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Los dos días que estremecieron al kirchnerismo

Fuentes: Rebelión

Moyanismo pagano y kirchnerismo líquido Lo más interesante que tuvieron estas jornadas es que fueron un ensayo general que hizo evidente las fortalezas y, sobre todo, las debilidades tanto de Moyano, como del gobierno. El enfrentamiento tiene razones económicas y políticas que superan por lejos la paritaria camionera. Moyano lo confesó cuando se anunció el […]

Moyanismo pagano y kirchnerismo líquido

Lo más interesante que tuvieron estas jornadas es que fueron un ensayo general que hizo evidente las fortalezas y, sobre todo, las debilidades tanto de Moyano, como del gobierno.

El enfrentamiento tiene razones económicas y políticas que superan por lejos la paritaria camionera. Moyano lo confesó cuando se anunció el moderado acuerdo del 25,5% comunicado por el capo de la Federación patronal, ya que en líneas generales ronda el promedio que acordaron los demás gremios.

Más profundamente, la disputa empezó cuando el kirchnerismo, como proyecto restaurador, pasó de su etapa inferior de coaliciones y alianzas útiles para contener y encauzar a una «sociedad civil» que había dejado maltrecha la autoridad estatal luego del 2001; a su etapa superior más abiertamente bonapartista, cuando se creyó con una fuerza inusitada para independizarse de los factores reales de poder. Las etapas no son antagónicas y son parte de la restauración, como dijo Gramsci «Todo gobierno de coalición es un grado inicial de cesarismo, que puede o no desarrollarse hasta los grados más significativos». Y efectivamente las distintas coaliciones del kirchnerismo fueron abriendo el camino al desarrollo del bonapartismo de hoy. Que las etapas coincidan en su distinción con los gobiernos de Néstor en la primera, y Cristina en la segunda, es simple casualidad. Néstor hoy estaría haciendo más o menos lo mismo que Cristina, quizá con un poco más de muñeca política porque había sutiles diferencias en el ADN más peronista de Néstor Kirchner y el frepasismo rabioso de Cristina Fernández. Pero en general como gobiernos de desvío y de contención, debían seguir más o menos el mismo libreto. Aunque la Historia a veces también se encarga de buscarse los hombres y las mujeres «necesarixs» para cada período: el negociador Néstor para el momento inicial, la pedante de Cristina para la etapa superior, con la astucia un poco siniestra de que la muerte de uno, fue un factor clave para el poder de la otra.

Claro que «sobreterminando» todos estos movimientos políticos estuvo el viento de cola de la economía mundial que favoreció a la Argentina y anteriormente la devaluación duhaldista (con ayuda moyanista), el último gran servicio del impresentable «Tachuela» a la patria…capitalista. Es cierto, no fue todo simple determinación de la economía, después de todo somos de los que creemos que la superestructura tiene cierta autonomía, pero «en última instancia» ahí está la estructura que impone su dictadura de hierro.

Cuando el «Proyecto» (restaurador) llegó a ese momento bisagra, cooptando y desarticulando al movimiento de desocupados y al de DDHH, disciplinando a los gobernadores pejotistas con la abultada caja, ganándose el apoyo popular expresado en el 54%; creyó contar con una «independencia y una fuerza excepcionales». Quien se encuentra en la cúspide en esos momentos no puede evitar enfermarse de un «complejo de superioridad» propio de todos los bonapartismos. Hasta que la realidad, que se empecina con ser la única verdad, lo despierta del «sueño dogmático» (como Hume a Kant), y en la Argentina de estos días esa irrupción tomó la forma de un paro nacional de los camioneros y el bloqueo a las destilerías que se transformó en una crisis política.

Ese fue el momento de cambio de etapa en el que (se podría decir que hasta injustamente) le agradecieron los servicios prestados a Moyano y lo despacharon de la coalición de gobierno. El camionero («ponele», como dicen en Córdoba, ya que hace largo que no maneja ningún camión), tuvo la política de persuadirlos durante todo este tiempo de que él y su organización son necesarios para sostener el orden en el movimiento obrero y «sólo» pedía un poco más de poder político (que le garanticen mantener su emporio, además de su impunidad). Si la guerra es la continuación de la política, pero por otros medios, el paro y los piquetes no fueron más la continuidad de esta línea de persuación de Moyano, aunque ahora este servicio sea ofrecido a Scioli.

Las anécdotas de todo este tiempo no fueron más que episodios de este álgebra de fondo.

Pero estos días, decíamos al principio, mostraron todas juntas las debilidades del bonapartismo líquido del cristinismo para los momentos de crisis más o menos agudas. Como se dijo, la virtud del estadista se mide esencialmente en estos momentos, cuando fortuna acompaña bastante menos.

La camarilla kirchnerista fue durante estos dos días una especie de «Orquesta de San Ovidio» (imagen que utiliza mucho un amigo), en ausencia de nuestra «Cesar».

Boudou, una de las figuras con menos poder político de este gobierno, al punto de que casi se caía de la mesa en la última conferencia de prensa de tan al borde que lo pusieron, fue el encargado de amenazar a los camioneros en un acto que tuvo tanta eficacia como el estado de sitio de De la Rua. El rosquero de la Universidad de Lomas de Zamora, «Piñón Fijo» Mariotto, creía que paraba la crisis repitiendo como loro el «relato» por la televisión. A propósito, ni se lo vio a «mi pobre angelito» que era la presunta nueva estrella del kirchnerismo. Al tan renombrado nuevo fenómeno militante de la juventud, es decir a La Cámpora, no lo vimos yendo a los piquetes a defender el proyecto, como tan «valientemente» hizo con un indefenso grupo de originarios Qom en la 9 de Julio ese ex – estalino devenido en peronista que es el «Cuervo» Larroque. Los que se retorcieron en una angustiosa impotencia fueron los que pertenecen a ese oxímoron llamado «izquierda kirchenrista» (el «seissieteochismo»). Porque otra de las cuestiones que emergió en la coyuntura fue el ADN gorila y antiobrero del cristinismo. El frepasismo rabioso, que en la historia política de nuestro país nos fue más que un «menemismo celeste» materializado en la Alianza. Para descalificar la huelga sacaron a luz los argumentos del clásico manual del gorilismo criollo.

En síntesis fue el momento más «delarruísta» del kirchnerismo y a decir verdad ante la primera crisis seria que amenaza con no ser la única, en momentos en que la economía se deteriora aceleradamente y el «bonapartismo del anuncio permanente y la cadena nacional», es cada vez menos eficaz ¿a propósito no habían retomado a agenda con otro plan (y van…) de viviendas?. Al que no le quedaba claro, a esto referíamos con «debilidad estratégica».

  La estrategia de Moyano y los límites de la guerra

El que dio por cerrada la crisis nacional fue Moyano. Como aprendimos del clásico teórico de la guerra «Cuanto más importante y de mayor entidad sean los motivos de la guerra, cuanto más afectan a los intereses vitales de los pueblos, con mayor empeño se tratará de derribar al adversario, entonces tienden a confundirse objetivo guerrero y fin político» (Carl Von Clausewitz, De la Guerra).

Esta es una traducción posible de este complejo aforismo de Clausewitz que sintetizamos en algún otro lugar como «cuando más política, más guerrera». Es decir la política (que siempre dirige a la guerra) puede actuar como moderadora o llevarla hasta el final y de esta manera acercarla a su concepto, el que tiene la forma más pura en el duelo.

Más importante que la convocatoria al paro y la marcha para el miércoles, fue el anuncio que Moyano «terciarizó» en manos del jefe de las patronales transportistas del acuerdo del 25,5 % con el que de hecho firmaba el armisticio. Si continuaba con el paro y los piquetes hasta acercarse al 30% podía desatar fuerzas incontrolables y abría una crisis con las paritarias de todo el movimiento obrero. Al sentenciar que el salario se volvía una «cuestión secundaria» obturó esta posibilidad y reafirmó su carácter de estratega de la división de las filas obreras, bajo el «relato» (Moyano también tiene el suyo) de la defensa de los intereses de todos lo trabajadores.

La posibilidad del 30% se acercaba más a los intereses vitales de toda la clase obrera (aunque por supuesto no los incluía a todos), y acercaba a la «guerra» un poco más hacia los extremos.

Observan sólo la apariencia aquellos que ven en la convocatoria a la marcha y al paro un redoble de la apuesta. Es un retroceso, más que táctico, estratégico como bien definieron los (entrañables) amigos Castilla y Del Caño acá.

La estrategia y la naturaleza del moyanismo lo limitan estructuralmente para llevar la guerra hasta el final. El programa del aumento del mínimo no imponible y las asignaciones, aunque progresivas no unifican vitalmente al movimiento obrero. Sino que dividen a sus sectores más altos de los «sin pan y sin trabajo» de hoy (retratados tan vivamente por De la Cárcova en la imagen que ilustra este post) y que incluyen no solo a los desocupados propiamente dichos, sino a la masa de precarios, contratados, en negro, tercerizados y esa mayoría del subsuelo de la patria que son los «excluidos» del programa moyanista.

Y su programa corresponde a sus estrategia, sus medios a sus fines. La apuesta a un lugar bajo el proyecto sciolista, que junto a Clarín lo condujeron y le pidieron (o le impusieron?) moderación; orienta sus tácticas y su programa que necesariamente suponen la contención y la división del movimiento obrero. Aunque por su lugar de burócrata sindical su oficio incluya a veces jugar con fuego.

Para llevar la guerra a su concepto o lo que es lo mismo, la lucha de clases hasta el final, es necesario cambiar la conducción, la estrategia y el programa. Es decir tener una orientación política que unifique en sus intereses vitales a toda la clase trabajadora y con ella pelear por la hegemonía.

Esto implica diferenciar bases de direcciones, para la cual es necesaria la experiencia del frente único y la participación activa en la marcha del miércoles con un programa y estrategia independiente.

Pero lo destacado es que este episodio en el drama (o la farsa) kirchnerista abrió un nuevo escenario y desnudó los límites de su ingeniería de poder, además de mostrar el potencial poder social de clase obrera (más allá de su dirección), en tiempos de viento de frente y crisis anunciadas que llegan a estas pampas.

Blog del autor: http://elviolentooficio.blogspot.com.ar/2012/06/los-dos-dias-que-estremecieron-al.html

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.