulsar la más amplia organización de los trabajadores y enraizar una corriente que prepare concientemente esa estrategia.